viernes, 29 de enero de 2010

Tongolingo, a

(Idiotismo. Es ligeramente ofensivo)

Persona que no se da cuenta de que resulta sexualmente atractiva para alguien.

"No sé qué les pasa a esta chica. Cada vez que paso me grita cosas, se me cruza en el camino, me tira besos. La otra noche me quiso transar. Las pibas están cada vez más locas. ¿A vos no te pasa eso? Yo no sé, no entiendo", dice el tongolingo. "Ay, no sé, cada vez que me pongo la mini y salgo a la calle el vecino no dejan de mirarme y me gritan que me ama, que se quiere casar comigo...", dice la tongolinga. Alguien visiblemente los quiere seducir, pero ellos niegan que eso sea cierto. A pesar de las muy evidentes manifestaciones de deseo e interés, el tongolingo se las arregla para reinterpretarlas como algo casual y poco relevante. Los amigos del tongolingo tratan de convencerlo: "esta mina está con vos". Sin embargo, él aduce que las recurrentes llamadas telefónicas, los correos electrónicos, los regalos y los ramos de flores son en realidad la expresión de una cierta simpatía o a lo sumo, una amistad.

Debe destacarse que el tongolingo cree con sinceridad que su pretendiente no siente ningún atractivo por él. Si sólo fingiera sentirlo, estaría haciendo un juego histérico, para lo cual ya tenemos una palabra: histeriquear, o la paráfrasis mandarse la parte.

Por extensión, también puede utilizarse la palabra "tongolingo" para referirse a la persona que no se da cuenta de cosas muy evidentes: "Este tipo es un tongolingo. Todos los días le digo que ando buscando un chofer como él, pero no se da cuenta de que le estoy ofreciendo trabajo"

jueves, 28 de enero de 2010

Exoterio


(Adjetivo y sustantivo. Del griego exo = fuera y therios = animal, fiera)

Animal al que se le da de comer, se le profieren caricias pero no se lo considera mascota. 

Ha aparecido un gatito gris en el patio de nuestra oficina. Algunas mañanas se acerca, le damos unas caricias y una galletita. Come con tranquilidad y ronronea, y luego duerme unos minutos sobre nuestro regazo o en alguna de las macetas del patio. Al rato se va. No tenemos noticias de él hasta la semana o el mes siguiente, pero cuando vuelve se repite la misma tierna rutina. El gato es un exoterio: un animal con el que hemos establecido un tácito acuerdo de ternura esporádica, pero del cual jamás diríamos "es mío", con ese fuerte posesivo que utilizamos para referirnos a las mascotas y a las pertenencias privadas.

Los exoterios deben ser siempre animales que no están destinados a la faena. No necesariamente deben ser domésticos, pero la relación con ellos ha de ser breve, fugaz, y desinteresada. Una vaca o un cerdo a los que se alimentan para ser faenados no son exoterios (por más que estuviera presente cierta ternura). En cambio sí lo sería una paloma que de vez en cuando come migas de pan de nuestra mano o un león que se acerca acalorado para que lo abaniquemos y le arrojemos agua fría.

miércoles, 27 de enero de 2010

Autonergucia


(Sustantivo. Del griego autós = uno mismo, sí mismo y energoumenós = poseído)

1. Invocación a sí mismo.

Ante un problema, hay quienes invocan a los santos, a los ángeles o a Dios. En algunos casos se invoca a entidades insignificantes y en cierto modo paródicas. Es famosa la frase de Sócrates: "¡Por el perro!", la cual solía proferir con intención irónica. Sin embargo son pocas las ocasiones en las que uno se invoca a sí mismo -como si uno mismo fuera otro- para acometer un trabajo difícil o para resolver una situación que parece insoluble: "Oh, yo mismo, dame la fuerza para poder solucionar este problema". "Yo, que me estoy escuchando, por favor, necesito voluntad para arreglar la cortina de la ventana de una vez por todas".  

