(Sustantivo. De ob = oposición, y ventura)
Situación con poco suspenso y ligeramente tediosa.
Si las aventuras son experiencias arriesgadas llenas de sucesos imprevistos, y en las desventuras ocurren desgracias inesperadas, en las obventuras hay una promesa de adrenalina y diversión que no se cumple. Para que haya una obventura debió haber previamente alguna expectativa en el suceso. Si caminamos por un bosque con la esperanza de encontrarnos con animales e insectos peligrosos, pero sólo hay árboles y más árboles; si vamos al carnaval para perdernos entre la multitud enmascarada, pero sólo recibimos un poco de espuma y apenas podemos ver una murga desfilando entre el gentío; si vamos al casino con la esperanza de saltar la banca, pero después del segundo "no va más" empezamos a bostezar; en todos estos casos hemos tenido una obventura. La adrenalina prometida no llega y no llegará.
Muchas veces los sucesos pretendidamente divertidos son, en realidad, una dosificación del aburrimiento. Las vacaciones en la playa consisten en tirarse en la arena, asolearse, tomar mate con tortas fritas, bañarse un poco en el mar y volver a la casa. La fiesta de casamiento consisten en saludar a los novios, comer, volver a comer, bailar el vals, volver a comer, bailar cumbia, comer, ponerse bonetes, bailar brasilero, despedirse, irse. Las obventuras nos muestran nuestro propio tedio, pero lo hacen de a poco, con algún señuelo que nos promete alguna gratificación, y sin adrenalina.
Una obventura es una aventura fallida.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
Mostrando entradas con la etiqueta O. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta O. Mostrar todas las entradas
jueves, 21 de febrero de 2013
viernes, 15 de febrero de 2013
Omniproteste / Todoprotestoso
(Adjetivo. De omnis = todo y protestar)
Dícese de quien, al protestar por un hecho puntual, extiende sus quejas hasta un punto radical, extremo y omniabarcante.
El todoprotestoso no admite que haya medias tintas en sus protestas. Él no se queja por la falla en el sistema de agua que afectó a su edificio: su protesta alcanza los cimientos mismos de la civilización occidental. "Sí, dirán que fue un error del encargado. Dirán que se rompió la bomba de agua. Pero todo esto es producto de décadas de despojo y destrato político, y ojo, no estoy hablando solo de nuestros presidentes. Culpo a la comunidad internacional, a la revolución industrial y a los griegos antiguos por esta momentánea falla la distribución del agua".
Es muy común encontrar al omniproteste en política (y en ese caso, el omniproteste sufre de una megalómana ambiquestia). Si muere un manifestante de un balazo en manos de la policía, el todoprotestoso le echará la culpa a la totalidad del sistema partidario, al oficialismo, a la oposición, a los mandatarios anteriores, a la justicia y al poder legislativo. De ese modo, la culpa de la policía (y, concretamente, del policía que efectuó el disparo) se diluye en un maremágnum de lejanos y dudosos responsables. Si se descubre que en un gobierno provincial hay narcotráfico, el omniproteste dirá que el narcotráfico está enquistado en todo el país y en todo el mundo, y echará la culpa al gobierno nacional, al narcotráfico internacional y a la influencia de países terroristas.
El todoprotestoso arenga a sus conciudadanos, a quienes trata de ingenuos o burgueses, para que protesten por algo más que ese hecho puntual que desencadenó la reacción: "Usted no puede hacer un piquete al almacenero que le vendió una lata de atún vencida. Tiene que juntarse con otras personas, salir a la calle y quemar la municipalidad, porque ellos no hacen los controles". Curiosamente, es raro que se vea al todoprotestoso cumpliendo con los mandatos de esa arenga.
Para el omniproteste, o se protesta por todo, o no se está haciendo una verdadera protesta. El problema es que en ese "todo" los responsables con nombre y apellido se diluyen sin remedio, y nos quedamos con una queja abstracta, hecha contra "el sistema", "los políticos" o "la historia". Protestar por la totalidad del sistema es a veces una buena manera de escaparle a los problemas puntuales que requieren de un trabajo muy fino, a conciencia y con esfuerzo.
Dícese de quien, al protestar por un hecho puntual, extiende sus quejas hasta un punto radical, extremo y omniabarcante.
El todoprotestoso no admite que haya medias tintas en sus protestas. Él no se queja por la falla en el sistema de agua que afectó a su edificio: su protesta alcanza los cimientos mismos de la civilización occidental. "Sí, dirán que fue un error del encargado. Dirán que se rompió la bomba de agua. Pero todo esto es producto de décadas de despojo y destrato político, y ojo, no estoy hablando solo de nuestros presidentes. Culpo a la comunidad internacional, a la revolución industrial y a los griegos antiguos por esta momentánea falla la distribución del agua".
Es muy común encontrar al omniproteste en política (y en ese caso, el omniproteste sufre de una megalómana ambiquestia). Si muere un manifestante de un balazo en manos de la policía, el todoprotestoso le echará la culpa a la totalidad del sistema partidario, al oficialismo, a la oposición, a los mandatarios anteriores, a la justicia y al poder legislativo. De ese modo, la culpa de la policía (y, concretamente, del policía que efectuó el disparo) se diluye en un maremágnum de lejanos y dudosos responsables. Si se descubre que en un gobierno provincial hay narcotráfico, el omniproteste dirá que el narcotráfico está enquistado en todo el país y en todo el mundo, y echará la culpa al gobierno nacional, al narcotráfico internacional y a la influencia de países terroristas.
El todoprotestoso arenga a sus conciudadanos, a quienes trata de ingenuos o burgueses, para que protesten por algo más que ese hecho puntual que desencadenó la reacción: "Usted no puede hacer un piquete al almacenero que le vendió una lata de atún vencida. Tiene que juntarse con otras personas, salir a la calle y quemar la municipalidad, porque ellos no hacen los controles". Curiosamente, es raro que se vea al todoprotestoso cumpliendo con los mandatos de esa arenga.
Para el omniproteste, o se protesta por todo, o no se está haciendo una verdadera protesta. El problema es que en ese "todo" los responsables con nombre y apellido se diluyen sin remedio, y nos quedamos con una queja abstracta, hecha contra "el sistema", "los políticos" o "la historia". Protestar por la totalidad del sistema es a veces una buena manera de escaparle a los problemas puntuales que requieren de un trabajo muy fino, a conciencia y con esfuerzo.
martes, 8 de enero de 2013
Opimplacia
(Sustantivo. Del latín ops = poder, fuerza; in = partícula negativa y placeo = placer, gustar)
Fuerza que realizamos para que algo no nos guste.
