miércoles, 30 de junio de 2010

Faloñómino

(Sustantivo. Del latín fallor = equivocarse y cognomino = apellidar)


Apellido que ha sido mal escrito en generaciones anteriores. 

Existe una historia con tintes míticos, según la cual los nombres de los inmigrantes fueron asentados por fonética y no de acuerdo a su correcta escritura. Esto, en parte, se debía a que algunos inmigrantes eran analfabetos (y por lo tanto no conocían cómo se escribía su apellido) y, en parte, porque los encargados de asentar nombres y apellidos son, desde siempre, burócratas insensibles e ignorantes. Por eso, algunos descendientes de inmigrantes italianos llevan el apellido "Yancarlo", "Yobanini" o "Yúdichi", y algunos hijos de alemanes se apellidan "Guete", "Dóichland" o "Huarchtáiner". 
Estos apellidos originados a partir de la malinterpretación de un escriba son faloñóminos.

A veces las personas fingen un faloñómino que no es tal. Quien se llame "Culirrotti" puede alegar que su apellido fue mal escrito, que no proviene del italiano sino del ruso (de Kulén Riottov) y que antiguamente significaba "Agua clara que sigue su curso hacia el límpido mar". Quien tiene un apellido claramente malsonante debería tener el derecho a inventar una historia de enredos burocráticos, prosapias exóticas y etimologías fantásticas para justificar que el matiz insultante ha sido producto de un desgraciado y fortuito azar semántico.

lunes, 28 de junio de 2010

Taquícomo

(Adjetivo. Del griego taxús = rápido y koimoúmai = dormir)

Dícese de quien tiene la capacidad de dormirse rápidamente. 

Muchas personas dan interminables prequiversas hasta que se encuentran con el sueño, o hasta que deciden que ya no podrán dormir. Los taquícomos, en cambio, se duermen un instante después de apoyar la cabeza en la almohada.
A veces el taquícomo cae dormido por el solo hecho de acostarse, aun cuando no tuviera sueño ni la voluntad de dormirse.

viernes, 25 de junio de 2010

Esquepóbata

(Adjetivo. Del griego skepé = techo y batés = andante. Sustantivo: esquepobacia)

Dícese de quien tiene la costumbre de andar a la altura de los techos y las cornisas. 

Existen oficios y profesiones que involucran la esquepobacia. Técnicos de servicios telefónicos y de cable, antenistas, techistas y ladrones incluyen la incluyen entre sus actividades cotidianas.
Sin embargo, el término se refiere con mayor propiedad a quien acostumbra dar paseos para curiosear por los tejados con ánimo de antropólogo trotamundos y cosmopolita. El esquepóbata hace excursiones por azoteas ajenas y las espía libremente, sin juzgar ni robar a sus vecinos y sin reparar en las limitaciones impuestas por muros y alambrados. A pesar de que cada techo, paredón y cornisa forman parte de una propiedad privada, él los recorre sin hacer distingos territoriales: a la altura de las gárgolas no hay celosos guardianes, y el espacio de las marquesinas y azoteas puede compartirse con palomas y gatos.  
Los niños sienten un inmenso placer por trepar paredones y caminar al ras de las cornisas. Cuando son adultos siguen sintiendo el mismo placer, pero evitan esa práctica porque suele generar suspicacias y malinterpretaciones.

jueves, 24 de junio de 2010

Adjurio

(Sustantivo. Del latín ad = preposición que indica proximidad e injuria = deshonor, daño, maldad)

Adjetivo que sólo se utiliza para enfatizar el poder de un insulto aun cuando no se sabe su significado o no se entiende qué le aporta al insulto propiamente dicho.

"Recalcado" y "reverendo" son adjetivos que suelen acompañar a ciertos insultos: "sos un reverendo pelotudo / hijo de puta" y "andá a la recalcada concha de tu hermana" se escuchan a menudo. Sin embargo, es posible que quienes utilicen esos términos no sepan lo que significan, ni por qué el poder insultante se ve sensiblemente aumentado gracias a su presencia. Parece que las palabras "recalcado" y "reverendo" histrionizan, alargan y aportan un aura ceremoniosa al feroz agravio.
Algo parecido (aunque no idéntico) ocurre con "sos un pelotudo importante". De algún modo, el adjetivo "importante" (cuya interpretación es ambigua: puede ser "importante" en el sentido de que es "muy pelotudo", o en el sentido de que es un "pelotudo que trasciende fronteras") parece agregar un plus al término propiamente malsonante, aun cuando no se pueda explicar en qué consiste ese plus.

