lunes, 28 de febrero de 2011

Anemolecto

(Sustantivo. Del griego anémos = viento y léxis = lenguaje)

1. Discurso dirigido al viento. En sentido no metafórico, palabras que se dirigen a un auditorio que no las escucha.


2. Charla o discurso olvidable.

Mientras en la acepción (1), en su variante no metafórica, el anemoloquio se produce por culpa del auditorio, en esta acepción es el mismo discurso el que no merece recuerdo ni atención. La línea que separa a uno de otro es discutible. Posiblemente, en muchos casos por culpa de un anemoloquio (2) se produce un anemoloquio (1)


3. Conjunto de silbidos y sonidos guturales que produce el viento y que parecen articulaciones de palabras.   


Aun cuando no hubiese un sujeto que pronuncie los anemoloquios, algunos consideran que es en principio posible descifrar el exacto recorrido del viento a partir de los sonidos que produce. Quizás esa extraña combinación de suspiros, jadeos y golpecitos que realiza el viento en la ventana sea un código en el que se indica su origen en la ladera de una montaña nevada, su paso por el río y el mar y su vuelo a ras de las nubes. Algunos especulan con que el viento trae un mensaje más recóndito y personal. Tal vez el anemoloquio nos cuente (en un idioma desconocido) las palabras finales y apenas audibles de un amigo moribundo al otro lado del mar, o el suspiro lejano de la mujer que nos ama, agigantado por la distancia, el océano y la nostalgia.

2 comentarios:

Grupo de Expertos en Todo dijo...

Todas las acepciones de la palabra Anemolecto se corresponden con la doctrina del PRO.
Muy buena palabra.

Don Tunicia dijo...

Asociación libre:

Hay un conocido ejemplo de la tercera acepción, cuando es el viento quien pronuncia el discurso. Se trata de la Obra "Midas" (Shelley - 1820) en la que Apolo castiga al rey haciéndole crecer las orejas. Para que nadie se entere, su ministro le fabrica una corona que le tapa a Midas las orejas, pero luego el secreto se le vuelve una carga muy pesada y decide liberarse contando la verdad a unos juncos.
Luego, el viento devela la confidencia ya que al atravesar los juncos susurra "el rey, tiene orejas de burro".

Hablar con las plantas y depositar en ellas los sentimientos más íntimos es una costumbre antiquísima; en la película "Con ánimo de amar" el protagonista habla apoyando la boca contra el tronco de un árbol, ya que en el sur de China se cree que esta es una manera de aliviar el dolor, confesando los secretos más profundos.