¿Alguna vez descubrió que le empezaba a gustar una cosa que no era conveniente que le gustara? ¿Usted, que milita microdélicamente contra la música comercial romántica, comenzó a tararear con pasión una canción de Axel? ¿Se fue enamorando lentamente de la Coca Cola, aun cuando le aconseja a todos que no la tomen porque provoca diabetes y es "la bebida del imperio"? ¿Sabe que podría pasar todo el día jugando póker en internet? ¿Sospecha que se iría para siempre con su vecina, abandonando trabajo, esposa e hijos, si ella le confirmara que se siente atraída por usted? Si la respuesta a estos interrogantes es "sí", usted está sufriendo de opimplacia: siente que continuamente debe corregir sus deseos y sus pensamientos, porque de manera indefectible se escurren por caminos de dudoso pronóstico, como si una parte importante de su persona no quisiera atarse a la historia rutinaria que usted impuso a su vida.
Creemos que nuestra personalidad se define por lo que hemos decidido; nos parece que somos productos de un disciplinamiento moral del gusto: somos hombres adultos casados profesionales trabajadores de clase media; no deben gustarnos las adolescentes, los videojuegos, la desnudez, la vagancia, la cumbia villera ni las películas de humor veraniego en la playa. En cuanto aparece un gusto impropio de nuestro rango social y nuestra edad, tratamos de corregirlo o sublimarlo. Esa sublimación es la opimplacia.
Debe destacarse que, cuanto más tiempo ejecutamos la opimplacia, más difícil resulta contener el gusto reprimido. La opimplacia parece un intento fallido de bulamnesis.
Existen ciertos deseos que van más allá de la posición social que se ocupe o de una mirada ingenuamente moral acerca de los propios gustos: algunos deseos deben reprimirse para salvaguardar la propia estructura psíquica. Si una mujer descubre que quiere tener relaciones con su propio hijo, o si un empleado heterosexual descubre que desea tener sexo con el jefe que lo somete y al cual odia, la opimplacia se convierte en un imperativo urgente y demandante. En esos casos, la psiquis se vuelve un campo de batalla entre deseos indeseados e irrefrenables, y una débil racionalidad que trata de contenerlos con cada vez menos éxito.
La opimplacia es un tipo de estenofrenia y de metacupio.
Fuerza que realizamos para que algo no nos guste.
¿Alguna vez descubrió que le empezaba a gustar una cosa que no era conveniente que le gustara? ¿Usted, que milita microdélicamente contra la música comercial romántica, comenzó a tararear con pasión una canción de Axel? ¿Se fue enamorando lentamente de la Coca Cola, aun cuando le aconseja a todos que no la tomen porque provoca diabetes y es "la bebida del imperio"? ¿Sabe que podría pasar todo el día jugando póker en internet? ¿Sospecha que se iría para siempre con su vecina, abandonando trabajo, esposa e hijos, si ella le confirmara que se siente atraída por usted? Si la respuesta a estos interrogantes es "sí", usted está sufriendo de opimplacia: siente que continuamente debe corregir sus deseos y sus pensamientos, porque de manera indefectible se escurren por caminos de dudoso pronóstico, como si una parte importante de su persona no quisiera atarse a la historia rutinaria que usted impuso a su vida.
Creemos que nuestra personalidad se define por lo que hemos decidido; nos parece que somos productos de un disciplinamiento moral del gusto: somos hombres adultos casados profesionales trabajadores de clase media; no deben gustarnos las adolescentes, los videojuegos, la desnudez, la vagancia, la cumbia villera ni las películas de humor veraniego en la playa. En cuanto aparece un gusto impropio de nuestro rango social y nuestra edad, tratamos de corregirlo o sublimarlo. Esa sublimación es la opimplacia.
Debe destacarse que, cuanto más tiempo ejecutamos la opimplacia, más difícil resulta contener el gusto reprimido. La opimplacia parece un intento fallido de bulamnesis.
Existen ciertos deseos que van más allá de la posición social que se ocupe o de una mirada ingenuamente moral acerca de los propios gustos: algunos deseos deben reprimirse para salvaguardar la propia estructura psíquica. Si una mujer descubre que quiere tener relaciones con su propio hijo, o si un empleado heterosexual descubre que desea tener sexo con el jefe que lo somete y al cual odia, la opimplacia se convierte en un imperativo urgente y demandante. En esos casos, la psiquis se vuelve un campo de batalla entre deseos indeseados e irrefrenables, y una débil racionalidad que trata de contenerlos con cada vez menos éxito.
La opimplacia es un tipo de estenofrenia y de metacupio.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Oligopatía
(Sustantivo. Del griego oligo = poco y pathos = padecimiento. Sinónimo: oligonosia [del griego nósos = enfermedad])
Enfermedad o mal terrible que aqueja a alguien por un tiempo sumamente breve.
¿Ha sufrido una depresión profunda y severa por un microsegundo? ¿Sintió el dolor de un cuchillazo en el pecho durante el tiempo en que lleva pestañear? ¿Fue cuadripléjico o le pareció que lo habían descuartizado por un instante? ¿Tuvo esquizofrenia por cinco segundos? Si le ha ocurrido alguno de estos improbables sucesos, ha padecido la oligopatía, un fenómeno en el cual una persona siente síntomas devastadores y fulminantes de alguna grave dolencia, pero tales síntomas son tan breves que ni siquiera dejan huella en la memoria y mucho menos pueden articularse en palabras. Solo queda el resabio confuso de una sensación desagradable y triste, como de un mal sueño. Después de una oligopatía queda un inexplicable estremecimiento que suele provocar un largo suspiro y una ahogada desesperación momentánea.
(La palabra 'oligopatía' aparece en una única entrada: aquí. Si algún lector conoce que ya tiene un uso en algún campo, le agradeceré que me lo comunique)
Enfermedad o mal terrible que aqueja a alguien por un tiempo sumamente breve.
¿Ha sufrido una depresión profunda y severa por un microsegundo? ¿Sintió el dolor de un cuchillazo en el pecho durante el tiempo en que lleva pestañear? ¿Fue cuadripléjico o le pareció que lo habían descuartizado por un instante? ¿Tuvo esquizofrenia por cinco segundos? Si le ha ocurrido alguno de estos improbables sucesos, ha padecido la oligopatía, un fenómeno en el cual una persona siente síntomas devastadores y fulminantes de alguna grave dolencia, pero tales síntomas son tan breves que ni siquiera dejan huella en la memoria y mucho menos pueden articularse en palabras. Solo queda el resabio confuso de una sensación desagradable y triste, como de un mal sueño. Después de una oligopatía queda un inexplicable estremecimiento que suele provocar un largo suspiro y una ahogada desesperación momentánea.
