(Sustantivo. Del griego a = partícula privativa y sopaíno = hacer silencio. Adjetivo: asópico)
Imposibilidad de callarse.
Muchas personas creen que el silencio es una mala señal. No conciben que haya alguien junto a ellos y que, sin embargo, no se le esté hablando. Por eso, quienes padecen de asopia aprovechan cualquier instante para capturar la atención de sus interlocutores (provocándoles cronoclepsia e irenofagia) y someterlos a una catarata interminable de palabras. El asópico ejecuta su verborragia sin respetar las necesarias pausas de todo encuentro. Persigue hasta el baño a sus forzados interlocutores y no les permite un segundo de distracción. "¡Te quedaste callado!", nos dice el asópico en un momento de respiro (arrebatándonos un inesperado instante de silencio) y arremete una vez más con su verba indiscreta e indiscriminada.
El asópico no necesariamente habla de temas triviales y pasatistas. De hecho, los peores asópicos son aquellos que nos hablan de trabajo (en este caso, labofan) o quienes nos piden opiniones profundas sobre temas acerca de los cuales nunca quisimos oir una sola palabra.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
lunes, 31 de mayo de 2010
jueves, 27 de mayo de 2010
Arcarquizar
(Verbo intransitivo [tiene algunos raros usos transitivos]. Del griego argía = pereza y arjéia = gobierno. Sustantivo: arcarquía)
Saber manejar el propio desgano.
Cuando un amigo nos invita a cenar a su casa la próxima noche, es posible que aceptemos la invitación con entusiasmo. Sin embargo al día siguiente a medida que se acerca la hora, una creciente pereza nos invade y una hora antes de salir encontramos un programa de televisión, una cerveza en la heladera y una ducha caliente que nos alientan a quedarnos en casa. Si cedemos a esa tentación, llamaremos a nuestro amigo y le diremos que estamos enfermos o que se murió un pariente. Si tenemos algo de arcarquía (y un poco de vergüenza), saltaremos por encima de las cómodas garras del sofá y el pijama, enfrentaremos el encuentro con nuestro amigo y no sólo iremos para cumplir con la invitación, sino que además disfrutaremos de la cena y la charla.
El desgano, la pereza, la desidia, el hastío, nos rodean y nos obligan a claudicar no sólo de los compromisos, sino también de las cosas que nos dan placer. Sólo con una firme voluntad podremos arcarquizar todo aquellos que nos paraliza. Pero existe una paradoja: la voluntad, ¿puede, por propia voluntad, dejar de tener pereza? ¿Se trataría de una metavoluntad arcarquizante actuando contra una voluntad desganada? Si abrimos ese juego, estamos a un paso de establecer que la voluntad puede superponerse more geometrico hasta el infinito en un juego interminable de arcarquizadoras y arcarquizadas.
Saber manejar el propio desgano.
Cuando un amigo nos invita a cenar a su casa la próxima noche, es posible que aceptemos la invitación con entusiasmo. Sin embargo al día siguiente a medida que se acerca la hora, una creciente pereza nos invade y una hora antes de salir encontramos un programa de televisión, una cerveza en la heladera y una ducha caliente que nos alientan a quedarnos en casa. Si cedemos a esa tentación, llamaremos a nuestro amigo y le diremos que estamos enfermos o que se murió un pariente. Si tenemos algo de arcarquía (y un poco de vergüenza), saltaremos por encima de las cómodas garras del sofá y el pijama, enfrentaremos el encuentro con nuestro amigo y no sólo iremos para cumplir con la invitación, sino que además disfrutaremos de la cena y la charla.
El desgano, la pereza, la desidia, el hastío, nos rodean y nos obligan a claudicar no sólo de los compromisos, sino también de las cosas que nos dan placer. Sólo con una firme voluntad podremos arcarquizar todo aquellos que nos paraliza. Pero existe una paradoja: la voluntad, ¿puede, por propia voluntad, dejar de tener pereza? ¿Se trataría de una metavoluntad arcarquizante actuando contra una voluntad desganada? Si abrimos ese juego, estamos a un paso de establecer que la voluntad puede superponerse more geometrico hasta el infinito en un juego interminable de arcarquizadoras y arcarquizadas.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Escatícono
(Sustantivo. De eskátos = último y eikónes = imagen. No confundir con escotícono)
Última imagen que ve una persona antes de morir.
Desde el punto de vista etimológico y definicional, el término se refiere a una imagen cualquiera, con la condición de que sea la última. Por ejemplo, el cielo raso de la habitación del hospital donde un segundo después sobreviene el deceso. Sin embargo, debe utilizarse con mayor propiedad para aquellas imágenes que, por el solo hecho de verlas, son un preanuncio inequívoco de la muerte. Quien pudiera ver de cerca el hongo de una explosión atómica, o el acercamiento vertiginoso del suelo después de haberse tirado de un edificio, o la luz y el creciente calor del magma después de arrojarse a un volcán, o su propio cuerpo sin cabeza luego de haber sido decapitado, habrá tenido una imagen imposible que un segundo después estará seguida de una muerte violenta e instantánea.
Ante un escatícono es factible que se emita un extrecanor.
Última imagen que ve una persona antes de morir.
Desde el punto de vista etimológico y definicional, el término se refiere a una imagen cualquiera, con la condición de que sea la última. Por ejemplo, el cielo raso de la habitación del hospital donde un segundo después sobreviene el deceso. Sin embargo, debe utilizarse con mayor propiedad para aquellas imágenes que, por el solo hecho de verlas, son un preanuncio inequívoco de la muerte. Quien pudiera ver de cerca el hongo de una explosión atómica, o el acercamiento vertiginoso del suelo después de haberse tirado de un edificio, o la luz y el creciente calor del magma después de arrojarse a un volcán, o su propio cuerpo sin cabeza luego de haber sido decapitado, habrá tenido una imagen imposible que un segundo después estará seguida de una muerte violenta e instantánea.
