miércoles, 29 de febrero de 2012

Trastacular

(Verbo)

No llegar a sentarse en algún lugar y estar a punto de caer de trasero al piso.

La acción de trastabillar implica un traspié o tropezón sin caerse. El que trastabilla no cae, pero estuvo a punto de hacerlo. Lo mismo le ocurre al que trastacula, con la diferencia que el traspié no es dado con el pie, sino con el trasero.

Cuando un ómnibus o un tren tienen violentas sacudidas por pozos, el trasero de sus pasajeros no puede mantenerse firme en el asiento y trastaculan. Una persona sentada de modo inestable en el brazo de un sofá o en un lugar cuya superficie es más pequeña que su trasero, tiende a trastacular.

jueves, 23 de febrero de 2012

Cronopenia

(Sustantivo. Del griego chrónos = tiempo y penía = pobreza)

Exiguo tiempo libre que no alcanza siquiera para una actividad breve y menor.

El bebé por fin se durmió, pero faltan solo cinco minutos para ir al trabajo. No nos queda tiempo para tomar un café, peinarnos o ver el final de una serie de televisión. El profesor faltó a clase, pero nos enteramos diez minutos antes de que terminara su hora. Esos diez minutos apenas pueden aprovecharse para ir rápidamente al baño o acomodarse en el banco a esperar la siguiente clase. Nuestra madre anciana a quien cuidamos con esmero durante décadas se murió, pero nosotros ahora estamos viejos, achacosos y ya no tenemos tiempo para estudiar medicina y convertirnos en profesionales exitosos.

La cronopenia es la exacta contrapartida de la cronotiquia.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Cronotiquia

(Sustantivo femenino. Del griego chrónos = tiempo y tyché = azar, suerte)

1. Momento libre inesperado. 

El profesor no vino a clase; su hijo pequeño se acostó temprano y quedó dormido; hubo un incendio en la oficina y no hay que ir a trabajar; la abuela enferma que debía cuidar esta noche se murió: algunas horas que usted pensaba invertir en una actividad estresante, ahora las puede aprovechar para mirar películas, comer una pizza con cerveza, tomar un largo baño caliente y escuchar música.  

2. Actividad inesperadamente gratuita.

Los trabajadores del subte están de huelga y lo dejan pasar sin pagar. Pasó por el zoológico con sus hijos y justo hoy -el día del animal- la entrada es gratis. Compró una entrada para ir al cine, y le ofrecen una sesión gratis en un spa. En todos los casos, usted no lo buscaba, pero le han abierto las puertas para pasar un buen momento sin gastar un centavo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Hiperfótera

(Sustantivo femenino. Del griego hiper = superioridad, exceso; fós = luz y aíter = aire puro que respiran los dioses)

Luz que escolta a Dios cuando se aparece frente a las criaturas. 

La divinidad se presenta con estruendo y magnificencia. Muchas veces es acompañada por una luz cegadora, más diáfana y poderosa que el sol. Esa luz es el entorno fenoménico del dios, creado por él mismo para que las criaturas no lo miren directamente al rostro ni le sostengan la mirada.
A veces miramos al cielo y entre los intersticios de las nubes se cuelan rayos de sol potentes y majestuosos, y creemos que Dios aparecerá por fin a revelarnos los secretos del universo. Desde luego, no lo hace, y esos rayos de luz no pueden compararse con las auténticas hiperfóteras.
Horas e incluso días después de haber observado una hiperfótera, la criatura siente una calma infinita, una placidez interminable y un regocijo pleno. De hecho, es común que la hiperfótera sea más recordada que el propio dios o sus palabras.

lunes, 13 de febrero de 2012

Vidivicho

- Tu problema es que comés demasiada acelga.
(Adjetivo. De la frase latina 'veni, vidi, vici' = 'vine, vi y vencí')

Dícese de la persona que aparece durante un momento y con sólo dar una mirada superficial y un par de indicaciones generales cree que puede solucionar un problema complejo. 

