martes, 25 de febrero de 2014

Comproludio

(Sustantivo. Del latín con = junto, completo; pro = continuidad y ludus = juego)

Juego que contiene entre sus reglas la posibilidad de continuar jugándolo una vez terminado. 

Aunque la definición parece complicada, en realidad es bastante fácil distinguir a un juego comproludio de aquel que no lo es.
Las calesitas son comproludios: dentro del propio juego, es posible sacar la sortija, lo que permite continuar jugando. En cambio, el pool no es comproludio porque ninguna regla interna del juego permite seguir jugándolo una vez terminada la partida; ni tampoco hay reglas que permitan ganar bolas para que el juego se extienda. En todo caso se puede jugar un nuevo partido de pool, pero este nuevo partido no está conectado con el anterior. Muchos videojuegos son comproludios, en tanto pueden obtenerse "vidas" o incluso créditos para continuarlo (en el caso de videojuegos, para que sean comproludios, es necesario que su trama permita jugar indefinidamente. Se trata de juegos que pueden "darse vuelta", esto es: una vez que se llega al final de la trama, esta recomienza una y otra vez hasta que ya no queden vidas)  El tatetí, el royal ludo, las damas y el ajedrez no son comproludios, pues dentro de las partidas de estos juegos no hay reglas que permitan "ganar" partidas extras o "vidas".
En los comproludios, existe la posibilidad de jugar indefinidamente con una sola ficha o boleto inicial. Es posible, en principio, pagar una vez el ticket de la calesita y luego sacar la sortija por toda la eternidad -o, al menos, hasta que el calesitero decidiera cerrar. Podría pensarse, no obstante, en una calesita que jamás cierra sus puertas por culpa de un cliente endemoniado que saca continuamente la sortija (A su vez, para ello, es necesario pensar en un calesitero endemoniado que no detiene jamás la calesita, ni de noche, ni con lluvia, ni con el paso de las décadas)
El comproludio contiene el estímulo y la ilusión del juego eterno y recursivo. Nos promete que si entramos en sus reglas, podremos estar sometidos a ellas por siempre, como si gracias a ellas tuviésemos la chance de escapar del destino de vejez, enfermedad y muerte que nos espera a todos. La sortija es un objeto creador de futuro: nadie muere en las vísperas, ni con la sortija recién ganada en mano.

viernes, 14 de febrero de 2014

Incicuestión

(Sustantivo. Del latín inscita = inocente [también, quizás de insidiosa = insidiosa] y quaestio = interrogación, asunto. Variantes: inscicuestión, inscicuestia, incicuestia)

Pregunta ingenua bien formulada que sin embargo no puede responderse de manera satisfactoria.

Cuando se expone un conocimiento o una ciencia ante un público, es muy común que surjan preguntas difíciles e inabordables de parte de ese público. Esto no ocurre porque el alumnado sepa más que el expositor, sino porque existe un sinnúmero de cuestiones básicas que quienes son expertos ni siquiera se han planteado.

En una clase sobre biología, el profesor dice que los renos pelean si saben que los cuernos de su oponente no son más grandes que los propios. Un alumno pregunta, ingenuamente, cómo sabe un reno de qué tamaño son sus propios cuernos. El profesor enmudece: nunca se ha preguntado esto, y en rigor no sabría cómo responder. A su vez, en una exposición sobre física básica, un asistente podría preguntar por qué caen los cuerpos. Se le explicará, con cierto detalle, las leyes de la gravedad y la historia de la física desde Galileo hasta Newton. Pero el alumno podría insistir, cuestionándose por qué los cuerpos siguen esas leyes y no otras. Un profesor de matemática podrá explicar con solvencia el teorema de pitágoras, pero quizás no pueda responder a la más inocente requisitoria: ¿Qué es un número?

Muchos docentes temen a las incicuestiones y utilizan la deplorable estrategia de atacar a quienes las formulan: "No estamos hablando de eso"; "Con esas preguntas no llegamos muy lejos"; "Si nos detenemos en planteos de este tipo nunca vamos a terminar con el programa" o el más agresivo "Hay que estar muy al pedo para preguntar eso". En algunos ámbitos educativos, la incicuestión irrita y enoja. A veces (raramente), el docente acepta su desconocimiento. Eso sí, si el docente es religioso tendrá un respuesta comodín para todo: Dios lo quiso así.


jueves, 6 de febrero de 2014

Dalequeísmo

(Sustantivo. De la expresión "dale que")

Hábito de inventar situaciones y roles mediante el uso de la expresión "dale que"

Los niños en sus juegos utilizan el dalequeísmo como una llave para recrear mundos posibles e incluso imposibles. "¿Dale que teníamos un hermanito, y que el hermanito era de aire¨?", propone una niña. "Sí, ¿y dale que nosotros éramos los ponies de Ponyville?". "Sí, ¿Y dale que mi habitación es Ponyville?". El dale-que es una herramienta creadora; instaura aquello que propone como si fuera un imperativo. No dice "Es posible que estemos en Ponyville". No dice "Hay un mundo posible y en ese mundo posible somos ponies": el verdadero dalequeísmo convierte a esta realidad presente en otra mediante una función (fusión) lingüística.
Algo importante en el dalequeísmo es el diálogo y el consenso. El dalequeísmo no puede darse en soledad: debe haber alguien a quien preguntarle.  A cada pregunta de dale-que, debe suceder una respuesta afirmativa o correctiva: "Dale, pero estamos en Ponyville de noche, y hay un arco iris". Pero sin la respuesta, el dalequeísmo se queda trunco, sin materialización completa. La intersubjetividad parece una condición necesaria para que el lenguaje traiga otros mundos a esta casa.