(Adjetivo. De omnis = todo y protestar)
Dícese de quien, al protestar por un hecho puntual, extiende sus quejas hasta un punto radical, extremo y omniabarcante.
El todoprotestoso no admite que haya medias tintas en sus protestas. Él no se queja por la falla en el sistema de agua que afectó a su edificio: su protesta alcanza los cimientos mismos de la civilización occidental. "Sí, dirán que fue un error del encargado. Dirán que se rompió la bomba de agua. Pero todo esto es producto de décadas de despojo y destrato político, y ojo, no estoy hablando solo de nuestros presidentes. Culpo a la comunidad internacional, a la revolución industrial y a los griegos antiguos por esta momentánea falla la distribución del agua".
Es muy común encontrar al omniproteste en política (y en ese caso, el omniproteste sufre de una megalómana ambiquestia). Si muere un manifestante de un balazo en manos de la policía, el todoprotestoso le echará la culpa a la totalidad del sistema partidario, al oficialismo, a la oposición, a los mandatarios anteriores, a la justicia y al poder legislativo. De ese modo, la culpa de la policía (y, concretamente, del policía que efectuó el disparo) se diluye en un maremágnum de lejanos y dudosos responsables. Si se descubre que en un gobierno provincial hay narcotráfico, el omniproteste dirá que el narcotráfico está enquistado en todo el país y en todo el mundo, y echará la culpa al gobierno nacional, al narcotráfico internacional y a la influencia de países terroristas.
El todoprotestoso arenga a sus conciudadanos, a quienes trata de ingenuos o burgueses, para que protesten por algo más que ese hecho puntual que desencadenó la reacción: "Usted no puede hacer un piquete al almacenero que le vendió una lata de atún vencida. Tiene que juntarse con otras personas, salir a la calle y quemar la municipalidad, porque ellos no hacen los controles". Curiosamente, es raro que se vea al todoprotestoso cumpliendo con los mandatos de esa arenga.
Para el omniproteste, o se protesta por todo, o no se está haciendo una verdadera protesta. El problema es que en ese "todo" los responsables con nombre y apellido se diluyen sin remedio, y nos quedamos con una queja abstracta, hecha contra "el sistema", "los políticos" o "la historia". Protestar por la totalidad del sistema es a veces una buena manera de escaparle a los problemas puntuales que requieren de un trabajo muy fino, a conciencia y con esfuerzo.
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