(La palabra 'oligopatía' aparece en una única entrada: aquí. Si algún lector conoce que ya tiene un uso en algún campo, le agradeceré que me lo comunique)
lunes, 11 de abril de 2011
Omniriciar
(Verbo. Del latín omni = que abarca todo y reicio = desechar)
Reemplazar o descartar drásticamente la totalidad de un sistema ante el defecto de una de sus partes.
Quien compra una nueva bicicleta cuando se rompe una cubierta; o abjura de la totalidad de su carrera académica porque no le gusta una determinada asignatura, o abandona a su amada porque le encuentra un defecto inesperado, está omniriciando.
En rigor el término debería aplicarse a aquellas acciones de desechar algo cuya parte defectuosa podría cambiarse. En este sentido riguroso quizás se aplique con más propiedad al ejemplo de la bicicleta, un poco menos a la carrera académica y tal vez menos aun a la amada con defectos. Es patente que una cubierta de bicicleta puede fácilmente reemplazarse por otra; no es tan fácil (o es a veces imposible en la práctica) modificar el contenido de una carrera o lograr que la amada mejore sus defectos. En este último caso, en parte, porque los defectos de carácter están sujetos a consideraciones puramente subjetivas; en parte porque no es bueno que una persona se sienta obligada a cambiar para que su amante la acepte, y en parte porque quien da demasiada importancia a un defecto sin duda ya no está enamorado.
Reemplazar o descartar drásticamente la totalidad de un sistema ante el defecto de una de sus partes.
Quien compra una nueva bicicleta cuando se rompe una cubierta; o abjura de la totalidad de su carrera académica porque no le gusta una determinada asignatura, o abandona a su amada porque le encuentra un defecto inesperado, está omniriciando.
En rigor el término debería aplicarse a aquellas acciones de desechar algo cuya parte defectuosa podría cambiarse. En este sentido riguroso quizás se aplique con más propiedad al ejemplo de la bicicleta, un poco menos a la carrera académica y tal vez menos aun a la amada con defectos. Es patente que una cubierta de bicicleta puede fácilmente reemplazarse por otra; no es tan fácil (o es a veces imposible en la práctica) modificar el contenido de una carrera o lograr que la amada mejore sus defectos. En este último caso, en parte, porque los defectos de carácter están sujetos a consideraciones puramente subjetivas; en parte porque no es bueno que una persona se sienta obligada a cambiar para que su amante la acepte, y en parte porque quien da demasiada importancia a un defecto sin duda ya no está enamorado.
martes, 21 de diciembre de 2010
Oplocio
(Sustantivo. Del latín ob = a causa de y plaudo = aplaudir)
Objeto que cobra existencia a partir de una explosión.
Cuando algo explota, se libera violentamente una gran cantidad de energía; el recipiente que la contiene estalla y sus fragmentos son expulsados a cierta distancia. Es normal que, después de una explosión, sólo queden esquirlas chamuscadas a metros o incluso kilómetros del epicentro. Sin embargo, de vez en cuando, y por motivos que no han podido establecerse, después de una explosión aparece un oplocio: se trata de un objeto creado a partir del estallido, que aparece de manera espontánea e inesperada en el epicentro de la explosión y que no tiene signos de haber sufrido las consecuencias de la violenta liberación de energía.
Los oplocios son raros fenómenos escasamente documentados. A veces, es una esfera de metal o de cristal. A veces es un cuerpo de compleja estructura molecular y con la forma de un artefacto creado por el hombre. Se presume que, según el tipo de detonación, se pueden crear oplocios diversos e incluso algún oplocio viviente. Quizás la detonación de una bomba del tipo MOAB genere un oplocio ovalado, opaco, inmenso, negro y helado. Tal vez una bomba de neutrones genere un oplocio de pequeñas cuentas de plástico amarillo. Quizás la detonación de una sandía con un petardo casero produzca un oplocio hecho de diamantes.
Conviene aclarar que en la mayoría de las detonaciones no aparecerá ningún oplocio.
El oplocio es la reducción al absurdo de la explosión: la acción de explotar implica que nada quede después del estallido. Parece un enorme contrasentido que, en algunos casos, aparezcan extraños objetos (que no estaban presentes antes de la explosión), de apariencia inmaculada, fríos e incólumes.
Objeto que cobra existencia a partir de una explosión.
Cuando algo explota, se libera violentamente una gran cantidad de energía; el recipiente que la contiene estalla y sus fragmentos son expulsados a cierta distancia. Es normal que, después de una explosión, sólo queden esquirlas chamuscadas a metros o incluso kilómetros del epicentro. Sin embargo, de vez en cuando, y por motivos que no han podido establecerse, después de una explosión aparece un oplocio: se trata de un objeto creado a partir del estallido, que aparece de manera espontánea e inesperada en el epicentro de la explosión y que no tiene signos de haber sufrido las consecuencias de la violenta liberación de energía.
Los oplocios son raros fenómenos escasamente documentados. A veces, es una esfera de metal o de cristal. A veces es un cuerpo de compleja estructura molecular y con la forma de un artefacto creado por el hombre. Se presume que, según el tipo de detonación, se pueden crear oplocios diversos e incluso algún oplocio viviente. Quizás la detonación de una bomba del tipo MOAB genere un oplocio ovalado, opaco, inmenso, negro y helado. Tal vez una bomba de neutrones genere un oplocio de pequeñas cuentas de plástico amarillo. Quizás la detonación de una sandía con un petardo casero produzca un oplocio hecho de diamantes.
Conviene aclarar que en la mayoría de las detonaciones no aparecerá ningún oplocio.
El oplocio es la reducción al absurdo de la explosión: la acción de explotar implica que nada quede después del estallido. Parece un enorme contrasentido que, en algunos casos, aparezcan extraños objetos (que no estaban presentes antes de la explosión), de apariencia inmaculada, fríos e incólumes.
martes, 7 de diciembre de 2010
Oribasia
(Sustantivo. Del latín os = boca, basio = besar)
Sensación de haberle dado un beso en la boca a alguien.
El acto de saludar es a veces controvertido: en Argentina, los hombres se estrechan las manos y las mujeres se dan un beso en la mejilla. Si se trata de una presentación formal, es posible que tanto hombres como mujeres estrechen sus manos, y si es muy informal, quizás todos se saluden mediante un beso. Muchas veces es difícil determinar cuál es el saludo apropiado: un apretón de manos entre mujeres puede entenderse como un acto de frialdad y distancia; un beso entre hombres puede interpretarse como un irresponsable exceso de confianza. Después de haber saludado a un grupo de personas, puede uno quedarse con la duda: ¿Me habré comportado bien? ¿Ese era el saludo que se esperaba? ¿Hice bien en darle la mano a la decana, darle un beso a la secretaria, dar la mano al cadete, dar un beso al prosecretario que fue mi compañero de colegio y dar una palmadita en la espalda al empleado de limpieza? ¿No se habrá sentido alguien ofendido por esas diferencias en mi saludo?