Las palabras "recalcada" y "reverendo" (como adjetivo) no tienen usualmente otra función más que la de ser adjurios.

miércoles, 23 de junio de 2010

Biolinfacia

(Sustantivo. Del griego psiché = alma; bios = vida y lymphatos = locura, enajenación. Surge el término "psibiolinfacia" del cual se deriva "biolinfacia")


Capacidad de invocar el espíritu de una persona que todavía está viva.

Cuando una sesión espiritista tiene éxito, el médium es poseído por un espíritu descarnado. Este espíritu manifiesta sus pensamientos y sus estertores a través del cuerpo y la voz del médium. Por lo general, el espíritu convocado es el de un muerto. Rara vez, sin embargo, se convocan a ángeles, demonios o al mismo Diablo.
Sin embargo, ¿es factible que un médium convoque a un alma que actualmente está unida a un cuerpo, es decir, el alma de una persona viva? Si tal cosa pudiera ocurrir, tendríamos un caso de biolinfacia . Eso significa que en algún lugar del mundo habría un cuerpo vivo, pero momentáneamente sin alma (al menos, hasta que el médium deje de convocarla)

Sería curioso que un médium convocara y manifestara en su propio cuerpo a los espíritus de quienes lo acompañan en la sesión, alrededor de la mesa. Se trataría de una posesión totalmente inoperante.
Existe un término para referirse a la invocación y posesión de uno mismo por uno mismo: la autonergucia. Si el médium fuera poseído por objetos inanimados, se ha convertido en un psicrótico. Si es poseído por el alma de una muy mala persona (que lo obliga a hacer cosas horribles o humillantes), el médium se ha convertido en un patotero.

martes, 22 de junio de 2010

Erotromocracia

(Sustantivo. Del latín eroticus = relacionado con el sexo y tromocratia = terrorismo. Adjetivo: erotromócrata)

Acción de intercalar sistemáticamente imágenes, sonidos o textos pornográficos entre otros objetos, con la intención de incomodar.

El erotromócrata esconde la foto de una mujer desnuda entre los libros del profesor de matemáticas, para que, cuando el docente los abra en su clase, sufra un pequeño episodio de bochorno. A veces graba fragmentos de una película pornográfica en mitad de un video para niños, o imprime una leyenda lúbrica y picaresca en el pie de un acta matrimonial. 
Sus acciones son de un terrorismo microdélico y sólo buscan un fugaz regocijo perverso. Sin embargo, en circunstancias muy formales, las consecuencias de su accionar pueden ser devastadoras. El sabotaje de un erotromócrata en un acto patriótico, en un desfile militar o en la asunción de un nuevo gobernante es capaz de provocar tanta vergüenza que podría hacer que el evento se cancele. Si el director de un hospital, al momento de asumir, lee un discurso en el que -con detalles escabrosos- se resaltan las virtudes eróticas de las enfermeras (en lugar de las clásicas palabrs de agradecimiento y compromiso), es probable que después de tal circunstancia prefiera no asumir.
El erotromócrata, a veces (cuando su acción va más allá de la mera broma) pretende que las reacciones provocadas de estupor, sorpresa y bochorno desestabilicen, provoquen un despertar de conciencia y lleven al cuestionamiento de ciertos tabúes sociales relacionados con el deseo.

lunes, 21 de junio de 2010

Polihódico

(Adjetivo. Del griego polys = muchos y hodós = camino. Sustantivo: polihodia)

Dícese del problema que puede resolverse de muchas maneras diferentes.  

