miércoles, 29 de agosto de 2012

Euquicia

(Del griego eu = bueno y skízein = dividir)

1. Capacidad de cortar un objeto en partes o porciones equitativas.

A veces, quienes están encargados de repartir las porciones del asado, no suelen reparar en que algunos comensales reciben una porción generosa y con mucha carne, mientras que a otros se les adjudica un pequeño e incomible chicharrón de grasa con hueso. El buen administrador del asado deberá tener euquicia: tratará de cortar la carne de manera que las porciones tengan similar tamaño y aprovechabilidad. Si tiene que repartir una pizza, la cortará en partes lo más idénticas posible, sin mezquinar aceitunas o tomates en cada parte. Si debe servir vino, buscará la manera de que todas las copas contenga la misma cantidad. La euquicia, a veces, puede demandar un gran esfuerzo y mucho tiempo. Medir milimétricamente las porciones es algo trabajoso y no siempre se da con un buen resultado. Por eso es conveniente optar por un grado moderado de euquicia, para evitar injusticias groseras, sin caer en el fanatismo de la equidad absoluta e ideal.


2. Capacidad de elegir exactamente las cosas que otro no elige.

Otra manera de definir la euquicia en este segundo sentido es: la ausencia de conflictos en la elección de los bienes escasos. Cuando una familia compra un pollo, suele haber pequeñas disputas por los muslos o la pechuga. Pero si a un integrante le gustan los muslos, a otro las pechugas, a otro el rancho y al último sólo los menudos, entonces hay euquicia, pues no hay conflicto a la hora de la cena.
Existe una euquicia sincera y otra insincera. La primera ocurre cuando, en verdad, cada integrante desea elegir justmente lo que el otro deja. La euquicia insincera ocurre cuando, en realidad, algún integrante debe conformarse con lo que hay, o debe fingir que le gusta un corte de pollo determinado para evitar el conflicto. 




martes, 28 de agosto de 2012

Nominazgo


(Sustantivo. Del latín nomen = nombre y sufijo -azgo: capacidad)

Poder para ponerle nombre a las cosas. 

Platón en el texto "Cratilo" suponía que algunas personas (llamados "nominadores" [Nomotethés, en griego]) se encargaban de poner los primeros nombres a las cosas, y que de ese modo el resto de la sociedad los aprendía y los usaba. Para poner estos nombres, según Platón, había que seguir reglas muy estrictas. En particular, el nominador debía establecer una relación natural entre el significado y la sonoridad. La palabra que nombrara al mar, por ejemplo, debía construirse teniendo en cuenta el sonido del mar, el movimiento del mar, la naturaleza líquida del mar. Por eso, en su construcción debía haber letras que diera cuenta de esas características. Platón suponía que, con el tiempo, se han ido modificando las palabras de ese lenguaje natural, y que ya (en su época) no quedaban rastros de ese lenguaje natural primitivo.

Pero la idea de una persona encargada de crear el idioma sigue pareciendo atractiva. Si alguien tiene el suficiente poder para crear e imponer nombres, incluso a cosas que ya lo tienen, se dice que ese alguien tiene un nominazgo. Si, por la sola voluntad de una persona, dejamos de llamar "mesa" a la mesa, y popularizamos el nombre que esa persona le dio, diremos que, de modo inequívoco, esa persona tiene el nominazgo.

Hay quienes dicen que el nominazgo no depende de los individuos. Los nombres de las cosas aparecen una vez, por algún hecho fortuito, y se popularizan sin tener en cuenta el capricho de las personas individuales. En la mayoría de los casos esto es cierto. Intente el lector inventar una palabra y tratar de imponerla en el uso social.

Cabe aclarar que el nominazgo no se refiere sólo a la sistematicidad en la creación de palabras, sino, además, a la capacidad de popularizar dichas palabras. Crear un idioma que no habla nadie no es tener un nominazgo. Crear un exonario tampoco.

viernes, 24 de agosto de 2012

Paleógoro


(Adjetivo. Del griego páleos = antiguo y  agoréuo = hacer público)

En una contienda verbal, dícese de quien recrimina a su contrincante por un hecho muy lejano en el tiempo.