2. Posesión por el espíritu de uno mismo.

En esta acepción la autonergucia implica una casi paradoja. Se dice que los médium espiritistas corren el riesgo de quedar poseídos por el alma del muerto que invocan. ¿Qué ocurriría si se invocaran a sí mismos? Quizás tendrían el problema de la autonergucia: su propio yo los poseería como si fuera otro. En otras palabras, tendría dos espíritus: el que naturalmente habitaba ese cuerpo, y otro -que es en realidad el mismo- que poseería a ese cuerpo de manera ilegítima. Sin embargo, dado que ambos espíritus son el mismo, es posible que ni el sujeto ni quienes lo rodean noten nada extraño: después de todo, la voluntad de ambos espíritus (ambos que en realidad son uno) actúan en perfecta consonancia, aunque a veces puede haber diferencias. Podría ocurrir que el espíritu que naturalmente habitaba ese cuerpo entre en conflicto con ese espejo que lo posee, y la conducta del individuo se vuelva extraña en ciertos casos. Sin embargo, para el sujeto que padece la autonergucia no habría ninguna diferencia perceptible: después de todo, siempre es su propio espíritu (aunque duplicado) el que decide actuar de tal o cual manera.
Si una persona invocara mil veces su propio espíritu, ¿correría el riesgo de ser poseída mil veces por sí misma?

martes, 26 de enero de 2010

Mandorrio


(Sustantivo. Del latín amandare = alejar, apartar y res = cosa)

Objeto que queda fuera de relación con otros objetos con los que habitualmente está relacionado.

Un martillo fuera de la caja de herramientas, un frasco de jarabe fuera del botiquín; un tenedor en el baño, lejos del cajón de los cubiertos: todos estos son ejemplos de mandorrios.
Los mandorrios suelen tener un lugar y una función asignadas, pero por alguna razón han quedado apartados de su curso habitual. Las razones habituales de este apartamiento son el olvido y la pereza. Si hemos usado la caja de herramientas para arreglar algún artefacto, es posible que queden mandorrios: un destornillador o una bolsa con clavos que habíamos sacado provisoriamente y luego olvidamos volver a guardar. Una vez que hemos cerrado la caja de herramientas, la hemos guardado en la respisa del garage debajo del frasco con tornillos, nos da pereza sacarla nuevamente, recoger los mandorrios y volver a guardarla.
El término puede aplicarse a esferas virtuales. Si hemos dejado un video pornográfico en el escritorio de Windows, en lugar de dejarlo en la carpeta "XXX", hemos creado un mandorrio virtual.  
Cuando un mandorrio no vuelve a ser depositado en su lugar, por lo general forma parte de un planelocio

viernes, 22 de enero de 2010

Estifugio


(Sustantivo. Del latín aestas = verano y fugere = huir. Adjetivo: estífugo)

Sensación de que el verano se escurre rápidamente y sin disfrute. 

Existe una época maravillosa de la vida en la cual el verano cumple con todas nuestras expectativas. Esa época es la infancia y la adolescencia. Desde el preciso instante en que se terminaban las clases, comenzaban las vacaciones de manera irreversible. El tiempo libre se prolongaba desde los primeros días de diciembre hasta mediados de marzo. Durante ese lapso, todos los días se podían disfrutar paseos en bicicleta, partidos de fútbol, salidas a piletas, campeonatos nocturnos de juegos de mesa, asados y amores de verano. No podía faltar alguna tarde o noche fascinante en algún lugar arbolado, rodeado de amigos y cigarras, con música y la promesa de algún suceso inesperado y misterioso.
Pero a medida que uno crece pierde la conciencia de esa línea tajante y visible que separaba las vacaciones de la época de obligaciones. Los días son más o menos parecidos; cada mañana hay que trabajar, pagar facturas y comprar comida. Las vacaciones (que, según la tiranía laboral, a veces duran apenas una semana) deben ser planeadas con rigor, premeditación y mucho sacrificio: no sea cosa que esos pocos días se escurran sin pena ni gloria.
Sin embargo, muchas veces, a pesar de todo lo planeado, el verano se escurre de forma vacía y sin alegrías. Apenas tenemos fugaces encuentros con la paz cuando nos sentamos sobre la reposera en el patio con un vaso de vino, pero al instante recordamos que mañana hay cosas para hacer y ya nos vamos a dormir entre lamentos y murmuraciones. Esa penosa sensación de que el verano huye de nosotros sin sol ni arena es el estifugio.

