miércoles, 26 de diciembre de 2012

Moncácora

Sólo en este país puede pasar una cosa así
(Adjetivo. No cambia de desinencia en el masculino. Del griego monadikós = singular; kakós = malo y xóora = país)

Quien siente que ciertos hechos (por lo general negativos) sólo ocurren en su país.

Según la sesgada visión del moncácora, todo lo malo parece haberse confabulado para acontecer en la propia patria. No hay matices: lo que pasa aquí es raro y único en el mundo. Para él, la corrupción de nuestro país no tiene precedentes en ningún otro; los políticos son los peores del mundo; los habitantes proponen, para problemas cotidianos, soluciones insólitas e inviables que asombrarían a un extranjero. Es esencial al moncácora la sensación de vergüenza ante la mirada ajena: ¡Estamos haciendo todo mal, y el mundo nos mira con su dedo acusador! Así como el teleutodoxástico piensa que todo lo que ocurre hoy es más terrible que lo ocurrido ayer, el moncácora piensa que lo que pasa aquí es peor que lo que pasa en otras partes del mundo. No solo es peor, sino que contiene una singularidad sui generis que lo vuelve inclasificable: "En cualquier país del mundo los ladrones van presos. Pero acá entran por una puerta y salen por la otra". "En ningún país del mundo hay tantas mafias como acá. Es más, nuestras mafias fingen que te están ayudando para extorsionarte". "Nooo, en Europa por lo menos venden drogas buenas. En ningún lugar del mundo se les ocurriría vender paco como acá".
Desde luego, el moncácora desconoce supinamente lo que ocurre en otras partes del mundo. Su queja se basa en una intuición rayana con el racismo: cree que sus compatriotas (excepto él, claro) son defectuosos. La moral, el raciocinio, la capacidad de trabajo, el tesón e incluso la fuerza física de sus coterráneos le parecen al moncácora claramente deficientes.



lunes, 24 de diciembre de 2012

Onodoro

(Adjetivo. Del griego oinós = vino y dóron = regalo. Puede usarse también enodoro)

Dícese de la persona a la que todos le suelen regalar vinos. 

Hay una edad en la que el hombre es objeto de regalos variados: tablas de surf, libros, suéters, zapatillas, tarjetas o anillos. Pero llega un momento de la vida en la que el hombre se transforma en onodoro.
Los onodoros suelen ser hombres (y no mujeres) de edad media o maduros, que lo tienen todo o cuyas preferencias desconocemos. Para sus cumpleaños o fiestas navideñas, un buen vino (o quizás no tan bueno) es el único obsequio que a todos se nos ocurre: ni amigos ni parientes piensan en regalarle pantalones, remeras, sombreros, tiradores, confituras, escopetas o vouchers con cremas rejuvenecedoras.
Cuando descubrimos que al onodoro le venimos regalando vinos desde hace diez onomásticos, solemos cambiar levemente la estrategia: ya no le compramos botellas, sino accesorios para destaparlas, para medir su temperatura o para conservarlas. Siempre, siempre, nuestros regalos giran en torno al vino, aun cuando el homenajeado nunca manifestó un especial interés por ellos.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Femóbalo

(Adjetivo. Del griego phemí = decir y ballo = arrojar)

Dícese de la persona que comienza un enunciado y le pide a otra que lo continúe y lo termine. 

El femóbalo empieza a contar una historia pero, por temor a no decir los detalles exactos, se excusa pasándole la palabra a quien supuestamente está mejor autorizado para contarla. "Ayer estuve con Carlitos en Parque Chacabuco y nos encontramos una billetera. Pero que te cuente Carlitos lo que pasó...", dice el femóbalo señalando a Carlitos, quien está presente pero no tenía la mínima intención de relatar ese suceso. A veces, el hecho relatado es tan escabroso que aquel a quien le arrojan el discurso se siente incómodo y no sabe cómo eludir la atenta expectativa que generó el femóbalo en el auditorio: "¡A que no saben lo que le pasó a Raúl...!  ¡Raúl, vení, contá, no seas tímido!". Y Raúl cuenta su vergonzosa historia: "Ayer me pegué un martillazo en los testículos". A veces -este caso es de los peores- el femóbalo genera una expectativa incómoda y decide sacarse de encima esa responsabilidad pasándole la posta discursiva a otro de los presentes: "Los balances de la empresa no dieron bien; la verdad es que estamos en rojo y no sé si podemos seguir el año que viene. Vamos a tener que despedir a algunos de ustedes. Pero yo no entiendo mucho de eso, así que Marita les va a explicar quiénes no tienen que venir después de año nuevo"

viernes, 14 de diciembre de 2012

Jaurícula

(Susantivo. De jauría y -ula, terminación de diminutivo)

Momentánea alianza que realizan los perros con el objetivo de ladrar y atacar a automóviles y bicicletas en movimiento. 

Literalmente, el nombre significa "jauría pequeña". Pero no es pequeña, necesariamente, por el número de sus integrantes, sino por la duración y por el objetivo de dicha jauría. Un minuto antes de que el automóvil pasara por la calle, cada perro estaba en alguna actividad individual (durmiendo, tomando agua o acicalándose). Apenas se visualiza el vehículo, todos persiguen y rodean o enfrentan (o mas bien no se sabe qué hacen) la carrocería, a la que le propinan intensos ladridos que duran dos o tres docenas de metros. Finalizada esta frenética tarea, cada animal vuelve a su actividad individual. Excepto por dos o tres que continúan en grupo, excitados, a la espera del próximo coche.

martes, 11 de diciembre de 2012

Morbíprebo

(Adjetivo. Del latín morbus = enfermedad y praebere = presentar, ofrecer)

Dícese de quien exhibe públicamente sus hinchazones, heridas y granos. 

Al morbíprebo no le basta con el desagradable relato de sus eczemas corporales. En medio de la cena se levanta la remera y nos muestra los moretones que le quedaron después de algún suceso intrascendente, u ostenta sus alergias mientras señala: "Miren, tengo un sarpullido acá, acá, acá abajo y acá atrás". Es exhaustivo en su exhibición: quiere que veamos hasta el último rincón de su cuerpo atacado por culebrilla. Nunca dejará de decirnos "Mirá", y a veces, en el colmo de la impudicia, nos pedirá que toquemos alguna zona inflamada o con erupciones. "Tocá, tocá cómo tengo la pierna. Dale, tocala", insistirá. Si se ha hecho una operación, o si su herida es realmente importante, el morbíprebo se quitará la venda ante cada invitado a la cena, para mostrar sus puntos de sutura o la extensión de una infección. Siempre acompaña su puesta en escena con el relato detallado e innecesario de su padecimiento epitelial: "Estos granos me salieron ayer a la tarde después de que comí mucha mortadela. La grasa de la mortadela me da granos" Cree que el espectáculo de su carne torturada es algo digno de hacerse público: por eso, a veces, no le alcanza con mostrar sus costras una vez y para todos; él necesita corroborar que todos lo vieron y a causa de ello arrinconará a cada uno de los presentes preguntándole individualmente: "¿Te mostré los lunares peludos que me salieron en el culo?"


jueves, 6 de diciembre de 2012

Disconominia

(Sustantivo. Del latín dis = con dificultad y cognominatus = sinónimo. Adjetivo: disconómino)

1. Incapacidad o dificultad para encontrar sinónimos de una palabra.

2. Cualidad de un texto en el cual se repite muchas veces una misma palabra. 

Según la definición 1, la disconominia es un padecimiento subjetivo. En cambio, la definición 2 no hace referencia a una persona, sino a un texto. Dado que en un mismo discurso se suele apelar muchas veces a un mismo concepto, quien padece de disconominia utilizará siempre el mismo término para referirse a ese concepto. Esto genera una clara cacofonía, disminuye la calidad del enunciado, y se hace difícil de leer o escuchar: "Los perros son animales domésticos. Los perros duermen en cuchas para perros, aunque muchas veces los perros duermen en una alfombra para perros o en un almohadón para perros, pero los perros prefieren dormir sobre camas, aunque algunos perros no se dejan domesticar y hay ciertos perros que sólo duermen fuera de la casa a la intemperie"

Debe aclararse que, para que exista disconominia no es necesario que la palabra se repita muchas veces: con que en un mismo renglón o en un mismo párrafo esté en dos ocasiones, ya podemos aplicarle el nombre.


martes, 4 de diciembre de 2012

Poiastenia

(Sustantivo. Del griego poíesis = creación, producción y astenés = débil. También puede aceptarse la variedad poestenia)

1. Sensación de que no se está haciendo un trabajo verdaderamente inspirado.

No importa si se trata de una producción literaria, una clase sobre matemática financiera o un pastel de papas: a veces sentimos que no lo hemos hecho como correspondía, aun cuando otros (los lectores, los alumnos, los comensales) nos digan que el producto de nuestro trabajo les pareció muy bueno. Solemos recordar otros días en los que estábamos inspirados, pero hoy nos sentimos creativamente débiles, con la imaginación paralítica y la voluntad lisiada; como si las ideas y las acciones no fluyeran con facilidad.
Cuando hay poiastenia, la calidad de nuestros pensamientos parece insalvablemente baja.

