(Sustantivo. Del griego leípo = dejar; arché = inicio, principio y biblíon = libro)
1. Acción y efecto de abandonar un libro en las primeras páginas.
Podría pensarse que el liparquibio se comete sólo cuando una lectura resulta poco interesante. Sin embargo, este fenómeno ocurre por motivos muy diversos: cuando hay muchos libros y poco tiempo para leerlos, es probable que se hojeen muchos sin la firme decisión de terminarlos o tan siquiera avanzarlos. Otras veces, aunque no nos corra el tiempo y por más cautivantes que resulten los primeros párrafos, simplemente (y sin razón) no seguimos leyendo. Es común que se formen pilas de libros en los escritorios y mesas de luz, y que de esas pilas ya hayamos examinado las primeras carillas de cada ejemplar y que, por lo tanto, podamos sospechar con cuáles de ellos retomaremos la lectura, y con cuáles cometeremos liparquibio.
Por extensión, se denomina así a los libros que quedan amontonados como muertos, huérfanos de lectura y de biblioteca: "Tengo liparquibios hasta en el baño. No sé bien qué hacer con ellos: si guardarlos, regalarlos, quemarlos... o seguir leyéndolos", puede decir un desconcertado bibliófilo: él seguramente valora la lectura e incluso manifiesta interés por esos libros, pero ya sabe que no va a seguir leyéndolos y que sólo estarán ahí ocupando espacio.
2. Cualquier actividad que se abandona en el inicio.
A veces, fulgoritos y atornugados comienzan a practicar yoga, andinismo, inglés o aikido, y abandonan en los primeros intentos. La acumulación de estas actividades abandonadas es el reguero de los liparquibios de nuestra vida. Después de un liparquibio, es normal que queden optoparoncios.
Puede tomarse el término "liparquibio" como un sustantivo colectivo, que se refiere (en singular) a todas las actividades abandonadas: "Ahí están la guitarra, el traje de payaso, los libros de cocina y la escopeta. Todos ellos conforman el liparquibio de mis últimos tres años"
1 comentario:
Tengo liparquibios, pero en mi caso los que poseo por lo menos han sido semblanteados en primera instancia, dándoles la oportunidad de seducirme. Pero al transcurrir de las primeras diez páginas no han logrado sostener mi endeble atención por lo que fueron a parar al baúl de los sueños rotos, quizás por incompetencia del escritor, pero las más de las veces, por la propia crasitud del lector.
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