Ante un escatícono es factible que se emita un extrecanor.
martes, 25 de mayo de 2010
Equesto
(Sustantivo y adjetivo. Del griego ékei = allí y stásis = detenimiento, cualidad de estar todavía en pie)
Objeto que alguien dejó en un lugar de la casa y que nadie se atreve a tirar o cambiar de lugar.
A diferencia de los planelocios, los equestos han sido puestos en ese lugar por alguna razón específica, pero desconocemos cuál es, y rara vez tenemos la posibilidad de preguntarle a quien lo dejó allí. La madre dejó una cajita de plástico junto a la bacha de la cocina. La cajita molesta, ocupa lugar y no parece tener utilidad. Sin embargo, por algo está allí y nadie se decide a tirarla, o a preguntar para qué sirve.
En las casas donde conviven dos o más personas, hay equestos. El envoltorio de un juguete sobre el canasto de la ropa sucia; los cepillos usados a un costado de la bañera, la pala sin mango al lado de la cama o ese frasco misterioso con un líquido celeste en la alacena junto a las latas de tomate. Si un día quisiéramos disponer esos objetos en el lugar que le correspondiera (lugar que, muchas veces, es la basura), deberíamos preguntar a todos los que contribuyeron a dejarlos por la casa. Si no hacemos esto, llegará un día en el cual alguien nos reprochará no haberle consultado. "Yo había dejado ese bracito de muñeca ahí, al costado de la jabonera, para cortar el jabón de glicerina. Vos me lo tiraste sin consultar", podrán decirnos.
Los equestos son parte de las idionidias.
¿Son equestos los objetos que guarda un cenotímico?
Objeto que alguien dejó en un lugar de la casa y que nadie se atreve a tirar o cambiar de lugar.
A diferencia de los planelocios, los equestos han sido puestos en ese lugar por alguna razón específica, pero desconocemos cuál es, y rara vez tenemos la posibilidad de preguntarle a quien lo dejó allí. La madre dejó una cajita de plástico junto a la bacha de la cocina. La cajita molesta, ocupa lugar y no parece tener utilidad. Sin embargo, por algo está allí y nadie se decide a tirarla, o a preguntar para qué sirve.
En las casas donde conviven dos o más personas, hay equestos. El envoltorio de un juguete sobre el canasto de la ropa sucia; los cepillos usados a un costado de la bañera, la pala sin mango al lado de la cama o ese frasco misterioso con un líquido celeste en la alacena junto a las latas de tomate. Si un día quisiéramos disponer esos objetos en el lugar que le correspondiera (lugar que, muchas veces, es la basura), deberíamos preguntar a todos los que contribuyeron a dejarlos por la casa. Si no hacemos esto, llegará un día en el cual alguien nos reprochará no haberle consultado. "Yo había dejado ese bracito de muñeca ahí, al costado de la jabonera, para cortar el jabón de glicerina. Vos me lo tiraste sin consultar", podrán decirnos.
Los equestos son parte de las idionidias.
¿Son equestos los objetos que guarda un cenotímico?
viernes, 21 de mayo de 2010
Vandalismo semántico: cagatrochas
Muchos ya estarán al tanto de que el Instituto Cervantes ha lanzado un concurso de palabras inventadas (ver esta nota).
La intención final es crear un "Ficcionario" con las palabras que la gente envíe, y la idea parece ser que ganará la palabra que reciba más votos de los lectores.
El proyecto es idéntico al de Exonario, de modo que me interesó bastante la propuesta. Participé con tres palabras: "Colocio", "Irenofagia" y "Equicopcio". Dado que este proyecto se llama "Ficcionario", es de esperar que las palabras sean ficticias en el sentido propio del término: palabras inventadas, que se refieran a un hecho real o posible, pero que tengan una completa funcionalidad semántica en el idioma español.
Sin embargo, me encontré con que este concurso tiene muchos errores.
1. En primer lugar, los participantes ingresan palabras ya existentes, que se usan en las variedades dialectales de sus pueblos. Por ejemplo, la palabra que lidera los votos es "Cagatrochas", un término que -tal como se encargan de aclarar los comentaristas y el propio "autor"- se usa en algunos pueblos de España. Pero aun más: ni siquiera se cuidan de que el término no aparezca en el diccionario. Algunas palabras no sólo se usan, sino que ya están definidas por la Real Academia (ver Vagamundo) Si bien hay un proceso de selección de términos, parece que entre los criterios de la selección no está presente la consigna de que sean "ficticios", y en rigor, ni siquiera "fuera del diccionario". El nombre, entonces, "Ficcionario" es inadecuado.
2. En segundo lugar, quienes envían palabras no se sienten en la obligación de definirlas, (Por ejemplo: Cagatrochas: "es como decir que eres un cobarde, miedoso, caganio,..."; Obesionado: "Porque representa muy bien la "obsesión" que tenemos hoy en día por ser obesos") o incluso de respetar la gramática española. Por ejemplo,"Majoni", la segunda palabra más votada, es un "derivado del adjetivo majo pero en grado superlativo". Sin embargo, de acuerdo a la formación del superlativo en español, no existe regla de derivación que dé como resultado un superlativo terminado en "ni". Se trata, entonces, no de una nueva palabra, sino de una modificación de la gramática del superlativo para un caso puntual.
Algo similar ocurre con la palabra "Serpientón", quinta en este ránking. Un serpientón es "una serpiente bien grande venenosa y muy peligrosa". No es un nuevo término; es el aumentativo de un término ya existente.
3. Tampoco hay un intento por referirse a una realidad que hasta el momento no tuviera nombre. Los términos más votados no son más que sinónimos de otros términos, o simplemente se trata de combinaciones bastante burdas de otros términos ya existentes. En todos los casos, las definiciones (cuando las hay) son escasas y poco rigurosas. El propio caso de "cagatrochas" es un ejemplo en estos tres sentidos.