El vidivicho llega a una reunión de profesores donde se debaten los nuevos contenidos curriculares del próximo año. No dialoga, no se interioriza, no le preocupa, pero dictamina desde lo alto: "Hay que examinar los contenidos de la reunión ministerial del año 1985. Ahí está todo". Cree que con esa directiva arbitraria y sesgada -que nadie tiene por qué cumplir, porque el vidivicho no es jefe- abre un camino de luz a la complejísima problemática del consenso, coordinación y articulación de contenidos. No se da cuenta -ni le interesa saber- que su consejo es obsoleto, parcial e inaplicable.
Si estamos enfrascados en un juego y no podemos pasar cierto nivel, el vidivicho aparece de manera repentina y dictamina: "Tenés que generar más energía eléctrica. Más poder". Supone que da con la única clave de un problema que ocupó nuestra mente durante un buen tiempo y que nosotros no supimos ver (¡Como si nosotros mismos no nos hubiésemos dado cuenta de esa estrategia!).
Si buscamos una salida entre todos los miembros de la familia para recortar gastos; si llevamos una hora tratando de identificar las compras superfluas o innecesarias, si no nos ponemos de acuerdo con respecto a qué gastos son verdaderamente importantes, el vidivicho llega y sentencia: "Acá el verdadero problema es que ustedes gastan mucho dinero en comida para gatos". Soberbio y propriorista, el vidivicho se comporta con un enorme aire de suficiencia, como si fuese un experto o un iluminado sobre algunos problemas en los que, por cierto, nunca se mete de lleno.

jueves, 9 de febrero de 2012

Disprodigio

(Sustantivo y adjetivo. De dis- y prodigio)

1. Persona que abusa de su talento.
2. Persona que posee una habilidad insoportable.

(Como sustantivo, la palabra disprodigio se refiere al talento o a la habilidad abusivas propiamente dichas)

En la acepción (1), un disprodigio tiene un auténtico talento, pero lo demuestra de manera tan insistente en cualquier ocasión que se convierte en una tortura para sus amigos, parientes y compañeros de trabajo. Todos reconocen que Alberto tiene una voz hermosa, pero ya cansa un poco que se ponga a cantar en cuanta reunión haya, no deje hablar y exija aplausos durante horas. José es un maestro de la guitarra, pero, ¿es necesario que la toque incluso en la biblioteca? ¿Es posible que debamos soportar los raps espontáneos y creativos de Carlitos en las kermeses, los cumpleaños y los velorios? Eugenio es un excelente pintor, pero, ¿hace falta que traiga caballetes, acuarelas y pinceles al asado en el campo?

Si con la acepción (1) ya es difícil aguantar al disprodigio, en la acepción (2) las cosas se ponen peores. Según (2), el disprodigio no posee un talento digno de reconocimiento, sino una habilidad especial en rubros en los que es difícil determinar si se trata de algo elogiable o reprochable. Una persona que tiene la capacidad de hacer sangrar su nariz de forma espontánea; otra que puede eructar durante seis minutos; otra que puede tragarse cigarrillos encendidos: todas estas son ejemplos de actividades disprodigiosas en sí mismas. Pero para que el disprodigio sea completo, el "talentoso" debe tener una necesidad de mostrar su gracia en cualquier ocasión que se le presente: Ignacio vomita sangre como parte de su número en los cumpleaños de sus sobrinos; Juana se clava agujas en el estómago en las reuniones con sus amigos y Martín exhibe su habilidad para tragarse planchas de vidrio en la calle, en su trabajo y en las salas de espera del hospital.

En ambas acepciones, los ocasionales y cautivos espectadores sólo desean huir del disprodigio.

martes, 7 de febrero de 2012

Pistiatría

(Sustantivo. Del griego pistis = creencia infundada y iatrós = médico. Adjetivo: pistiatra)

Diagnóstico inconcluyente e interrogativo sobre la causa posible de un padecimiento, hecho por personas que no conocen medicina.

