miércoles, 31 de octubre de 2012

Palintético

(Adjetivo. Del griego palín = otra vez y thésis = afirmación, posición. Sustantivo: palintesis o palintesia)

Quien mantiene una afirmación aun cuando aceptó que es errónea o infundada. 

La palintesia se vale implícitamente de la siguiente estrategia retórica: "No des una afirmación por refutada ni aun después de refutada". Lo curioso es que el palintético en algún momento de su discurso se ve obligado a admitir la falsedad de su opinión (a la vista de nuevos datos u objeciones), pero él sigue indemne afirmando una y otra vez lo que dos oraciones antes vislumbró y aceptó como inaceptable. Su actitud es una afrenta para la racionalidad, pues en una discusión es esperable que cuando A convence a B, B adopte el razonamiento de A. Sin embargo, el palintético, aun después de afirmar su convencimiento de la posición de A, continúa difundiendo su postura inicial, y argumenta como si fuera todavía sostenible. "Hay que seguir al líder sindical. Es la única esperanza", dice B. A le informa: "Pero el líder nos está vendiendo a la patronal. Otras veces lo seguimos y nos perjudicó". B continúa: "Es cierto, pero hay que seguirlo porque es la única esperanza". No importa cuántas objeciones interponga A: el palintético las irá asimilando una tras otra, aceptándolas alegremente, pero no se moverá de la afirmación inicial.

Existe una manera débil de la palintesia: en este caso, el palintético no admite la falsedad de su discurso, pero deja entrever que, de todos modos, lo que pensó es aceptable en un contexto mayor, o en realidad su aceptación no es irracional. El siguiente podría ser un ejemplo de esta modalidad más débil:

A- Están persiguiendo al estudiante que le hizo una pregunta incómoda a la presidenta.
B- Eso ya fue refutado por el mismo estudiante.
A- Bueno, pero no me extrañaría que el gobierno estuviera persiguiendo a quienes lo incomodan.

Como puede verse, A sigue manteniendo una variante de la afirmación inicial a pesar de que admite su refutación.

Tratar de combatir la argumentación del palintético es una sumamente frustrante. 

La palabra "palintético" tiene el prefijo "palín" que significa "otra vez". Este prefijo se justifica en que el palintético admite una y otra vez la misma tesis,  cuando cree que es verdadera y luego cuando admite que no lo es.


lunes, 29 de octubre de 2012

Perplecia

(Sustantivo. Del latín per = con insistencia y plenus = lleno, rebosante. Adjetivo: perplético)

Tendencia de los cajones, cajas y armarios a estar completamente llenos y desbordantes de objetos.


La perplecia es producto de una ley de las costumbres humanas: las cajas que se utilizan para guardar papeles viejos, las latas vacías para clavos, tornillos y tuercas y los cajones de la cómoda donde se ponen los suéters, en muy poco tiempo están tan cargados que ya no pueden cerrarse. En rigor, el término "perplecia" se debería utilizar cuando se dificulta o imposibilita el cierre.
Es curioso que los recipientes, baúles, latas, cajas, cajones, aparadores, armarios, roperos y bibliotecas rara vez están vacíos o medio vacíos: tenemos una necesidad de llenarlos hasta reventar. A veces compramos una nueva cajonera, o forramos latas de colores para guardar los muchos lápices y bolígrafos, pero descubrimos con desazón que esos nuevos recipientes se vuelven perpléticos en poco tiempo, y el proceso parece repetirse sin importar cuántos cajones o latas pongamos.

