(Del griego eu = bueno y skízein = dividir)
1. Capacidad de cortar un objeto en partes o porciones equitativas.
A veces, quienes están encargados de repartir las porciones del asado, no suelen reparar en que algunos comensales reciben una porción generosa y con mucha carne, mientras que a otros se les adjudica un pequeño e incomible chicharrón de grasa con hueso. El buen administrador del asado deberá tener euquicia: tratará de cortar la carne de manera que las porciones tengan similar tamaño y aprovechabilidad. Si tiene que repartir una pizza, la cortará en partes lo más idénticas posible, sin mezquinar aceitunas o tomates en cada parte. Si debe servir vino, buscará la manera de que todas las copas contenga la misma cantidad. La euquicia, a veces, puede demandar un gran esfuerzo y mucho tiempo. Medir milimétricamente las porciones es algo trabajoso y no siempre se da con un buen resultado. Por eso es conveniente optar por un grado moderado de euquicia, para evitar injusticias groseras, sin caer en el fanatismo de la equidad absoluta e ideal.
2. Capacidad de elegir exactamente las cosas que otro no elige.
Otra manera de definir la euquicia en este segundo sentido es: la ausencia de conflictos en la elección de los bienes escasos. Cuando una familia compra un pollo, suele haber pequeñas disputas por los muslos o la pechuga. Pero si a un integrante le gustan los muslos, a otro las pechugas, a otro el rancho y al último sólo los menudos, entonces hay euquicia, pues no hay conflicto a la hora de la cena.
Existe una euquicia sincera y otra insincera. La primera ocurre cuando, en verdad, cada integrante desea elegir justmente lo que el otro deja. La euquicia insincera ocurre cuando, en realidad, algún integrante debe conformarse con lo que hay, o debe fingir que le gusta un corte de pollo determinado para evitar el conflicto.
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