(Sustantivo. Del latín plus = más y sermo = discurso)
Tendencia a levantar la apuesta discursiva.
"Me duele la cabeza", dice A. "A mí me duele la cabeza y el pie", dice B. "Eso no es nada. A mí me duele la cabeza, el pie, el estómago y el pecho", dice C. La conversación puede volver al primer orador, quien se sentirá obligado a mostrar que sus dolores son mayores, más insoportables, más generalizados y más añejos que los de sus compañeros: "Pero yo tengo tumores en todo el cuerpo desde que era chico. Me duele cada parte de mi cuerpo como si me estuvieran clavando agujas. Y ahora la cabeza me duele como si hubiese veinte martillos eléctricos trepanándome el cráneo". B podría tratar de superar esa apuesta: "¿De eso te quejás? A mi la luz, el sonido y las superficies que toco me provocan un sufrimiento desesperante; cada vez que abro los ojos siento que los fotones punzan todos mis nervios; cuando huelo una rosa es como si hubiera puesto mis pulmones en una parrilla. Si escucho una tenue música, mis oídos sangran. Y por si fuera poco, de chico me clavé un poste de un metro en el pecho y no me lo pudieron sacar. Lo siento a cada instante corroyendo mis pulmones y mis intestinos". Si cada orador toma lo que dice el anterior como un desafío a ser superado, entonces se produce la plusirmonia. No importa el tema de conversación ni la verdad el asunto: lo importante es contar una historia en la que a la propia persona le han ocurrido eventos más importantes, dolorosos o placenteros que al resto.
3 comentarios:
Tal cual tal cual mi abuelo.
¿Tu abuelo? Vos lo decís porque no conociste a mi madre...
Gringoviejo
Salgan de acá, aficionados. El peor caso de plusirmonía es mi tío, no creo que haya otro ni parecido.
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