miércoles, 30 de enero de 2013

Molirrópiro

(Adjetivo. Del latín mollitus = afeminado y reperire = descubrir, hallar. Sinónimo: putajero o putojero)

Dícese de quien cree tener una capacidad especial para detectar homosexuales. 

El molirrópiro suele poner especial atención en los gestos, la vestimenta y las actitudes de las personas. Cree que está siempre en la pista segura para descubrir a un homosexual que trata de ocultarlo. Cuando está escudriñando a un varón, un tono de voz aflautado o un bolso con letras rosas le parecen un dato infalible y determinante. Si su blanco es una mujer, pondrá atención en la longitud del pelo -muy cortito es señal inequívoca de lesbianismo-, o si habla con voz grave. A veces se basa en indicios poco concluyentes y bastante arbitrarios. "Alberto es puto, yo sé lo que te digo", sentencia. "Ayer se abrochó hasta el último botón de la camisa". Adora la expresión "Si no se come la galletita, araña el paquete". Cree que puede desenmascarar la coartada de quien no se anima a salir del ropero, y siente un enorme placer cuando puede relatar a otros su sospecha.
Una vez que el molirrópiro dio su veredicto, ningún argumento puede refutarlo: si Alberto tiene novia, dirá que es una pantalla para no delatarse (y agregará, adicionalmente, que la mujer de Alberto es lesbiana). Si tiene hijos, dirá que no son de él, o que los tuvo sin tener sexo con su esposa (quizás donándole esperma). Si se le conocen decenas de amantes, el molirrópiro aducirá que muchas de ellas son falsas o que son de su mismo sexo. Si se difunde un video en el que él tiene sexo con muchas mujeres, dirá que el video es una exageración propia de quien quiere ocultar su condición de gay.
Es de destacar que para el molirrópiro, casi todas las personas son homosexuales, lo serán en algún momento o estuvieron a punto de serlo.  



miércoles, 23 de enero de 2013

Antolecto

(Sustantivo. Del griego anthós = flor y léxis = estilo, expresión)

La mejor forma de expresión verbal de una persona. 

La definición un tanto oscura seguramente no deja ver la familiaridad del hecho definido. El antolecto es aquella verbalización florida y cuidada que utilizamos cuando hablamos ante un juez, ante un profesor que nos toma examen, ante el padre de nuestra novia o ante nuestro futuro patrón. En nuestra vida cotidiana no pronunciamos con claridad, omitimos eses finales, usamos codas, apócopes y apelativos como "che" acompañados de insultos y referencias despectivas: "Che, enano de mierda, alcanzame la poronga esa para destapar lo caño". Si llega a nuestra casa el inspector de salubridad o el pastor de la iglesia, cambiamos nuestra expresión y decimos algo como: "Querido hijo mío, ¿tendrías a bien dejar cerca de mis manos la sopapa para destapar la pileta del toilette?". Esta última verbalización es un antolecto. Como puede verse, el antolecto se utiliza para situaciones en las que está presente alguien a quien le atribuimos poder y, en muchos casos, cierta superioridad de clase social.

miércoles, 16 de enero de 2013

Desenerar (se)

(Verbo intransitivo. De des- y enero)

Quitarse la posibilidad de disfrutar del mes de enero.

En el hemisferio sur, enero es sinónimo de calor, playas, piletas de natación, refrescos y, en muchos casos, vacaciones. Por lo general, las actividades pesadas se postergan para meses menos bochornosos. Se privilegia lo recreativo por sobre lo laboral. Pero si alguien, durante el primer mes, se compromete con un trabajo o un estudio a conciencia que no le permite resquicios para disfrutar de los placeres de enero, se dice que es un desenerado, o que esa persona (en un uso transitivo del término) ha desenerado su año.
Para calificar como "desenerada", la persona afectada no debería tener acceso a las piletas, a las cervezas heladas durante la noche, a acostarse tarde sin límite horario ni a escuchar las cigarras mientras estira sus piernas, acostado en la reposera en el jardín de su casa. No haber andado en ojotas durante enero es un claro síntoma de deseneramiento.  Si uno debe hacerse una operación durante este mes, y por culpa de ello se pierde todo el verano, también se ha desenerado.