Existen situaciones especialmente estífugas. Si nos enfermamos en vacaciones, la enfermedad es estífuga. Si nuestro jefe nos obliga a trabajar doce o catorce horas por día durante enero y febrero (y el resto del año igual), el trabajo o el jefe son estífugos. Para este último caso, quizás habría que implementar otro término: el trabajo no sólo es estífugo, sino también biófugo, pues no solo nos quita el verano sino toda la vida.

El término puede aplicarse no sólo a las vacaciones de verano, sino a la sensación de que cualquier tiempo libre se escurre sin ser aprovechado ni disfrutado. 

miércoles, 20 de enero de 2010

Poraino


(Adjetivo. De "por ahí no". No cambia de desinencia en femenino: "Esa mujer es una poraino")

Dícese de quien realiza actos cuyas consecuencias suelen ser negativas, pero supone que tal vez no se den tales consecuencias.

Le explicamos al poraino (pero él ya lo sabe) que no es conveniente hacer el asado tan cerca de los cables de luz y de la ropa tendida. Le sugerimos que no conviene avivar las llamas de una asado con kerosén ni arrojar aerosoles al fuego. Él conoce las consecuencias, pero supone que "en una de esas" o "por ahí" no ocurre nada malo. Cuando finalmente explotan los aerosoles; el combustible hace una llama gigantesca que le chamusca los cabellos y el fuego se expande hacia los cables de luz y la ropa tendida, el poraino se desespera y grita diciendo que él no quería que pasara eso.  
El poraino explota una improbable posibilidad. A veces (pero muy pocas veces), por más que se empeñe en hacer las cosas de la manera más peligrosa posible, todo termina saliendo bien. De hecho, el poraino (para enojo de sus detractores) rara vez sufre en carne propia las consecuencias de sus imprudencias.
El poraino se come en una hora las provisiones de una semana, con la fantasía de que "por ahí no" tiene hambre, o "por ahí" consigue comida de manera milagrosa. No paga sus deudas de tarjeta porque tal vez "por ahí no" le hagan recargo: quizás los operadores bancarios no se den cuenta de su deuda y la pasen por alto. Si hay anuncio de tormenta, él sale sin paraguas porque "por ahí no" llueve.

martes, 19 de enero de 2010

Necrotermia


(Sustantivo. Del griego nekrós = muerto y terma = calor, temperatura)

Elevada temperatura que pueden llegar a tener los muertos. 

Es común suponer que el cuerpo se enfría paulatinamente (a razón de un grado centígrado por hora) una vez que llega la muerte. Sin embargo, en algunos raros casos, la temperatura comienza a elevarse de manera rápida, espontánea y escandalosa. Después de horas de descenso continuo, a veces hay un rápido repunte y el cuerpo puede superar ampliamente a la temperatura que se suele tener en la más alta de las fiebres.
Entre la necrotermia, los mortiloquios y los metaneumas, es posible que los deudos crean que su difunto en realidad está vivo. A veces es cierto y a veces no. A veces esas manifestaciones crean una volátil esperanza que se esfuma en cuanto descubren que el muerto no está muerto ni vivo, sino que se ha convertido en un zombi. Un zombi cuyo cuerpo arde a casi sesenta grados centígrados.

lunes, 18 de enero de 2010

Brapito


(Adjetivo. De Brad Pitt, actor estadounidense)

Hombre rubio, de ojos claros, rostro de rey y muy feo. 