Hay situaciones en la vida que son poiasténicos por naturaleza: El estrés y las preocupaciones conllevan a una pérdida en el entusiasmo, la cantidad y la calidad de acciones creativas y fértiles.

La poiastenia en la acepción 1 es una sensación, de modo que pertenece al terreno subjetivo. Sin embargo, en la segunda definición de este término podemos encontrar un tipo de poiastenia objetiva o menos subjetiva:

2. Cualidad de un objeto cuya factura y terminación son defectuosas o poco trabajadas

A veces los productos de góndola bajan la calidad de su manufactura. En esos momentos comenzamos a advertir pequeñas mezquindades que influyen en el aspecto, el sabor, el color, la terminación o las funciones de dicho producto. Es así que las papas fritas, que fueron tan buenas y sabrosas cuando recién salieron al mercado, ahora traen poca cantidad -sufren empoquetamiento-, ya no tienen tan buen sabor ni son tan crujientes. El producto ha sufrido poiastenia: una poiastenia intencionada, dirigida con el solo fin de empeorar la manufactura sin sacrificar rédito. Esto mismo puede ocurrir con todo producto en serie de mercado.
En otros contextos, se dice que existe poiastenia en un producto artesanal que ya no tiene el mismo nivel de detalle que otros productos del mismo diseño. Por ejemplo, un tejedor artesanal que en sus primeras creaciones elaboraba suéters con variados y finísimos dibujos de colores, y luego, en creaciones posteriores, decide no incluir esos dibujos o, de incluirlos, los hará de manera basta y grosera. O un constructor de viviendas que, cuando recién inicia su vida laboral, entrega sus trabajos después de asegurarse de que quede todo limpio, pero a medida que pasa el tiempo y va adquiriendo experiencia ya no se interesa tanto por el aseo ni los escombros que quedan. Estos dos ejemplos dan a entender una falencia común a muchísimos seres humanos: la elaboración de un determinado tipo de producto tiende a volverse más poiasténica a medida que pasa el tiempo.




lunes, 3 de diciembre de 2012

Taquiapancio

(Adjetivo y sustantivo. Del griego taxús = rápido y apanthoó = responder)

Sistema de comunicación que exige respuesta inmediata por parte del destinatario.

Cuando suena el teléfono o el timbre, debemos abandonar lo que veníamos haciendo para atender. Si demoramos la respuesta, la persona que nos llama desaparece y la comunicación se ve malograda. En estos casos, el sistema elegido es taquiapancio: el receptor debe hacer algo de modo inmediato (atender el llamado o abrir la puerta) para que el mensaje llegue; de otro modo el propio mensaje desaparece. En cambio, existen otros medios (como las cartas de correo clásico, los mensajes por correo electrónico y los mensajes de texto) en los que no se necesita corroborar con urgencia el contenido de la comunicación, y por lo tanto es posible prolongar su recepción. Los medios que no son taquiapancios podrían denominarse argapancios (del griego argá = tarde, despacio).
Los argapancios son preferibles a los taquiapancios, excepto en los casos en que la comunicación requiere de una respuesta urgente. El taquiapancio tiene un inconveniente adicional, además de la celeridad con la que exige ser respondido: su forma de notificarse es insistente y sólo cesa cuando el mensaje desapareció. El teléfono y el timbre podrían sonar una infinidad de veces. En cambio, con los argapancios -como un mensaje de texto- basta con un sonido puntual para que el contenido comunicativo esté presente en nuestro teléfono.
Las alarmas de los coches y de las casas son taquiapancias. El dolor en los seres vivos también lo es: cuando algo nos duele, nos anoticiamos de ello de manera tan insistente y apremiante que no podemos aplazar o diferir la atención a la zona dolorida.

Tanto los argapancios como los taquiapancios pueden generar preforinquia.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Disclavia

(Sustantivo. Del latín dis = con dificultad y clavis = clave, llave)

1. Incapacidad para encontrar la llave correcta en un manojo de llaves. 

Se sufre una especial disclavia cuando el llavero nos es familiar y conocemos las muescas de cada una de las llaves que la componen. A pesar de este sobrado conocimiento, uno recorre mil veces el llavero y no encuentra la que justo ahora se debe usar. La disclavia en este sentido es un proceso parecido al que ocurre cuando se circunvía.
Algunas personas no sufren disclavia, sino un proceso inverso: aciertan con la llave correcta en el primer intento, aun con manojos de llaves desconocidas. A este caso afortunado lo llamaremos euclidia, tomando las raíces griegas eu = bueno y kléidi = llave. (También puede llamarse "euclidia" al placer que produce acertar con la llave adecuada en un número relativamente bajo de intentos)

2. Incapacidad para recordar las propias contraseñas.

Por fortuna las cookies de nuestras computadoras se encargan de conservar nuestros datos, y gracias a ellas seguimos accediendo al correo electrónico, a las redes sociales,y a la plataforma virtual de nuestro trabajo. Pero el día en que debemos formatear la máquina, corremos el riesgo de perder para siempre los lugares virtuales que frecuentamos. La disclavia, en esta acepción, tiene algunos componentes adicionales: no solo somos incapaces de recordar la contraseña sino que, además: a) la olvidamos un segundo después de haberla creado; b) hicimos una contraseña complicadísima que no tiene posibilidad de ser recordada sin una regla mnemotécnica; c) no la anotamos o bien d) la anotamos en un papel circunstancial que se perdió para siempre. En algunos casos debemos agregar un gravísimo componente e): creemos que nos vamos a acordar la contraseña en el momento en que sea necesario, pero eso no ocurre (esta clase de disclavia acontece cuando uno está frente al cajero del banco).



martes, 27 de noviembre de 2012

Algarabía

La revista mexicana Algarabía comenzará a publicar palabras de Exonario en su versión impresa. Es una revista que difunde "ideas, artes, lenguaje, ciencia y curiosidades", con un extraordinario nivel no solo en la calidad de las notas, sino también en el diseño de sus publicaciones. Recomiendo firmemente su lectura.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Polemóscono

(Sustantivo masculino. Del griego pólemos = polémica, guerra y skoné = polvo. Adjetivo: polemoscónico)

Discusión encarnizada acerca de algo irrelevante. 

Los polemósconos pueden surgir en cualquier momento de una conversación: son como escollos argumentativos que detienen la marcha de un discurso y se enfocan en algún aspecto insignificante del mismo. Suelen ocurrir cuando a uno de los oyentes se le ocurre manifestar su disenso acerca de un detalle accesorio del relato que se está contando: si A afirma que "Estábamos en un parque con una pileta enorme, de tres metros de profundidad", el oyente lo interrumpirá para discutir este último dato. "No es cierto; no tenía tres metros. Tenía dos con noventa". Si el narrador se involucra en este principio de discusión, comienza el polemóscono. "Tenía tres metros; no dos con noventa". "No, dos con noventa. No tres". La discusión se convierte en un bucle interminable e indecidible, y una vez que ha comenzado ya perdemos la esperanza de escuchar la continuación del relato original.
También podría denominarse polemóscono a la actitud de sacar conclusiones desproporcionadas a partir de un dato mínimo e irrelevante: este tipo de polemóscono suele ir precedido por las expresiones "mostraste la hilacha" o "por fin te agarré". Pongamos un ejemplo:
A dice: "Estuve en Brasil; recorrí Río de Janeiro, me compré un par de ojotas verdes, visité las favelas y no puedo creer la pobreza que rodea a una ciudad tan hermosa. Realmente me conmovió. Me metí en una organización no gubernamental para combatir la indigencia de los habitantes de las favelas"
B interpone: "Mostraste tu verdadera hilacha. ¿Así que te compraste ojotas verdes? Ya entendí que sos un tipo frívolo y estúpido"


jueves, 22 de noviembre de 2012

Agéfiso

(Adjetivo. Del griego á = negación, géfyra = puente y phýsis = naturaleza)

Dícese de la teoría o conjunto de hipótesis que no tienen contacto con las leyes de la ciencia natural. 