4. No parece haber otra instancia de selección más que el voto. Esto provoca algunas consecuencias indeseadas: En lugar de palabras ficticias, se termina votando a las palabras que más se usan en una determinada región. Otros, en cambio, votan porque les gusta el sonido del término, aun cuando la palabra ya exista de antemano. Por eso, palabras verdaderamente originales tienen muy pocos votos. Si el objetivo era crear un "ficcionario", los organizadores deberían fiscalizar y seleccionar mediante algún jurado cuál consideran que es "la mejor" palabra. Y cuando digo "la mejor", me refiero a que cumpla con todos los criterios esperables en una palabra nueva.
En fin. Con este post, tenía la intención de pedirles a los lectores de Exonario que votaran por alguna de las tres palabras que propuse (Aquí los links: Colocio, Irenofagia y Equicopcio ), pero el concurso me ha decepcionado. Así que ahora me da lo mismo.
Gracias y feliz fin de semana largo.
(PD: Les agradezco especialmente a mis amigos El Violinista y Jorge Benítez, quienes me informaron de este concurso)
La intención final es crear un "Ficcionario" con las palabras que la gente envíe, y la idea parece ser que ganará la palabra que reciba más votos de los lectores.
El proyecto es idéntico al de Exonario, de modo que me interesó bastante la propuesta. Participé con tres palabras: "Colocio", "Irenofagia" y "Equicopcio". Dado que este proyecto se llama "Ficcionario", es de esperar que las palabras sean ficticias en el sentido propio del término: palabras inventadas, que se refieran a un hecho real o posible, pero que tengan una completa funcionalidad semántica en el idioma español.
Sin embargo, me encontré con que este concurso tiene muchos errores.
1. En primer lugar, los participantes ingresan palabras ya existentes, que se usan en las variedades dialectales de sus pueblos. Por ejemplo, la palabra que lidera los votos es "Cagatrochas", un término que -tal como se encargan de aclarar los comentaristas y el propio "autor"- se usa en algunos pueblos de España. Pero aun más: ni siquiera se cuidan de que el término no aparezca en el diccionario. Algunas palabras no sólo se usan, sino que ya están definidas por la Real Academia (ver Vagamundo) Si bien hay un proceso de selección de términos, parece que entre los criterios de la selección no está presente la consigna de que sean "ficticios", y en rigor, ni siquiera "fuera del diccionario". El nombre, entonces, "Ficcionario" es inadecuado.
2. En segundo lugar, quienes envían palabras no se sienten en la obligación de definirlas, (Por ejemplo: Cagatrochas: "es como decir que eres un cobarde, miedoso, caganio,..."; Obesionado: "Porque representa muy bien la "obsesión" que tenemos hoy en día por ser obesos") o incluso de respetar la gramática española. Por ejemplo,"Majoni", la segunda palabra más votada, es un "derivado del adjetivo majo pero en grado superlativo". Sin embargo, de acuerdo a la formación del superlativo en español, no existe regla de derivación que dé como resultado un superlativo terminado en "ni". Se trata, entonces, no de una nueva palabra, sino de una modificación de la gramática del superlativo para un caso puntual.
Algo similar ocurre con la palabra "Serpientón", quinta en este ránking. Un serpientón es "una serpiente bien grande venenosa y muy peligrosa". No es un nuevo término; es el aumentativo de un término ya existente.
3. Tampoco hay un intento por referirse a una realidad que hasta el momento no tuviera nombre. Los términos más votados no son más que sinónimos de otros términos, o simplemente se trata de combinaciones bastante burdas de otros términos ya existentes. En todos los casos, las definiciones (cuando las hay) son escasas y poco rigurosas. El propio caso de "cagatrochas" es un ejemplo en estos tres sentidos.
4. No parece haber otra instancia de selección más que el voto. Esto provoca algunas consecuencias indeseadas: En lugar de palabras ficticias, se termina votando a las palabras que más se usan en una determinada región. Otros, en cambio, votan porque les gusta el sonido del término, aun cuando la palabra ya exista de antemano. Por eso, palabras verdaderamente originales tienen muy pocos votos. Si el objetivo era crear un "ficcionario", los organizadores deberían fiscalizar y seleccionar mediante algún jurado cuál consideran que es "la mejor" palabra. Y cuando digo "la mejor", me refiero a que cumpla con todos los criterios esperables en una palabra nueva.
En fin. Con este post, tenía la intención de pedirles a los lectores de Exonario que votaran por alguna de las tres palabras que propuse (Aquí los links: Colocio, Irenofagia y Equicopcio ), pero el concurso me ha decepcionado. Así que ahora me da lo mismo.
Gracias y feliz fin de semana largo.
(PD: Les agradezco especialmente a mis amigos El Violinista y Jorge Benítez, quienes me informaron de este concurso)
Proveritar
(Verbo intransitivo. Del latín pro = en favor de y veritas = verdad. Adjetivo: proveritador o proverador)
Ofrecer innecesarias pruebas para demostrar que no se está mintiendo.
Algunas personas temen que otro crea que están mintiendo, aun en contextos en los que la exageración o incluso la falsedad no tienen importancia. Por eso, se esfuerzan en demostrar a cada instante que sus palabras son ciertas o que, si no lo son, fue por desconocimiento y no por malicia.
"Mirá, mirá el precio, ¿ves que no te mentí", dice el proveritador, forzándonos a corroborar algo que nunca nos interesó. Pero si el precio no era el que él había dicho, su discurso será largo, trabajoso y lleno de culpa y disculpas: "Ayer te dije que el kilo de pulpa estaba diez pesos. Me equivoqué. Lo que pasa es que vi el cartel que decía 'diez pesos' y no me di cuenta de que era la carnaza, no la pulpa picada.Vi mal, eso es todo. En realidad el kilo de pulpa está once, no diez. Mil disculpas por favor."
Es probable que el proveritador haya sido, en otra época de su vida, un mentiroso a quien le descubrieron de forma flagrante una enorme mentira.
