(Adjetivo. Del latín labans = vacilante y sedere = sentarse)
Quien hace tambalear su silla cuando está sentado.
Para los labísedos, estar sentado implica un movimiento trabajoso; un malabarismo que pone a prueba la resistencia del asiento. El labísedo pone la silla en dos patas o en una; la mueve de atrás hacia adelante. Se sienta con el trasero, con las rodillas, a veces en el borde, a veces muy atrás. El labísedo provoca una enorme incomodidad en quienes lo observan, pues parece que está siempre a punto de caerse. Los dueños de la silla añaden otra preocupación: que los movimientos y rechinares del labísedo terminen por romper la silla.
En sentido metafórico, también puede llamarse así a la persona que continuamente amenaza con remover a alguien de su despacho. Quien está buscando ocupar un alto cargo, se dice que "serrucha el piso" de sus superiores, es decir: desea que su asiento tambaleé hasta caerse. Dado que el sillón y el despacho son símbolos de poder y de seguridad, el labísedo es el que intenta corroer ese poder.
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