Sin embargo, puede pasar algo peor: la oribasia. En este caso nos asalta un temor casi bochornoso: ¿no habremos saludado a alguien dándole un beso en la boca? Incluso, podemos sentir cierto húmedo calor en los labios, como si efectivamente otro labio (húmedo) hubiera hecho contacto con nuestra boca. No sólo puede inquietarnos esa duda: la otra, la peor, es la de no saber a quién se le dio el beso equivocado. ¿Le habré dado un besito sensual al cadete? ¿Me habré agarrado a chupones a la directora?
Nunca hay manera de corroborar si uno ha caído en la oribasia: eso confirmaría (quizás) que el temor era infundado. Si de verdad hubiera pasado algo así, no tardaría en volver el rumor de parte de algún malicioso compañero: "¿Es cierto que te comiste a besos al contador en la reunión de inventario?"
Sensación de haberle dado un beso en la boca a alguien.
El acto de saludar es a veces controvertido: en Argentina, los hombres se estrechan las manos y las mujeres se dan un beso en la mejilla. Si se trata de una presentación formal, es posible que tanto hombres como mujeres estrechen sus manos, y si es muy informal, quizás todos se saluden mediante un beso. Muchas veces es difícil determinar cuál es el saludo apropiado: un apretón de manos entre mujeres puede entenderse como un acto de frialdad y distancia; un beso entre hombres puede interpretarse como un irresponsable exceso de confianza. Después de haber saludado a un grupo de personas, puede uno quedarse con la duda: ¿Me habré comportado bien? ¿Ese era el saludo que se esperaba? ¿Hice bien en darle la mano a la decana, darle un beso a la secretaria, dar la mano al cadete, dar un beso al prosecretario que fue mi compañero de colegio y dar una palmadita en la espalda al empleado de limpieza? ¿No se habrá sentido alguien ofendido por esas diferencias en mi saludo?
Sin embargo, puede pasar algo peor: la oribasia. En este caso nos asalta un temor casi bochornoso: ¿no habremos saludado a alguien dándole un beso en la boca? Incluso, podemos sentir cierto húmedo calor en los labios, como si efectivamente otro labio (húmedo) hubiera hecho contacto con nuestra boca. No sólo puede inquietarnos esa duda: la otra, la peor, es la de no saber a quién se le dio el beso equivocado. ¿Le habré dado un besito sensual al cadete? ¿Me habré agarrado a chupones a la directora?
Nunca hay manera de corroborar si uno ha caído en la oribasia: eso confirmaría (quizás) que el temor era infundado. Si de verdad hubiera pasado algo así, no tardaría en volver el rumor de parte de algún malicioso compañero: "¿Es cierto que te comiste a besos al contador en la reunión de inventario?"
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Optirregista
(Adjetivo. Del latín optimus = óptimo y redigo = exigir)
Quien considera que algo está bien hecho sólo si se hace de manera óptima y absoluta.
Un optirregista reconoce las virtudes de algo bueno, pero las deja opacadas de manera inmediata cuando las compara con algún estado al que considera óptimo: "Sí, la pizza estaba muy rica; fue una de las mejores que comí en mi vida... Pero no la recomiendo, porque no era como la que hacía mi abuela"
En el orden político, el optirregista no acepta medias tintas: "Está bien, ha disminuido drásticamente la pobreza. Pero sigue habiendo pobres, así que esta política es un desastre" El optirregista pretende desconocer que las acciones masivas suelen tener un efecto estadístico, y que los resultados políticos deben medirse según índices de mejora o empeoramiento a mediano y largo plazo, y no según la visión maniquea del "todo" o "nada" inmediatos. "El presidente dijo que, después de la guerra, iba a reconstruir las casas bombardeadas. Sin embargo, quedaron tres casas totalmente destruidas, y ya termina su mandato... ¿no piensa cumplir con las promesas?". A veces toma como referencia la situación negativa de una persona determinada: "Los gobiernos pasan, y Carlitos, mi vecino, sigue siendo pobre... Al final todos los presidentes son iguales". No tiene en cuenta que, a pesar de seguir siendo pobre, quizás Carlitos haya cambiado su situación y sus expectativas. Para el optirregista, si la actuación política no revierte hasta la última injusticia individual, entonces hay que descartarla de plano. Por eso, los políticos opositores suelen practicar la estrategia optirregista: sacan a relucir el estado deplorable de un único caso para mostrar que no se ha avanzado lo suficiente. Fingen no tener en cuenta que los avances sólo pueden medirse lentamente, año tras año, y que siempre hay trabajo por hacer.
Quien considera que algo está bien hecho sólo si se hace de manera óptima y absoluta.
Un optirregista reconoce las virtudes de algo bueno, pero las deja opacadas de manera inmediata cuando las compara con algún estado al que considera óptimo: "Sí, la pizza estaba muy rica; fue una de las mejores que comí en mi vida... Pero no la recomiendo, porque no era como la que hacía mi abuela"
En el orden político, el optirregista no acepta medias tintas: "Está bien, ha disminuido drásticamente la pobreza. Pero sigue habiendo pobres, así que esta política es un desastre" El optirregista pretende desconocer que las acciones masivas suelen tener un efecto estadístico, y que los resultados políticos deben medirse según índices de mejora o empeoramiento a mediano y largo plazo, y no según la visión maniquea del "todo" o "nada" inmediatos. "El presidente dijo que, después de la guerra, iba a reconstruir las casas bombardeadas. Sin embargo, quedaron tres casas totalmente destruidas, y ya termina su mandato... ¿no piensa cumplir con las promesas?". A veces toma como referencia la situación negativa de una persona determinada: "Los gobiernos pasan, y Carlitos, mi vecino, sigue siendo pobre... Al final todos los presidentes son iguales". No tiene en cuenta que, a pesar de seguir siendo pobre, quizás Carlitos haya cambiado su situación y sus expectativas. Para el optirregista, si la actuación política no revierte hasta la última injusticia individual, entonces hay que descartarla de plano. Por eso, los políticos opositores suelen practicar la estrategia optirregista: sacan a relucir el estado deplorable de un único caso para mostrar que no se ha avanzado lo suficiente. Fingen no tener en cuenta que los avances sólo pueden medirse lentamente, año tras año, y que siempre hay trabajo por hacer.
viernes, 3 de septiembre de 2010
Oasificar
(Verbo transitivo e intransitivo. De oasis)
Encontrar momentos de tranquilidad en medio del caos.