Ofrecer innecesarias pruebas para demostrar que no se está mintiendo.
Algunas personas temen que otro crea que están mintiendo, aun en contextos en los que la exageración o incluso la falsedad no tienen importancia. Por eso, se esfuerzan en demostrar a cada instante que sus palabras son ciertas o que, si no lo son, fue por desconocimiento y no por malicia.
"Mirá, mirá el precio, ¿ves que no te mentí", dice el proveritador, forzándonos a corroborar algo que nunca nos interesó. Pero si el precio no era el que él había dicho, su discurso será largo, trabajoso y lleno de culpa y disculpas: "Ayer te dije que el kilo de pulpa estaba diez pesos. Me equivoqué. Lo que pasa es que vi el cartel que decía 'diez pesos' y no me di cuenta de que era la carnaza, no la pulpa picada.Vi mal, eso es todo. En realidad el kilo de pulpa está once, no diez. Mil disculpas por favor."
Es probable que el proveritador haya sido, en otra época de su vida, un mentiroso a quien le descubrieron de forma flagrante una enorme mentira.
jueves, 20 de mayo de 2010
Magnivoquio
(Sustantivo. Del latín magnus = grande y vocare = llamar)
En un discurso, apelar a una persona importante o a una institución que está más allá del auditorio al que se dirige el discurso.
"Gracias a todos, gracias", dice un periodista que ha recibido un premio. Sus colegas, bajo el estrado, lo aplauden. "Con esta distinción quiero dirigirme a la presidenta de la nación: por favor, que cuide a los periodistas porque tenemos miedo", agrega el premiado. La presidenta no está presente, y no tiene por qué escuchar ese discurso: se trata de un magnivoquio, una errónea apelación a una autoridad o a alguien que no puede escuchar directamente, ni tiene por qué hacerse cargo de lo que se le dice. "Y por favor, señor Papa, su Santidad, deje de ocultar la pederastia", puede agregar el magnívoco periodista. "Y ya que estamos, Arcángel Gabriel, no me molestaría que se me apareciera alguna vez y así yo también puedo tener una revelación", acota. "A la población china, le digo: por favor, dejen de emigrar hacia el resto del mundo que ya está bastante superpoblado. Y a los extraterrestres que merodean nuestro planeta, especialmente a los chupacabras: nunca les daremos nuestros recursos, sépanlo. Nada más, compañeros periodistas. Estoy orgulloso de haber recibido este premio."
En un discurso, apelar a una persona importante o a una institución que está más allá del auditorio al que se dirige el discurso.
"Gracias a todos, gracias", dice un periodista que ha recibido un premio. Sus colegas, bajo el estrado, lo aplauden. "Con esta distinción quiero dirigirme a la presidenta de la nación: por favor, que cuide a los periodistas porque tenemos miedo", agrega el premiado. La presidenta no está presente, y no tiene por qué escuchar ese discurso: se trata de un magnivoquio, una errónea apelación a una autoridad o a alguien que no puede escuchar directamente, ni tiene por qué hacerse cargo de lo que se le dice. "Y por favor, señor Papa, su Santidad, deje de ocultar la pederastia", puede agregar el magnívoco periodista. "Y ya que estamos, Arcángel Gabriel, no me molestaría que se me apareciera alguna vez y así yo también puedo tener una revelación", acota. "A la población china, le digo: por favor, dejen de emigrar hacia el resto del mundo que ya está bastante superpoblado. Y a los extraterrestres que merodean nuestro planeta, especialmente a los chupacabras: nunca les daremos nuestros recursos, sépanlo. Nada más, compañeros periodistas. Estoy orgulloso de haber recibido este premio."
miércoles, 19 de mayo de 2010
Balbinodiar
(Verbo intransitivo. Del latín balbus = tartamudo e inodia = enfado)
Tartamudear de ira.
Cuando alguien comete una injusticia, nos sentimos obligados a intervenir. Queremos que el injusto entienda nuestra contundente opinión sobre su proceder. Sin embargo, por culpa del enojo, las palabras se agolpan en la lengua; el discurso incisivo y oportuno se convierte en un balbuceo forzado y gritón; apenas se entienden dos o tres palabras airadas que el injusto escucha con sorpresa y sonrisa socarrona, y por último, en el paroxismo de la rabia (la rabia provocada por nuestra propia incompetencia en el manejo discursivo) nos sale un "Andá a la co co co concha de tu her her her hermana" que malogra definitivamente y sin remedio el propósito de la intervención.
Tartamudear de ira.
Cuando alguien comete una injusticia, nos sentimos obligados a intervenir. Queremos que el injusto entienda nuestra contundente opinión sobre su proceder. Sin embargo, por culpa del enojo, las palabras se agolpan en la lengua; el discurso incisivo y oportuno se convierte en un balbuceo forzado y gritón; apenas se entienden dos o tres palabras airadas que el injusto escucha con sorpresa y sonrisa socarrona, y por último, en el paroxismo de la rabia (la rabia provocada por nuestra propia incompetencia en el manejo discursivo) nos sale un "Andá a la co co co concha de tu her her her hermana" que malogra definitivamente y sin remedio el propósito de la intervención.
martes, 18 de mayo de 2010
Autofemismo
(Sustantivo. Del griego autó = a sí mismo y femí = decir)
Palabras que se pronuncian con la intención de comunicárselas a uno mismo.
En algunas circunstancias necesitamos escuchar lo que estamos pensando para saber que estamos pensando exactamente eso y no otra cosa. Este curioso y muy frecuente desdoblamiento tiene efectos productivos: a veces, por el solo hecho de escucharnos, caemos en la cuenta de ciertos errores e inconsistencias que jamás habrían salido a la luz si sólo permanecieran como un discurrir puramente mental.
