(Sustantivo. Del griego narké = estado de adormecimiento y kósmos = orden. Sinónimo: hipnocosmia)
1. Capacidad de ir creando, a lo largo de la vida, un universo onírico coherente y verosímil.
Mediante la narcosmia sería posible imponer reglas y orden a los sueños. Para lograr este estado, es necesario, previamente, aprender el arte de modificar a voluntad el contenido de las imágenes oníricas: hay que volverse un narconauta (o hipnonauta), un viajero de los sueños. Una vez logrado este estado, es necesario suministrar leyes a las ensoñaciones para que, a partir de ese caos farragoso de imágenes inconexas, nazcan objetos oníricos sólidos, duraderos y asequibles a la razón. Cuando se apliquen estas leyes (arbitrarias, decididas por el soñador), los objetos soñados tendrán una continuidad narrativa noche tras noche y sueño tras sueño.
2. Capacidad de soñar con suficiente lucidez como para crear en la realidad el objeto soñado.
En "Las Ruinas Circulares" de Jorge Luis Borges, un hombre procrea a su hijo soñando con detalle y en noches sucesivas su corazón, el esqueleto, el cabello, sus párpados. Una vez soñado por completo, el hijo cobró vida en el mundo real, aunque llevaba una marca de su estirpe onírica: el fuego no podía quemarlo.
Los objetos nacidos de una narcosmia no siguen todas las reglas de nuestro mundo real; infringen algunas, porque permanecen de algún modo atados a su origen en el mundo de los sueños.
2 comentarios:
Esto me pasa a mí; gracias por darle un nombre.
Me puedo considerar narcósmico nada más que en la primera acepción.
Durante mucho tiempo soñé una y otra vez con un edificio de entrada majestuosa lleno de pequeños negocios. Cuando entraba en cada uno de ellos transcurría una u otra aventura.
Ahora, al pasar el tiempo, de los sueños no recuerdo su sustancia o detalles, sino solo las sensaciones que me generan los sueños. Ahí está, habría que inventar una palabra para quien recuerda la sensación de los sueños pero no los sueños en sí.
Publicar un comentario