No es casual, tampoco, la semejanza fonética con la palabra "degenerar". Un año desenerado es un año que puede degenerarse: si se vive en enero como si fuera marzo o julio, entonces es posible que se viva julio como si fuera diciembre; que se viva el invierno como verano y que se viva navidad como si fuera el día de la bandera. 

Existe una palabra cercana a esta: el estifugio, aunque hay una clara diferencia: Mientras el estifugio es la sensación de que el verano huye rápidamente, el desenerado ni siquiera siente el verano y en rigor tampoco puede sentir que huye sin disfrute. 

jueves, 10 de enero de 2013

Memar

(Verbo intransitivo. De la letra eme. Sustantivo: memación)

1. Responder anteponiendo la expresión "mmmh" con sentido ligeramente negativo.

Cuando se mema, se está expresando algún tipo de reparo con respecto a lo que se está afirmando. El siguiente diálogo lo ejemplifica:

- ¿Vamos a hacer las compras?
- Mmmmvamos.

El segundo interlocutor responde afirmativamente ("vamos"), pero al anteponer la expresión "mmmm" a la respuesta, está mostrando que no se siente convencido con ella. El "mmmm" funciona como un marcador de demora: el oyente debe entender que quien responde desearía no hacerlo y, en particular, no ahora o no de modo afirmativo. Sin embargo, cuando responde, lo hace de modo afirmativo, contradiciendo la intención inicial expresada en la memación. Esto suele provocar irritación en los interlocutores, quienes a veces exigen una respuesta directa en lugar de ese circunloquio no verbal. "Si no querés acompañarme a hacer las compras, decímelo de frente", es una respuesta posible al "mmmmvamos" del ejemplo.

2. Utilizar la expresión "mmmmh" para expresar una duda o una sospecha sin hacerla explícita.

Si alguien dice "Cómo te gusta defender a los putos... mmmmhh...", está memando para dar a entender que esa defensa esconde intereses inconfesables.  

Puede verse que en ambos casos las memaciones son exclusivamente pragmáticas: sus contenidos semánticos son volátiles, y sólo funcionan a partir de supuestos en un contexto enunciativo determinado. Por ello, determinar de manera unívoca el significado de una memación es una tarea que no tiene sentido.

Existe un caso de memación que no se encuadra dentro de las dos definiciones anteriores, y es aquella en la que se mema para llenar vacíos en un discurso oral. En este caso, las memaciones van de la mano con otras expresiones como "esteeemmm" o "eeeeh". "La bolsa... mmmmhh... cerró en... estemmm... en alza... mmmmhhh... pero en general.... eeeehhh... en general viene bajando". En rigor esta memación se encuadra en una definición general de los fenómenos paralingüísticos relacionados con el nerviosismo y la inseguridad en un acto de habla.

martes, 8 de enero de 2013

Opimplacia

(Sustantivo. Del latín ops = poder, fuerza; in = partícula negativa y placeo = placer, gustar)
 
Fuerza que realizamos para que algo no nos guste.

¿Alguna vez descubrió que le empezaba a gustar una cosa que no era conveniente que le gustara? ¿Usted, que milita microdélicamente contra la música comercial romántica, comenzó a tararear con pasión una canción de Axel? ¿Se fue enamorando lentamente de la Coca Cola, aun cuando le aconseja a todos que no la tomen porque provoca diabetes y es "la bebida del imperio"? ¿Sabe que podría pasar todo el día jugando póker en internet? ¿Sospecha que se iría para siempre con su vecina, abandonando trabajo, esposa e hijos, si ella le confirmara que se siente atraída por usted? Si la respuesta a estos interrogantes es "sí", usted está sufriendo de opimplacia: siente que continuamente debe corregir sus deseos y sus pensamientos, porque de manera indefectible se escurren por caminos de dudoso pronóstico, como si una parte importante de su persona no quisiera atarse a la historia rutinaria que usted impuso a su vida.
Creemos que nuestra personalidad se define por lo que hemos decidido; nos parece que somos productos de un disciplinamiento moral del gusto: somos hombres adultos casados profesionales trabajadores de clase media; no deben gustarnos las adolescentes, los videojuegos, la desnudez, la vagancia, la cumbia villera ni las películas de humor veraniego en la playa. En cuanto aparece un gusto impropio de nuestro rango social y nuestra edad, tratamos de corregirlo o sublimarlo. Esa sublimación es la opimplacia.
Debe destacarse que, cuanto más tiempo ejecutamos la opimplacia, más difícil resulta contener el gusto reprimido. La opimplacia parece un intento fallido de bulamnesis.

