miércoles, 26 de diciembre de 2012

Moncácora

Sólo en este país puede pasar una cosa así
(Adjetivo. No cambia de desinencia en el masculino. Del griego monadikós = singular; kakós = malo y xóora = país)

Quien siente que ciertos hechos (por lo general negativos) sólo ocurren en su país.

Según la sesgada visión del moncácora, todo lo malo parece haberse confabulado para acontecer en la propia patria. No hay matices: lo que pasa aquí es raro y único en el mundo. Para él, la corrupción de nuestro país no tiene precedentes en ningún otro; los políticos son los peores del mundo; los habitantes proponen, para problemas cotidianos, soluciones insólitas e inviables que asombrarían a un extranjero. Es esencial al moncácora la sensación de vergüenza ante la mirada ajena: ¡Estamos haciendo todo mal, y el mundo nos mira con su dedo acusador! Así como el teleutodoxástico piensa que todo lo que ocurre hoy es más terrible que lo ocurrido ayer, el moncácora piensa que lo que pasa aquí es peor que lo que pasa en otras partes del mundo. No solo es peor, sino que contiene una singularidad sui generis que lo vuelve inclasificable: "En cualquier país del mundo los ladrones van presos. Pero acá entran por una puerta y salen por la otra". "En ningún país del mundo hay tantas mafias como acá. Es más, nuestras mafias fingen que te están ayudando para extorsionarte". "Nooo, en Europa por lo menos venden drogas buenas. En ningún lugar del mundo se les ocurriría vender paco como acá".
Desde luego, el moncácora desconoce supinamente lo que ocurre en otras partes del mundo. Su queja se basa en una intuición rayana con el racismo: cree que sus compatriotas (excepto él, claro) son defectuosos. La moral, el raciocinio, la capacidad de trabajo, el tesón e incluso la fuerza física de sus coterráneos le parecen al moncácora claramente deficientes.



lunes, 24 de diciembre de 2012

Onodoro

(Adjetivo. Del griego oinós = vino y dóron = regalo. Puede usarse también enodoro)

Dícese de la persona a la que todos le suelen regalar vinos. 

Hay una edad en la que el hombre es objeto de regalos variados: tablas de surf, libros, suéters, zapatillas, tarjetas o anillos. Pero llega un momento de la vida en la que el hombre se transforma en onodoro.
Los onodoros suelen ser hombres (y no mujeres) de edad media o maduros, que lo tienen todo o cuyas preferencias desconocemos. Para sus cumpleaños o fiestas navideñas, un buen vino (o quizás no tan bueno) es el único obsequio que a todos se nos ocurre: ni amigos ni parientes piensan en regalarle pantalones, remeras, sombreros, tiradores, confituras, escopetas o vouchers con cremas rejuvenecedoras.
Cuando descubrimos que al onodoro le venimos regalando vinos desde hace diez onomásticos, solemos cambiar levemente la estrategia: ya no le compramos botellas, sino accesorios para destaparlas, para medir su temperatura o para conservarlas. Siempre, siempre, nuestros regalos giran en torno al vino, aun cuando el homenajeado nunca manifestó un especial interés por ellos.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Femóbalo

(Adjetivo. Del griego phemí = decir y ballo = arrojar)

Dícese de la persona que comienza un enunciado y le pide a otra que lo continúe y lo termine. 

El femóbalo empieza a contar una historia pero, por temor a no decir los detalles exactos, se excusa pasándole la palabra a quien supuestamente está mejor autorizado para contarla. "Ayer estuve con Carlitos en Parque Chacabuco y nos encontramos una billetera. Pero que te cuente Carlitos lo que pasó...", dice el femóbalo señalando a Carlitos, quien está presente pero no tenía la mínima intención de relatar ese suceso. A veces, el hecho relatado es tan escabroso que aquel a quien le arrojan el discurso se siente incómodo y no sabe cómo eludir la atenta expectativa que generó el femóbalo en el auditorio: "¡A que no saben lo que le pasó a Raúl...!  ¡Raúl, vení, contá, no seas tímido!". Y Raúl cuenta su vergonzosa historia: "Ayer me pegué un martillazo en los testículos". A veces -este caso es de los peores- el femóbalo genera una expectativa incómoda y decide sacarse de encima esa responsabilidad pasándole la posta discursiva a otro de los presentes: "Los balances de la empresa no dieron bien; la verdad es que estamos en rojo y no sé si podemos seguir el año que viene. Vamos a tener que despedir a algunos de ustedes. Pero yo no entiendo mucho de eso, así que Marita les va a explicar quiénes no tienen que venir después de año nuevo"

viernes, 14 de diciembre de 2012

Jaurícula

(Susantivo. De jauría y -ula, terminación de diminutivo)

Momentánea alianza que realizan los perros con el objetivo de ladrar y atacar a automóviles y bicicletas en movimiento. 

