(Adjetivo. Del griego xéros = seco y glóssa = lengua)
Quien hace largos discursos sin pausa.
El xeroglótico no respira ni hace pausas en su insuflada disertación, y tampoco (como lo indica su etimología) se toma tiempo para tragar saliva y lubricar su garganta. Después de un parlamento interminable queda agitado, ronco y jadeante. Sin embargo, rara vez el cansancio lo amedrenta: ni bien recupera el aliento se zambulle en una nueva catarata discursiva de final impredecible. Quienes lo escuchan se sienten vapuleados por la falta de pausas, e incómodos por la voz cada vez más jadeante, arenosa y quebradiza. Las palabras del xeroglótico se vuelven más difíciles de escuchar a medida que disminuye la lubricación de las cuerdas vocales, porque el oyente ya no escucha el discurso, sino el esfuerzo desafinado de una garganta cuya voz suena doliente y rasposa como un motor sin aceite.
4 comentarios:
Pinti.
Tato Bores (nunca me hizo gracia),
(de nada)
He encontrado muy interesante el blog.
Hace poco, en un curso de traducción que terminé, nos hablaron sobre términos en desuso y es un tema apasionante.
Como traductora, creo que es muy importante tener un buen conocimiento de la lengua, aunque sea la "muerta"
Saludos.
Eva: muchas gracias.
Este blog no recopila palabras existentes pero en desuso; la idea del blog es inventar palabras que se refieran a hechos que todavía no tienen nombre.
Muchos saludos.
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