martes, 25 de junio de 2013

Horipscélera

(Sustantivo femenino. Del latín horae = horas; ops = fuerza y celeris = rápido) 

Fuerza que se realiza para que el tiempo pase más rápido.

Para muchas personas, una larga espera es una prueba de resistencia física. Creen que la cola va a ir más rápido, o que los médicos atenderán raudamente al resto de los pacientes, o que las horas se sucederán en tropel si tensionan los músculos de su abdomen, sus piernas, sus brazos y su cuello. Sospechan que de tanto mirar las agujas de un reloj, lograrán que se muevan más veloces. Asumen que el tiempo está hecho de materia, y que puede moverse o acelerarse del mismo modo que se mueve un bloque pesado y molesto: empujándolo con tracción a sangre hasta extenuarse. La horipscélera hace que una espera tranquila se convierta en una vivaz tortura física. 

lunes, 24 de junio de 2013

Yaerahorismo

(Sustantivo. De la expresión "ya era hora". Adjetivo: yaerahorista)

Costumbre de quejarse por que se hace efectivamente lo que se esperaba que se hiciera. 

El yaerahorista jamás reconoce los logros ajenos: siempre, según su óptica, llegan demasiado tarde o son defectuosos: "Ya era hora de que el hijo del vecino terminara la carrera de ingeniería"; "Ya era hora de que asfaltaran la calle". Lo curioso es que, en el primer caso, a él no le incumbe en lo más mínimo cuándo se recibe el hijo del vecino y, en el segundo caso, él jamás reclamó que se asfaltara la calle. Quizás es más elocuente el ejemplo del asfalto: el yaerahorista jamás reconocerá que un gobierno pueda hacer cosas útiles o buenas; si las hace, las hace a destiempo o para ganar elecciones. El yaerahorista se complementa con el habraqueverista (de la expresión "habrá que ver"): además de la acusación de demora para asfaltar, el habraqueverista sospecha que el asfalto es de mala calidad ("habrá que ver cuánto dura antes de romperse") o que en la licitación de la obra hubo algún fraude ("habrá que ver cuántos millones nos cuesta esto"). Una vez más, lo curioso es que el habraqueverista (al igual que el yaerahorista) en ningún momento averigua efectivamente cuál es la calidad del asfalto o cuánto dinero se invirtió.
Yaerahorismo y habraqueverismo son dos formas de ambiquestia.

martes, 11 de junio de 2013

Conceptonear

(Verbo intransitivo. De concepto.)

1. Utilizar conceptos bien definidos de manera caprichosa y arbitraria, sin aclarar en qué sentido se los está usando. "Sí, yo ayer dije que violé a una mujer, pero yo uso la palabra 'violar' de una manera distinta, no como un delito"

2. Definir un concepto de acuerdo a una acepción personal no justificada por el diccionario: "Cuando digo 'ideología' me refiero al sentimiento de piedad que tienen los perros cuando no muerden a las personas"

3. En una discusión, esgrimir un concepto complicado cuyo significado difícilmente pueda conocer el rival: "Ah, lo que vos estás diciendo se puede tipificar en el egolentismo declético. ¿Sabés vos lo que es el egolentismo declético? Qué vas a saber... No tenés ni idea. ¿Ves que sos un ignorante?"

4. Pretender un concepto sumamente preciso en un contexto en el cual la exactitud no es necesaria: "Ah, ¿vos decís que tiene calvicie? Pero tiene algunos pelos. Lo que tiene no es calvicie, es alopecía" ; "¿Te bañaste en la pileta? Yo no vi ninguna pileta. En cambio, sí vi una piscina. ¿No estarás confundiendo 'piscina' con 'pileta'¨?
En esta última acepción, el que conceptonea es un legóptero.

5. Exigir un entendimiento riguroso de un concepto sumamente vago: "¿Qué entendiste cuando te dije que debíamos enfrentar la sistematicidad oprimente de la ideología burguesa mediante la reflexión y el desengaño de las conductas autocomplacientes? Se ve que no entendiste nada, porque te fuiste a hacer la comida"

martes, 4 de junio de 2013

Poquijoquio

(Sustantivo. Del latín paucus = poco y iocus = chanza, juego)

Chiste o broma que tiene escasa o nula posibilidad de ejecutarse.

Quizás a usted se le ocurran relaciones semánticas graciosas e ingeniosos juegos de palabras. Pero jamás puede decirlas en público, porque la oportunidad es casi inexistente. Si tiene un arsenal de chascarrillos para burlarse de títulos nobiliarios, quizás necesite conocer a un duque o un marqués (quienes no abundan) para que su broma pueda dar curso. "Ah, a usted, conde, lo metieron preso por robar toallas de los hoteles. Es un conde - nado". "El barón es bastante afeminado. De barón tiene poco". O quizás haya pergeñado una broma para asustar a su abuela, quien murió hace treinta años. O tal vez tuvo la ingeniosa idea de asociar el apellido de un actor con una conocida marca de vinos, y está esperando a que el actor se vuelva alcohólico para poder usar ese malsonante mote.
En todos estos casos, usted sería un humorista genial (o un humorista a secas) en algún universo paralelo, donde se hicieran realidad las asociaciones que se le ocurren. Pero en este mundo, es alguien que desperdicia su coeficiente en improvisados y escasamente graciosos devaneos.