El brapito tiene una apariencia engañosa. Muchos coinciden en que, dadas sus características faciales, se trata de una persona que tiene gran éxito para seducir al sexo opuesto. Sin embargo, cada uno de los que afirman eso -incluso las mujeres- se cuida de aclarar: "a mí me parece muy feo".
Existe un prejuicio muy difundido consistente en creer que el cabello rubio y los ojos claros por sí solos bastan para configurar un rostro bello. Las personas que poseen ese prejuicio tratan de seducir al brapito porque más que un símbolo sexual lo consideran un referente de estatus social. Muchas madres y abuelas quisieran que sus hijas se casaran con un brapito.

sábado, 16 de enero de 2010

Gelidopectitud


(Palabra y definición enviadas por Wolfgang)

(del lat. gelidus, frío y del lat. pectus, pecho, con terminación -itud, propia de sustantivos abstractos):

Cualidad que poseen las personas poco apasionadas, que son incapaces de entusiasmarse y dar lo mejor de sí en la actividad que desarrollan. El adjetivo relativo es gelidopéctido.

Se observa sobre todo en algunos deportistas, de gelidopectitud tan exaltada, que la parcialidad no deja de reprochárselo, utilizando muchas veces la variante rioplatense del vocablo: "¡Andá, pecho frío!".

viernes, 15 de enero de 2010

Titiritarquía


(Sustantivo. De títere y del griego archeía = dominio. Adjetivo: titerarca)

Sistema de gobierno en el cual el tirano no logra que sus súbditos lo respeten o le teman. 

El titerarca puede ser un déspota que probablemente ha llegado al poder de manera ilegítima. En su haber se cuentan falseamientos, traiciones y asesinatos. Es reconocido por su ambición, su carácter inflexible y su capacidad para la rápida ejecución. Sin embargo, a pesar de que desde el trono decide imponer castigos, multas, suplicios y torturas al pueblo para atemorizarlos, sus súbditos apenas le hacen caso o no le muestran el venerable respeto que él pretende. Si elabora una proclama disponiendo que los vendedores ambulantes no pueden feriar en la calle principal bajo pena de muerte, sólo consigue que la muchedumbre proteste por lo bajo, pero sin despejar la calle. Impone el castigo a dos o tres feriantes: los ejecuta sin demora. Pero el resto de los vendedores sigue con su rutina diaria, prestando poca atención a la intransigencia de su tirano.

Existe otro titerarca con pretensiones igualmente despóticas, pero sus órdenes no son tomadas en serio no sólo por el pueblo, sino por su propia corte y su propio ejército. "Hay que ir a invadir Rusia", dice el titerarca a su comandante. "Sí, sí, algún día, quién sabe", responde el comandante. "Debemos regular el pago de los impuestos", le dice a su ministro. "Claro, por supuesto", responde el ministro sin darle importancia. Si decide ejecutar a su comandante y a su ministro, el verdugo se excusa diciendo que está ocupado, o que las hachas no tienen filo, o que hoy se ha levantado sin fuerza en los brazos para cortar cabezas, o que hace mucho frío.

La titiritarquía es un sistema en el cual el tirano es apenas un muñeco o títere que no puede ejecutar su poder. Los súbditos evaden sus órdenes y mandatos sin esfuerzo. A veces pagan con su vida, pero parece no importarles.

Un sinónimo para titerarca es titiritirano.

jueves, 14 de enero de 2010

Jesusto


(Sustantivo. De Jesús y susto)

Aparición celestial que de manera indeseada provoca el espanto y la huida de sus destinatarios.