Cuando se elabora una teoría de "alto nivel" (por ejemplo, una teoría política o una teoría de la mente), es deseable que los conceptos de la teoría tengan algún tipo de correlación con la biología, la química y la física. Este tipo de correlaciones se denominan "principios puente" (bridge laws). Pero existen teorías que no especifican o que no admiten tal correlación: los conceptos de dichas teorías no pueden involucrar ningún aspecto de la biología, ni de la física, ni de la química: sus elementos son, muchas veces, abstracciones sin carnadura ni genealogía material de ningún tipo. Un ejemplo de teoría agéfisa está dada por cierta variedad de psicoanálisis en la cual las tópicas freudianas se utilizan como modelos explicativos de la mente, pero esas mismas tópicas no pueden conectarse ni con partes específicas del cerebro, ni con una teoría funcional de la mente. Cuando se estudia al hombre como animal político, soslayando -y no permitiendo- el contacto con otros aspectos de la "animalidad" humana, se está haciendo una teoría agéfisa. Cuando se establece una teoría sociológica en la que las nociones de "patriarcado", "injusticia social", "pobreza", "egoísmo" no admiten ninguna hipótesis biológica, estamos ante una teoría agéfisa.
Por lo general, las hipótesis agéfisas funcionan como guetos conceptuales: los términos de dichas hipótesis deben interpretarse como primitivos dentro de la teoría; no se admite contacto de esos términos ni con la biología, ni con la física, ni con la química. Un ejemplo de gueto conceptual está dado por el término "egoísmo". Si pensamos el egoísmo sólo como un producto social y no permitimos una vinculación con una teoría biológica, hemos establecido a priori que no pueden estudiarse las bases biológicas de la conducta egoísta, con lo cual se cierran las puertas para cualquier principio puente que pueda tenderse entre el estudio sociopsicológico del egoísmo y el estudio biológico.

A veces, los partidarios de una teoría agéfisa deciden no establecer ese contacto por un prejuicio metodológico: suponen que tender los puentes hacia la biología o la física es abrir la puerta hacia un reductivismo científico. Se suele suponer erróneamente, por añadidura, que la incorporación de principios puente con la ciencia natural le conferiría a la ciencia social una explicación determinista y sumamente estrecha.

(Sospecho que este problema ya tiene nombre)

martes, 20 de noviembre de 2012

Cumpleaños

Este blog hoy cumple seis años.
Ha sido una de mis aventuras intelectuales que más lejos ha llegado. 
Mil cuatrocientas palabras han generado casi cincuenta entrevistas por radio, una docena de notas en diarios, cuatro programas de televisión, una charla multitudinaria en un evento TedX, un libro. He conocido muchísima gente maravillosa gracias a Exonario.

Seis años ininterrumpidos es mucho tiempo para un blog. 
No queda más que festejar. 
¡Salud!


lunes, 19 de noviembre de 2012

Ataractoclasta

(Adjetivo. Del griego a = negación; taraxé = perturbación y klastés = rompedor)

Dícese de la persona cuyas palabras generan inquietud, disgusto, enojo y /o intranquilidad.

El ataractoclasta nos cambia radicalmente el estado de ánimo: pasamos de estar sanamente tranquilos a estar preocupados e irritados. Si vemos un mensaje del ataractoclasta en el correo electrónico o en las redes sociales, antes de leerlo ya pensamos "con qué saldrá este ahora", y encaramos su lectura mal dispuestos y con la certeza de que el mensaje nos llevará a una discusión casi eterna, o a alguna acción urgente, o a la presunción de que pasa algo terrible. Después de leer o escuchar sus palabras el mundo ya no es el mismo; la alegría y el buen humor se disipan irremediablemente, y solo nos queda soportar las consecuencias de su acto de habla. El ataractoclasta es un terrorista de los estados de ánimo; su único objetivo es convencernos de que estamos equivocados, de que nuestro pensamiento no vale y de que la apacible quietud en la que estuvimos sumergidos antes de sus palabras era, en realidad, un espejismo o una evasión de nuestra propia ignorancia.

Hay enormes puntos de contacto entre el ataractoclasta y el irenófago. Este último, en cambio, no tiene la intención de provocarnos mal humor. El primero, en cambio, parece firmemente dispuesto a arrebatarnos cualquier disfrute cotidiano.

(Estoy convencido de que yo me he convertido en un ataractoclasta de las redes sociales)

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Torniselar

(Verbo intransitivo. Del latín tornus = vuelto y "sesel", onomatopeya del susurro por "ese es el...". Puede aceptarse la variante menos elegante torniseselar)

Volver inmediatamente a un lugar del cual se ha salido y descubrir que las personas de ese lugar están hablando mal de uno.

¿Cuántas veces salimos de un negocio y volvemos a entrar unos segundos después porque nos olvidamos de comprar algo? ¿Y cuántas veces el vendedor y sus empleados se han puesto a cuchichear ni bien traspasamos el umbral de la puerta de calle? Es evidente que, en esos casos, los dependientes del negocio están hablando mal de uno.
Para evitar que escuchemos cuando hacen esto, no deberíamos retornar al lugar de manera inmediata. Si ya salimos, démosle un tiempo prudente a los dialogantes para que puedan intecambiar sus malintencionadas apreciaciones. Después, sí, cuando ya dejamos de ser un tema de interés, podremos retornar y comprar la lata de arvejas que nos habíamos olvidado. Para contribuir a que las relaciones no se deterioren, debemos dejar ese margen de tiempo en el que indefectiblemente lanzarán un rumor en voz baja sobre nuestra persona. No debemos escucharlos, ni interrumpirlos: sólo después volveremos a hacernos presentes. Por eso, cuando se tornisela no se ha tenido en cuenta ese tiempo prudencial y nos exponemos a escuchar algo que no hubiéramos querido o -aun peor- a enemistarnos con el almacenero. Mantener buenas relaciones con la gente incluye, además, darles márgenes de tiempo en los que pueden decir cualquier barbaridad sin que se los confronte. Desde luego, quienes estén buscando comenzar un conflicto torniselarán en cada ocasión que se les presente.

Ahora bien, quizás el vendedor no hablaba sobre uno. Quizás escuchamos mal o sencillamente somos paranoicos. Pero es fácil darse cuenta si el cuchicheo es sobre uno mismo. En primer lugar, ya el solo hecho de que apenas nos damos vuelta comiencen a hablar en voz baja, es sospechoso. En segundo lugar, a veces al principio de ese cuchicheo escuchamos dos sonidos sibilantes: "s", "s", apenas susurrados, seguidos de un sonido "l". Esas dos "s" más la "l" son las consonantes que conforman la expresión "Ese es el..." o "Esa es la...". De modo que si escuchamos "s-s-l", están hablando de nosotros: "Esa es la hija de puta que cagó al marido". "Ese es el guacho que maltrata a sus hijos". La palabra "seselar" podría ser la definición de este tipo de cuchicheo en el que se señala a una persona que está presente o que se está yendo mediante la apelación "ese es el..." o "esa es la...".

martes, 13 de noviembre de 2012

Preocio

(Sustantivo. Del latín prae = antes de y otium = ocio)

Recreo o larga pausa que se realiza cuando falta muy poco para terminar un trabajo. 

Uno pensaría que, si se está a punto de terminar una tarea, es mejor utilizar el envión y finalizarla. Pero la sola ansiedad de sabernos cerca de ese objetivo nos ciega;  nos hace pensar en el descanso posterior. Y, de hecho, si falta tan poco... ¡Podríamos descansar ahora mismo y continuar más tarde!. Este preocio es una pequeña procrastinación que a veces nos cuesta caro. Si corregimos cincuenta exámenes y nos quedan solo dos, hacemos un preocio como (pre)festejo por la labor (casi) cumplida: abrimos una lata de cerveza; jugamos videojuegos o salimos a bailar con amigos. Pero el preocio puede tener consecuencias inesperadas: quizás después del juego, el alcohol y la salida con amigos nos duele tanto la cabeza que no podemos corregir los dos exámenes que faltan. Quizás esos dos -justo esos dos- eran de difícil lectura; sumamente largos y trabajosos, y ya hemos gastado todas nuestras energías en el preocio. A veces antes de este descanso cerramos los libros; guardamos las herramientas de trabajo y luego, cuando hay que terminar lo poco que faltaba, nos da una pereza enorme desplegar nuevamente lo que ya estaba guardado. En esos casos, es común que terminemos chanchaneando.