Este término debe oponerse a "monhódico". Los problemas monhódicos son (como es previsible), aquellos que tienen una única solución o un único método posible para alcanzar su resolución. Ejemplos de clásicos problemas monhódicos son los laberintos (los más básicos tienen un único camino que conduce a la salida) y los crucigramas (en los cuales no hay posibilidad de llenar correctamente cada espacio vacío más que con una única letra)
Existen otros problemas cuya resolución es unívoca, pero permiten llegar a ella por varios medios. Muchos juegos virtuales (entre los que ampliamente se destaca este) están pensados de manera que no haya una única estrategia dominante ni una pieza obsectriz. Aun cuando el objetivo final sea único, no se estipula que deba cumplirse siguiendo una cadena de pasos estricta y predeterminada. Se puede levantar un cubo del piso con las manos, con los pies, con un gancho o con escatológicas herramientas ad hoc. El objetivo será el mismo, pero se puede lograr por medios muy diferentes.

Existe un término ya publicado en Exonario cuya vecindad semántica es significativa: Déltodo. La definición de déltodo es muy parecida a la de polinhodia. La diferencia crucial está en que el déltodo es algo que aplica una persona: la palabra hace referencia al componente subjetivo, mientras que un problema es objetivamente polihódico (más allá de si lo encaramos deltódicamente o no) Es posible encarar deltódicamente un problema que no sea polihódico. Porque, aunque el problema sólo tenga un camino de solución posible, nosotros debemos probar varios caminos hasta dar con el correcto (he ahí el carácter de deltódico)

Las personas no deltódicas sólo pueden tratar a los problemas como si fueran monhódicos.

viernes, 18 de junio de 2010

Muperar

(Verbo intransitivo. Del latín multi = muchos y supellex = mueble, utensilio. De allí surge mulsupelar, derivado en mulsuperar y finalmente muperar. Adjetivo: muperador)


Utilizar varios utensilios del mismo tipo para una actividad.

Quien necesita llenar largas y tediosas planillas suele interrumpir su tarea para servirse un café, atender el teléfono o fumar un cigarrillo. Sin embargo, después de esta acción breve y acotada, es posible que el bolígrafo se haya perdido. Entonces, el muperador saca otro bolígrafo del bolso o de la cartuchera. Con ese nuevo instrumento, continúa llenando las planillas hasta que, en otra interrupción, se encuentra con el bolígrafo inicial y va alternando la actividad con uno o con otro, hasta que ambos vuelven a perderse por otra distracción mínima. En este caso, se incorpora un tercer bolígrafo. Esta continua sucesión de pérdidas y reencuentros provoca que, al final de la tarea, quede desperdigada una multitud de instrumentos similares que fueron usados en simultáneo.
Se mupera con tenedores, cuchillos, cucharas, destornilladores, pinceles y cualquier otro instrumento que pueda perderse fácilmente en un pequeño caos (a esto lo llamamos "circunviar") y que, a su vez, puede ser reemplazado por otro debido a cierta abundancia: por lo general, el tenedor o el bolígrafo perdidos no son el único que teníamos en la casa o la oficina.

jueves, 17 de junio de 2010

Inepeculio

(Sustantivo. Del latín ineps = tonto, inepto y peculium = ahorro)

1. Gasto que se realiza para gastar menos y que supera al ahorro previsto.
2. Gasto excesivo en un rubro que se realiza en el mismo momento en que se ahorra en otro rubro.

Vemos una oferta en un supermercado: el kilo de zapallitos cuesta veinte centavos menos que en la verdulería de la esquina. Por eso, con entusiasmo, nos subimos al auto y vamos a adquirir esa oferta. Sin embargo, el gasto en nafta que hemos hecho supera con mucho el ahorro de los veinte centavos por kilo de zapallito. Queremos ahorrar en energía eléctrica y cambiamos las bombillas por lámparas de bajo consumo. Ahora la factura de luz nos cuesta un diez por ciento menos. Sin embargo, hemos gastado fortunas en el cambio de lámparas, y además se viene un aumento en la energía eléctrica que vuelve inoperante la perspectiva de ahorro inicial.
En estos dos casos hemos realizado un inepeculio: hemos hecho una inversión en tiempo y recursos para adquirir un bien en oferta, pero la inversión es superior al beneficio que habríamos obtenido por la oferta.