El autofemismo es la expresión vocal del discurso interior. Mediante este proceso una persona se comunica a sí misma pensamientos, estados de ánimo y reacciones. Pero la intención última no es sólo comunicativa: con ciertas palabras pretendemos influir sobre nosotros mismos. La expresión "Qué grande que soy", repetida una cierta cantidad de veces, con matices y argumentos que la sostengan ("Soy un grande. Me lavé la ropa solo, me hice la comida, arreglé la canilla") nos predispone con buen ánimo, mientras que "Soy un verdadero pelotudo" tiende a deprimirnos. A veces el autofemismo es un murmullo casi inaudible, y no suele ser continuo ni prolongado. No suele ser tan caótico como el monólogo interno. El autofemismo se convierte en un estado patológico si se realiza en voz alta y en cualquier circunstancia. Desde luego, la línea que separa el estado patológico del (casi) normal es difusa y discutible.
Palabras que se pronuncian con la intención de comunicárselas a uno mismo.
En algunas circunstancias necesitamos escuchar lo que estamos pensando para saber que estamos pensando exactamente eso y no otra cosa. Este curioso y muy frecuente desdoblamiento tiene efectos productivos: a veces, por el solo hecho de escucharnos, caemos en la cuenta de ciertos errores e inconsistencias que jamás habrían salido a la luz si sólo permanecieran como un discurrir puramente mental.
El autofemismo es la expresión vocal del discurso interior. Mediante este proceso una persona se comunica a sí misma pensamientos, estados de ánimo y reacciones. Pero la intención última no es sólo comunicativa: con ciertas palabras pretendemos influir sobre nosotros mismos. La expresión "Qué grande que soy", repetida una cierta cantidad de veces, con matices y argumentos que la sostengan ("Soy un grande. Me lavé la ropa solo, me hice la comida, arreglé la canilla") nos predispone con buen ánimo, mientras que "Soy un verdadero pelotudo" tiende a deprimirnos. A veces el autofemismo es un murmullo casi inaudible, y no suele ser continuo ni prolongado. No suele ser tan caótico como el monólogo interno. El autofemismo se convierte en un estado patológico si se realiza en voz alta y en cualquier circunstancia. Desde luego, la línea que separa el estado patológico del (casi) normal es difusa y discutible.
domingo, 16 de mayo de 2010
Cacultero
(Palabra y definición enviadas por Federico Arrué)
(Del g. chaos : caos, confusión, y el lat. culter: cuchillo)
(Del g. chaos : caos, confusión, y el lat. culter: cuchillo)
Alteración producida por el desorden que se da en el cajón de los cubiertos, cuando cucharas, cuchillos y tenedores no están en sus respectivos lugares.
El cacultero se da cuando, habiendo compartimentos del cajón de los cubiertos para diferentes tipos de cubierto –cucharas, tenedores, cuchillos, cucharitas, otros utensilios-; estas divisiones no son respetadas y cada compartimento se ve invadido de cubiertos foráneos.
O, incluso, puede darse un cacultero en donde haya cubiertos colocados de forma tal, que estén atravesados y ocupando más de un compartimento.
O, puede ocurrir también, que en donde deba haber algún determinado cubierto, no sólo haya cubiertos de otra especie o utensilios de cocina que no corresponden –bombillas, abrelatas, pelapapas- sino que el lugar esté ocupado por cualquier clase de objeto extraño al cajón y al ámbito de la cocina en general: apósitos, vendas, destornilladores, alambre, hilo, cintas de moño, tuercas, papeles.
La interacción de las personas con el caocultero se da en general con alguna variante de la siguiente descripción:
La persona se acerca al cajón a buscar un cubierto determinado. Por ejemplo, un tenedor. Abre ligeramente el cajón, a fin de dejar expuestos los mangos de los cubiertos. Luego, toma uno de los mangos que asoman en el lugar donde deben estar los tenedores. Pero al jalar de él y sacarlo totalmente del cajón, descubre que es una cuchara. Enojado y maldiciendo a aquél que creó el caocultero, repite el proceso. Pero esta vez, saca un cuchillo. Más enfadado aún, introduce la mano más al fondo en el cajón, a fin de poder palpar la cabeza del cubierto, y poder tomar el cubierto correcto. Pero, en ese momento, la mano rosa el filo de un cuchillo –siempre en el lugar donde deberían estar los tenedores- y se produce un pequeño corte.
Al borde de un ataque de nervios, la persona quita totalmente el cajón de su estante, y, ante la vista completa de todos los cubiertos, toma aquél que iba a buscar. Luego, observa el cacultero y se da cuenta que no es tan grave como pensaba. Más aún: casi todos los cubiertos que quedan en el cajón están en su lugar correcto. En ese momento, piensa en acomodar los que se encuentran fuera de lugar, pero generalmente deja esa operación para otro momento. Ese momento que nunca llega.
Y más aún, el cacultero suele quedar intacto, porque es común que los cubiertos sacados por error del cajón, sean devueltos a él de manera brusca y caigan en cualquier orden.
sábado, 15 de mayo de 2010
Exfalsipilar
(Palabra y definición enviadas por Javier Richarte)
(Verbo. Del latín exuo = sacar, quitar; falsus = irreal, inexistente; pilus = pelusa)
Acción y efecto de remover una pelusa imaginaria de nuestro suéter.
Es una práctica muy común en personas que, en plena charla o discusión, se quedan sin respuesta, se sienten intimidados, o bien, desean hacerse los distraídos. En todos los casos, bajan la mirada y la clavan en su propia ropa como buscando algo, mientras que con dos de sus dedos -índice y pulgar- remueven una pelusa inexistente.
(Verbo. Del latín exuo = sacar, quitar; falsus = irreal, inexistente; pilus = pelusa)
Acción y efecto de remover una pelusa imaginaria de nuestro suéter.