El preocio es el espejismo de la tarea terminada. El festejo del preocio es la ilusión del festejo posterior a la tarea terminada: mientras nos tomamos esa pausa improcedente, pretendemos emular la felicidad que sentiremos cuando ya hayamos finalizado esa tarea. Pero luego, cuando el trabajo esté efectivamente terminado, lo habremos hecho tan a desgano y a las apuradas, que no nos quedarán deseos de un auténtico festejo. 


jueves, 8 de noviembre de 2012

Idioteísmo

(Sustantivo. Del griego idios = propio, único y theós = dios. Adjetivo: idioteísta.)

Doctrina según la cual las propiedades divinas son aceptadas o rechazadas arbitrariamente según el parecer del creyente. 

Algunos idioteístas han recibido una formación religiosa, pero se reservan el derecho a aceptar o rechazar algunas (o todasa) las cualidades que se atribuyen a la divinidad: "No creo que Dios sea todopoderoso"; "Yo soy católico, pero eso de que Dios es uno y trino no lo creo". En algunos casos puede haber un sincretismo con elementos religiosos y/o cosmológicos y otros puramente afectivos: "El dios en que yo creo es una mezcla de creador del universo con lagartija con John Wayne". "Yo creo que Dios es el Amor, es Mi Abuela, es la savia que circula por los árboles y es un aroma de mi infancia". Cada persona puede elaborar el dios que mejor le parezca: un problema aparte es decidir acerca de su existencia, y cuanto más bizarra sea la mixtura de cualidades atribuidas, más difícil será aceptar que esa conjunción tenga entidad efectiva. 

lunes, 5 de noviembre de 2012

Nota en suplemento dominical "La Nueva Provincia"


El suplemento "Domingo" del diario La Nueva Provincia sacó una nota sobre Exonario. 
La nota me la hizo el periodista Mariano Buren, a quien agradezco la enorme gentileza. 
(Aquí está el enlace en la versión digital, pero también salió en la versión en papel)


miércoles, 31 de octubre de 2012

Palintético

(Adjetivo. Del griego palín = otra vez y thésis = afirmación, posición. Sustantivo: palintesis o palintesia)

Quien mantiene una afirmación aun cuando aceptó que es errónea o infundada. 

La palintesia se vale implícitamente de la siguiente estrategia retórica: "No des una afirmación por refutada ni aun después de refutada". Lo curioso es que el palintético en algún momento de su discurso se ve obligado a admitir la falsedad de su opinión (a la vista de nuevos datos u objeciones), pero él sigue indemne afirmando una y otra vez lo que dos oraciones antes vislumbró y aceptó como inaceptable. Su actitud es una afrenta para la racionalidad, pues en una discusión es esperable que cuando A convence a B, B adopte el razonamiento de A. Sin embargo, el palintético, aun después de afirmar su convencimiento de la posición de A, continúa difundiendo su postura inicial, y argumenta como si fuera todavía sostenible. "Hay que seguir al líder sindical. Es la única esperanza", dice B. A le informa: "Pero el líder nos está vendiendo a la patronal. Otras veces lo seguimos y nos perjudicó". B continúa: "Es cierto, pero hay que seguirlo porque es la única esperanza". No importa cuántas objeciones interponga A: el palintético las irá asimilando una tras otra, aceptándolas alegremente, pero no se moverá de la afirmación inicial.

Existe una manera débil de la palintesia: en este caso, el palintético no admite la falsedad de su discurso, pero deja entrever que, de todos modos, lo que pensó es aceptable en un contexto mayor, o en realidad su aceptación no es irracional. El siguiente podría ser un ejemplo de esta modalidad más débil:

A- Están persiguiendo al estudiante que le hizo una pregunta incómoda a la presidenta.
B- Eso ya fue refutado por el mismo estudiante.
A- Bueno, pero no me extrañaría que el gobierno estuviera persiguiendo a quienes lo incomodan.

Como puede verse, A sigue manteniendo una variante de la afirmación inicial a pesar de que admite su refutación.

Tratar de combatir la argumentación del palintético es una sumamente frustrante. 

La palabra "palintético" tiene el prefijo "palín" que significa "otra vez". Este prefijo se justifica en que el palintético admite una y otra vez la misma tesis,  cuando cree que es verdadera y luego cuando admite que no lo es.


lunes, 29 de octubre de 2012

Perplecia

(Sustantivo. Del latín per = con insistencia y plenus = lleno, rebosante. Adjetivo: perplético)

Tendencia de los cajones, cajas y armarios a estar completamente llenos y desbordantes de objetos.


La perplecia es producto de una ley de las costumbres humanas: las cajas que se utilizan para guardar papeles viejos, las latas vacías para clavos, tornillos y tuercas y los cajones de la cómoda donde se ponen los suéters, en muy poco tiempo están tan cargados que ya no pueden cerrarse. En rigor, el término "perplecia" se debería utilizar cuando se dificulta o imposibilita el cierre.
Es curioso que los recipientes, baúles, latas, cajas, cajones, aparadores, armarios, roperos y bibliotecas rara vez están vacíos o medio vacíos: tenemos una necesidad de llenarlos hasta reventar. A veces compramos una nueva cajonera, o forramos latas de colores para guardar los muchos lápices y bolígrafos, pero descubrimos con desazón que esos nuevos recipientes se vuelven perpléticos en poco tiempo, y el proceso parece repetirse sin importar cuántos cajones o latas pongamos.

Existe un término en español que podría asemejarse a este: es "plétora". Pero la plétora se refiere a la abundancia excesiva de alguna cosa, y no al continente en el que abundan esas cosas, ni a la característica de que tal continente contiene más de lo que su capacidad permite.

viernes, 26 de octubre de 2012

Flavilabar

(Verbo intransitivo. Del latín ex flavo = del amarillo y elabor = escapar. Adjetivo: flavílabo)

Apurar la marcha de un vehículo durante muchas cuadras ante la inminencia de la luz amarilla en cada semáforo

Cuando los semáforos de una calle están coordinados, podemos esperar que a cierta velocidad encontraremos luz verde en cada esquina. Pero si al acercarnos a una de ellas nos intercepta el amarillo, debemos aumentar la velocidad para que en las siguientes esquinas no nos pase lo mismo: cuando el amarillo nos intercepta en una esquina, lo hará en todas, y nos vemos obligados a flavilabar. Algunos días la luz amarilla nos persigue en todos los semáforos. A veces, ese amarillo se convierte en un culposo rojo justo cuando estamos atravesando el cruce. Durante esos flavílabos días tenemos una ligera sensación de que estamos viviendo al límite.

El término sólo se aplica cuando la luz amarilla precede a la roja, no cuando antecede a la verde.




miércoles, 24 de octubre de 2012

Antigelmo

(Sustantivo. Del griego anthí = contrario y aggelma = mensaje)

Aviso o mensaje cuyo contenido es nulo o contradice a la forma misma del mensaje.


