(Adjetivo. Del griego deinós = asombroso, terrorífico y majé = batalla. Sustantivo: dinomaquia)
Dícese de quien jamás comparte el asombro ajeno.
"¿Podés creer que Juan se encontró mil pesos?" dice una persona. El dinómaco responde: "¡Mil pesos no es guita! Yo hace poco me encontré cinco mil". El dinómaco levanta la apuesta, o finge que el asombro del interlocutor es demasiado estúpido o que dicho asombro revela un desconocimiento fundamental acerca de cosas básicas del mundo. A dice: "José se compró por fin la casa", B, dinómaco responde: "Al final todo llega en la vida, no es para tanto". Una manera eficaz de ejercer la dinomaquia consiste en subsumir el caso particular del interlocutor en un universo muy grande o muy banal, de modo que eso que acaba de decir queda como un logro minúsculo y corriente. Si A dice: "Terminé la carrera de medicina con honores", B, dinómaco, responde: "Bueno, hoy en este país se reciben mil estudiantes con honores". Si A dice: "Ayer tuve una revelación divina; se me apareció la Virgen de Luján". B, dinómaco, dice: "Ah, mirá vos. En mi barrio ya veinte personas tuvieron revelaciones"
Curiosamente, el dinómaco muchas veces pretende que los demás se asombren de sus pequeños logros y de sus miserables golpes de suerte.
6 comentarios:
¿Y a usted le parece que hacía falta una palabra para esto?
Uh, esa pregunta me la hicieron mil veces...
No me sorprende en lo absoluto.
Ja, sabía que me iba a contestar eso.
Está bien, Mux. Finiquitemos aquí nuestro duelo verbal: usted merece ganar, como siempre.
Estaba pensando que no hay nada más triste que andar de dinómaco por la vida, ¿no les parece?
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