Es una práctica muy común en personas que, en plena charla o discusión, se quedan sin respuesta, se sienten intimidados, o bien, desean hacerse los distraídos. En todos los casos, bajan la mirada y la clavan en su propia ropa como buscando algo, mientras que con dos de sus dedos -índice y pulgar- remueven una pelusa inexistente.
viernes, 14 de mayo de 2010
Tiquiatría
(Sustantivo. Del griego tyché = suerte y iatros = médico. Adjetivo: tiquiatra)
Capacidad de recomendar un medicamento al azar y curar a un paciente.
La tiquiatría, a veces, puede ser fruto del error. Un médico que receta una inyección equivocada podría, por azar, curar al enfermo porque se había equivocado de diagnóstico. Dada su equivocación inicial, la inyección errónea resulta ser casualmente la correcta, pero ni él ni el paciente lo saben: se trata de un feliz azar.
Otras veces, la tiquiatría puede ser intencional. Si un médico recomienda una aspirina a un paciente hipocondríaco, en realidad le está recetando algo vagamente inofensivo para curar su obsesión por las enfermedades.
Por extensión, se puede denominar tiquiatría a la costumbre de recomendar medicamentos aunque no se sea médico y no se conozcan con exactitud los efectos secundarios, los síntomas ni sus causas. En todas las familias suelen haber algunos tiquiatras: abuelas, tíos o madres que poseen un botiquín con amplia variedad de remedios, y no dudan en administrarlos a sus parientes ante la aparición de ciertos síntomas que consideran relevantes. El tiquiatra guarda en su botiquín un amplio espectro: desde aspirinas hasta psicofármacos.
Los quiosqueros de barrio suelen ser tiquiatras en este último sentido.
Capacidad de recomendar un medicamento al azar y curar a un paciente.
La tiquiatría, a veces, puede ser fruto del error. Un médico que receta una inyección equivocada podría, por azar, curar al enfermo porque se había equivocado de diagnóstico. Dada su equivocación inicial, la inyección errónea resulta ser casualmente la correcta, pero ni él ni el paciente lo saben: se trata de un feliz azar.
Otras veces, la tiquiatría puede ser intencional. Si un médico recomienda una aspirina a un paciente hipocondríaco, en realidad le está recetando algo vagamente inofensivo para curar su obsesión por las enfermedades.
Por extensión, se puede denominar tiquiatría a la costumbre de recomendar medicamentos aunque no se sea médico y no se conozcan con exactitud los efectos secundarios, los síntomas ni sus causas. En todas las familias suelen haber algunos tiquiatras: abuelas, tíos o madres que poseen un botiquín con amplia variedad de remedios, y no dudan en administrarlos a sus parientes ante la aparición de ciertos síntomas que consideran relevantes. El tiquiatra guarda en su botiquín un amplio espectro: desde aspirinas hasta psicofármacos.
Los quiosqueros de barrio suelen ser tiquiatras en este último sentido.
jueves, 13 de mayo de 2010
Versomenato
(Sustantivo. Del latín versus = invertido; ego = yo y gnatus = nacido. Literalmente: "yo nacido invertido")
Persona que seríamos si hubiéramos nacido del sexo opuesto.
Es probable que alguna vez todos nos hayamos preguntado cómo habría sido nuestra vida si fuéramos mujer en vez de hombre, u hombre en vez de mujer. Se trata de una pregunta sin respuesta, porque desde el primer segundo del nacimiento nuestra identidad habría sido distinta, y ya no seríamos el que somos, aun cuando tuviéramos los mismos padres, la misma casa, la misma educación y los mismos amigos. Ese extraño de sexo opuesto que soy casi yo, en realidad soy tan poco yo como un lejano desconocido.
Persona que seríamos si hubiéramos nacido del sexo opuesto.
Es probable que alguna vez todos nos hayamos preguntado cómo habría sido nuestra vida si fuéramos mujer en vez de hombre, u hombre en vez de mujer. Se trata de una pregunta sin respuesta, porque desde el primer segundo del nacimiento nuestra identidad habría sido distinta, y ya no seríamos el que somos, aun cuando tuviéramos los mismos padres, la misma casa, la misma educación y los mismos amigos. Ese extraño de sexo opuesto que soy casi yo, en realidad soy tan poco yo como un lejano desconocido.
miércoles, 12 de mayo de 2010
Irenofagia
(Sustantivo. Del griego eiréne = paz y fágo = comer)
Capacidad de arrebatar la paz ajena.
Muchísimas personas son incapaces de entender que otro esté en silencio y en estado de contemplación. Necesitan irrumpir, interpelar, interrumpir e intimidar. Si por casualidad un irenófago nos encuentra en un restaurante, con los ojos cerrados, disfrutando del olor del café, del murmullo y de la música ambiente, no dudará en sacudirnos y hacer una broma chusca sobre nuestro estado de arrobamiento. Si estamos en la cama, boca arriba mirando el techo y pensando, el irenófago nos preguntará qué nos pasa, por qué no nos levantamos, o por qué no dormimos, o por qué no vamos a comprar carne para el asado. Si nos asomamos por la ventana a observar el amanecer, allí aparecerá él, dispuesto a romper el silencio majestuoso, requiriendo nuestra atención para escuchar cuánto le gustan las telenovelas o cómo hizo para operarse de una verruga. No lo hace por maldad ni por pragmatismo: sencillamente no tiene la mínima sensibilidad para disfrutar de los momentos de paz, silencio y soledad.
Capacidad de arrebatar la paz ajena.