La sucesión de situaciones que requieren una urgente, continua e ingrata intervención puede provocar cansancio, tristeza y un estado de estrés permanente. Sin embargo, algunas personas tienen la capacidad de hacer breves paréntesis entre el ruido y el vaivén frenético, y regocijarse a pleno con esos fugaces y escasos instantes. No se trata de disfrutar del caos, sino de aislarse de sus efectos. Un empleado de call center puede perder su mirada en el paisaje de la ventana cada vez que cuelga con un cliente malhumorado. Un médico de guardia que trabaja con casos urgentes puede oasificar mirando fútbol en esos breves minutos que median entre la atención a un paciente en condiciones deplorables y otro aun peor. Un soldado puede revisar sus mensajes en el celular mientras espera la orden en la trinchera.
Quien oasifica se inventa a sí mismo una caricia cuando las condiciones del mundo sólo distribuyen golpes.
Encontrar momentos de tranquilidad en medio del caos.
La sucesión de situaciones que requieren una urgente, continua e ingrata intervención puede provocar cansancio, tristeza y un estado de estrés permanente. Sin embargo, algunas personas tienen la capacidad de hacer breves paréntesis entre el ruido y el vaivén frenético, y regocijarse a pleno con esos fugaces y escasos instantes. No se trata de disfrutar del caos, sino de aislarse de sus efectos. Un empleado de call center puede perder su mirada en el paisaje de la ventana cada vez que cuelga con un cliente malhumorado. Un médico de guardia que trabaja con casos urgentes puede oasificar mirando fútbol en esos breves minutos que median entre la atención a un paciente en condiciones deplorables y otro aun peor. Un soldado puede revisar sus mensajes en el celular mientras espera la orden en la trinchera.
Quien oasifica se inventa a sí mismo una caricia cuando las condiciones del mundo sólo distribuyen golpes.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Odontonigar
(Verbo. Del griego odoús = diente, dentadura y anoígo = abrir. Sustantivo: odontonoiga)
Abrir o destapar algo utilizando los dientes.
Los odontólogos recomiendan no odontonigar, pero muchas veces tenemos las dos manos ocupadas y la boca puede sernos de mucha ayuda para desenroscar, destapar o tironear de algo.
Algunas personas hacen gala de su odontonoiga: confiesan que son capaces de abrir botellas, sacar corchos o desenroscar bulones oxidados con la sola fuerza de sus mandíbulas apretadas.
El término se utiliza, por extensión, para referirse a cualquier acción de apertura o destapamiento de algo de una manera insólita, utilizando sólo el cuerpo como herramienta. Se odontoniga si se es capaz de destapar una botella con la cuenca del ojo, o desenroscar un bulón con la axila, o quitar el seguro de una granada con sólo mirarlo fijamente.
Abrir o destapar algo utilizando los dientes.
Los odontólogos recomiendan no odontonigar, pero muchas veces tenemos las dos manos ocupadas y la boca puede sernos de mucha ayuda para desenroscar, destapar o tironear de algo.
Algunas personas hacen gala de su odontonoiga: confiesan que son capaces de abrir botellas, sacar corchos o desenroscar bulones oxidados con la sola fuerza de sus mandíbulas apretadas.
El término se utiliza, por extensión, para referirse a cualquier acción de apertura o destapamiento de algo de una manera insólita, utilizando sólo el cuerpo como herramienta. Se odontoniga si se es capaz de destapar una botella con la cuenca del ojo, o desenroscar un bulón con la axila, o quitar el seguro de una granada con sólo mirarlo fijamente.
sábado, 24 de octubre de 2009
Ofimovilidad
(Palabra y definición enviadas por Ignacio Pérez Constanzó)
(Sustantivo. Del latín “officium” (función, tarea, trabajo) y de “movilidad”. De este término se deriva su adjetivo: “Ofimovente”)
Aptitud de una persona que consiste en variar de oficio o trabajo .
Hay ancianos de los que uno sabe que fueron panaderos, pero que nos sorprenden cuando cuentan “en esa época en que era cartero...”. Así, siempre ha habido gente que cambiara de oficio, y así hay casos de personas que han sido submarinistas, plomeros y agrimensores, o filólogos semíticos, despachantes de aduana y enfermeros.
Los motivos por los cuales los ofimoventes cambian de tarea son varias: el ascenso social, la vergüenza, la inhabilitación laboral, la guerra, la ausencia de demanda del oficio anterior, el odio al trabajo anterior, el escapismo a toda una vida anterior o, simplemente, que un trabajo siempre se había considerado temporario, no definitivo. Pero las causas son tan variadas como los ofimoventes, y así se han dado casos de médicos cirujanos que han pasado a ser políticos o planchadores de sombreros, y de reinas de la belleza que han pasado a ser tejedoras o cosechadoras de frambuesas.
Puede utilizarse el término a quien tiene dos trabajos, como a quien es oficinista de correos durante la semana y domador de leones los fines de semana; pero es un uso impropio porque más que ofimoventes, se trata de pluriempleados.
lunes, 12 de octubre de 2009
Ochichurra
(Sustantivo. Posiblemente del griego augá = huevo y churra = coloquial para pene)
Cerbatana ancha con la que se lanzan huevos podridos.
Las ochichurras son especializados lanzadores de proyectil que tienen gran utilidad para las expresiones de descontento ante una exhibición masiva (teatro, fútbol o evento político) y facilitan la tarea de arrojar elementos contundentes a grandes distancias. Algunos modelos son plegables y fáciles de ocultar: pueden llevarse de incógnito bajo la faja del frac o dentro del calzoncillo. Se pueden utilizar para arrojar huevos, frutas, vísceras y pequeños animales.
Cerbatana ancha con la que se lanzan huevos podridos.
Las ochichurras son especializados lanzadores de proyectil que tienen gran utilidad para las expresiones de descontento ante una exhibición masiva (teatro, fútbol o evento político) y facilitan la tarea de arrojar elementos contundentes a grandes distancias. Algunos modelos son plegables y fáciles de ocultar: pueden llevarse de incógnito bajo la faja del frac o dentro del calzoncillo. Se pueden utilizar para arrojar huevos, frutas, vísceras y pequeños animales.
jueves, 17 de septiembre de 2009
Obsector / Obsectriz
(Adjetivo. Del latín ob = por, a causa de y seco = cortar, segar. Sustantivo: obsección)
Dícese de la unidad, arma, pieza o elemento que provoca un desequilibrio en un juego y que vuelve obsoletas o virtualmente inútiles al resto de las unidades, armas, piezas, o elementos.
Quienes no estén familiarizados con los videojuegos de estrategia en tiempo real, podrán entender este concepto por analogía con el ajedrez.