Si un ángel o el mismísimo Dios se aparecieran para dar un mensaje, es posible que lo hagan con trompetas, truenos, nubes amenazantes, luces cegadoras y flores de gazol. Es muy probable que esas manifestaciones provocaran pánico en sus receptores y que, por lo tanto, el mensaje divino se viera malogrado. Por ello, si la divinidad desea dar un mensaje claro y directo a sus devotos, debe evitar el pavoneo innecesario. Las personas son miedosas, y un dios que abusara de prodigios aterrorizantes lograría un efecto paradójico: nadie repararía en él ni en su mensaje, sino en la manera de escapar de sus prodigios.  
Téngase en cuenta que el concepto de jesusto sólo se aplica si la divinidad no es demoníaca. La aparición de un demonio la mayoría de las veces tiene como objetivo la provocación del terror. En el jesusto el miedo es una consecuencia indeseada por la deidad, la cual sólo quería dar un comunicado.
A veces los gabarimoríes son jesustos por la propia extrañeza que provoca la aparición. A veces la divinidad -aun cuando fuera bondadosa y tierna- puede tener la firme intención de asustar a sus destinatarios. En este último caso, el efecto no puede llamarse propiamente jesusto.

martes, 12 de enero de 2010

Pornokinesis


(Sustantivo. Del griego pornós = lascivo y kínesis = movimiento. Adjetivo: pornokinético)

Movimiento (de uno o dos objetos) que se asemeja al acto sexual. 

Son pornokinéticos dos objetos que se mueven en cierta consonancia, o un objeto que le imprime un movimiento rítmico y balanceado a un segundo objeto.
Para que haya pornokinesis no es necesario que uno de los objetos sea fálico y el otro imite de algún modo a una vagina. En verdad sólo basta con el movimiento. No se necesita de una representación explícita e icónica: basta con cierta movilidad, cierta cadencia y cierta forma de ver el mundo.

lunes, 11 de enero de 2010

Perplágula


(Sustantivo. Del latín per = con insistencia y plagula = página, o tal vez plaga = herida)

Página con la que se suele dar de forma recurrente cuando se abre al azar una página de un libro.

Usted abre un libro -pongamos por ejemplo, "El libro de Arena", de Jorge Luis Borges- para hojearlo. Lo abre sosteniendo el lomo con la mano izquierda, tratando de que la derecha tantee el filo de las hojas para dar con alguna página intermedia. Con este dispositivo de azar, usted encuentra la página cuarenta y tres. Probablemente lea el fragmento de una historia y, quizás, el resto del libro. Si al día siguiente (o ese mismo día) usted repitiera ese ritual de azar, tal vez caería en la misma página cuarenta y tres. Si la página cuarenta y tres se convierte en una aparición recurrente, estamos ante una perplágula.

No es necesario un dispositivo de azar para obtener un perplágula . A veces, aunque usted esté leyendo un libro de corrido y vaya por la página doscientos setenta y ocho, si deja el libro abierto sobre la mesa verá que las páginas se van deslizando solas -como si un lector invisible las hojeara- hasta llegar a su perplágula  que tal vez sea la página ciento treinta y cuatro. Y cada vez que usted abra el libro para buscar la página doscientos setenta y ocho, le aparecerá primero la ciento treinta y cuatro, y usted deberá hojear el resto del volumen hasta llegar adonde tiene la marca.

Puede toparse muchas veces con una perplágula; tantas que tal vez se la sepa de memoria.

"El libro de Arena" de Borges puede tener perplágulas. De acuerdo a la descripción que hace Borges de un libro de arena ¿puede este último tener perplágulas ?

viernes, 8 de enero de 2010

Ne


(Partícula negativa. Tal vez del latín nec = 'y no')

Expresión que niega una parte de una pregunta. 

Cuando alguien nos hace una pregunta compleja (una pregunta en la que se incluyen, al menos, dos preguntas), a veces queremos responder afirmando una parte y negando otra. Pero para eso debemos hacer un largo circunloquio. "¿Tiene usted hijos que estudien en la universidad?". "Sí, tengo hijos pero no van a la universidad" o (más breve pero más ambiguo) "No, no van a la universidad". Existen cuestionarios (en encuestas, por ejemplo) que sólo permiten una respuesta con los monosílabos "sí" o "no". Con ambas opciones, se entiende la afirmación o la negación de la pregunta total, cuando en realidad se quería afirmar una parte para negar otra.
Si se aceptara la partícula "ne", se entendería que una parte de la pregunta se acepta, pero no otra. ¿Cómo saber qué parte se acepta? Se estipulará que "ne" niega la segunda parte de una pregunta que tiene dos partes o, en caso de que la ambigüedad subsista, "ne" negará las cualidades por las que se interroga. Por ejemplo, en la pregunta "¿Querés tomar helado de cerezas?", el "ne" negará la construcción "de cerezas" (construcción genitiva que enuncia una cualidad del helado), pero afirmará el deseo de tomar helado.