A veces recibimos facturas de servicios, con código de barras, en las que el saldo es de cero pesos. No debemos pagarlas; ni siquiera guardarlas: alguien emitió la factura como un mensaje de que por esta vez no hay que pagar. Dado que la factura es un instrumento de pago, el hecho de que se la use para avisarnos que no debemos pagar contradice a su naturaleza. La factura se convierte en un antigelmo: no nos da la información esperada, sino la negación de dicha información. Algo similar puede ocurrir si le llegan mensajes o llamados de advertencia a su celular: "Usted tiene una deuda impaga de cero pesos con cero centavos. Por favor, evite quedar con saldo deudor". Esperaríamos que el aviso se emitiera sólo si hay una deuda positiva, pero no si tal deuda es inexistente.
También podría ocurrirle que le llegara una citación judicial en la que le indican que usted no está citado, o una invitación en la que le comunican que no está invitado al casamiento de un desconocido, o un telegrama de despido en el que le avisan que no lo han despedido de su trabajo, o una resolución del concejo municipal de un pueblo sudafricano en la que le explican los motivos por los cuales usted no fue elegido intendente de ese lugar (lugar que usted no conoce y con el cual jamás tuvo relación). En estos casos el medio utilizado es un trabajo oneroso e inútil; un enredo burocrático redundante, enfáticamente inerte y un poco cómico. Uno recibe el antigelmo y solo le queda guardarlo como curiosidad para mostrarlo a amigos y parientes: "Miren, me llegó un papel en el que me felicitan porque no tengo deudas con el fisco de Laponia"; "Amigos, mi vida es un desastre: una mujer con la que jamás tuve contacto me mandó un mail para advertirme que no quiere tener sexo conmigo". "Señores, según este acta judicial, mañana tengo que ir temprano al juzgado a firmar un cheque por una multa. El cheque es por cero pesos. Si no lo firmo, me inician una demanda"


martes, 23 de octubre de 2012

Cagatuertos

(Adjetivo. De cagar y tuerto. Es voz malsonante)

1. Dícese de quien solo tiene hijos enfermizos y enclenques. Aplícase también a animales: dícese de la hembra o el macho que tiende a procrear crías defectuosas, deformes y débiles.

Para que a alguien se lo acuse de "cagatuertos", es necesario que todos o la mayoría de sus hijos sean extremadamente propensos a las enfermedades, o que sus contexturas físicas tengan apariencia frágil y desgarbada, o que, sistemáticamente, todos los hijos nazcan con una deformidad de índole genético.  En sociedades machistas, es común que se culpe a la mujer por la debilidad de sus hijos: "Ninguno de tus pibes te salió fuerte y macho. Al final tu mujer es una cagatuertos". A partir de esta asociación profundamente sexista, existe otra acepción:

2. Mujer hermosa que tiene hijas feas. 

Algunos hombres eligen tener hijos sólo con mujeres bellas, porque de ese modo creen que otorgarán belleza en su descendencia femenina. Desde luego, para ellos, la belleza física es uno de los valores supremos. Pero estos hombres que han rebuscado con esmero a la modelo escultural para reproducirse, a veces observan con horror que las hijas concebidas después de tan cuidadosa selección, son mas bien desgarbadas y con poca gracia, o muy gordas. En nada han heredado las dotes esculturales de su madre. Ahora bien, el padre -quien vive este suceso como una desgracia- nunca sospecha que, quizás, fueron sus genes -los genes de un hombre feo- los que desvirtuaron su objetivo: prefiere decir que la cagatuertos fue la esposa. Cuando se separa de esa esposa que solo le da hijos feos, le advierte a sus amigos y conocidos: "Cuidado si te juntás con mi ex, porque es una cagatuertos".   

Desde esta acepción, no se suele llamar "cagatuertos" a la mujer que concibe hijos varones feos. Dada la concepción machista involucrada en el uso del término, solo se utiliza ese mote ofensivo si se trata de hijas mujeres. 

Nota televisiva en Saber Ver

Hace casi una semana, me hicieron una nota en el programa "Saber Ver", que conducen los periodistas Carlos Quiroga y Rubén González, por el libro Exonario. La nota comienza en el minuto 46 del programa. 


lunes, 22 de octubre de 2012

Entrevista

El jueves pasado me hicieron una extensa nota desde RADIO URUGUAY SODRE, para el programa "Efecto Mariposa", conducido por Gabriela Giudice.  Les agradezco mucho la extensa charla, en la que se mencionó elogiosamente otro blog que hacía con mi amigo Fernando Martínez, "Questasbuscando".

jueves, 18 de octubre de 2012

Distrófemo


(Adjetivo y sustantivo. Del griego dis- = con dificultad y tróphema = alimento)

Alimento que no contiene alguna de las propiedades esenciales que posee naturalmente su tipo.

Aunque la definición es un poco rebuscada, se puede entender con unos pocos ejemplos:
El café descafeinado es distrófemo: si al café se le quita la cafeína (propiedad que incluso lleva un nombre que indica la conexión casi esencial con el producto), ya tenemos algo que quizás no debería llamarse café. Un café descafeinado es casi una contradictio in adjecto, un oxímoron.
Quizás el más elocuente sea la leche descremada y deslactosada: sin crema y sin lactosa, la leche se convierte en una inocente, insípida y poco nutritiva agüita blanquecina, y en rigor es dudoso que podamos seguir llamándola "leche". Otro ejemplo, aunque quizás no tan certero, es el de la cerveza sin alcohol.

Puede verse que la estrategia de quienes fabrican distrófemos consiste en "des- -ar" un alimento; es decir: operar sobre él algún tipo de proceso que permita aplicarle el prefijo "des-" y el sufijo verbal "-ar". Se supone que al "des- -ar" un alimento, se le quitan propiedades perjudiciales o poco saludables, y quizás está bien que así sea. Pero si aceptamos abiertamente los alimentos distrófemos, entonces se ha allanado el camino para aceptar otros aun más retorcidos y cuya eliminación de elementos esenciales no tenga nada que ver con la salud: quizás pronto aparezca un jugo de naranja sin color naranja, sin sabor ni olor a naranja y sin las propiedades de la naranja. Este producto se llamaría "jugo de naranja desnaranjizado", y consistiría en agua corriente tal vez potable. En un caso extremo, podrían vendernos un envase vacío, con jugo de naranja desnaranjizado, desjuguizado y desmaterializado. De hecho, se podría prescindir del envase (en cuyo caso nos venderían un envase de cartón descartonizado). Conviene recordar que los distrófemos son usualmente más caros: el jugo de naranja desnaranjizado se convertiría en un alimento de lujo.

Los productos distrófemos no deben confundirse con los propaláfelos. El propaláfelo se parece al producto original, pero no lleva el mismo nombre. El distrófemo, en cambio, sí lo lleva: el café distrófemo (descafeinado) se sigue llamando "café". En cambio, el propaláfelo del jamón se llama paleta o fiambre de emparedado.

miércoles, 17 de octubre de 2012

El periódico "El Observador", de Uruguay, ha publicado una nota sobre Exonario. 


(Muchísimas gracias al periodista Marcos Robledo)



martes, 16 de octubre de 2012

Currafero

(Adjetivo. Del latín curro = correr, de donde se deriva cursar y deferre = arrojar, empujar)

Dícese de la persona que, ante una pregunta puntual, remite al estudio de una carrera universitaria y / o a la lectura de textos en lugar de dar una respuesta directa.

Al currafero le formulan una pregunta cualquiera y él necesita demostrar que ha leído, que su título lo ganó a fuerza de libros y exámenes difíciles. Por eso, en lugar de responder, deja un link con una docena de libros para descargar. O invita a su interlocutor a las clases de física avanzada o matemática discreta nivel cinco. O lo recrimina por no haberse aprendido la lección de tercer grado de la escuela primaria. Lo curioso es que el currafero se exime de contestar preguntas pedestres o que solo requieren de una opinión no necesariamente fundamentada. Veamos algunos ejemplos:

Pregunta: -"¿Cómo va a estar el estado del tiempo hoy?".
Respuesta: -"Uf, mirá, hay mucha teoría sobre los fenómenos climáticos, acá podés descargarte los catorce libros más famosos sobre el tema".

Pregunta: - "¿Cuál te gusta más? ¿El sueter rojo o el verde?"
Respuesta: -"Y, si leyeras a Stendhal te darías cuenta de cuáles son mis colores favoritos".

Pregunta: - "Pero, ¿por qué me aumentan el alquiler un doscientos por ciento?"
Respuesta: - "Si estudiaras licenciatura en economía, tendrías la respuesta"

Pregunta: - "¿Quién fue Luis XV?
Respuesta: - "¿Qué? ¿Nunca fuiste a la escuela vos? Eso lo sabe un chico de diez años"

También podría llamarse currafero a quien responde del modo que se ejemplifica más abajo, aun cuando no pretenda darse ínfulas de superioridad intelectual:

Pregunta: - "¿Por qué me echan del trabajo?"
Respuesta: - "Remítase al telegrama y a la carta documento que le hará llegar nuestro asesor letrado".