Literalmente, el nombre significa "jauría pequeña". Pero no es pequeña, necesariamente, por el número de sus integrantes, sino por la duración y por el objetivo de dicha jauría. Un minuto antes de que el automóvil pasara por la calle, cada perro estaba en alguna actividad individual (durmiendo, tomando agua o acicalándose). Apenas se visualiza el vehículo, todos persiguen y rodean o enfrentan (o mas bien no se sabe qué hacen) la carrocería, a la que le propinan intensos ladridos que duran dos o tres docenas de metros. Finalizada esta frenética tarea, cada animal vuelve a su actividad individual. Excepto por dos o tres que continúan en grupo, excitados, a la espera del próximo coche.

martes, 11 de diciembre de 2012

Morbíprebo

(Adjetivo. Del latín morbus = enfermedad y praebere = presentar, ofrecer)

Dícese de quien exhibe públicamente sus hinchazones, heridas y granos. 

Al morbíprebo no le basta con el desagradable relato de sus eczemas corporales. En medio de la cena se levanta la remera y nos muestra los moretones que le quedaron después de algún suceso intrascendente, u ostenta sus alergias mientras señala: "Miren, tengo un sarpullido acá, acá, acá abajo y acá atrás". Es exhaustivo en su exhibición: quiere que veamos hasta el último rincón de su cuerpo atacado por culebrilla. Nunca dejará de decirnos "Mirá", y a veces, en el colmo de la impudicia, nos pedirá que toquemos alguna zona inflamada o con erupciones. "Tocá, tocá cómo tengo la pierna. Dale, tocala", insistirá. Si se ha hecho una operación, o si su herida es realmente importante, el morbíprebo se quitará la venda ante cada invitado a la cena, para mostrar sus puntos de sutura o la extensión de una infección. Siempre acompaña su puesta en escena con el relato detallado e innecesario de su padecimiento epitelial: "Estos granos me salieron ayer a la tarde después de que comí mucha mortadela. La grasa de la mortadela me da granos" Cree que el espectáculo de su carne torturada es algo digno de hacerse público: por eso, a veces, no le alcanza con mostrar sus costras una vez y para todos; él necesita corroborar que todos lo vieron y a causa de ello arrinconará a cada uno de los presentes preguntándole individualmente: "¿Te mostré los lunares peludos que me salieron en el culo?"


jueves, 6 de diciembre de 2012

Disconominia

(Sustantivo. Del latín dis = con dificultad y cognominatus = sinónimo. Adjetivo: disconómino)

1. Incapacidad o dificultad para encontrar sinónimos de una palabra.

2. Cualidad de un texto en el cual se repite muchas veces una misma palabra. 

Según la definición 1, la disconominia es un padecimiento subjetivo. En cambio, la definición 2 no hace referencia a una persona, sino a un texto. Dado que en un mismo discurso se suele apelar muchas veces a un mismo concepto, quien padece de disconominia utilizará siempre el mismo término para referirse a ese concepto. Esto genera una clara cacofonía, disminuye la calidad del enunciado, y se hace difícil de leer o escuchar: "Los perros son animales domésticos. Los perros duermen en cuchas para perros, aunque muchas veces los perros duermen en una alfombra para perros o en un almohadón para perros, pero los perros prefieren dormir sobre camas, aunque algunos perros no se dejan domesticar y hay ciertos perros que sólo duermen fuera de la casa a la intemperie"

Debe aclararse que, para que exista disconominia no es necesario que la palabra se repita muchas veces: con que en un mismo renglón o en un mismo párrafo esté en dos ocasiones, ya podemos aplicarle el nombre.


martes, 4 de diciembre de 2012

Poiastenia

(Sustantivo. Del griego poíesis = creación, producción y astenés = débil. También puede aceptarse la variedad poestenia)

1. Sensación de que no se está haciendo un trabajo verdaderamente inspirado.

No importa si se trata de una producción literaria, una clase sobre matemática financiera o un pastel de papas: a veces sentimos que no lo hemos hecho como correspondía, aun cuando otros (los lectores, los alumnos, los comensales) nos digan que el producto de nuestro trabajo les pareció muy bueno. Solemos recordar otros días en los que estábamos inspirados, pero hoy nos sentimos creativamente débiles, con la imaginación paralítica y la voluntad lisiada; como si las ideas y las acciones no fluyeran con facilidad.
Cuando hay poiastenia, la calidad de nuestros pensamientos parece insalvablemente baja.

