(Adjetivo. Del inglés exchange= cambio de un bien por otro equivalente)
Quien piensa en cambiar o deshacerse de algo inmediatamente después de haberlo adquirido.
El exchanjero exhibe orgulloso el auto cero kilómetro que acaba de comprarse. Pero, en lugar de contarnos acerca de la facilidad para trasladarse hacia el trabajo, de los viajes que hará con su familia por todo el país, o de la comodidad de los asientos recinables, prefiere adelantarnos cómo se deshará de su nueva adquisición: "Lo uso dos años, le cambio las cubiertas y lo vendo a veinte mil dólares". El exchanjero no concibe que los bienes de uso son para disfrutarlos. Su automóvil es su primer automóvil: él ya está pensando en el segundo, el tercero, el cuarto. El juego de dormitorio, las sillas de la cocina y la sombrilla que ha comprado ya tienen un destino futuro en una compraventa o un plan canje. Si alguno de sus hijos escribe un mueble con bolígrafo o algún pariente corpulento le destruye una silla, el exchanjero se lamenta porque sus potenciales compradores le señalarán esos desperfectos y no le harán una buena oferta. En rigor, el exchanjero no se siente dueño de sus propios bienes, ni siquiera su casa, pues vive pensando en el juicio de los próximos dueños. Por eso, no es casual la similitud fonética entre exchanjero y extranjero: de algún modo, el exchanjero vive alienado, como si fuera un extranjero de sus propios bienes.
Cuando el exchanjero pinta su casa, embellece el jardín, pone baldosas en la terraza, arregla el tejado y pasa dos capas de pintura, puede que se sienta satisfecho y exclame: "¡Por fin tengo la casa que siempre soñé! Ahora la puedo vender"
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