En los shoppings y grandes cadenas de supermercado caemos -muchas veces de manera consciente- en el inepeculio. Si vamos a comprar ropa en oferta, pero luego cenamos en uno de los restaurantes del shopping, es muy probable que nuestros gastos totales superen al ahorro de la oferta. Si compramos aceite a bajo precio, pero luego (en el mismo supermercado) nos venden latas de tomate a precio más caro que el normal, en la cuenta final los costos terminarán equiparándose y habremos gastado en uno lo que habíamos ahorrado en el otro.

miércoles, 16 de junio de 2010

Panchito / Pansito

(Adjetivo. Del griego pás = todo y sito = comida. No confundir con panchito: diminutivo de pancho: alimento de salchicha y pan)

1. Dícese de quien está comiendo en toda circunstancia. 


Si al panchito lo invitan al cine o a una conferencia, no puede evitar comprarse pochoclos, caramelos, galletitas o chocolatines. Si se va de viaje, su primer cálculo es: qué comer en el auto. Si debe hacer una larga cola, se lleva facturas o cubanitos para amenizar la espera. Si va a trabajar a la oficina, al taller o a la obra en construcción, desde el primer momento investiga si hay café, si es posible conseguir galletitas o facturas, y a qué hora se prepara el almuerzo. En su lugar de trabajo hay envoltorios de chocolate o bandejitas de sándwiches o polvorones.
Al panchito lo vemos siempre comiendo o en circunstancias cercanas a la comida. Él no imagina o no puede entender que un grupo de personas se reúna durante un tiempo moderadamente prolongado, y no consuma alimentos.
Cuando la circunstancia no es propicia para comer (una reunión de directorio, o un concierto de ópera), el panchito se suele retirar diciendo que "le bajó el azúcar" o "le cruje la panza", y aprovecha para atorarse con facturas en el buffet.

No es casual que este adjetivo tenga tanta cercanía con las palabras "pancho" y "pan" en español, a pesar de que la etimología es muy distinta. El panchito puede estar comiendo panchos en toda circunstancia, pero no le diremos "panchito" por el alimento al que recurre, sino por la frecuencia insólita con la que lo hace. "Decile al pancho aquel que no se haga el panchito y deje de comer panchitos", puede recriminarle un amigo, atendiendo a las diferencias semánticas ya señaladas. "No seas pansito, compartí conmigo un pancito", podría decirle una mujer a su glotón amante, atendiendo aquí a la otra variedad del término.

Etimológicamente, sin embargo, está más justificada una segunda acepción:

2. Dícese de quien come todo. 

Debe distinguirse este término de otra noción de "comer todo" prevista en la palabra "omnívoro". El omnívoro consume alimentos de toda clase, siempre y cuando esos alimentos sean metabolizables. En otras palabras, no es totalmente "omni": no consume piedras, ni barras de metal, ni galaxias. Un panchito, en cambio, según esta segunda acepción, es aquel ser que puede incorporar toda clase de objeto y convertirlo en alimento: una tuerca, una montaña, un agujero negro, una canción o una secuencia numérica.

martes, 15 de junio de 2010

Fruparia

(Sustantivo. Del latín fruor = obtener placer y paro = preparar. Adjetivo: frupárico)

Capacidad de disfrutar de los preparativos para un evento, más que del evento mismo.

Una fiesta de casamiento, las vacaciones, una cena con amigos: todos estos sucesos a veces requieren de largos y trabajosos preparativos. Las tareas preliminares pueden llevar meses de organización; sin embargo el evento pasa muy rápido, y a veces cada detalle pensado con tiempo y dedicación sólo tiene una presencia parcial y poco destacada. Los canapés y el ananá fizz desaparecen en los primeros minutos de la fiesta. Sin embargo, para elaborar esa recepción un grupo de personas estuvo trabajando día y noche durante una semana. El discurso de bienvenida se lee en diez minutos; no se vislumbra en ese lapso que cada palabra fue elegida con rigor y exactitud en un largo proceso de varios meses, tiempo en el cual hubo decenas de borradores. Podemos ahorrar durante décadas para hacer un viaje a Europa. Una vez que hacemos el viaje, los quince días del tour pasan de manera atropellada y sin trascendencia. Dado que en la magnitud del preparativo no se condice con el impacto que produce el evento, es posible que surja una gran frustración. Puede que pensemos: “Al final, tantos preparativos para algo tan fugaz”
Por eso, un síntoma de madurez consiste en haber adquirido fruparia. El evento es apenas el punto culminante de una serie de procesos previos, procesos cuyo solo desarrollo de por sí provoca placer y entusiasmo. Cuando todos se atragantan de canapés y los devoran en un minuto, el frupárico no se desalienta: recuerda con alegría cada uno de los procesos que lo llevaron a prepararlos, en vez de apostar sus ilusiones a que sus canapés serán algo duradero, sobresaliente y digno de ser recordado.