Hay situaciones en la vida que son poiasténicos por naturaleza: El estrés y las preocupaciones conllevan a una pérdida en el entusiasmo, la cantidad y la calidad de acciones creativas y fértiles.

La poiastenia en la acepción 1 es una sensación, de modo que pertenece al terreno subjetivo. Sin embargo, en la segunda definición de este término podemos encontrar un tipo de poiastenia objetiva o menos subjetiva:

2. Cualidad de un objeto cuya factura y terminación son defectuosas o poco trabajadas

A veces los productos de góndola bajan la calidad de su manufactura. En esos momentos comenzamos a advertir pequeñas mezquindades que influyen en el aspecto, el sabor, el color, la terminación o las funciones de dicho producto. Es así que las papas fritas, que fueron tan buenas y sabrosas cuando recién salieron al mercado, ahora traen poca cantidad -sufren empoquetamiento-, ya no tienen tan buen sabor ni son tan crujientes. El producto ha sufrido poiastenia: una poiastenia intencionada, dirigida con el solo fin de empeorar la manufactura sin sacrificar rédito. Esto mismo puede ocurrir con todo producto en serie de mercado.
En otros contextos, se dice que existe poiastenia en un producto artesanal que ya no tiene el mismo nivel de detalle que otros productos del mismo diseño. Por ejemplo, un tejedor artesanal que en sus primeras creaciones elaboraba suéters con variados y finísimos dibujos de colores, y luego, en creaciones posteriores, decide no incluir esos dibujos o, de incluirlos, los hará de manera basta y grosera. O un constructor de viviendas que, cuando recién inicia su vida laboral, entrega sus trabajos después de asegurarse de que quede todo limpio, pero a medida que pasa el tiempo y va adquiriendo experiencia ya no se interesa tanto por el aseo ni los escombros que quedan. Estos dos ejemplos dan a entender una falencia común a muchísimos seres humanos: la elaboración de un determinado tipo de producto tiende a volverse más poiasténica a medida que pasa el tiempo.




lunes, 3 de diciembre de 2012

Taquiapancio

(Adjetivo y sustantivo. Del griego taxús = rápido y apanthoó = responder)

Sistema de comunicación que exige respuesta inmediata por parte del destinatario.

Cuando suena el teléfono o el timbre, debemos abandonar lo que veníamos haciendo para atender. Si demoramos la respuesta, la persona que nos llama desaparece y la comunicación se ve malograda. En estos casos, el sistema elegido es taquiapancio: el receptor debe hacer algo de modo inmediato (atender el llamado o abrir la puerta) para que el mensaje llegue; de otro modo el propio mensaje desaparece. En cambio, existen otros medios (como las cartas de correo clásico, los mensajes por correo electrónico y los mensajes de texto) en los que no se necesita corroborar con urgencia el contenido de la comunicación, y por lo tanto es posible prolongar su recepción. Los medios que no son taquiapancios podrían denominarse argapancios (del griego argá = tarde, despacio).
Los argapancios son preferibles a los taquiapancios, excepto en los casos en que la comunicación requiere de una respuesta urgente. El taquiapancio tiene un inconveniente adicional, además de la celeridad con la que exige ser respondido: su forma de notificarse es insistente y sólo cesa cuando el mensaje desapareció. El teléfono y el timbre podrían sonar una infinidad de veces. En cambio, con los argapancios -como un mensaje de texto- basta con un sonido puntual para que el contenido comunicativo esté presente en nuestro teléfono.
Las alarmas de los coches y de las casas son taquiapancias. El dolor en los seres vivos también lo es: cuando algo nos duele, nos anoticiamos de ello de manera tan insistente y apremiante que no podemos aplazar o diferir la atención a la zona dolorida.

Tanto los argapancios como los taquiapancios pueden generar preforinquia.