En el ajedrez existen tres piezas con poderes diferentes pero valores aproximadamente similares: el caballo, la torre y el alfil. Existe, además, una pieza cualitativamente superior que es la dama. La dama combina en una sola pieza las funciones de una torre y de un alfil, de modo que en el momento de la coronación de un peón, siempre es preferible una dama antes que un alfil o una torre. La dama se convierte, entonces, en una opción obligada y dominante para desplegar todo el potencial agresivo del juego: es la obsectriz del ajedrez.
En los videojuegos la variedad posible de obsectores es casi infinita. Si existe un arma o una unidad que conviene utilizar en todos los casos, hemos encontrado un obsector en el juego. Si de tres opciones (cuchillo, hacha y rayo láser) siempre va a ser preferible una de ellas (por ejemplo, el rayo láser), entonces las otras dos son obsoletas y la preferible se convierte en la obsectora. En los juegos de estrategia en tiempo real, existen unidades o estrategias obsectoras. Quizás hay una variedad de tanques, aviones y soldados para construir, pero puede ser conveniente dejar de lado toda esa variedad para construir un tipo particular de tanques que resulta claramente superior frente a cualquier ataque enemigo. Las unidades obsectrices, debido al particular desequilibrio que generan, motivan estrategias dominantes: no importa qué haga el enemigo; siempre será preferible construir o equipar esas unidades en vez de elegir otra estrategia.
Ejemplo concreto: en el Command & Conquer Zero Hour (un juego de estrategia del año 2004), existe una unidad llamada Humvee que puede equiparse con cinco soldados y así ganar el poder de fuego de cada uno de ellos. Dado que al principio del juego (cuando las defensas enemigas no son lo suficientemente poderosas) esta unidad es casi letal, siempre será conveniente equipar un humvee con soldados y atacar tempranamente al enemigo. Esta unidad no tiene rival, y por lo tanto se convierte en obsectriz. La estrategia que se puede realizar con ella es una estrategia dominante: siempre es preferible a cualquier otra estrategia.
Conviene hacer notar que todo juego realmente interesante contiene unidades o piezas equilibradas. Las piezas obsectrices hacen que se reduzca el número de estrategias viables: si mediante la creación de tal o cual unidad queda garantizada una ventaja clara, ¿por qué apelar a otra estrategia?
(Nota: la palabra "obsección", sustantivo derivado de "obsector", aparece en internet, pero en todos los casos por un error ortográfico: han querido poner "obsesión". Curioso: 949 páginas en las que se comete el mismo error)
Dícese de la unidad, arma, pieza o elemento que provoca un desequilibrio en un juego y que vuelve obsoletas o virtualmente inútiles al resto de las unidades, armas, piezas, o elementos.
Quienes no estén familiarizados con los videojuegos de estrategia en tiempo real, podrán entender este concepto por analogía con el ajedrez.
En el ajedrez existen tres piezas con poderes diferentes pero valores aproximadamente similares: el caballo, la torre y el alfil. Existe, además, una pieza cualitativamente superior que es la dama. La dama combina en una sola pieza las funciones de una torre y de un alfil, de modo que en el momento de la coronación de un peón, siempre es preferible una dama antes que un alfil o una torre. La dama se convierte, entonces, en una opción obligada y dominante para desplegar todo el potencial agresivo del juego: es la obsectriz del ajedrez.
En los videojuegos la variedad posible de obsectores es casi infinita. Si existe un arma o una unidad que conviene utilizar en todos los casos, hemos encontrado un obsector en el juego. Si de tres opciones (cuchillo, hacha y rayo láser) siempre va a ser preferible una de ellas (por ejemplo, el rayo láser), entonces las otras dos son obsoletas y la preferible se convierte en la obsectora. En los juegos de estrategia en tiempo real, existen unidades o estrategias obsectoras. Quizás hay una variedad de tanques, aviones y soldados para construir, pero puede ser conveniente dejar de lado toda esa variedad para construir un tipo particular de tanques que resulta claramente superior frente a cualquier ataque enemigo. Las unidades obsectrices, debido al particular desequilibrio que generan, motivan estrategias dominantes: no importa qué haga el enemigo; siempre será preferible construir o equipar esas unidades en vez de elegir otra estrategia.
Ejemplo concreto: en el Command & Conquer Zero Hour (un juego de estrategia del año 2004), existe una unidad llamada Humvee que puede equiparse con cinco soldados y así ganar el poder de fuego de cada uno de ellos. Dado que al principio del juego (cuando las defensas enemigas no son lo suficientemente poderosas) esta unidad es casi letal, siempre será conveniente equipar un humvee con soldados y atacar tempranamente al enemigo. Esta unidad no tiene rival, y por lo tanto se convierte en obsectriz. La estrategia que se puede realizar con ella es una estrategia dominante: siempre es preferible a cualquier otra estrategia.
Conviene hacer notar que todo juego realmente interesante contiene unidades o piezas equilibradas. Las piezas obsectrices hacen que se reduzca el número de estrategias viables: si mediante la creación de tal o cual unidad queda garantizada una ventaja clara, ¿por qué apelar a otra estrategia?
(Nota: la palabra "obsección", sustantivo derivado de "obsector", aparece en internet, pero en todos los casos por un error ortográfico: han querido poner "obsesión". Curioso: 949 páginas en las que se comete el mismo error)
martes, 11 de agosto de 2009
Occiundo,a
(Adjetivo. Del latín occidere = caer)
Si el oriundo es, según el diccionario la RAE, aquel que tiene su origen en algún lugar, el occiundo es quien tiene su muerte en algún lugar.
A veces deseamos saber no sólo de dónde viene una persona, sino también dónde murió. Podemos preguntar: ¿De dónde es oriundo y occiundo San Martín?
Si el oriundo es, según el diccionario la RAE, aquel que tiene su origen en algún lugar, el occiundo es quien tiene su muerte en algún lugar.
A veces deseamos saber no sólo de dónde viene una persona, sino también dónde murió. Podemos preguntar: ¿De dónde es oriundo y occiundo San Martín?
lunes, 10 de agosto de 2009
Optoparoncio
(Del griego optasía = aparición, visión y pareltontikós = pasado)
Objeto que se ha vuelto inútil porque forma parte de proyectos que se han tenido en el pasado y se han abandonado.
No se trata de ronodetros ni de propratos. Los primeros se conservan sin motivo; los segundos se conservan debido a su utilidad futura. Los optoparoncios, en cambio, ocupan un lugar en nuestras casas debido a una utilidad que pertenece a alguno de los mundos posibles por los que no hemos transitado.