Existe un término en español que podría asemejarse a este: es "plétora". Pero la plétora se refiere a la abundancia excesiva de alguna cosa, y no al continente en el que abundan esas cosas, ni a la característica de que tal continente contiene más de lo que su capacidad permite.

viernes, 26 de octubre de 2012

Flavilabar

(Verbo intransitivo. Del latín ex flavo = del amarillo y elabor = escapar. Adjetivo: flavílabo)

Apurar la marcha de un vehículo durante muchas cuadras ante la inminencia de la luz amarilla en cada semáforo

Cuando los semáforos de una calle están coordinados, podemos esperar que a cierta velocidad encontraremos luz verde en cada esquina. Pero si al acercarnos a una de ellas nos intercepta el amarillo, debemos aumentar la velocidad para que en las siguientes esquinas no nos pase lo mismo: cuando el amarillo nos intercepta en una esquina, lo hará en todas, y nos vemos obligados a flavilabar. Algunos días la luz amarilla nos persigue en todos los semáforos. A veces, ese amarillo se convierte en un culposo rojo justo cuando estamos atravesando el cruce. Durante esos flavílabos días tenemos una ligera sensación de que estamos viviendo al límite.

El término sólo se aplica cuando la luz amarilla precede a la roja, no cuando antecede a la verde.




miércoles, 24 de octubre de 2012

Antigelmo

(Sustantivo. Del griego anthí = contrario y aggelma = mensaje)

Aviso o mensaje cuyo contenido es nulo o contradice a la forma misma del mensaje.


A veces recibimos facturas de servicios, con código de barras, en las que el saldo es de cero pesos. No debemos pagarlas; ni siquiera guardarlas: alguien emitió la factura como un mensaje de que por esta vez no hay que pagar. Dado que la factura es un instrumento de pago, el hecho de que se la use para avisarnos que no debemos pagar contradice a su naturaleza. La factura se convierte en un antigelmo: no nos da la información esperada, sino la negación de dicha información. Algo similar puede ocurrir si le llegan mensajes o llamados de advertencia a su celular: "Usted tiene una deuda impaga de cero pesos con cero centavos. Por favor, evite quedar con saldo deudor". Esperaríamos que el aviso se emitiera sólo si hay una deuda positiva, pero no si tal deuda es inexistente.
También podría ocurrirle que le llegara una citación judicial en la que le indican que usted no está citado, o una invitación en la que le comunican que no está invitado al casamiento de un desconocido, o un telegrama de despido en el que le avisan que no lo han despedido de su trabajo, o una resolución del concejo municipal de un pueblo sudafricano en la que le explican los motivos por los cuales usted no fue elegido intendente de ese lugar (lugar que usted no conoce y con el cual jamás tuvo relación). En estos casos el medio utilizado es un trabajo oneroso e inútil; un enredo burocrático redundante, enfáticamente inerte y un poco cómico. Uno recibe el antigelmo y solo le queda guardarlo como curiosidad para mostrarlo a amigos y parientes: "Miren, me llegó un papel en el que me felicitan porque no tengo deudas con el fisco de Laponia"; "Amigos, mi vida es un desastre: una mujer con la que jamás tuve contacto me mandó un mail para advertirme que no quiere tener sexo conmigo". "Señores, según este acta judicial, mañana tengo que ir temprano al juzgado a firmar un cheque por una multa. El cheque es por cero pesos. Si no lo firmo, me inician una demanda"


martes, 23 de octubre de 2012

Cagatuertos

(Adjetivo. De cagar y tuerto. Es voz malsonante)

1. Dícese de quien solo tiene hijos enfermizos y enclenques. Aplícase también a animales: dícese de la hembra o el macho que tiende a procrear crías defectuosas, deformes y débiles.

Para que a alguien se lo acuse de "cagatuertos", es necesario que todos o la mayoría de sus hijos sean extremadamente propensos a las enfermedades, o que sus contexturas físicas tengan apariencia frágil y desgarbada, o que, sistemáticamente, todos los hijos nazcan con una deformidad de índole genético.  En sociedades machistas, es común que se culpe a la mujer por la debilidad de sus hijos: "Ninguno de tus pibes te salió fuerte y macho. Al final tu mujer es una cagatuertos". A partir de esta asociación profundamente sexista, existe otra acepción:

2. Mujer hermosa que tiene hijas feas. 

Algunos hombres eligen tener hijos sólo con mujeres bellas, porque de ese modo creen que otorgarán belleza en su descendencia femenina. Desde luego, para ellos, la belleza física es uno de los valores supremos. Pero estos hombres que han rebuscado con esmero a la modelo escultural para reproducirse, a veces observan con horror que las hijas concebidas después de tan cuidadosa selección, son mas bien desgarbadas y con poca gracia, o muy gordas. En nada han heredado las dotes esculturales de su madre. Ahora bien, el padre -quien vive este suceso como una desgracia- nunca sospecha que, quizás, fueron sus genes -los genes de un hombre feo- los que desvirtuaron su objetivo: prefiere decir que la cagatuertos fue la esposa. Cuando se separa de esa esposa que solo le da hijos feos, le advierte a sus amigos y conocidos: "Cuidado si te juntás con mi ex, porque es una cagatuertos".   

Desde esta acepción, no se suele llamar "cagatuertos" a la mujer que concibe hijos varones feos. Dada la concepción machista involucrada en el uso del término, solo se utiliza ese mote ofensivo si se trata de hijas mujeres. 

Nota televisiva en Saber Ver

Hace casi una semana, me hicieron una nota en el programa "Saber Ver", que conducen los periodistas Carlos Quiroga y Rubén González, por el libro Exonario. La nota comienza en el minuto 46 del programa. 


lunes, 22 de octubre de 2012

Entrevista

El jueves pasado me hicieron una extensa nota desde RADIO URUGUAY SODRE, para el programa "Efecto Mariposa", conducido por Gabriela Giudice.  Les agradezco mucho la extensa charla, en la que se mencionó elogiosamente otro blog que hacía con mi amigo Fernando Martínez, "Questasbuscando".

jueves, 18 de octubre de 2012

Distrófemo


(Adjetivo y sustantivo. Del griego dis- = con dificultad y tróphema = alimento)

Alimento que no contiene alguna de las propiedades esenciales que posee naturalmente su tipo.

Aunque la definición es un poco rebuscada, se puede entender con unos pocos ejemplos:
El café descafeinado es distrófemo: si al café se le quita la cafeína (propiedad que incluso lleva un nombre que indica la conexión casi esencial con el producto), ya tenemos algo que quizás no debería llamarse café. Un café descafeinado es casi una contradictio in adjecto, un oxímoron.
Quizás el más elocuente sea la leche descremada y deslactosada: sin crema y sin lactosa, la leche se convierte en una inocente, insípida y poco nutritiva agüita blanquecina, y en rigor es dudoso que podamos seguir llamándola "leche". Otro ejemplo, aunque quizás no tan certero, es el de la cerveza sin alcohol.

Puede verse que la estrategia de quienes fabrican distrófemos consiste en "des- -ar" un alimento; es decir: operar sobre él algún tipo de proceso que permita aplicarle el prefijo "des-" y el sufijo verbal "-ar". Se supone que al "des- -ar" un alimento, se le quitan propiedades perjudiciales o poco saludables, y quizás está bien que así sea. Pero si aceptamos abiertamente los alimentos distrófemos, entonces se ha allanado el camino para aceptar otros aun más retorcidos y cuya eliminación de elementos esenciales no tenga nada que ver con la salud: quizás pronto aparezca un jugo de naranja sin color naranja, sin sabor ni olor a naranja y sin las propiedades de la naranja. Este producto se llamaría "jugo de naranja desnaranjizado", y consistiría en agua corriente tal vez potable. En un caso extremo, podrían vendernos un envase vacío, con jugo de naranja desnaranjizado, desjuguizado y desmaterializado. De hecho, se podría prescindir del envase (en cuyo caso nos venderían un envase de cartón descartonizado). Conviene recordar que los distrófemos son usualmente más caros: el jugo de naranja desnaranjizado se convertiría en un alimento de lujo.