lunes, 14 de junio de 2010

Tanatofrenia

(Sustantivo. Del latín tanathos = muerte y froné = pensamiento)

Pensamiento que se tiene después de muerto. 

La muerte implica el cese total de las funciones cognitivas y de la percepción del yo. Sin embargo, existe una mínima -y estadísticamente irrelevante- probabilidad de que, una vez muerta, una persona pueda tener un pensamiento. Mientras la necrosis no afecte a la totalidad del sistema nervioso, podría ocurrir que todavía perviva una ligera sensación de hambre, tibieza o dolor. O que aparezca un recuerdo fugaz, o una fantasía. Todos estos pensamientos le ocurrirían a una mente que cobraría conciencia durante unos pocos segundos o quizás menos. También es posible que estos curiosos, improbables y esporádicos episodios cognitivos se den sin que haya una mente que los sienta como propios. Serían el hambre, la tibieza, el dolor, el recuerdo o la fantasía fugaz de nadie, que han emergido un microsegundo entre los restos de un cuerpo devastado por la muerte.

Si existe subjetividad y actividad cognitiva después de muerto (por ejemplo, si existiera el alma), entonces todo pensamiento que se ejecuta cuando no se tiene cuerpo es una tanatofrenia. 

No se debe confundir la tanatofrenia con la epitanasia. En este último caso, decimos que la persona vive después de muerta. En la definición de tanatofrenia, sin embargo, es menester que los pensamientos se den en una persona cuya muerte es un hecho corroborado e irreversible. Además, la tanatofrenia implica un fugaz destello de conciencia que un segundo después se hunde en la nada. 

jueves, 10 de junio de 2010

Nicalasar

(Verbo transitivo. Del alemán nicht = no; allein = solo y lassen = dejar)

Guardar o poner todos para que no queden pocos. 

¿Para qué dejar el resto final del contenido de una botella? Es mejor servirse todo lo que queda en lugar de dejar menos de un décimo de vaso. ¿Por qué servirse ravioles en el plato, y dejar sólo tres en la bandeja? No vale la pena; es mejor servirlos a todos y terminar de comérselos. Esta acción de "no dejar pocos" porque esos pocos no conforman una ración suficiente, es el acto de nicalasar.

miércoles, 9 de junio de 2010

Guasquerón

(Adjetivo. De guascazo, golpe dado con algo blando y doloroso y, posiblemente, de asqueroso. Es voz malsonante)

Quien cuenta con innecesarios detalles un hecho escatológico.

"Estuve vomitando todo el día. No paré de vomitar casi un segundo"; "No sabés la diarrea que tuve; me agarró incontinencia anal incluso mientras dormía" ; "Perdón, tengo un moco que me está tapando la fosa nasal derecha. Es un moco enorme, de esos verdes. Necesito un pañuelo". Todos estos son relatos que puede realizar un guasquerón. No pretende ser ni parecer asqueroso: simplemente, cree que su historia es digna de ser contada, y lo hace con un interés casi científico, aun cuando su terminología rara vez supera a la del lenguaje coloquial.

El guasquerón más típico es el que anuncia lo que hizo o lo que va a hacer en el baño. "Perdón, tengo que ir a hacer pis urgente"; "Hice una caca del tamaño de un perro" o incluso la más inelegante "Paso al baño, tengo un sorete en puerta" son ejemplos en este sentido.