Currafero y epistecripticista se tocan en muchos puntos. La diferencia, sin embargo, es que el epistecripticista no conmina al interrogador a que estudie o que lea algo, mientras que el currafero sí lo hace.

domingo, 14 de octubre de 2012

Minesis

(Palabra y definición enviadas por Alejandro Arjona)

(del latín minutia = particula insignificante y del griego noésis= percepción intelectual)

 1) Dícese de los conocimientos que tienen escasa o ninguna utilidad.

Las personas tienen incorporada en su mente un bagaje cultural e intelectual de lo más variopinto y diverso, rayando a veces en lo rústico y pintoresco. Mucha información almacenada, desde datos técnicos, históricos y de actualidad. Probablemente en nuestro aparato intelectual permanezcan guardadas muchas minesis. Estas pequeñas porciones de datos son como archivos inútiles en nuestro cerebro que solo ocupan espacio sin tener una utilidad real. La cantidad de pelos en el cuerpo de un caballo, las veces que hemos visto un semáforo en el día, la cantidad de escalones que tiene nuestra escalera y las ciudades con mayor cantidad de austrohúngaros en calidad de ingenieros son ejemplos extremos de estas ideas chatarra. Quien pregona en conversaciones las minesis es el minésico, que en grados extremos puede hacer toda una conversación del tema.

2) Dícese de las deducciones que nuestro cerebro realiza de forma inconsciente acerca de nimiedades.

De forma totalmente inesperada, a veces se obtiene una deducción que nos resulta clara y distinta, pero que no brindan ningún provecho o pueden muy escasamente ponerse al servicio del intelecto que las infiere. Relacionar la marca de fósforos “3 patitos” al hecho de que el empaque traiga doscientos veintidós (222) fósforos mientras uno está investigando una tesis doctoral acerca de las esporas termo resistentes es un buen ejemplo de ello.   

miércoles, 10 de octubre de 2012

Mecánimo

(Sustantivo. Del latín mechanicus = mecánico y animus = movimiento / anima = alma)

Mecanismo que se pone en funcionamiento de manera arbitraria y sin razón aparente.

Los mecánimos más conocidos son las alarmas de viviendas y automóviles. A veces, aunque no hubiera un detonante, las sirenas y bocinas se disparan como enloquecidas y ensordecen a todo el barrio. Las causas de esa repentina y exagerada reacción mecánica serán para siempre un enigma: no se forzaron las puertas ni las ventanas; no hubo viento y no había nadie cerca; como si el rudimentario sistema antirrobos pudiera decidir por sí mismo cuándo activarse.
Otro ejemplo del mismo tenor está dado por los teléfonos celulares: algunas veces los teléfonos, por sí solos, hacen llamadas sin que su dueño haya marcado el número. Un caso similar ocurre cuando, a veces, los timbres se activan sin que nadie los haya tocado.
En el caso de una alarma, un timbre o un teléfono, podemos sospechar que hay algún tipo de mal funcionamiento, y en rigor no se trataría de un auténtico mecánimo: para asignarle este nombre, el mecanismo debe iniciar su rutina de manera asombrosamente autónoma. En esos casos, un mecánimo puede ser un televisor que se enciende aun sin conexión eléctrica; la pava que se calienta sin que la hornalla esté encendida o el botón de descarga del inodoro que se activa estrepitosamente sin que nadie lo accione. Dada la aparente imposibilidad de su puesta en marcha autónoma, los mecánimos se comportan como si, efectivamente, tuvieran un alma interior.


martes, 9 de octubre de 2012

Misórgalo

(Sustantivo. Del griego miséo = odiar y orgaléio = instrumento, herramienta) 

Objeto o utensilio que nadie desea utilizar.

¿Tiene usted en su casa un tenedor, un plato, un cuchillo o una cuchara con el que preferiría no comer? ¿Siempre pone los vasos altos y deja de lado el redondeado, aun cuando hay mucho comensales y los vasos altos no alcancen para todos? ¿Hay un bolígrafo en el lapicero con el que nadie escribe? ¿No se seca con la toalla azul floreada? Si esta costumbre trascendiera a la mera manía personal y si cada uno de los habitantes de una casa elige no utilizar esos utensilios, estamos hablando de que esos utensilios son misórgalos: por alguna razón nadie los quiere usar. Ahora bien, ¿por qué razón?
A veces los misórgalos tienen origen dudoso, o pertenecen a una generación anterior y ligeramente oscura, o simplemente son objetos que ya no hacen juego con la mayoría de los que tenemos. En los cajones de los cubiertos conviven todas las cucharitas: las de gamuza que nos regaló la tía cuando nos casamos, las de mango de madera que compramos hace poco en el bazar, y luego un surtido heterogéneo de cucharas singulares, levemente deformes, curtidas, rotosas y de incierta procedencia. A veces no queremos usar el misórgalo porque lo asociamos a algo repulsivo: el abuelo cazaba ratas para comerlas, y las cortaba con un cuchillo de mango rojo, idéntico al que tenemos en el fondo del cajón. Aun cuando el cuchillo no fuera exactamente el mismo que usaba el abuelo -en realidad no lo sabemos-, la sola visión de ese único cuchillo de mango rojo nos provoca rechazo y por eso lo dejamos de lado. A veces, claro, nosotros mismos hemos cometido un secreto pecado y ya nos espanta utilizar una vez más los instrumentos con que llevamos a cabo ese acto inconfesable: quizás usted ya no desee tomar agua en el viejo vaso de cristal biselado, después de que lo usó para envenenar a su cónyuge con jugo de naranjas y estricnina.

viernes, 5 de octubre de 2012

Cacógoro

(Adjetivo y sustantivo. Del griego kakós = malo, feo y agoréuo = anunciar)

Dícese de quien siempre da malas noticias. 

Existen al menos dos clases de cacógoros: está el que sólo da malas noticias sobre su propia vida y el que anuncia algo terrible que le ocurre al destinatario, o que pasa a nivel local, nacional o mundial. En ambas clases, hay un cacógoro que disfruta dando la mala noticia, y otro que lo hace con cierto pesar.
El primer tipo de cacógoro se gana la compasión de algunas personas, quienes lo adoptan -con cierto recelo- como un amigo que está pasando un mal momento. Por lo general viene de visita en días y horas complicadas (un martes a las ocho de la mañana, por ejemplo) para contarnos sus desgracias. Rara vez habla de otra cosa que no sean sus pesares, los cuales parecen confluir con saña en su persona y allegados. "El mes pasado me compré el auto", dice el cacógoro iniciando lo que parece ser una buena noticia. "Pero parece que era robado y me lo secuestró la policía", remata, con laconismo. "Conseguí trabajo en una empresa constructora", agrega. "Pero me echaron porque maté a un compañero con la topadora. Ahora estoy procesado". Aun cuando se trata de hechos mínimos y cotidianos, da la impresión de que casi siempre los sucesos tienen derivaciones horribles: "Ayer compré un paquete de papas fritas. Cuando lo abrí y metí la mano, adentro había una araña venenosa. Mirá, me picó en el dedo. Fui al hospital y estuve en coma". Por lo general, a este tipo de cacógoro dejamos de abrirle la puerta, y al poco tiempo nos enteramos de que le cayó un piano en la cabeza, justo frente a nuestra casa, un día de nieve y ventisca, mientras tocaba timbre y no lo atendíamos.
A veces el cacógoro es muy cómico para contar sus desgracias. En esos casos, disfrutamos mucho cuando nos cuenta los sucesos negativos: "No sabés. Estaba esperando el colectivo, llovía y unos tipos me cagaron a trompadas. Pero me pegaron tan bien, con tanto estilo. Después, cuando estaba culo para arriba en la calle, pasó el colectivo, no paró y me mojó con el charco. Quedé una pinturita"

El segundo tipo de cacógoro es un sádico que no mide el tenor ni el momento ni la relevancia de la mala noticia. El anuncio que debe hacer no lo afecta a él, sino al interlocutor: "Ah, abriste una fiambrería. ¿Viste que ahora no se va a conseguir más queso porque cerraron los tambos? ¿Sabías que solo van a traer jamón importado que cuesta diez veces más?". "Che, vos que estás trabajando en la construcción, escuché por ahí que se va a parar la construcción a nivel nacional". "Ah, tenés un bebé. ¿Sabías que dentro de treinta años ese pibe va a tener que luchar contra la falta de agua en el mundo?. Cuando la mala noticia no es solo un rumor, sino algo serio y que afecta mucho al destinatario, no se preocupa por el estado del destinatario. Su único objetivo es dar la información, sin reparar en el estado de ánimo de quien la recibe. "Señora, su marido se murió", dice de entrada, llamando a mitad de la madrugada a la casa de una familia donde se están preguntando qué pasó con el padre de la familia que no vino a dormir.