No solo se trata de un reproche por algo pretérito: por lo general, el hecho mismo suele ser banal y fácilmente olvidable. El paleógoro acusa a su interlocutor por algo que no amerita sentirse ofendido a tan largo plazo: "Vos, el veintisiete de marzo de mil novecientos noventa y tres, te comiste todos los caramelos que la abuela había comprado". "Hace quince años, una vez, me serviste la comida fría. Yo no me olvido".
Un paleógoro se siente frustrado por algunas acciones ajenas. Pero en lugar de decirlo en el momento, u olvidarlo, parece que lo guarda con rencor hasta que -en un contexto muy diferente al del hecho inicial- lo recrimina con firmeza y con ello queda en ridículo frente a su interlocutor.

jueves, 23 de agosto de 2012

Entrevistas

Agradezco las entrevistas radiales que me hicieron en estos días:

-Mauro Mateos. Radio Esquel.

-Radio Brisas, Mar del Plata.

-Luis Cano, de Bahía Blanca.

-Bebe Contepomi, Radio Mercurio, 107.9

miércoles, 22 de agosto de 2012

Asertonimia

(Sustantivo. Del latín assertus = afirmado y nimius = exagerado, irracional. Adjetivo: asertonímico)


Incapacidad para tomarse un tiempo antes de aceptar algo.

El asertonímico se apresura a decir "sí" demasiado pronto. Si le piden que prepare una comida para doscientos comensales, no se niega. Si una persona desconocida le propone casamiento, responde de modo afirmativo sin demoras. Si lo invitan a cazar chanchos a una selva boliviana, mañana temprano, acepta. Sus allegados elogian la firmeza y rapidez en sus decisiones, aun en las más comprometidas y difíciles. Pero una vez que ha aceptado, el asertonímico cavila mil veces y se da cuenta de que, quizás, debería haberlo pensado mejor. Sin embargo ya es tarde: ha recibido elogios por la decisión de donar un pulmón; ya le han hecho notas los periódicos, y el médico que hará la intervención le está haciendo los últimos análisis antes de la extracción del órgano.
El asertonímico no puede rechazar propuestas. Por lo general, le hacen propuestas trabajosas, horribles y de difícil ejecución, porque saben que no se va a negar. Rara vez le proponen algo bueno, como un viaje a playas paradisíacas, o la salida al parque de diversiones. Es que el asertonímico, a veces, se ve comprometido de tal modo en cosas horribles y gratuitas, que no le queda tiempo para disfrutar de su vida.

Se puede llamar asertonímico, también, a la persona que se apresura a ofrecer su ayuda sin que se lo pidan, y sin que le corresponda hacerlo. "Huy, tengo que terminar la tesis doctoral", dice un amigo. El asertonímico responde: "No te hagas problema; mandámela por correo y yo la termino". 


martes, 21 de agosto de 2012

Presentación de libro.

Hoy, a partir de las 19 hs., presentaré el libro Exonario en Bahía Blanca.
En realidad lo presentarán Luis Sagasti y Mario Ortiz, escritores bahienses de altísimo nivel. Mario Ortiz, además, es quien hizo el epílogo del libro. Recomiendo leer ese epílogo.

Los espero.




miércoles, 15 de agosto de 2012

Dislecalepia

(Sustantivo. Del griego dis = dificultad; légo = contar, reunir y jalepós = penoso, trabajoso. Adjetivo: dislecalépico)

Tendencia a enumerar los requisitos, dificultades o exigencias de a uno, en lugar de hacerlos todos juntos. 

La definición, aun cuando parezca enrevesada, se refiere a un hecho cotidiano. Usted necesita realizar un cronocléptico trámite burocrático. Después de hacer una larga cola, le indican que le falta un sellado. Hace el sellado; vuelve a hacer la cola y en ese momento le dicen que le falta pagar un arancel. Paga el arancel, vuelve a hacer la cola y el empleado le comunica que falta una fotocopia. En esta instancia, se pregunta por qué no le dijeron todos los requisitos juntos, en lugar de ir enumerándolos de manera sucesiva. El empleado que lo atiende ha cometido dislecalepia.

