(Adjetivo. Del latín te = pronombre acusativo de segunda persona del singular y eripio = salvar)
Dícese de quien da soluciones que no funcionan.
El teripete nos consigue una cita con un médico. Supuestamente ya está todo arreglado: sólo hay que llamar al doctor para acordar el día y el horario. "Yo ya le hablé, vos quedate tranquilo, él te va a atender en esta semana". Cuando nosotros llamamos por teléfono, la secretaria insiste en que no hay turnos de aquí a tres meses. Pedimos hablar con el doctor, invocamos el nombre de nuestro amigo, pero no hay caso. A pesar de que agradecimos infinitamente a nuestro amigo teripete, la solución a nuestro problema nunca se concretó.
"Te conseguí trabajo". "Al final, conseguí la beca que tanto querías". "Mirá, en este link podés bajarte la película que hace tiempo no podías encontrar". El teripete nos hace esos anuncios grandilocuentes cuyas consecuencias podrían solucionarnos la vida o alegrarnos un poco. Sin embargo, cuando queremos concretar lo que nos fue anunciado, el puesto de trabajo ya fue ocupado por otra persona, la beca al final no era una beca porque había que pagarla, y el link para la película estaba equivocado.
Conviene destacar que el teripete trata de solucionar problemas que no son "de su rubro". En otras palabras, si nuestro amigo es almacenero, cirujano, docente o cantante, nos suele conseguir soluciones para problemas que no tienen nada que ver con su ámbito habitual de trabajo, influencias y de contactos.
A veces tenemos la oportunidad de señalarle sus errores. Sin embargo, él apela a nuestra inoperancia: "yo te había dejado todo arreglado... ¿Seguro que hiciste bien lo que yo te dije?"
El teripete va por la vida cosechando elogios y agradecimientos, y quizás esté convencido de que le ha dado una mano genuina a quienes lo rodean. Habría que desconfiar, sin embargo, de quien se nos aparece ocasionalmente con soluciones para problemas por los que venimos luchando durante mucho tiempo. Si durante años uno busca un trabajo o una casa para alquilar, es sospechoso que un pariente o un amigo nos dé la solución de un día para el otro sin esfuerzo y casi con despreocupación.
El teripete nos hace sentir doblemente humillados y frustrados. La primera humillación la recibimos cuando le agradecemos prematuramente. La segunda, cuando invocamos su nombre como llave de nuestra solución, pero quienes nos escuchan dicen no conocerlo o no saber de qué les hablamos. La frustración también es doble: la que ya traíamos, sumada a la congoja de saber que, después de una breve esperanza, otro de nuestros proyectos sigue sin cumplirse.
Es ingenuidad creer que el teripete siempre se equivoca o simplemente es un distraído. A veces hay mucha maldad en sus desaprensivos anuncios de solución. Los dobletes de humillación y frustración que vienen como consecuencia de la indolente acción del teripete, muchas veces son efectos deseados y calculados por él.
Hay puntos de contacto entre el chinchulero y el teripete. El primero, sin embargo, se limita a chismes sin relevancia y todo lo que logra es una discutible ventaja argumentativa. El segundo va por el mundo esgrimiendo algo más que un chisme: sus palabras pueden arruinarle la vida a quien van dirigidas.
1 comentario:
¿Quién es la víctima de tal teripeteada? ¿Acaso el ingenuo que confia en el teripete es un tefidete? ¿A cada teripeteada corresponde una cándida tefideteada?
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