No debe confundirse el cacógoro con el parióclido.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Anticúmeno

(Adjetivo y sustantivo. Del griego anti = contrario y oikoúmene = universo conocido, mundo)

1. Mundo posible en el cual actuamos de manera opuesta a la actual.
2. Ser de ese mundo posible que es el exacto opuesto al que somos en este mundo. 

Para que el concepto de anticúmeno tenga algún sentido, debemos suponer que ese ser que actúa de modo diferente a mí, es de algún modo yo mismo. Para decirlo en términos del filósofo Saul Kripke: en ese mundo posible debe haberse seleccionado rígidamente mi identidad (es decir, hay alguien que sea yo en ese mundo), pero con propiedades diferentes (e incluso en cierto sentido opuestas).
Si usted odia el helado de limón, ama el asado, vota por partidos de izquierda y le encantan los gatos, su anticúmeno ama el helado de limón, odia el asado, vota por partidos de derecha y no tolera a los gatos. La lista de preferencias, rechazos y objetivos en la vida de nuestro anticúmeno debe ser exhaustivamente contraria -no basta con dar estos pocos ejemplos. Sin embargo, salta a la vista que debe haber muchos mundos posibles en los que convivan una enorme variedad de anticúminos. Veamos por qué: si usted el veinte de abril de dos mil once durmió mirando hacia el oeste, uno de sus anticúminos dormirá mirando hacia el este. Otro de los anticúminos habrá dado vuelta la cama para dormir hacia la dirección opuesta. Otro se habrá quedado despierto toda la noche. Otro se habrá suicidado antes de acostarse. La lista de "cosas opuestas" que podrían hacer nuestros anticúminos es casi infinita. Pero quizás convendría restringir la noción de anticúmino a aquellos seres de esos mundos posibles que toman decisiones poco familiares para nosotros y que revelan una profunda diferencia de personalidad.  Dormir mirando hacia un lado o hacia otro no parece muy relevante en ese caso. Pero elegir una carrera (o no), casarse (o permanecer soltero), opinar de modo favorable al gobierno (o muy en contra), tener una creencia religiosa (u oponerse a ella), odiar a los homosexuales (o luchar por sus derechos), tener amigos (o haberse peleado con ellos), disfrutar de la vida (o renegar de ella), reírse mucho (o vivir quejándose) son aspectos que parecen mucho más interesantes a la hora de decidir cuáles son nuestros verdaderos anticúmenos.
Mi anticúmeno más característico odia el diálogo político, tiene profundas convicciones religiosas, aborrece los videojuegos, ama los deportes, se ha casado por iglesia hace algunos años, tiene muchos hijos, es vegetariano, trabaja en una empresa privada, no tiene Facebook, lee libros de autoayuda, no terminó la escuela secundaria, y jamás en la vida hubiese hecho Exonario.

martes, 2 de octubre de 2012

Éxogo

(Sustantivo. Del griego exo = fuera y egó = yo)

Dispositivo con el cual puede enviarse al propio yo a un lugar diferente, sin trasladar el cuerpo. 

¿Cuánto tiempo faltará para que se invente un éxogo?
Imagine que usted está en su casa aburrido y desea hacer un viaje excitante por lugares desconocidos y lejanos. Quizás, en poco tiempo, se invente una especie de cámara viajera que pueda mostrarnos, en vivo y en directo, un viaje través del mundo o incluso del espacio. Pero la cámara viajera no es un éxogo: para que lo sea, es necesario que toda la conciencia esté viajando con la cámara, y que nuestro yo perciba los sucesos de esos lugares lejanos in situ. En otras palabras: no sería la representación virtual de un lugar lejano, sino la representación real de los sucesos de ese lugar lejano mediante una especie de yo virtual inserto en el dispositivo.
Las personas postradas, enfermas o muy ancianas, que no pueden siquiera salir de su casa tendrían la posibilidad de desprender el yo de su dolorido cuerpo y situarlo en el éxogo para disfrutar de un viaje placentero. Los éxogos, además, podrían utilizarse para explorar espacios remotos sin comprometer el cuerpo de los investigadores. Los cosmonautas contemplarían la superficie de los planetas situando su yo en el éxogo espacial y dejando su cuerpo en la Tierra.

Existe, desde luego, un pequeño problema, y es que todavía no se ha hallado ningún método para desacoplar el yo de una persona y trasladarlo a la mente virtual de un dispositivo. Es posible, también, que buscar un método así sea producto de algún error conceptual en lo que se refiere a la interacción entre la mente y el cuerpo. Es posible, también, que el propio yo sea una ficción.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Oligopatía

(Sustantivo. Del griego oligo = poco y pathos = padecimiento. Sinónimo: oligonosia [del griego nósos = enfermedad])

Enfermedad o mal terrible que aqueja a alguien por un tiempo sumamente breve.

¿Ha sufrido una depresión profunda y severa por un microsegundo? ¿Sintió el dolor de un cuchillazo en el pecho durante el tiempo en que lleva pestañear? ¿Fue cuadripléjico o le pareció que lo habían descuartizado por un instante? ¿Tuvo esquizofrenia por cinco segundos? Si le ha ocurrido alguno de estos improbables sucesos, ha padecido la oligopatía, un fenómeno en el cual una persona siente síntomas devastadores y fulminantes de alguna grave dolencia, pero tales síntomas son tan breves que ni siquiera dejan huella en la memoria y mucho menos pueden articularse en palabras. Solo queda el resabio confuso de una sensación desagradable y triste, como de un mal sueño. Después de una oligopatía queda un inexplicable estremecimiento que suele provocar un largo suspiro y una ahogada desesperación momentánea. 

(La palabra 'oligopatía' aparece en una única entrada: aquí. Si algún lector conoce que ya tiene un uso en algún campo, le agradeceré que me lo comunique)


martes, 25 de septiembre de 2012

Peripteria

(Sustantivo. Del griego perí = alrededor y -pterós = que observa. También puede usarse: peridomipteria [mismas raíces más la raíz domos = casa] o periexopteria [exo = por fuera])

1. Modo en que se ve nuestra casa desde las terrazas, balcones o patios vecinos. 

2. Sensación de regocijo por observar nuestra propia casa desde una perspectiva ajena y poco habitual. 

Alguna vez se cayó la pelota -o una sábana volada por el viento- al patio de la vecina, y pudimos acceder por un momento a un mundo que solo observamos desde la azotea. Entonces levantamos la vista, y nos damos cuenta de cómo se ve nuestra terraza desde ahí, y cómo nos veríamos a nosotros mismos si estuviéramos mirando desde esa altura. Avistamos parte del tejado y de un ventanal de nuestra casa: no nos parecen propios; por un momento no asociamos que eso que vemos es el lugar donde vivimos. Es común, también, que nos asalte una pequeña e incomprensible nostalgia.

Es un buen ejercicio mirar por la ventana del piso treinta de un edificio (o desde una montaña) y buscar por aproximación dónde debería estar nuestro hogar. A veces descubrimos que, entre la multitud de tejados, se puede visualizar nuestro tanque de agua, o algunas ramas del almendro del patio, o la parte superior del altillo y, como en esos juegos en los que hay que descubrir personajes ocultos, sentimos el regocijo de la peripteria. 

Los foricondios también provocan una mínima peripteria.





lunes, 24 de septiembre de 2012

Programa de tv

El periodista Luis Cano hizo su programa "1000 metros" con una entrevista desde mi casa hasta la Universidad Nacional del Sur. Hablamos sobre Exonario y sobre mi actividad como profesor de filosofía.


Le agradezco mucho a la producción de Luis y a la enorme sorpresa que me dio al incluir -sin que yo lo supiera- a Isabella, Irma, mi mamá, mi papá y mi hermano (a quienes también les agradezco)

domingo, 23 de septiembre de 2012

Fisiestator

(Palabra y definición enviadas por Alejandro Arjona)

(Sustantivo. Del griego physis = naturaleza y del latín spectator = "el que mira con atención")

Ser de características metafísicas que constantemente vigila el cumplimiento de las leyes físicas.

