(Sustantivo. Del grigo anthos = florecimiento, flor y egó = yo)
El mejor yo de una persona.
No siempre se está en las mejores condiciones mentales para pensar y actuar. La mayoría de las veces nuestra voluntad y entendimiento quedan rezagadas frente a las obligaciones de la vida, los hechos del mundo y nuestros propios deseos. Pero a veces, quizás unas pocas horas cada semana o cada mes, somos capaces de tomar decisiones inteligentes, de tener pensamientos fértiles, de realizar con claridad cadenas de pensamientos y de actuar con alegría y con consecuencia. Esos instantes son nuestro ántego. El resto del tiempo estamos tratando de sobrevivir y nadamos en una racionalidad a media luz en la que muchas cosas no tienen sentido, o no somos capaces de otorgárselo.
Muchas personas extrañan sus antiguos ántegos y lo expresan con pesar: "yo antes podía dialogar con todo el mundo y me sentía bien. Ahora apenas puedo articular cuatro palabras sin contradecirme"; "Hace mucho que no pinto un cuadro, no salgo a correr y no hago críticas de cine. Extraño ese ántego"
El filósofo Aristóteles dice que hay unos pocos momentos de la vida en los que tenemos la claridad y la alegría que tiene Dios cuando piensa. Eso breves instantes de serena contemplación racional son los ántegos.
1 comentario:
¿Se aplica cuando el mejor yo se manifiesta no en las condiciones mentales o racionales sino en las físicas o emocionales?
Pregunto porque hay algunas novias y una decena de amigos que en determinados momentos me hicieron sentir que gracias a ellas/os florecía el mejor yo en esos otros planos.
¿y como se llama el peor yo? ¿y cómo a quién te “ayuda” a conocerlo?
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