jueves, 29 de julio de 2010

Procúrogo

(Sustantivo. Del latín procul = lejos y erogo = pagar. Expresión derivada de "procul errare" = "caer en un grosero error") 


Valor estimado de un producto o servicio cuyo precio real se desconoce. 

Aun cuando solo tengamos una lejana idea de cuánto puede costar un kilo de pastoras de pollo, un servicio de sommeliers o un juego de mantelería fina, solemos arriesgar mentalmente algún precio estimado que resulta mucho más bajo que el real. Nuestra estimación no es puramente gratuita, pero está basada en valores desactualizados, información insuficiente acerca del producto o servicio, analogías mal justificadas y prejuicios.

Ejemplos:

Si sabemos que contratar a un mozo cuesta (supongamos) cien pesos por noche, podemos inferir por analogía que un sommelier (un mozo exclusivamente dedicado a servir bebida) debiera cobrar más o menos lo mismo. Sin embargo, en el momento de pagar por el servicio nos enteramos de que cada sommelier cobra quinientos pesos por servir el vino. La analogía no ha funcionado: no tuvimos en cuenta que un sommelier es un sibarita, un especialista que ha estudiado cata de vinos en universidades privadas y que su trabajo se paga mediante honorarios.   

Si en la pescadería exhiben unas novedosas hamburguesas de salmón rosado, creemos que será razonable pagar, tal vez, treinta pesos el kilo. Cualquier precio que supere esa estimación (ese procúrogo), nos parecerá excesivo, por más que el kilo de salmón rosado, de por sí, sea mucho más caro.
Cuando se nos rompen los caños de casa, hacemos algunas cuentas rápidas y por lo general suponemos cuál sería el valor razonable de la reparación. Luego llamamos al plomero y, como suele ocurrir, el cálculo imaginario fue demasiado benigno para nuestro bolsillo, y solemos reaccionar indignados: "Yo no te pago más de quinientos pesos por cambiar las cañerías" El plomero nos invita a replantear los cálculos: son diez caños, a sesenta pesos cada caño, más la mano de obra. Pataleamos una vez más: ¡Los caños no pueden costar sesenta pesos! ¡Según mi procúrogo, cada caño vale diez pesos! Finalmente, cotejamos los valores actualizados y debemos aceptar, abochornados, el presupuesto del plomero.

Vamos por la vida calculando los valores monetarios de las cosas, como si pudiésemos  reconocer sin dificultad las variables de cambio y de mercado. ¿Un poste de luz de la calle? Doscientos pesos. ¿El trabajo de un albañil que nos construye la habitación del fondo? Tres mil pesos; ¡incluso tres mil pesos es muchísimo! ¿El kilo de mortadela? Diez pesos. ¿La consulta a un psicólogo? No más de treinta pesos. ¿Un libro? Sin importar cuál sea, ni de qué se trate, no puede costar más de cincuenta pesos ¿El servicio de un disc jockey? Doscientos cincuenta pesos. ¿Una cena con champagne y postre en el mejor restaurante de la ciudad? Cien pesos. Por lo general, por culpa de nuestro procúrogo, vamos por la vida horrorizados, decepcionados por las pretensiones ajenas, las cuales tienen el descaro de no ajustarse a nuestras expectativas puramente imaginarias.

3 comentarios:

José Pepe Parrot dijo...

Me pasa éso cuando veo un libro que me gusta y me dejo engañar por mi propia ingenuidad. Me digo, por el tamaño (por ahí no tiene ni doscientas páginas) debe salir más o menos...Y cuando pregunto me caigo de nalgas al piso y el vendedor que verifica mi sorpresa se manda con una explicación del tipo: no está editado, esta es una edición especial porque tiene prólogo del autor que volvió en una sesión espiritista sólo para rectificar algunas injusticias que...y así. Mi Procúrogo me tiene podrido.

Anónimo dijo...

Pregunto... esta percepción distorsionada, para menos, de los valores no es derivada de la tacañería?

Jorge Mux dijo...

Anónimo: a veces sí, pero no siempre. El tacaño tiene procúrogos permanentes y se enfurece, y trata de convencer a los vendedores de cuál es "el precio correcto", que casualmente es el que a él se le ocurre. La gente que no es tacaña, cuando conoce el precio, se escandaliza un poco, lo piensa, lo repiensa y después (porque usualmente no queda otra opción) hace la compra.