También llamamos guasquerón al que cuenta de manera vívida y detallada el acontecimiento en el cual una persona muere, o sufre la amputación de un brazo o le extraen un tumor. Nuevamente, aquí, la intención no es el morbo, sino la lisa y llana información. El guasquerón se siente en falta si no relata los pormenores. Para él, es necesario que sepamos cómo la víctima de un choque, antes de salir disparada por el parabrisas, se desgarró el estómago con el cinturón de seguridad, se rompió el dedo gordo del pie con un golpe, se quebró la mandíbula y se cortó la lengua, y los vidrios se le clavaron en los globos oculares. Y luego de salir disparada, por supuesto, debe relatar con datos precisos cuántos segundos voló por el aire y cuántos minutos de agonía estuvo entre el asfalto y la banquina hasta que muriera arrollada por un camión.

martes, 8 de junio de 2010

Pudisplanar

(Verbo intransitivo. Del latín pudor = vergüenza; dis = prefijo que significa oposición y explanare = interpretar)

Sentir vergüenza por haber malinterpretado algo.

Alguien nos lee una carta en la que se dice: "Juan dejó el celular cargándose sobre la mesa", y nosotros entendemos "Juan dejó el celular, cagándose sobre la mesa". De inmediato hacemos un comentario acerca de ese hecho bizarro: "¿Qué pasó? ¿No había inodoro? ¿No llegaba al baño?". Por alguna razón, nuestro interlocutor nos mira con una rara desaprobación y aclara (para nuestro bochorno): "dije cargando, no cagando". Sentimos una vergüenza infinita, porque de algún modo nos sabemos responsables de lo que hemos (mal)escuchado. Como si estuviésemos condicionados a hacer la peor interpretación posible y asuciar de las maneras más retorcidas.
Desde luego, no se necesita un ejemplo tan escatológico para pudisplanar. Si alguien me dice "Yo le voy a regalar una campera" e interpeto "Yo te voy a regalar una campera", la situación se torna bochornosa, porque quizás mostremos alegría y agradecimiento por el regalo que vamos a recibir. Y de inmediato alguien tiene que apresurarse a aclarar: "No, no habla de vos, es el regalo de cumpleaños de Antonio" (Suponiendo, claro, que uno no se llame "Antonio)
En rigor uno no malinterpretó voluntariamente, de modo que no debería sentir vergüenza. Sin embargo, el pudor es inevitable.

lunes, 7 de junio de 2010

Antitía

(Sustantivo. Del griego anti = contra y aitía = causa. Adjetivo: antitítico)

Aparición de algo a partir de la causa contraria por la cual debería haberse generado. 

La noción de causalidad ha sido objeto de críticas desde el siglo dieciocho en adelante. El pensador David Hume estableció que la relación causa - efecto obedece al hábito de corroborar que al suceso A le sigue siempre (y necesariamente) el suceso B. Pero, ¿por qué ocurre esto? Probablemente haya leyes que expliquen las relaciones causales, pero en realidad no hay ningún motivo para que eso ocurra. Que una bola de billar A golpee a otra bola de billar B, y que por ese golpe la bola B se mueva es simplemente un hecho que corroboramos a menudo, pero podría ocurrir que la próxima vez la bola B no se mueva, o que la bola A desaparezca como "tragada" por la bola B.
Si se puede dudar del principio de causalidad, hay espacio para proponer la antitía: un tipo de causalidad que precisamente genera lo contrario de lo que solemos esperar.
Posibles casos de antitía:
- Al raspar un fósforo no se encendería fuego: aparecería agua.
- Al dispararle a una persona, no se la mataría: se la haría nacer.
- Al dejar de comer no sentimos hambre ni debilidad: comenzamos a tener una progresiva fuerza y saciedad, las que aumentarán a medida que transcurre el tiempo de ayuno.