Existen ciertos deseos que van más allá de la posición social que se ocupe o de una mirada ingenuamente moral acerca de los propios gustos: algunos deseos deben reprimirse para salvaguardar la propia estructura psíquica. Si una mujer descubre que quiere tener relaciones con su propio hijo, o si un empleado heterosexual descubre que desea tener sexo con el jefe que lo somete y al cual odia, la opimplacia se convierte en un imperativo urgente y demandante. En esos casos, la psiquis se vuelve un campo de batalla entre deseos indeseados e irrefrenables, y una débil racionalidad que trata de contenerlos con cada vez menos éxito.

La opimplacia es un tipo de estenofrenia y de metacupio

lunes, 7 de enero de 2013

Profender (se)

(Verbo intransitivo. Del latín pro = estar a favor y fendere = cortar o pasar a través. Adjetivo: profendido)

Capacidad de sentirse indignado por hechos irrelevantes o por una sobreinterpretación de lo que se dice.

El profendido está al acecho para ofenderse ante la mínima sospecha de agresión. Examina cada palabra y descubre homofobia, xenofobia, apología a las drogas, al sexo, a la violación y al crimen en cualquier discurso de apariencia inocente. Tiene la indignación fácil, y suele vociferar abiertamente su profundo repudio de cotillón ante hechos irrelevantes y que, por lo general, no le exigen mucho compromiso ni exposición. Si alguien dice "Hoy mi mujer cocinó pizza y se le quemó", el profendido se indigna por el supuesto machismo de esa frase y por el sometimiento de la mujer a condiciones deplorables de matrimonio. Si alguien afirma "El que me robó el bolso es un chico boliviano de tez morena", el profendido hace un escándalo porque encuentra xenofobia y racismo en esa afirmación. Si alguien afirma "A las mujeres les gusta que les digan cosas lindas", el profendido pone la voz de alerta, porque cree que esa afirmación es una apología de la violación, de las groserías y del patriarcado. Ante él, hay que cuidarse de todo lo que se dice: se debe hablar con un lenguaje políticamente correcto, porque de otro modo él lo considera ofensivo y no duda en escrachar y elevar el grito en el cielo. Desde luego, "lenguaje políticamente correcto" es "el lenguaje que él considera correcto", mediado por un sinnúmero de discutibles teorías semánticas inventadas por él mismo o por su grupo de pertenencia. Por lo general, es militante activo en favor de alguna minoría social.
El profendido confunde los actos ilocutivos con los actos perlocutivos. O, en otras palabras, se cree capaz de descubrir las intenciones ocultas detrás de las intenciones explícitas, aunque esos supuestos propósitos implícitos sólo están en su imaginación. Cree en la ideología del lenguaje y pretende que todos (excepto él, claro) se hagan cargo exhaustivamente de las preconcepciones ideológicas que contienen cada palabra (incluso la etimología de cada palabra): "Usaste la palabra 'entusiasmado', y esa palabra en griego significa 'estar poseído por un dios'. Así que hacete cargo, estás usando un lenguaje religioso, y la religión es el principal instrumento de opresión social. Vos querés evangelizarme con tu lenguaje de inquisidor medieval conquistador de culturas precolombinas. Tus palabras son la espada en alto del mercenario cristiano europeo que sometió en América a los pueblos originarios. Te repudio profundamente"
El profendido actúa como un terrorista del lenguaje: avisa que está asombrado por lo que alguien dijo -con expresiones como "No puedo creer lo que estás diciendo", "Derrapaste", "Te fuiste a la banquina"- para que su interlocutor sepa que ha franqueado un límite que no tiene regreso. Pero rara vez es convincente cuando explica por qué los dichos de su interlocutor le causan tanta indignación.
Por lo general, a medida que pasa el tiempo ya nadie quiere hablar con él. Poco a poco sus únicos interlocutores son sus amigos o compañeros de militancia. Pero por supuesto, de vez en cuando tiene que contactarse con extraños, cuando va al médico o hace las compras. Entonces, en esos casos, aprovecha para profenderse a sus anchas: "Discúlpeme, carnicero, yo no soy un 'campeón'. Me está insultando cuando me dice '¿qué vas a llevar, campeón?', porque muestra que es parte de una cultura de la competencia, en la que es importante ser campeón en algo. Y a mí no me interesa competir. Eso sí, déme los mejores bifecitos de lomo que tenga".



