(Adjetivo. Del griego a = partícula negativa; oinós = vino y methuo = embriagarse, estar bebido)
1. Dícese de quien puede emborracharse espontáneamente, sin haber bebido.
2. Dícese de quien puede inducirse de modo voluntario un estado de alucinación similar al que se obtiene a través de drogas.
3. Dícese de quien se comporta como embriagado o drogado porque cree que ha bebido alcohol o ha tomado drogas.
En las dos primeras acepciones, el anenómiso arrastra la lengua para hablar, se abraza a sus amigos, tiene la vista nublada, el andar torpe y llora entre hipos cortados. O bien intenta atrapar inexistentes mariposas que lo sobrevuelan, o ve su entorno de colores y formas extrañas: los rostros, como si tuvieran máscaras blancas; las paredes como si tuvieran una leve fosforescencia; el perro, como si fuese un demonio enrojecido, cornudo y llameante. Pero no necesita alcohol ni drogas para lograr estos efectos: simplemente, desea que ocurran. A partir de ese deseo, su cuerpo y su mente se comportan tal como lo haría quien de hecho consumió alucinógenos y / o alcohol.
En la tercera acepción, al anenómiso se lo ha engañado. Le dieron un cigarrillo común, y él creyó que fumaba marihuana. Le dieron jugo de manzana en lugar de sidra. Como él está convencido de que ha fumado o bebido bastante, empieza a mostrar los mismos síntomas que en los ejemplos anteriores. Su propia sugestión, mas un entorno favorable, mas la certeza de que la embriaguez es una consecuencia necesaria de haber fumado o bebido, lo llevan a alucinar, a reírse como un demente o a desnudarse en medio de la calle y gritarle insultos entrecortados a la policía.
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