jueves, 7 de enero de 2010

Vanductor,a


(Adjetivo y sustantivo. Del latín vanus = inútil, vano y duco = conducir. Verbo: vanducir. Acción y efecto: vanducción)

Persona que prepara la atención de un auditorio para contar una historia interesante, pero su historia sólo consiste en una frase u oración intrascendente.

"No saben lo que me pasó", dice un amigo que recién llega a la reunión. Los presentes hacen silencio y el amigo comienza a relatar los sucesos: "Resulta que venía por la esquina, y me encontré con un perro". El auditorio espera que la historia continúe y que la tensión narrativa justifique la apelación del narrador. Sin embargo, el cuento termina ahí. Los oyentes preguntan: "¿y qué pasó?", pero el narrador, sorprendido y a veces airado, dice: "Nada, ¿qué va a pasar? Vi a un perro ¿qué más?"

El vanductor no se se da cuenta de que ha generado más expectativa de la que se propuso satisfacer.
La vanducción es parte de la estrategia de publicidad de los noticieros amarillistas. "En el próximo bloque revelaremos una noticia importante y crucial acerca de la inflación de este año", anuncia el periodista vanductor. Cuando llega el bloque siguiente, sólo se limita a decir: "Es posible que no sea mayor que la del año pasado"

miércoles, 6 de enero de 2010

Sintequete


(Adjetivo. Del griego sintekthé = pacto)

Dícese de la persona que prefiere negociar y llegar a un acuerdo en lugar de debatir, discutir y argumentar sus propias ideas y opiniones.

Al sintequete se lo considera pacifista y mediador. En verdad sólo es un pusilánime incapaz de sostener sus convicciones. Su única aspiración es llegar a un consenso gris y sin conflictos, y cuando entrevé una discusión o un debate áspero, se mantiene al margen hasta que las partes llegan a algún punto definitorio: o la conciliación, o el alejamiento. No interviene cuando todos exponen sus opiniones: él prefiere hablar cuando ya se dijo todo lo que se debía decir. En esos momentos suele decir frasecitas ramplonas e inertes como las siguientes: "Este es un buen espacio de debate", "Haya paz, haya paz", "Yo creo que todos tienen un poco de razón", "Lo que piense cada uno no es importante, lo importante es el bien común". A veces, cuando el nivel de polémica es elevado, sus palabras sólo contribuyen a enervar a los contendientes y, sin quererlo, se ve arrastrado en el maremágnum de una disputa. Alguno de los beligerantes polemistas puede increparlo: "El bien común las pelotas, si te interesara el bien común pensarías como yo, pero no tenés huevos para opinar lo que hay que opinar".
Desde luego, el sintequete tiene gran cautela con sus palabras. Por lo general interviene cuando la discusión está agotada y ya nadie tiene ánimo de seguirla. Por eso no es común que lo arrastren a la arena del debate: él habla cuando ya no hay debate, sino un silencio filoso e iracundo.
El sintequete no puede concebir que haya opiniones irreconciliables porque él mismo no tiene ninguna convicción fuerte. Sin embargo, a pesar de eso, él cree que tiene un especial talento para lograr paz y armonía en situaciones complicadas. Supone que es un gran diplomático, aunque todo su arte consiste en encontrar la oportunidad justa para hacer una intervención anodina y sin sustancia.
Los políticos y los funcionarios religiosos (quienes también hacen política) son sintequetes por naturaleza. Una diputada que prefiere no discutir sus proyectos para firmar acuerdos con quienes hasta hace poco eran su oposición irreconciliable, o un cardenal que, ante un violento desalojo de manifestantes por parte de la policía sólo dice "quiero que vuelva la paz", son sintequetes.
El sintequete nunca dice de qué lado está. Quizás porque sabe que está del lado equivocado.

martes, 5 de enero de 2010

Compungado


(Sustantivo colectivo. De punga y esta de punguista = ladrón que roba sin que la víctima lo note)

Conjunto de víctimas de un robo.