Si bien estos ejemplos son descabellados, existen algunos contextos en los que las relaciones causales se revelan como desconcertantes o problemáticas. Por ejemplo: se supone que, para estar bien despierto, es necesario haber dormido bien. Sin embargo, a veces, cuanto más dormimos más sueño tenemos. Como si el sueño mismo causara sueño.
Otro ejemplo: ganar cada vez más dinero, y sin embargo estar cada vez más endeudado. Para que se cumpla con este proceso antitítico no es necesario que haya inflación. 

viernes, 4 de junio de 2010

Entaracto

(Adjetivo. Del griego en = dentro y taraxia = perturbación) 

Quien pone una expresión de desbaratamiento y desconcierto ante situaciones de fácil resolución. 

Si usted ingresa a un kiosco, pide una gaseosa y el kiosquero lo observa con cierta preocupación, como si su pedido fuera algo extraño o difícil de conseguir, entonces se ha encontrado con una persona entaracta.
El entaracto se detiene unos momentos ante nuestras palabras, pestañeando y con el entrecejo fruncido. Suele murmurar "Sí... A ver... Ahora traigo...". Después de un largo suspiro (como si le estuvieran demandando una tarea titánica) sale en busca de la gaseosa. Actúa como si una duda profunda lo hubiera embargado a partir de nuestra sencilla solicitud.
Los entaractos se pueden encontrar en todos los ámbitos. Si a un docente le preguntamos "¿De qué va a hablar en la clase de hoy?", es de esperar que nos pueda responder con fluidez y sin tropiezos. Pero si nos mira extrañado, como si recién cayera en la cuenta de que la clase debe contener algún tema, entonces es un entaracto. Si el médico se muestra desbaratado cuando le preguntamos cada cuántas horas hay que tomar el jarabe, entonces es un entaracto.
A pesar de ese desbaratamiento inicial, el entaracto en realidad sí puede resolver aquello que se le pide: sólo parece desbaratado durante los pocos segundos posteriores a nuestra requisitoria. Después de ese tiempo, casi siempre se comporta con soltura y destreza.


Término relacionado: tumicia.

miércoles, 2 de junio de 2010

Cronorexia

(Sustantivo. Del griego crónos = tiempo y orexis = apetito, hambre. Adjetivo: cronoréxico)

Necesidad de contar con un tiempo del que no se dispone. 

En esta acepción, la cronorexia es el deseo de disponer más tiempo para una determinada actividad. Por ejemplo, para dormir o para entregar un trabajo. Por extensión, la cronorexia es la necesidad de liberarse de tareas, o de disponer de un tiempo libre. El rigor de los plazos y las urgencias indeclinables van convirtiéndonos en esclavos del horario, y cada parte de nuestro día, nuestro mes y nuestro año está tabulada y programada. Los cronoréxicos suelen añorar momentos de su vida en los cuales no había que pensar en las actividades de la próxima hora o del próximo día. Por lo general sienten nostalgia de ciertas vacaciones de la infancia, en la cuales el verano se extendía casi sin límites y sin rutinas fijas e inamovibles.

martes, 1 de junio de 2010

Cronodulia

(Sustantivo. Del griego crónos = tiempo y doúlos = esclavo. Adjetivo: cronodulo)

Esclavitud del horario. 

Existe un término escasamente utilizado (y no definido) que expresa la correcta distribución del tiempo: la cronarquía (crónos = tiempo y arxéia = poder, soberanía). Un cronarca es aquel que puede establecer prioridades y disponer de su tiempo de acuerdo a lo que necesita y desea. Al contrario del cronarca, está el cronodulo quien se ve invadido y asediado por las actividades y los límites del tiempo. No puede tomar decisiones: su vida está regida por horarios que él nunca decidió imponerse y que, sin embargo, le marcan límites estrictos e inapelables. La mayoría de las veces la cronodulia surge de las demandas laborales. Trabajar a las seis de la mañana requiere acostarse a dormir a las once de la noche. Esto requiere cenar de nueve a diez, lavar los platos de diez a diez y cuarto, bañarse de diez y cuarto a diez y media, preparar la ropa para el otro día de diez y media a once menos cuarto. Sin embargo, no sólo el trabajo produce cronodulia: una enfermedad también puede hacerlo. Si debemos tomar un medicamento cada cuatro horas, estamos perpetuamente pendientes del reloj.

Los cronodulos suelen ser cronoréxicos.