Los productos distrófemos no deben confundirse con los propaláfelos. El propaláfelo se parece al producto original, pero no lleva el mismo nombre. El distrófemo, en cambio, sí lo lleva: el café distrófemo (descafeinado) se sigue llamando "café". En cambio, el propaláfelo del jamón se llama paleta o fiambre de emparedado.

miércoles, 17 de octubre de 2012

El periódico "El Observador", de Uruguay, ha publicado una nota sobre Exonario. 


(Muchísimas gracias al periodista Marcos Robledo)



martes, 16 de octubre de 2012

Currafero

(Adjetivo. Del latín curro = correr, de donde se deriva cursar y deferre = arrojar, empujar)

Dícese de la persona que, ante una pregunta puntual, remite al estudio de una carrera universitaria y / o a la lectura de textos en lugar de dar una respuesta directa.

Al currafero le formulan una pregunta cualquiera y él necesita demostrar que ha leído, que su título lo ganó a fuerza de libros y exámenes difíciles. Por eso, en lugar de responder, deja un link con una docena de libros para descargar. O invita a su interlocutor a las clases de física avanzada o matemática discreta nivel cinco. O lo recrimina por no haberse aprendido la lección de tercer grado de la escuela primaria. Lo curioso es que el currafero se exime de contestar preguntas pedestres o que solo requieren de una opinión no necesariamente fundamentada. Veamos algunos ejemplos:

Pregunta: -"¿Cómo va a estar el estado del tiempo hoy?".
Respuesta: -"Uf, mirá, hay mucha teoría sobre los fenómenos climáticos, acá podés descargarte los catorce libros más famosos sobre el tema".

Pregunta: - "¿Cuál te gusta más? ¿El sueter rojo o el verde?"
Respuesta: -"Y, si leyeras a Stendhal te darías cuenta de cuáles son mis colores favoritos".

Pregunta: - "Pero, ¿por qué me aumentan el alquiler un doscientos por ciento?"
Respuesta: - "Si estudiaras licenciatura en economía, tendrías la respuesta"

Pregunta: - "¿Quién fue Luis XV?
Respuesta: - "¿Qué? ¿Nunca fuiste a la escuela vos? Eso lo sabe un chico de diez años"

También podría llamarse currafero a quien responde del modo que se ejemplifica más abajo, aun cuando no pretenda darse ínfulas de superioridad intelectual:

Pregunta: - "¿Por qué me echan del trabajo?"
Respuesta: - "Remítase al telegrama y a la carta documento que le hará llegar nuestro asesor letrado".

Currafero y epistecripticista se tocan en muchos puntos. La diferencia, sin embargo, es que el epistecripticista no conmina al interrogador a que estudie o que lea algo, mientras que el currafero sí lo hace.

domingo, 14 de octubre de 2012

Minesis

(Palabra y definición enviadas por Alejandro Arjona)

(del latín minutia = particula insignificante y del griego noésis= percepción intelectual)

 1) Dícese de los conocimientos que tienen escasa o ninguna utilidad.

Las personas tienen incorporada en su mente un bagaje cultural e intelectual de lo más variopinto y diverso, rayando a veces en lo rústico y pintoresco. Mucha información almacenada, desde datos técnicos, históricos y de actualidad. Probablemente en nuestro aparato intelectual permanezcan guardadas muchas minesis. Estas pequeñas porciones de datos son como archivos inútiles en nuestro cerebro que solo ocupan espacio sin tener una utilidad real. La cantidad de pelos en el cuerpo de un caballo, las veces que hemos visto un semáforo en el día, la cantidad de escalones que tiene nuestra escalera y las ciudades con mayor cantidad de austrohúngaros en calidad de ingenieros son ejemplos extremos de estas ideas chatarra. Quien pregona en conversaciones las minesis es el minésico, que en grados extremos puede hacer toda una conversación del tema.

2) Dícese de las deducciones que nuestro cerebro realiza de forma inconsciente acerca de nimiedades.

