(Sustantivo. De cuidar)
1. Necesidad imperiosa y súbita de cuidar un objeto que no necesita o no merece ser cuidado.
Así como se puede tener un descuido, también puede haber un cuido.
El cuido se presenta de manera obsesiva y repentina: de un momento para otro, nos encontramos preocupados por uno de los cien adornos de la biblioteca, por los cuchillos en el cajón de cubiertos, o por el bolígrafo que llevamos en la cartera: ¿Y si un viento fuerte hiciera caer los adornos? ¿Qué pasaría si a los cuchillos se les saliera el mango? ¿No debería llevar el bolígrafo en otro lugar, para que no me lo roben? Durante largos minutos cavilamos indecisos, pensando en la mejor estrategia para cuidar a ese objeto, como si el hipotético peligro al que podría someterse fuera, en verdad, algo grave y demandante.
De manera inmediata comprobamos que el objeto no sufre ningún riesgo serio o evidente. Sin embargo, esa corroboración no basta para despejar nuestra preocupación: si no había razones para que la preocupación apareciera, tampoco una buena razón la hará desaparecer.
Este término se aplica con mayor propiedad a la necesidad de cuidar algo que es de por sí desechable o despreciable: las servilletas de papel usadas, los restos pulverizados de papas fritas del fondo del paquete o el clip que guardamos en la cartuchera entre medio de lápices, gomas de borrar y bolígrafos. A veces el cuido se extiende en el tiempo hacia un único objeto: si preferimos que nadie use (ni nosotros mismos) la taza azul o el plato floreado sólo por temor a que se rompa o sea robado, estamos sufriendo de cuido.
El cuido es, en el fondo, la conciencia de que aun las cosas más inútiles e insignificantes pueden desaparecer o deteriorarse.
Uso: "Estaba lo más bien recién y ahora me agarró un cuido con la cortina de baño... Por favor, que nadie se bañe en esta casa hasta que se me pase"
2. Obsesión por cuidar un objeto ajeno sin que el dueño pida que lo cuiden.
Quien padece de esta clase de cuido suele poner mayor empeño en vigilar lo ajeno que en atender sus propios asuntos. En esta acepción, el que sufre de cuido no es asaltado de manera repentina: sus cuidos duran días, meses o años: el vecino con cuido custodia que los ladrones no roben la lamparita de entrada en la casa de al lado. No le preocupa si entran por atrás a desvalijar la vivienda: él se autoasume guardián de esa única lamparita, y desde su lugar de microarca la protegerá con un celo despiadado y enloquecido. El empleado con cuido velará por que no se use la fotocopiadora: nadie le asignó ese papel, pero él se siente obligado a preservar su buen funcionamiento, aun a costa de no permitir ese funcionamiento que pretende preservar.
Los niños suelen tener cuidos con juguetes ajenos y en su celo no permiten ni que su propio dueño se acerque.
1 comentario:
Uh, yo suelo tener cuidos en torno a objetos practicamente descartables. No le quiero contar de un par de calzoncillos que uso para dormir, cuya localización y cuidado me pone los pelos de punta.
Y sobre los cuidos en el entorno laboral, lamentablemente veo cómo un par de olfas, microcarcas de corazón, se desviven por la propiedad del patrón, cual si fuera su propia salud la que se arriesga en el asunto. Situación ésta que me causa un poco de asco, debo acotar.
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