(Sustantivo del latín elasticus = dúctil y peto = exigir, reclamar)
1. Capacidad de estirar el dinero para llegar a fin de mes.
En esta acepción, la elastopecia es una virtud. Pero el término cobra toda su dimensión cuando se lo interpreta en el segundo sentido:
2. Tendencia a creer que las cifras monetarias con las que uno cuenta son infinitamente flexibles.
Los vendedores de automóviles y de bienes inmobiliarios practican muy a menudo la elastopecia. Con mucho esfuerzo llegamos a juntar treinta mil pesos, entre ahorros, la venta de unos muebles, el préstamo de un banco, una tía con algo de dinero y algunas privaciones. Cuando llegamos a la concesionaria de autos, el vendedor nos pregunta si "no podemos estirarnos" hasta cuarenta, cincuenta o incluso ochenta mil pesos para comprar un modelo mejor: "Si te estirás veinte lucas, te llevás un modelo dos mil diez". Él supone que la disponibilidad de nuestro dinero es versátil e ilimitada, y que si no compramos algo mejor es simplemente porque no tenemos ganas de gastar más dinero (o porque somos amarretes). Quizás, cuando nos pide "un estirón", espere que le digamos: "¡Oh! ¡Podría sacar más dinero del banco y no me había dado cuenta!", o "¡Le voy a pedir más a mi tía!", o tal vez "Ah, sí, mire, tenía doscientos mil pesos debajo del colchón y no lo recordaba".
Hay personas que practican la elastopecia consigo mismas. Para ellos, la exigua cifra de sus salarios no representa un límite a la hora de proyectar gastos. Por eso, consiguen todas las tarjetas de crédito que pueden; hacen compras en veinticuatro cuotas aunque tengan que pagar una alta tasa de interés y sacan préstamos usurarios con tal de "estirarse" y comprar lo que de otro modo habría sido inalcanzable. A pesar de que su deudas aumentan de modo irracional, vuelven a practicar la elastopecia al mes siguiente cuando les depositan el ya minusválido sueldo.
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