De forma totalmente inesperada, a veces se obtiene una deducción que nos resulta clara y distinta, pero que no brindan ningún provecho o pueden muy escasamente ponerse al servicio del intelecto que las infiere. Relacionar la marca de fósforos “3 patitos” al hecho de que el empaque traiga doscientos veintidós (222) fósforos mientras uno está investigando una tesis doctoral acerca de las esporas termo resistentes es un buen ejemplo de ello.   

miércoles, 10 de octubre de 2012

Mecánimo

(Sustantivo. Del latín mechanicus = mecánico y animus = movimiento / anima = alma)

Mecanismo que se pone en funcionamiento de manera arbitraria y sin razón aparente.

Los mecánimos más conocidos son las alarmas de viviendas y automóviles. A veces, aunque no hubiera un detonante, las sirenas y bocinas se disparan como enloquecidas y ensordecen a todo el barrio. Las causas de esa repentina y exagerada reacción mecánica serán para siempre un enigma: no se forzaron las puertas ni las ventanas; no hubo viento y no había nadie cerca; como si el rudimentario sistema antirrobos pudiera decidir por sí mismo cuándo activarse.
Otro ejemplo del mismo tenor está dado por los teléfonos celulares: algunas veces los teléfonos, por sí solos, hacen llamadas sin que su dueño haya marcado el número. Un caso similar ocurre cuando, a veces, los timbres se activan sin que nadie los haya tocado.
En el caso de una alarma, un timbre o un teléfono, podemos sospechar que hay algún tipo de mal funcionamiento, y en rigor no se trataría de un auténtico mecánimo: para asignarle este nombre, el mecanismo debe iniciar su rutina de manera asombrosamente autónoma. En esos casos, un mecánimo puede ser un televisor que se enciende aun sin conexión eléctrica; la pava que se calienta sin que la hornalla esté encendida o el botón de descarga del inodoro que se activa estrepitosamente sin que nadie lo accione. Dada la aparente imposibilidad de su puesta en marcha autónoma, los mecánimos se comportan como si, efectivamente, tuvieran un alma interior.


martes, 9 de octubre de 2012

Misórgalo

(Sustantivo. Del griego miséo = odiar y orgaléio = instrumento, herramienta) 

Objeto o utensilio que nadie desea utilizar.

¿Tiene usted en su casa un tenedor, un plato, un cuchillo o una cuchara con el que preferiría no comer? ¿Siempre pone los vasos altos y deja de lado el redondeado, aun cuando hay mucho comensales y los vasos altos no alcancen para todos? ¿Hay un bolígrafo en el lapicero con el que nadie escribe? ¿No se seca con la toalla azul floreada? Si esta costumbre trascendiera a la mera manía personal y si cada uno de los habitantes de una casa elige no utilizar esos utensilios, estamos hablando de que esos utensilios son misórgalos: por alguna razón nadie los quiere usar. Ahora bien, ¿por qué razón?
A veces los misórgalos tienen origen dudoso, o pertenecen a una generación anterior y ligeramente oscura, o simplemente son objetos que ya no hacen juego con la mayoría de los que tenemos. En los cajones de los cubiertos conviven todas las cucharitas: las de gamuza que nos regaló la tía cuando nos casamos, las de mango de madera que compramos hace poco en el bazar, y luego un surtido heterogéneo de cucharas singulares, levemente deformes, curtidas, rotosas y de incierta procedencia. A veces no queremos usar el misórgalo porque lo asociamos a algo repulsivo: el abuelo cazaba ratas para comerlas, y las cortaba con un cuchillo de mango rojo, idéntico al que tenemos en el fondo del cajón. Aun cuando el cuchillo no fuera exactamente el mismo que usaba el abuelo -en realidad no lo sabemos-, la sola visión de ese único cuchillo de mango rojo nos provoca rechazo y por eso lo dejamos de lado. A veces, claro, nosotros mismos hemos cometido un secreto pecado y ya nos espanta utilizar una vez más los instrumentos con que llevamos a cabo ese acto inconfesable: quizás usted ya no desee tomar agua en el viejo vaso de cristal biselado, después de que lo usó para envenenar a su cónyuge con jugo de naranjas y estricnina.

viernes, 5 de octubre de 2012

Cacógoro

(Adjetivo y sustantivo. Del griego kakós = malo, feo y agoréuo = anunciar)

Dícese de quien siempre da malas noticias. 

