(Sustantivo. Del latín locus = lugar; laetitia = alegría y solus = solo)
Sensación de regocijo y misterio que provoca el quedarse solo en un lugar que habitualmente está lleno de gente.
Para quienes trabajan hasta tarde en su oficina, cuando todos ya se han ido, esta sensación es familiar. Los lugares que durante la jornada tienen celosos guardianes (la fotocopiadora, el cuarto de la limpieza, la oficina del jefe, el cajón del escritorio de la secretaria) se convierten en pequeñas cajas de Pandora; revelan su intimidad y nos permiten espiar, manipular, revisar, practicar un anónimo vandalismo o un pequeño hurto sin testigos.
Esta sensación también se tiene cuando se anda en la semipenumbra por los pasillos vacíos del edificio. Hay algo inusual, extraño y poco familiar en esa ausencia absoluta del otro que vigila, que juzga, que cuida. De ahí el regocijo: por unas horas, todo lo que los demás han dejado me pertenece. Pero, a su vez, todo eso está transfigurado; la momentánea soledad y las luces casi ausentes les confieren un aire de calidez y misterio.
También tendremos esta sensación si vamos a nuestra oficina una tarde de domingo para huicar.
El lucetisolio puede sentirse también en un shopping, en una escuela o en cualquier otro recinto que haya sido concebido para contener una muchedumbre y que se encuentre momentáneamente solitario.
5 comentarios:
La macana es que a mí me dura poco la magia lucetisoliana, será por ese límite que tengo que a los tres años me aburro de cualquier laburo...
Una vez, en una sala del cine que había en Galería Pacífico, Buenos Aires, vi completamente solo una película donde John Turturro hace de ajedrecista excéntrico. (No sé si el proyectorista también estaría viéndola, en cuyo caso seríamos dos los espectadores.) Para un ratón de cinemateca como yo, fue un sueño cumplido. (¿Se aplica la palabra, no?) Ese cine al tiempo lo cerraron; supongo que ese tipo de generosidad explica que no les cerraran los números.
Señor X, su sensación es de lo más lucetisólica.
El término nació a partir de haberme quedado hasta muy tarde en el gabinete de la UNS. Es notable y hermoso ver cómo se transfiguran las cosas.
Entiendo su experiencia, Señor Mux, y me parece que es más lucetisólica que la mía, tal vez porque ver una película solo no es tan diferente a verla acompañado: durante la proyección estuve confinado a una butaca concreta y en la misma disposición (corporalmente) pasiva de cualquier espectador de cine.
Distinto hubiera sido si el proyectorista al irse me hubiera dejado abierta la cabina y encomendado el proyector a mi cuidado; poder violar por esa sola vez el contrato social implícito entre espectador y proyectorista, ser amo y señor de la sala de cine (jugar por un rato a ser Dios en vez de creatura).
Otras fantasías lucetisólicas que tuve a lo largo de mi vida: quedarme de noche encerrado en la biblioteca; despertar un día y encontrar vacías las calles de la ciudad (como en las películas de epidemias); pasar la noche en el cementerio; y sí... quedarme a pasar la noche en la Universidad.
Me pregunto si todos los lucetisolifílicos hemos sido alguna vez solipsistas.
A mi me pasa eso en cada ensayo de teatro.
Resulta que la sala queda dentro de un sindicato, en el mismo edificio en donde funciona el centro de atención médica sindical, cerrado de noche.
Recorrer nocturnamente esos pasillos de salas y habitaciones que de día están plagados de gente da una nítida sensación lucetisolífica.
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