El fisiestator es una especie de conciencia animada que vigila cada uno de los hechos que ocurren en el mundo y vigila que cada uno de ellos tenga concordancia con el modelo físico que rige al universo (no confundir con las teorías científicas vigentes). Está detrás de cada acontecimiento, calculando y clasificando cada movimiento y acción para que esta no actúe de forma errónea o se salga de los lineamientos básicos del modelo. Es este ser quien vigila que todos los objetos en la tierra caigan con una aceleración correspondiente a la de la gravedad, que los astros giren en armonía, las pleamares y bajamares y está detrás de cada movimiento en general comprobando que la fuerza de rozamiento sea la correcta, solo por dar ejemplos.

Se podría postular la existencia de múltiples fisiestatores que velaran por la integridad del sistema, haciendo imposibles los viajes en el tiempo, que las contradicciones lógicas se extrapolen a la naturaleza y vigilando constantemente las múltiples realidades paralelas. En ciertos casos, estos reguladores podrían interferir o interceder para mantener el status quo en su sistema a través de sutiles manipulaciones de los objetos o las condiciones mismas bajo las que los actos se suceden, lo cual explicaría ciertos “milagros” como el caer de un segundo piso y salir ileso.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Foborexia

(Sustantivo. Del griego phobós = temor y orexis = apetito, hambre)

Necesidad de tener miedo. 

Las personas que disfrutan de películas de terror, de historias -supuestamente verídicas- sobre fantasmas o de sus propias pesadillas, tienen foborexia.  El foboréxico camina a oscuras, en soledad, por un cementerio. O se muere de miedo al pensar en la horrenda criatura que lo acecha desde adentro del placard. O hace caras horrorosas frente al espejo para espantarse a sí mismo. O se mete en el galponcito del fondo, en mitad de la noche y sin linterna, donde se ahorcó el tío después de haber visto un fantasma.

Desde otro punto de vista, este término puede aplicarse a los casos en los que las personas buscan una excusa para tener miedo, aun cuando no disfrutan de ese miedo autogenerado. La foborexia nace de una necesidad por encontrar peligros y asechanzas en casi cualquier aspecto de la vida. El foboréxico teme salir a la calle, porque lo pueden robar o atropellar. Teme encender la hornalla, porque escuchó que a un vecino le explotó la cocina. Teme comprar por internet, porque lo pueden estafar. Teme comer un asado, porque podría morir de colesterol alto. Estos temores serían simples paranoias, de no ser porque el foboréxico siente cierto grado de adrenalina al imaginar los hechos negativos que podrían ocurrirle.

martes, 18 de septiembre de 2012

Narcosmia

(Sustantivo. Del griego narké = estado de adormecimiento y kósmos = orden. Sinónimo: hipnocosmia)

1. Capacidad de ir creando, a lo largo de la vida, un universo onírico coherente y verosímil.

Mediante la narcosmia sería posible imponer reglas y orden a los sueños. Para lograr este estado, es necesario, previamente, aprender el arte de modificar a voluntad el contenido de las imágenes oníricas: hay que volverse un narconauta (o hipnonauta), un viajero de los sueños. Una vez logrado este estado, es necesario suministrar leyes a las ensoñaciones para que, a partir de ese caos farragoso de imágenes inconexas, nazcan objetos oníricos sólidos, duraderos y asequibles a la razón. Cuando se apliquen estas leyes (arbitrarias, decididas por el soñador), los objetos soñados tendrán una continuidad narrativa noche tras noche y sueño tras sueño. 

2. Capacidad de soñar con suficiente lucidez como para crear en la realidad el objeto soñado. 

En "Las Ruinas Circulares" de Jorge Luis Borges, un hombre procrea a su hijo soñando con detalle y en noches sucesivas su corazón, el esqueleto, el cabello, sus párpados. Una vez soñado por completo, el hijo cobró vida en el mundo real, aunque llevaba una marca de su estirpe onírica: el fuego no podía quemarlo.
Los objetos nacidos de una narcosmia no siguen todas las reglas de nuestro mundo real; infringen algunas, porque permanecen de algún modo atados a su origen en el mundo de los sueños.  


domingo, 16 de septiembre de 2012

Cacognómico

(Palabra y definición enviadas por Juan Francisco López Corral)
(Adjetivo. Del griego kakós= malo, y gnosis=conocimiento) 

1. Dícese de quien profesa conocimientos erróneos con aires de superioridad intelectual y con el convencimiento de la corrección de dichos conocimientos.
Una persona cacognómica puede afirmar que está muy decepcionada con la actuación de Sean Connery en el papel de Batman, en la última película de Nolan. Un amigo podrá intentar hacerlo entrar en razón. El individuo cacognómico probablemente comprenda que se ha equivocado, pero nunca lo reconocerá y recurrirá a estratagemas tales como negar lo que ha dicho, invertir la situación (es decir, culpar al interlocutor por haber proferido su propio enunciado erróneo), etc. En situaciones más extremas (y frente a afirmaciones más difícilmente rebatibles), un intento de hacer entrar en razón al cacognómico será infructuoso e incluso provocará que éste último se burle de la ignorancia de su interlocutor.

2. Dícese de quien confunde los dichos y los mezcla a la hora de utilizarlos o los utiliza mal, de manera inoportuna en situaciones a las cuales los dichos no se ajustan.
"No por mucho regalar se tienen 100 pajaros sin dientes", podrá decir el individuo cacognómico. O bien exclamar: "cómo será la laguna que el chancho la cruza al trote" mientras contempla un accidente automovilístico, una silla rota o un animal defecando. Por lo general, estos individuos presentan también dificultades para elaborar chistes graciosos. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Yervataje


(Palabra y definición enviadas por Pablo Barbagelata)
(Sustantivo. De la unión de yerba y salvataje. Suele usarse en la construcción "tarrito de yerbataje")

Porción de yerba secundaria que permite preparar un último mate cuando la reserva principal se ha acabado.

El yervataje suele encontrarse en un frasco en el fondo de una alacena olvidada o en una bolsita dentro de una mochila que lleva varios días en desuso. Permite, por lo general, preparar entre uno y tres mates nuevos. Los yervatajes suelen presentarse en forma de pequeños tarros en los que se llevó yerba para un viaje, el trabajo o la universidad. En algunos casos, los yervatajes son intencionales, planeados para significar una especie de advertencia sobre la escasez de yerba. En casos de pereza excepcional se pueden encontrar varios de estos yervatajes intencionales que permiten postergar enormemente el inevitable momento de tener que salir a comprar más. Cabe preguntarse si en estos últimos casos se trata de yervataje o simplemente de un modo de guardar los víveres esparcidos. En todo caso, lo más definitorio de un yerbataje es el sentimiento incomparable de alivio que produce encontrarlo en aquellos momentos en que la diferencia entre las ganas de tomar un mate y las ganas de ir hasta el almacén de la esquina es muy grande.
El recipiente para transportar un yervataje se podría denominar "Yerbiférulo", del latín herbifer (el que produce o lleva las hierbas)

jueves, 13 de septiembre de 2012

Ciberargía

(Sustantivo. Del griego kibernetiké = técnica para pilotear una nave y argía = pereza)

Desgano para realizar actividades que solo demandan pocos segundos en una computadora . 

A veces es muy sencillo corroborar si algo es de tal manera o de tal otra: hay que abrir el navegador y tipiar la palabra en un motor de búsqueda. Con esa simple operación, obtenemos toda la información necesaria, incluso ordenada de modo jerárquico por relevancia. Pero, por alguna extraña razón, nos resulta molesto abrir una nueva ventana de navegación, o escribir la palabra "Monarquía" en la barra de Google. No sabemos por qué, pero nos parece más viable buscar la palabra en un diccionario de papel -con el trabajo que implica- que resolverlo a través de una serie económica de caracteres virtuales. La ciberargía se transmite a casi todas las operaciones hechas por computadora: sentimos fastidio por imprimir un documento, abrir uno nuevo, buscar un correo electrónico determinado, elegir la canción que nos gusta en una lista de canciones o descargar películas. A veces tenemos negación, incluso, por actividades que implican un solo clic.

La expresión "la vida es demasiado corta para quitar el dispositivo USB con seguridad" expresa un sentimiento de ciberargía.