Los pistiatras son devotos del tiempo futuro (perfecto e imperfecto), con el cual presentan innumerables y exasperantes posibilidades. Si les decimos "me duele la cabeza", el pistiatra dice: "¿Y no habrá sido el helado que tomaste anoche? ¿No será la cerveza? ¿No será el calor?" Si le hablamos de nuestro resfrío, comienza nuevamente con su batería de diagnóstico amateur: "¿No habrá sido la lluvia de ayer? ¿El ventilador? ¿El aire acondicionado? ¿El calefactor? ¿La plancha? ¿La capa de ozono? ¿No será la humedad de la pared del baño? ¿No habrá sido el julepe que te pegaste ayer cuando viste esa araña en la pared del baño? ¿No será alergia a las arañas o a las paredes de baño? ¿No habrá sido la pechuga de pollo con arroz?" Ante cada pregunta del pistiatra, el paciente se siente en la obligación de dar una respuesta satisfactoria, lo cual le demanda un gran trabajo y nuevas preguntas: "No, el aire acondicionado no puede ser, porque anoche no lo prendí. El ventilador no creo, porque lo puse muy bajito y muy lejos". El pistiatra embestirá nuevamente: "Bueno, pero ¿y la noche anterior? ¿Prendiste el aire? Y el ventilador ¿qué tan lejos estaba?". Ante cada posibilidad negativa, el pistiatra insiste y vuelve a la carga . Si decimos que nos "duele la panza", el pistiatra pregunta: "¿Y no será el hígado? ¿No será la vesícula? ¿Será el apéndice? ¿Una inflamación intestinal? ¿El estómago?". "No, el estómago no creo, porque me duele más abajo". Ante esta respuesta, el pistiatra podría argumentar: "Pero a veces parece que son los intestinos pero en realidad es el estómago". Como puede verse, no hay manera de escapar de sus diagnósticos parciales y sesgados. Si le recriminamos al pistiatra su insistencia, él se suele ofender aduciendo que sólo lo hace porque se interesa por nuestro malestar.
Es notorio, sin embargo, que los médicos rara vez someten a sus pacientes a preguntas verdaderamente informativas y minuciosas. Lo curioso es que en este caso el interrogatorio sí sería legítimo y necesario. Pero el médico suele hacer un breve examen de rutina en silencio, y no le parecen relevantes las particulares circunstancias de nuestro malestar. Apenas si nos receta un jarabe sin siquiera mirarnos a los ojos. "¿Qué tengo, doctor?" le preguntamos cuando escribe, callado, la receta. "Una inflamación", dice, escueto. Aunque nos irrita la verborragia de los pistiatras, también nos enoja la parquedad de los médicos.


Las madres, las abuelas y las tías solteronas suelen ser eminentes practicantes de la pistiatría.

viernes, 3 de febrero de 2012

Vicego

(Sustantivo. Del latín vice = suplente y ego = yo)

Persona que ocupa el lugar de uno mismo en una reunión a la que no se puede asistir. 

¿Usted es el gracioso de los cumpleaños? ¿Justo hoy no puede ir al festejo de la tía Elsa? No se preocupe, si llega a ir el primo segundo, quédese tranquilo. La reunión será tan divertida como si  hubiera estado usted. Es posible que el primo cuente algunos chistes que tenía reservados para la ocasión. ¿Es usted el que discute sobre política? Si no puede asistir al evento, su tío Andrés lo sustituirá. ¿Siempre llora de manera histérica en los casamientos? ¿Y justo hoy no puede ir a la boda de su mejor amiga? Descuide, alguien ejercerá su rol, y los comentarios insidiosos que hubieran sido para usted, ahora los recibirá otra persona que ocupa su lugar. Sus vicegos hacen que su ausencia apenas se note. Podría morir en este preciso instante y sus vicegos mañana llenarán cada lugar social que le pertenecía. Eso, que podría ser motivo de preocupación, en realidad debería aliviarlo: la pesada carga de su ego puede ser llevada fácilmente en los hombros de otras personas.

(Como afirma un comentarista anónimo: no se entiende cuál es la diferencia entre un vicego y un sustituto. En realidad, parece que no la hay. Este término está destinado, entonces, o bien a cambiar de significado, o bien a irse de Exonario)