viernes, 5 de octubre de 2012

Cacógoro

(Adjetivo y sustantivo. Del griego kakós = malo, feo y agoréuo = anunciar)

Dícese de quien siempre da malas noticias. 

Existen al menos dos clases de cacógoros: está el que sólo da malas noticias sobre su propia vida y el que anuncia algo terrible que le ocurre al destinatario, o que pasa a nivel local, nacional o mundial. En ambas clases, hay un cacógoro que disfruta dando la mala noticia, y otro que lo hace con cierto pesar.
El primer tipo de cacógoro se gana la compasión de algunas personas, quienes lo adoptan -con cierto recelo- como un amigo que está pasando un mal momento. Por lo general viene de visita en días y horas complicadas (un martes a las ocho de la mañana, por ejemplo) para contarnos sus desgracias. Rara vez habla de otra cosa que no sean sus pesares, los cuales parecen confluir con saña en su persona y allegados. "El mes pasado me compré el auto", dice el cacógoro iniciando lo que parece ser una buena noticia. "Pero parece que era robado y me lo secuestró la policía", remata, con laconismo. "Conseguí trabajo en una empresa constructora", agrega. "Pero me echaron porque maté a un compañero con la topadora. Ahora estoy procesado". Aun cuando se trata de hechos mínimos y cotidianos, da la impresión de que casi siempre los sucesos tienen derivaciones horribles: "Ayer compré un paquete de papas fritas. Cuando lo abrí y metí la mano, adentro había una araña venenosa. Mirá, me picó en el dedo. Fui al hospital y estuve en coma". Por lo general, a este tipo de cacógoro dejamos de abrirle la puerta, y al poco tiempo nos enteramos de que le cayó un piano en la cabeza, justo frente a nuestra casa, un día de nieve y ventisca, mientras tocaba timbre y no lo atendíamos.
A veces el cacógoro es muy cómico para contar sus desgracias. En esos casos, disfrutamos mucho cuando nos cuenta los sucesos negativos: "No sabés. Estaba esperando el colectivo, llovía y unos tipos me cagaron a trompadas. Pero me pegaron tan bien, con tanto estilo. Después, cuando estaba culo para arriba en la calle, pasó el colectivo, no paró y me mojó con el charco. Quedé una pinturita"

El segundo tipo de cacógoro es un sádico que no mide el tenor ni el momento ni la relevancia de la mala noticia. El anuncio que debe hacer no lo afecta a él, sino al interlocutor: "Ah, abriste una fiambrería. ¿Viste que ahora no se va a conseguir más queso porque cerraron los tambos? ¿Sabías que solo van a traer jamón importado que cuesta diez veces más?". "Che, vos que estás trabajando en la construcción, escuché por ahí que se va a parar la construcción a nivel nacional". "Ah, tenés un bebé. ¿Sabías que dentro de treinta años ese pibe va a tener que luchar contra la falta de agua en el mundo?. Cuando la mala noticia no es solo un rumor, sino algo serio y que afecta mucho al destinatario, no se preocupa por el estado del destinatario. Su único objetivo es dar la información, sin reparar en el estado de ánimo de quien la recibe. "Señora, su marido se murió", dice de entrada, llamando a mitad de la madrugada a la casa de una familia donde se están preguntando qué pasó con el padre de la familia que no vino a dormir.

No debe confundirse el cacógoro con el parióclido.

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