Ejemplo 1: Cuando se nos estaba cayendo el pelo compramos un tratamiento capilar. Por pereza, no realizamos el tratamiento y con el tiempo quedamos completamente calvos. Los frascos del tratamiento capilar siguen ocupando un lugar en el botiquín. No son completamente inútiles -a alguien le podrían servir-, pero ya no nos sirven a nosotros.
Ejemplo 2: Usted en algún momento de su vida quiso ser disc jockey y se compró una mezcladora de sonido o un preamplificador, pero luego decide no trabajar de eso y, por lo tanto, no compra nada más. Esos aparatos quedan en su casa convertidos en optoparoncios, guardados en un placard en su casi intacto envoltorio original.
Ciertos objetos nos suscitan un problema de clasificación semántica: la guitarra que hemos abandonado en el placard, o el atril y los pinceles que dejamos en el galpón del fondo, ¿son optoparoncios? En algún sentido sí: si ya hemos decidido nunca más tocar guitarra o pintar, los instrumentos se convierten en optoparoncios. Pero si los guardamos con la secreta esperanza de algún día retomar por el camino artístico, entonces dejan de serlo. Cualquier objeto al que conservamos en vista de su utilidad futura (real o imaginaria) no puede ser optoparoncio. Por lo tanto, el hecho de que algo sea o no optoparoncio depende de la intencionalidad que una persona proyecta sobre los objetos que la rodean.
Cuando un padre dice a su hijo: "¿Para qué guardás esa guitarra si nunca la tocás? ¡Está ahí para juntar mugre!", le está diciendo: "Harías bien en admitir que tu guitarra se ha convertido en un ominoso optoparoncio, a despecho de lo que quieres hacernos creer a nosotros tus padres y a tí mismo". O, de una forma aun más rebuscada: "Optoparoncio escualiforme es lo que tienes y pronto tomará el destino de los nedrictos que mueren por oxcidio "
La diferencia entre "nedricto" y "optoparoncio" consiste en que los primeros son un tipo de basura, mientras que los segundos sólo son inútiles para su dueño.
Objeto que se ha vuelto inútil porque forma parte de proyectos que se han tenido en el pasado y se han abandonado.
No se trata de ronodetros ni de propratos. Los primeros se conservan sin motivo; los segundos se conservan debido a su utilidad futura. Los optoparoncios, en cambio, ocupan un lugar en nuestras casas debido a una utilidad que pertenece a alguno de los mundos posibles por los que no hemos transitado.
Ejemplo 1: Cuando se nos estaba cayendo el pelo compramos un tratamiento capilar. Por pereza, no realizamos el tratamiento y con el tiempo quedamos completamente calvos. Los frascos del tratamiento capilar siguen ocupando un lugar en el botiquín. No son completamente inútiles -a alguien le podrían servir-, pero ya no nos sirven a nosotros.
Ejemplo 2: Usted en algún momento de su vida quiso ser disc jockey y se compró una mezcladora de sonido o un preamplificador, pero luego decide no trabajar de eso y, por lo tanto, no compra nada más. Esos aparatos quedan en su casa convertidos en optoparoncios, guardados en un placard en su casi intacto envoltorio original.
Ciertos objetos nos suscitan un problema de clasificación semántica: la guitarra que hemos abandonado en el placard, o el atril y los pinceles que dejamos en el galpón del fondo, ¿son optoparoncios? En algún sentido sí: si ya hemos decidido nunca más tocar guitarra o pintar, los instrumentos se convierten en optoparoncios. Pero si los guardamos con la secreta esperanza de algún día retomar por el camino artístico, entonces dejan de serlo. Cualquier objeto al que conservamos en vista de su utilidad futura (real o imaginaria) no puede ser optoparoncio. Por lo tanto, el hecho de que algo sea o no optoparoncio depende de la intencionalidad que una persona proyecta sobre los objetos que la rodean.
Cuando un padre dice a su hijo: "¿Para qué guardás esa guitarra si nunca la tocás? ¡Está ahí para juntar mugre!", le está diciendo: "Harías bien en admitir que tu guitarra se ha convertido en un ominoso optoparoncio, a despecho de lo que quieres hacernos creer a nosotros tus padres y a tí mismo". O, de una forma aun más rebuscada: "Optoparoncio escualiforme es lo que tienes y pronto tomará el destino de los nedrictos que mueren por oxcidio "
La diferencia entre "nedricto" y "optoparoncio" consiste en que los primeros son un tipo de basura, mientras que los segundos sólo son inútiles para su dueño.
viernes, 3 de julio de 2009
Osunocer
(Verbo. Del latín ob- = por causa de; sub- = por lo bajo y nosco = conocer. Verbo intransitivo de segunda conjugación. Se lo utiliza con la preposición "con": "osunoce conmigo")
Dar por entendido que todos saben de quién o de qué se habla.
Uno llega a una reunión y escucha que se habla de Ariel. Ariel, el que dijo tal cosa; el que un día llamó por teléfono a alguien para invitarlo al cine; el que no pudo venir porque tenía que trabajar. Se cuentan anécdotas sobre Ariel, se lo alaba o vitupera pero jamás se nos dice quién es Ariel. Por alguna tácita razón, todos descuentan que uno ha captado perfectamente de qué Ariel se trata y por qué se lo menciona tanto. En ese caso, los asistentes a la reunión están osunociendo con uno.
Se osunoce frecuentemente con las citas de autoridad: "Como dijo Adalberto Peña Valdés, 'uno está bien si bien se cuida'". Quien hace esta cita, supone que Adalberto Peña Valdés es conocido por todos los que lo escuchan, a menos que se trate de un esnob que sólo cita para mostrarse más erudito que sus interlocutores.
También se osunoce cuando se utiliza una palabra o un nombre de objeto sin dar una explicación de lo que significa esa palabra o de qué es ese objeto. "En los pronombres personales del idioma español podemos encontrar el mejor ejemplo de las diferenciaciones entre nominativo, acusativo y dativo". Si no se explica qué significan "nominativo, acusativo y dativo", se está osunociendo con quienes escuchan la frase.
(No hace falta aclarar quién está en la foto porque todos lo conocen)
Dar por entendido que todos saben de quién o de qué se habla.
Uno llega a una reunión y escucha que se habla de Ariel. Ariel, el que dijo tal cosa; el que un día llamó por teléfono a alguien para invitarlo al cine; el que no pudo venir porque tenía que trabajar. Se cuentan anécdotas sobre Ariel, se lo alaba o vitupera pero jamás se nos dice quién es Ariel. Por alguna tácita razón, todos descuentan que uno ha captado perfectamente de qué Ariel se trata y por qué se lo menciona tanto. En ese caso, los asistentes a la reunión están osunociendo con uno.