El término no sólo debe restringirse a las víctimas de un punguista: puede aplicarse también a las víctimas de cualquier otra clase de ladrón. Si en un restaurante un grupo de delincuentes realiza un asalto y roba a los clientes de las mesas diez, doce, quince y veintiuno, esos clientes pasan a ser el copungado del asalto. El resto de los parroquianos, si bien estaban presentes y padecieron las órdenes de los ladrones sin ser víctimas de despojo por parte de ellos, puede decirse que sufrieron el golpe, pero no forman parte del compungado.
A su vez, el número total de personas a las que un delincuente robó a lo largo de toda su vida es el compungado para ese delincuente.
¿Fue usted parte de un compungado?

lunes, 4 de enero de 2010

Eremoloquio


(Sustantivo. Del griego eremos = desierto y logos = palabra, discurso. Adjetivo: eremológico)

Emisión o discurso proferido de forma incompleta, que debe ser completado por el interlocutor. 

Con el eremológico podemos tener el siguiente diálogo:

Eremológico -Yo venía caminando por la...
Interlocutor -...calle, vereda, playa.
E -Sí, sí, playa. Y después me puse los... los...
I - Los auriculares.
E - Sí, y me puse a escuchar un tema con el...
I - El mp3, el teléfono...
E - El teléfono, sí. Y se me empezó a agotar la...
I - La batería.

En el ejemplo de arriba podemos ver el caso de un eremológico típico que no dice la última palabra de sus oraciones, ya sea por olvido o por pereza.
Sin embargo existen otra clase de eremoloquios cuya parte incompleta puede consistir no sólo en una palabra, sino en oraciones, párrafos y discursos enteros.
Ejemplos:
- Quien cuenta un chiste y lo deja a mitad de camino de forma arbitraria.
- El docente que da una explicación defectuosa e incompleta sobre un tema determinado, pero pretende que los alumnos infieran lo que falta.
- Cualquiera que, ante una narración complicada, llena de peripecias y de vuelcos impredecibles, concluye su relato en un lugar cualquiera diciendo: "y el resto ya te lo imaginás".

En todos los casos el eremológico apela a la capacidad inferencial de sus oyentes. Es cierto que en cada discurso se dan muchas cosas por presupuestas: uno, cuando habla, supone que los oyentes tienen cierto conocimiento de los contextos, las situaciones y las posibilidades de interpretación que pueden darse. Sin embargo, el eremológico en este segundo sentido nos pide inferencias casi imposibles, basándose en lo que a él le parece evidente y trivial, y supone que a otro le parecerá igual. Cree que sus propias inferencias pueden ser universalmente compartidas por todos con solo dar un par de pistas, y suele enojarse cuando sus oyentes sacan las inferencias equivocadas.

sábado, 2 de enero de 2010

Continúlogo


(Palabra y definición enviadas por Wolfgang)


(sust m. del latín continuum, continuo  y del griego logos, palabra): 

Dícese de un discurso sin intermitencias, cuyo emisor no tiene en cuenta  si los demás lo escuchan o no, o si el interlocutor ya no es el mismo.

El continuloguista es una persona a la que, fundamentalmente, le encanta escucharse a sí mismo; no busca la aprobación de los demás, porque eso le resulta indiscutible. Una persona así es capaz de dar rienda suelta a su verborragia inclusive cuando no tiene con quién hablar: no se amilana por la falta de crédito del celular, porque, total, nadie se va a dar cuenta si está hablando solo.