Las computadoras suelen ser dislecalépicas. Si usted quiere imprimir un papel, quizás aparezca el cartel: "El papel está atascado". Una vez que saca el papel, puede que otro le diga: "La impresora no está conectada". Cuando se asegura de que esté conectada, es posible que una leyenda le indique: "Falta tinta en el cartucho". Si pone tinta, luego aparecerá otro: "La impresora se ha averiado".  Hubiera sido mucho más productivo conocer esas cuatro fallas a la vez, en lugar de que se fueran comunicando una tras otra.
La dislecalepia es una forma tediosa del perontismo.  

martes, 14 de agosto de 2012

Escomicrófolo


(Adjetivo y sustantivo. Del griego skoupídi = basura, mykrós = pequeño y phaulós = defectuoso)

Objeto o sistema que deja de tener funcionalidad absoluta cuando tiene un pequeño desperfecto. 

Muchos juguetes electrónicos se vuelven inútiles cuando se sale la soldadura de un cablecito que resulta imposible volver a pegar. Algunos paraguas se convierten en escomicrófolos cuando se rasga levemente la tela impermeable o alguna de sus varillas se dobla. Un pequeño agujerito en el fondo del vaso ya lo convierte en un objeto incómodo e inútil. Ciertas relaciones se terminan cuando uno de los amantes descubre que su pareja posee un pequeño vicio que no está dispuesta a abandonar.
Ante un escomicrófolo, sólo nos queda esperar que se convierta en anastolpio. Pero, por lo general, nos veremos obligados a omniriciar.




martes, 7 de agosto de 2012

Nevelación


(Sustantivo. Del latín nego = negar y velum = velo)

Revelación metafísica en la que se muestra la no existencia de alguna entidad divina. 

Mientras en las revelaciones clásicas el dios se manifiesta para mostrarse a sí mismo como existente y como vocero de las leyes universales, en las nevelaciones la manifestación se destaca por la ausencia y el silencio. Lo único que se manifiesta en las nevelaciones es la certeza de que el dios en el que confiábamos no existe. Pero no se trata de un razonamiento ni de una especulación: es un sentimiento de vacío espiritual, de orfandad cósmica, de soledad transmundana.
La nevelación provoca un estremecimiento místico: mediante ella, sabemos que se nos está por revelar algo trascendente. Pero todo lo que se revela es que nada hay allí para interpelarnos ni para manifestarse. Se manifiesta la ausencia -la necesaria ausencia- de entidades manifestables.

Así como el religioso puede justificar su profunda fe en una revelación divina, un ateo podría justificar su ateísmo en una nevelación. En rigor, la revelación de una entidad metafísica y la revelación de la inexistencia de tales entidades, podrían provocar el mismo grado de sentimiento indubitable. Quien tuvo una revelación ya no tiene dudas. Quien tuvo una nevelación, tampoco. En ese sentido, el religioso no está en mejor posición que el ateo, pues el ateo podría tener la misma firme convicción y el mismo sentimiento místico que el religioso. Sólo que este último, lo tendría en sentido contrario al del religioso.

En rigor, para que surja una nevelación -es decir, para que se cree la convicción de que una entidad divina no existe- no hace falta una interpelación mística. Basta con algunos hechos cotidianos en los que se manifiesta la crudeza de la vida y el silencio de dios. La muerte de un ser querido; un interminable dolor producto de una enfermedad terminal o un hijo con cáncer, pueden por sí mismos funcionar como nevelaciones.

sábado, 4 de agosto de 2012

Apalábido


(Palabra y definición enviadas por Alejandro Arjona)

(Adjetivo. Del latín apparentia = apariencia y labans = vacilante)

Dícese de la persona que adopta un cambio físico estilístico a conciencia y sin embargo se muestra totalmente inseguro de él.

