(Verbo. Del latín omni = que abarca todo y reicio = desechar)
Reemplazar o descartar drásticamente la totalidad de un sistema ante el defecto de una de sus partes.
Quien compra una nueva bicicleta cuando se rompe una cubierta; o abjura de la totalidad de su carrera académica porque no le gusta una determinada asignatura, o abandona a su amada porque le encuentra un defecto inesperado, está omniriciando.
En rigor el término debería aplicarse a aquellas acciones de desechar algo cuya parte defectuosa podría cambiarse. En este sentido riguroso quizás se aplique con más propiedad al ejemplo de la bicicleta, un poco menos a la carrera académica y tal vez menos aun a la amada con defectos. Es patente que una cubierta de bicicleta puede fácilmente reemplazarse por otra; no es tan fácil (o es a veces imposible en la práctica) modificar el contenido de una carrera o lograr que la amada mejore sus defectos. En este último caso, en parte, porque los defectos de carácter están sujetos a consideraciones puramente subjetivas; en parte porque no es bueno que una persona se sienta obligada a cambiar para que su amante la acepte, y en parte porque quien da demasiada importancia a un defecto sin duda ya no está enamorado.
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