martes, 1 de enero de 2013

Homomelia

(Sustantivo. Del griego homóios = igual y méllon = futuro. Adjetivo: homomélico)

Creencia según la cual en el futuro lejano las costumbres humanas seguirán siendo muy parecidas a las actuales. 

Las buenas historias de ficción especulativa nos presentan futuros en los que las personas han modificado gran cantidad de hábitos con respecto al tiempo desde el cual escribe el autor. En principio, cualquier suceso que ocurra trescientos o cuatrocientos o cinco mil años en el porvenir debería ser indescifrable: deberían haber cambiado radicalmente las motivaciones, el entorno, el idioma, los objetivos y los conocimientos de las personas. Quizás perviva alguna costumbre actual, pero necesariamente tendrá cambios profundos en su ejecución. ¿Seguiremos tomando mate los argentinos y uruguayos dentro de tres siglos? Esta pregunta es casi incontestable: quizás ni Argentina ni Uruguay existan en trescientos años. Pero, más fundamentalmente, quizás lo que hoy llamamos "mate" se haya convertido en algo diferente y ya no se lo llame así. Quizás la yerba se habrá modificado lentamente hasta convertirse en otra cosa. Quizás la costumbre de pasar de mano en mano se suprima. De modo que cualquier costumbre actual, por muy arraigada y tradicional que parezca, puede desaparecer o convertirse en algo irreconocible. El homomélico, sin embargo, tiene cierto chauvinismo cronológico mezclado con una falta de imaginación: asegura que todo lo que se hace ahora, se hará de modo similar en el futuro. Cree en consignas folklóricas que contienen un romanticismo de telenovela: "El tango es eterno", "Tomar mate es parte de nuestra esencia; nunca vamos a dejar de hacerlo". Supone, sin mucho fundamento, que el presente es un modelo de todos los tiempos posibles. Si hoy la gente tiene computadoras con pantalla táctil, él piensa que esa es una característica adquirida universal que se transmitirá al futuro sin modificación de ningún tipo. Por eso, piensa que en quinientos años habrá computadoras y tendrán pantalla táctil. Lo mismo imagina de cada hecho humano: si hoy nos bañamos en una ducha, no ve ninguna objeción para especular con que en mil años las personas seguiremos duchándonos con agua cayendo de arriba para abajo. Si hoy nos cortamos las uñas con alicate, el homomélico piensa que en diez mil años haremos lo mismo.
Existe un paralelo al homomélico: el homotópico. Si bien la palabra homotopía está definida en matemáticas, podemos agregarle una acepción que etimológicamente es afín a la de homomelia. La homotopía es la creencia según la cual en otras partes del mundo (actual) las costumbres son más o menos similares a las de la región donde nacimos. En este caso, el homotópico cree que, si los argentinos tomamos mate, en cualquier país del mundo existe esa costumbre con ciertas modificaciones, pero esencialmente similar.