Muchísimas personas son incapaces de entender que otro esté en silencio y en estado de contemplación. Necesitan irrumpir, interpelar, interrumpir e intimidar. Si por casualidad un irenófago nos encuentra en un restaurante, con los ojos cerrados, disfrutando del olor del café, del murmullo y de la música ambiente, no dudará en sacudirnos y hacer una broma chusca sobre nuestro estado de arrobamiento. Si estamos en la cama, boca arriba mirando el techo y pensando, el irenófago nos preguntará qué nos pasa, por qué no nos levantamos, o por qué no dormimos, o por qué no vamos a comprar carne para el asado. Si nos asomamos por la ventana a observar el amanecer, allí aparecerá él, dispuesto a romper el silencio majestuoso, requiriendo nuestra atención para escuchar cuánto le gustan las telenovelas o cómo hizo para operarse de una verruga. No lo hace por maldad ni por pragmatismo: sencillamente no tiene la mínima sensibilidad para disfrutar de los momentos de paz, silencio y soledad.
lunes, 10 de mayo de 2010
Célcuro
(Sustantivo. Del latín cello = ocultar y cura = cuidado)
Objeto que no se usa o se usa poco y con precauciones para evitar que se deteriore.
Cuando una persona tiene tres pares de zapatos, es posible que use dos de ellos con cierta frecuencia, y un tercero lo deje para ocasiones especiales. Ese tercer par de zapatos es conservado en su caja original; se lo limpia después de cada uso y se lo vuelve a guardar en la caja y es inspeccionado cada tanto para corroborar que permanece intacto, sin olor a humedad o a transpiración.
Entiéndase el campo de uso de este concepto: si solo tuviéramos un único par de zapatos, y si a ese par le dispensáramos cuidados especiales, no se aplicaría. La noción de célcuro tiene sentido, únicamente, cuando hay otros objetos de la misma clase que sirven de contraste. Por alguna razón (y esa razón no siempre tiene que ver con gustos personales), siempre hay al menos una camisa, una remera, un collar, un cuaderno, o una bolsa de colostomía que se guardan para ocasiones especiales, en desmedro de otra ropa y otros objetos que podrían cumplir perfectamente para el mismo objetivo.
Objeto que no se usa o se usa poco y con precauciones para evitar que se deteriore.
Cuando una persona tiene tres pares de zapatos, es posible que use dos de ellos con cierta frecuencia, y un tercero lo deje para ocasiones especiales. Ese tercer par de zapatos es conservado en su caja original; se lo limpia después de cada uso y se lo vuelve a guardar en la caja y es inspeccionado cada tanto para corroborar que permanece intacto, sin olor a humedad o a transpiración.
Entiéndase el campo de uso de este concepto: si solo tuviéramos un único par de zapatos, y si a ese par le dispensáramos cuidados especiales, no se aplicaría. La noción de célcuro tiene sentido, únicamente, cuando hay otros objetos de la misma clase que sirven de contraste. Por alguna razón (y esa razón no siempre tiene que ver con gustos personales), siempre hay al menos una camisa, una remera, un collar, un cuaderno, o una bolsa de colostomía que se guardan para ocasiones especiales, en desmedro de otra ropa y otros objetos que podrían cumplir perfectamente para el mismo objetivo.
viernes, 7 de mayo de 2010
Feria del Libro
Mi gran amigo, el músico Zambayonny, me ha invitado a participar de la presentación de su primera novela, "Biografía de un Superhéroe", el domingo en la Feria del Libro, sala Borges, a las 19 horas.
Nos vemos allí.
Nos vemos allí.
jueves, 6 de mayo de 2010
Microno
(Sustantivo y adjetivo. Del griego mikrós = pequeño y krónos = tiempo)
Objeto que retrocede o avanza una pequeñísima fracción en el tiempo.
¿Está materialmente en el presente un objeto que ha viajado un microsegundo al pasado o al futuro? Si la fracción es muy pequeña, es probable que no nos demos cuenta. Creemos que el objeto está en el presente, pero en realidad estamos viendo al objeto que estaba aquí hace una millonésima de segundo. Es posible, en ese caso, que todas las cosas conocidas sean micronas.
En última instancia, todo lo que vemos está "en diferido" debido a la velocidad de la luz: los colores y las formas visibles nos llegan con una minúscula y despreciable diferencia de tiempo. Sin embargo, en estos casos, no decimos que los objetos han viajado en el tiempo, sino que la luz nos transmite la información un instante después. Los verdaderos micronos no están ahora aquí; sólo vemos de ellos lo que fueron hace un microsegundo, y dentro de un microsegundo veremos el que es ahora.
Objeto que retrocede o avanza una pequeñísima fracción en el tiempo.
¿Está materialmente en el presente un objeto que ha viajado un microsegundo al pasado o al futuro? Si la fracción es muy pequeña, es probable que no nos demos cuenta. Creemos que el objeto está en el presente, pero en realidad estamos viendo al objeto que estaba aquí hace una millonésima de segundo. Es posible, en ese caso, que todas las cosas conocidas sean micronas.
En última instancia, todo lo que vemos está "en diferido" debido a la velocidad de la luz: los colores y las formas visibles nos llegan con una minúscula y despreciable diferencia de tiempo. Sin embargo, en estos casos, no decimos que los objetos han viajado en el tiempo, sino que la luz nos transmite la información un instante después. Los verdaderos micronos no están ahora aquí; sólo vemos de ellos lo que fueron hace un microsegundo, y dentro de un microsegundo veremos el que es ahora.
martes, 4 de mayo de 2010
Horosicio
(Sustantivo. Del griego horáo = ver y sitos = alimento)
Inapetencia causada por ver o por manipular comida.
Es sabido que los heladeros están hartos del helado, y que los kiosqueros no desean atragantarse de golosinas. Las tentaciones duran poco tiempo, y llega un momento en que la sola visión de un cucurucho o un alfajor provoca hastío e incluso náuseas. Esto mismo puede extenderse a todo tipo de trabajo con alimentos. Los cocineros llegan a odiar el pollo a las hierbas; los empleados de Mac Donalds aborrecen la Big Mac y los panaderos terminan detestando las mediaslunas. Todos estos son casos de horosicio.
Sin embargo el término se aplica con propiedad a otro tipo de situaciones, más aleatorias. En todos los casos mencionados arriba la comida tiene una fuerte relación con el ámbito laboral. El horosicio, en este sentido más preciso, consiste en ese hartazgo que provoca oler, pelar, hervir, cortar y luego servir un alimento. El contacto tan íntimo entre el cocinero y el plato quita todo deseo de comer ese plato. Por eso, quienes sufren de horosicio sólo comen lo que prepara otro, pero pierden por completo el apetito si son ellos mismos quienes preparan el plato.