El apalábido es una persona que vive según la mirada ajena. Se cambia el peinado, se hace un tatuaje o varía completamente su look por propio gusto, pero se muestra muy preocupado por lo que se diga de él. Si se le pregunta, lo hace totalmente convencido, pero no resiste los mínimos comentarios acerca de su extravagancia. En los casos más extremos, puede sentirse atacado incluso por elogios; tiene la desesperada sensación de que todo el mundo murmura sobre él o lo mira - lo que lo hace sentir más incómodo - siendo capaz de reformar completamente su apariencia nuevamente para comenzar un círculo vicioso.

En el sentido extenso de la palabra, el apalábido es una persona que adopta un determinado estilo o retoque estético por mera moda o sin saber el trasfondo ideológico que conlleva, lo que ofendería a quienes si lo hacen."
Por ejemplo: en el sentido extenso, un apalábido sería un joven que por moda usa una remera con la cara de Ernesto Guevara pero no tiene idea de quién es y para colmo piensa que es cubano

viernes, 3 de agosto de 2012

Entrolectualismo


(Sustantivo. De entropía y del latín lego = leer. Adjetivo: entrolectual: quien sostiene el entrolectualismo)

Hipótesis según la cual el aumento de conocimiento produce mayor estupidez o tiene resultados perniciosos.

El entrolectual supone que cualquier forma de aprendizaje sólo empeora el conocimiento de las cosas. Cree que las actividades humanas deben realizarse de modo improvisado, a partir de la intuición momentánea. Desconfía de los instructivos, de las carreras universitarias y de los maestros. Con respecto a estos últimos, sospecha que son mucho más tontos que el resto de los trabajadores. Esta sospecha se hace extensiva a cualquier trabajador intelectual: según el entrolectual, los libros nos vuelven más estúpidos; la educación sólo desvía la atención en lo verdaderamente importante, y la erudición es solo una forma afectada de la ignorancia. Por eso, el entrolectual desconfía de todo aquel que tiene un título o que se presenta como experto en alguna materia. "Este tipo dice que toda la vida construyó aviones. Pero yo te apuesto que construyo un avión mejor que el de él". "¿Hacer una carrera para aprender ingeniería? Si yo me pongo, construyo un puente sin haber leído un solo libro". "Uf, si yo quisiera, escribo la Crítica de la Razón Pura sin haber leído un libro de filosofía". A veces, desde luego, las personas que saben se comportan de un modo tan estúpido (y tan contrario a su supuesto conocimiento), que el entrolectual parece tener razón: está lleno de supuestos expertos que sólo hacen juicios banales y totalmente pedestres. Si un médico, al examinarnos, sólo se limita a decir: "Esto no está bien", sin agregar absolutamente nada más y sin prescribir exámenes ni recetas, nos veremos tentados a desconfiar de los profusos diplomas que cuelga en su consultorio. Por estos casos (en los que el entrolectual parece tener razón), el conocimiento y la ciencia en general suelen verse como complicadas y monstruosas veleidades cuya verdadera sustancia podría resumirse en dos o tres palabras cotidianas. 

Existe una forma especial de entrolectualismo, propia de personas que trabajan en un proceso creativo. Esta forma especial se da cuando un escritor trata de no leer para evitar "contaminarse" del estilo de otro escritor. De acuerdo con esta idea, la adquisición de nuevos conocimientos o estilos es perjudicial para la gestación de la propia obra, y por ello debe evitarse todo contacto con los libros.

En ambas acepciones, existe la noción de que cierta virginidad intelectual es mucho más deseable y fructífera que un arduo recorrido por el saber.

jueves, 2 de agosto de 2012

Más notas de radio

A partir de la repercusión por la nota en el diario La Nación, se han comunicado conmigo otros programas radiales. Me han hecho notas de las siguientes radios:

- Radio Colonia (Uruguay), AM 550.
- Radio Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe), AM 1020. 

Agradezco muchísimo a los periodistas que se contactaron conmigo.