(Adjetivo. Del francés bon homme = buen hombre)
Dícese de la persona a la que se considera buena y noble, pero cuya presencia se trata de evitar por todos los medios.
Hay ciertas personas de las que sólo se puede alabar sus virtudes. "Es un tipo excelente", "No sabés cuánto me ayudó", "Tiene un corazón de oro". Sin embargo, no queremos que ese tipo excelente esté presente en nuestras reuniones, en nuestra vida cotidiana o incluso en nuestro pensamiento. Es apenas un ejemplo irrenunciable en los diálogos con nuestros conocidos. Pero si sabemos que esa noble persona vendrá a visitarnos nos sentimos aburridos, fastidiados o enojados por su inminente presencia.
A veces nos fastidia la gran altura moral desde donde el bonomajo nos mira sin juzgarnos (somos nosotros mismos quienes nos comparamos y nos juzgamos). A veces sólo nos aburre tanta bondad y su nobleza nos inspira una biarexia mostafónea.
3 comentarios:
Maldito Flanders!
¡Qué personas detestables! No nos ofrecen ninguna razón para, llegado el caso, poder detestarlos sin cargos de conciencia.
Mi "amigo" Jesú era un tipo así.
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