(Sustantivo masculino. Del griego adelphós = hermano y blémma = mirada)
Mirada de reconocimiento a otra persona que ocupa el mismo espacio físico.
En los encuentros casuales por la calle, en la cola del supermercado o en una sala de espera, está permitido que dos personas se miren durante una fracción de segundo sin que esa mirada sea considerada impertinente o libidinosa. Ese rápido y fugaz encuentro con el otro es el dolfablo.
El dolfablo es casi inconsciente. De hecho, es difícil recordar el rostro de aquel desconocido que vimos cruzarse delante de nosotros por la calle hace diez minutos. Sin embargo, ambos levantamos la mirada y nos vimos a los ojos.
Si la vista del otro se detiene por más de un segundo en alguna parte de nuestro cuerpo, ya nos sentiremos incómodos. La mirada del otro no busca reconocernos; ahora busca algo más. Quizás regodearse en nuestros defectos, excitar alguna fantasía o simplemente entablar un diálogo.
A veces las mujeres no reconocen el dolfablo; creen que las están mirando con lujuria y actúan tapándose el escote o bajándose la pollera. Ese es el caso de las pataqueras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario