(Sust. Del griego domos = casa y tafios = tumba)
Lugar de la casa donde hay oculto o enterrado un cadáver.
"¿Qué hago con el cadáver?" es la clásica pregunta que puede hacerse un asesino después de matar a otra persona en una circunstancia confusa, sin testigos y con escaso planeamiento previo. Descuartizar el cadáver y sacarlo en bolsas es una posibilidad. Pero en otras ocasiones puede ser más eficaz levantar algunas baldosas del piso del comedor, cavar en la tierra y colocar allí el cadáver. Luego, colocar nuevamente las baldosas. Con esta práctica, el asesino ha improvisado un domitafio.
No es costumbre que una persona decida, por sí misma, ser enterrada en su propia casa. Los domitafios suelen esconder una historia oscura; un crimen sin resolver y un alma en pena.
Los únicos domitafios legales son los que se prodigan a las mascotas.
4 comentarios:
En este último caso, los niños pequeños pueden quedarse con la idea de que la mascota ha sido plantada, no enterrada. Hay que agradecer que a los chicos no les gusta sentarse a esperar nada, o más de uno estaría todavía junto al domitafio preguntándose por qué no crece el árbol de gatos.
Es una buena pregunta. ¿Por qué no crecen árboles de gatos?
El universo es muy muy raro.
Algunas fuentes históricas atestiguan leyendas del Antiguo Egipto según las cuales sí existieron árboles de gatos. Son elocuentes las palabras de Ra en el “Libro de los muertos”, aunque el sentido tanto de "gran gato" como de "árbol Yeshed" hoy son objeto de agudas controversias. Sin embargo, esta curiosa vegetación tal vez no haya sido un privilegio exclusivo de Hierápolis. También en Meidum, según Heródoto, crecía un supuesto árbol o arbusto que, gracias a la fertilidad de la diosa Bastet, tenía la capacidad de generar gatos – algunos de estos eran devorados por la terrible diosa Sekhmet.
La expresión latina “fecis arbor” (literalmente "árbol de gato"), podría españolizarse como “fecisárbor”, “fecisárbol” o algo así.
Una amiga mía convenció a su sobrino de que existen los árboles de chupetes.
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