Se osunoce frecuentemente con las citas de autoridad: "Como dijo Adalberto Peña Valdés, 'uno está bien si bien se cuida'". Quien hace esta cita, supone que Adalberto Peña Valdés es conocido por todos los que lo escuchan, a menos que se trate de un esnob que sólo cita para mostrarse más erudito que sus interlocutores.
También se osunoce cuando se utiliza una palabra o un nombre de objeto sin dar una explicación de lo que significa esa palabra o de qué es ese objeto. "En los pronombres personales del idioma español podemos encontrar el mejor ejemplo de las diferenciaciones entre nominativo, acusativo y dativo". Si no se explica qué significan "nominativo, acusativo y dativo", se está osunociendo con quienes escuchan la frase.
(No hace falta aclarar quién está en la foto porque todos lo conocen)
lunes, 18 de mayo de 2009
Talludo,a
(Adjetivo. Voz malsonante. De talle)
Dícese de quien, sin ser necesariamente gordo o corpulento, sólo puede vestirse con ropas de gran talle.
Si bien "talludo" es un término que puede encontrarse definido en el diccionario de la Real Academia Española, allí la etimología es levemente distinta -proviene de talla, no de talle- y este significado no se recoge.
Usado para calificar a una mujer es especialmente insultante. El talludo no encaja con los estereotipos de vestimenta y, por una u otra razón, necesita talles especiales: o bien tiene los brazos muy largos, o la espalda demasiado ancha, o el trasero sumamente enchulenguizado. Ninguna prenda de las casas de ropa fashion le queda bien.
Existen personas que, ya sea por opción o por un mal asesoramiento de vestuario, utilizan ropa que les queda demasiado grande, y también pueden ser calificados de talludos.
Dícese de quien, sin ser necesariamente gordo o corpulento, sólo puede vestirse con ropas de gran talle.
Si bien "talludo" es un término que puede encontrarse definido en el diccionario de la Real Academia Española, allí la etimología es levemente distinta -proviene de talla, no de talle- y este significado no se recoge.
Usado para calificar a una mujer es especialmente insultante. El talludo no encaja con los estereotipos de vestimenta y, por una u otra razón, necesita talles especiales: o bien tiene los brazos muy largos, o la espalda demasiado ancha, o el trasero sumamente enchulenguizado. Ninguna prenda de las casas de ropa fashion le queda bien.
Existen personas que, ya sea por opción o por un mal asesoramiento de vestuario, utilizan ropa que les queda demasiado grande, y también pueden ser calificados de talludos.
miércoles, 13 de mayo de 2009
Onfaloquio
(Sustantivo. Del griego ónphalos = ombligo y del latín loquor = hablar)
Discurso en el cual el emisor se pone como ejemplo.
"Las personas decentes pagan sus impuestos. Yo, sin ir más lejos, fui a buscar mi informe de Rentas y no le debo nada a nadie": he aquí un onfaloquio. La referencia a la propia acción no agrega peso a la argumentación ya que se trata de un único y no paradigmático caso.
Otra forma de onfaloquio es aquella en la que se trata de argumentar una proposición general basándose en un único ejemplo: el propio: "Hay cada vez más inseguridad. A mí, por ejemplo, ayer me robaron la manguera del patio".
Discurso en el cual el emisor se pone como ejemplo.
"Las personas decentes pagan sus impuestos. Yo, sin ir más lejos, fui a buscar mi informe de Rentas y no le debo nada a nadie": he aquí un onfaloquio. La referencia a la propia acción no agrega peso a la argumentación ya que se trata de un único y no paradigmático caso.
Otra forma de onfaloquio es aquella en la que se trata de argumentar una proposición general basándose en un único ejemplo: el propio: "Hay cada vez más inseguridad. A mí, por ejemplo, ayer me robaron la manguera del patio".
lunes, 2 de febrero de 2009
Orolítico,a
(Adj. Del griego óros = montaña y lyticós = que disuelve)
Dícese de la persona que gana por insistencia.
El orolítico trabaja como la lenta erosión del viento y la lluvia. Nunca se les presta atención a sus esfuerzos de hormiga y, sin embargo, un día han edificado un imperio. No buscan el camino ostentoso ni desean obtener todo de un solo golpe bien dado. Los orolíticos enetuplan y empiezan desde el principio mil veces sin inmutarse.
Sin embargo, ser orolítico no siempre es señal de grandeza. Los villanos saben que pueden convencer a un funcionario incorruptible si insisten en ofrecerle coimas. Los niños, conocen que después de llorar, gritar, pedir y volver a llorar mil veces, conseguirán la golosina o el juguete que les fue negado.
Podrá verse que los campos semánticos de esta palabra son dos: implican una insistencia desmedida y un avance lento, incierto y desgastante después de cada insistencia.
Dícese de la persona que gana por insistencia.
El orolítico trabaja como la lenta erosión del viento y la lluvia. Nunca se les presta atención a sus esfuerzos de hormiga y, sin embargo, un día han edificado un imperio. No buscan el camino ostentoso ni desean obtener todo de un solo golpe bien dado. Los orolíticos enetuplan y empiezan desde el principio mil veces sin inmutarse.
Sin embargo, ser orolítico no siempre es señal de grandeza. Los villanos saben que pueden convencer a un funcionario incorruptible si insisten en ofrecerle coimas. Los niños, conocen que después de llorar, gritar, pedir y volver a llorar mil veces, conseguirán la golosina o el juguete que les fue negado.
Podrá verse que los campos semánticos de esta palabra son dos: implican una insistencia desmedida y un avance lento, incierto y desgastante después de cada insistencia.
martes, 28 de octubre de 2008
Occiducia
(Sust. Del latín occido = morir y ducere = conducir)
Trayecto que realiza un vehículo cuando su conductor ha muerto.
Si al conductor de un automóvil lo sorprende la muerte mientras está manejando, el automóvil realizará una errática trayectoria hasta detenerse por completo. Esa trayectoria ciega y acéfala que nace de un movimiento sin objetivos es la occiducia.
Por extensión, se denomina así a los breves y espasmódicas corridas de un animal o persona degollados quienes, a pesar de estar muertos, conservan en el cuerpo un reflejo nervioso que los incita a escapar sin cabeza, como si todavía tuviesen una oportunidad.
Trayecto que realiza un vehículo cuando su conductor ha muerto.
Si al conductor de un automóvil lo sorprende la muerte mientras está manejando, el automóvil realizará una errática trayectoria hasta detenerse por completo. Esa trayectoria ciega y acéfala que nace de un movimiento sin objetivos es la occiducia.
Por extensión, se denomina así a los breves y espasmódicas corridas de un animal o persona degollados quienes, a pesar de estar muertos, conservan en el cuerpo un reflejo nervioso que los incita a escapar sin cabeza, como si todavía tuviesen una oportunidad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)