Inapetencia causada por ver o por manipular comida.
Es sabido que los heladeros están hartos del helado, y que los kiosqueros no desean atragantarse de golosinas. Las tentaciones duran poco tiempo, y llega un momento en que la sola visión de un cucurucho o un alfajor provoca hastío e incluso náuseas. Esto mismo puede extenderse a todo tipo de trabajo con alimentos. Los cocineros llegan a odiar el pollo a las hierbas; los empleados de Mac Donalds aborrecen la Big Mac y los panaderos terminan detestando las mediaslunas. Todos estos son casos de horosicio.
Sin embargo el término se aplica con propiedad a otro tipo de situaciones, más aleatorias. En todos los casos mencionados arriba la comida tiene una fuerte relación con el ámbito laboral. El horosicio, en este sentido más preciso, consiste en ese hartazgo que provoca oler, pelar, hervir, cortar y luego servir un alimento. El contacto tan íntimo entre el cocinero y el plato quita todo deseo de comer ese plato. Por eso, quienes sufren de horosicio sólo comen lo que prepara otro, pero pierden por completo el apetito si son ellos mismos quienes preparan el plato.
lunes, 3 de mayo de 2010
Dirilincio
(Sustantivo masculino. Del latín diruptio = explosión y linteum = sábana)
Desprendimiento de las sábanas y cobijas de su sujeción a la cama.
A causa de los movimientos que realizamos mientras dormimos, los vértices superiores del colchón suelen quedar desnudos y la tersura de las sábanas se convierte en una incómoda amalgama de arrugas. La tensión de fuerzas entre las sábanas, el colchón, las frazadas y el cubrecamas, sumados a nuestras prequiversas, pueden provocar un pequeño caos en la mansedumbre y molicie de una cama bien tendida.
Existen camas más dirilínticas que otras. Se necesita de un determinado tipo de colchón, en conjunción armónica con determinada calidad de sábanas y cobijas para que el dirilincio no se produzca. A veces, una frazada muy pesada, un colchón muy bajo o una sábana con elásticos flojos producen una mala combinación que provocan el dirilincio con apenas una vuelta en la cama.
Desprendimiento de las sábanas y cobijas de su sujeción a la cama.
A causa de los movimientos que realizamos mientras dormimos, los vértices superiores del colchón suelen quedar desnudos y la tersura de las sábanas se convierte en una incómoda amalgama de arrugas. La tensión de fuerzas entre las sábanas, el colchón, las frazadas y el cubrecamas, sumados a nuestras prequiversas, pueden provocar un pequeño caos en la mansedumbre y molicie de una cama bien tendida.
Existen camas más dirilínticas que otras. Se necesita de un determinado tipo de colchón, en conjunción armónica con determinada calidad de sábanas y cobijas para que el dirilincio no se produzca. A veces, una frazada muy pesada, un colchón muy bajo o una sábana con elásticos flojos producen una mala combinación que provocan el dirilincio con apenas una vuelta en la cama.
domingo, 2 de mayo de 2010
Clasitópedo
(Palabra y definición enviadas por Javier Richarte)
(Sustantivo y adjetivo. Del latín clâdês = calamidad, desastre; situs = situación, pedis = pie)
Persona que pone a sus propios pies en una situación calamitosa.
Los asiáticos que trabajan en supermercados porteños suelen ser fervientes practicantes de la clasitopedia, lo cual no les quita elegancia, ya que acostumbran a enmendarlo vistiendo pantalón de vestir, saco y camisa. Sin embargo, los primeros fríos del invierno traicionan a cualquiera e invitan hasta al más refinado galán a ser un auténtico clasitópedo sin enmiendas.
(Sustantivo y adjetivo. Del latín clâdês = calamidad, desastre; situs = situación, pedis = pie)
Persona que pone a sus propios pies en una situación calamitosa.
Los asiáticos que trabajan en supermercados porteños suelen ser fervientes practicantes de la clasitopedia, lo cual no les quita elegancia, ya que acostumbran a enmendarlo vistiendo pantalón de vestir, saco y camisa. Sin embargo, los primeros fríos del invierno traicionan a cualquiera e invitan hasta al más refinado galán a ser un auténtico clasitópedo sin enmiendas.
sábado, 1 de mayo de 2010
Pesamentario
(Palabra y definición enviadas por Pablo Conte, Unservidor)
Comentario que se deja en un blog, a manera de pésame, por la muerte de su blogger, quien ya no lo actualizará a causa de su propio fallecimiento.
Los pesamentarios se acumulan en el último post, como esperando una respuesta que no llegará, dejando un sabor amargo que ni siquiera podrán modificar los spamentarios que no tardarán en aparecer para cubrir este (precisamente) nicho.
En la web hay varios ejemplos, pero no los enlazaremos por respeto.
Muchos bloggers actuales, que nunca leerán los que les correspondan, recibirán próximamente pesamentarios. Esto no ocurrirá en la víspera, sino a partir de algún día del que aún se discute si ya está posteado o no.
Comentario que se deja en un blog, a manera de pésame, por la muerte de su blogger, quien ya no lo actualizará a causa de su propio fallecimiento.
Los pesamentarios se acumulan en el último post, como esperando una respuesta que no llegará, dejando un sabor amargo que ni siquiera podrán modificar los spamentarios que no tardarán en aparecer para cubrir este (precisamente) nicho.
En la web hay varios ejemplos, pero no los enlazaremos por respeto.
Muchos bloggers actuales, que nunca leerán los que les correspondan, recibirán próximamente pesamentarios. Esto no ocurrirá en la víspera, sino a partir de algún día del que aún se discute si ya está posteado o no.
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