Existen al menos dos clases de cacógoros: está el que sólo da malas noticias sobre su propia vida y el que anuncia algo terrible que le ocurre al destinatario, o que pasa a nivel local, nacional o mundial. En ambas clases, hay un cacógoro que disfruta dando la mala noticia, y otro que lo hace con cierto pesar.
El primer tipo de cacógoro se gana la compasión de algunas personas, quienes lo adoptan -con cierto recelo- como un amigo que está pasando un mal momento. Por lo general viene de visita en días y horas complicadas (un martes a las ocho de la mañana, por ejemplo) para contarnos sus desgracias. Rara vez habla de otra cosa que no sean sus pesares, los cuales parecen confluir con saña en su persona y allegados. "El mes pasado me compré el auto", dice el cacógoro iniciando lo que parece ser una buena noticia. "Pero parece que era robado y me lo secuestró la policía", remata, con laconismo. "Conseguí trabajo en una empresa constructora", agrega. "Pero me echaron porque maté a un compañero con la topadora. Ahora estoy procesado". Aun cuando se trata de hechos mínimos y cotidianos, da la impresión de que casi siempre los sucesos tienen derivaciones horribles: "Ayer compré un paquete de papas fritas. Cuando lo abrí y metí la mano, adentro había una araña venenosa. Mirá, me picó en el dedo. Fui al hospital y estuve en coma". Por lo general, a este tipo de cacógoro dejamos de abrirle la puerta, y al poco tiempo nos enteramos de que le cayó un piano en la cabeza, justo frente a nuestra casa, un día de nieve y ventisca, mientras tocaba timbre y no lo atendíamos.
A veces el cacógoro es muy cómico para contar sus desgracias. En esos casos, disfrutamos mucho cuando nos cuenta los sucesos negativos: "No sabés. Estaba esperando el colectivo, llovía y unos tipos me cagaron a trompadas. Pero me pegaron tan bien, con tanto estilo. Después, cuando estaba culo para arriba en la calle, pasó el colectivo, no paró y me mojó con el charco. Quedé una pinturita"

El segundo tipo de cacógoro es un sádico que no mide el tenor ni el momento ni la relevancia de la mala noticia. El anuncio que debe hacer no lo afecta a él, sino al interlocutor: "Ah, abriste una fiambrería. ¿Viste que ahora no se va a conseguir más queso porque cerraron los tambos? ¿Sabías que solo van a traer jamón importado que cuesta diez veces más?". "Che, vos que estás trabajando en la construcción, escuché por ahí que se va a parar la construcción a nivel nacional". "Ah, tenés un bebé. ¿Sabías que dentro de treinta años ese pibe va a tener que luchar contra la falta de agua en el mundo?. Cuando la mala noticia no es solo un rumor, sino algo serio y que afecta mucho al destinatario, no se preocupa por el estado del destinatario. Su único objetivo es dar la información, sin reparar en el estado de ánimo de quien la recibe. "Señora, su marido se murió", dice de entrada, llamando a mitad de la madrugada a la casa de una familia donde se están preguntando qué pasó con el padre de la familia que no vino a dormir.

No debe confundirse el cacógoro con el parióclido.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Anticúmeno

(Adjetivo y sustantivo. Del griego anti = contrario y oikoúmene = universo conocido, mundo)

1. Mundo posible en el cual actuamos de manera opuesta a la actual.
2. Ser de ese mundo posible que es el exacto opuesto al que somos en este mundo. 

Para que el concepto de anticúmeno tenga algún sentido, debemos suponer que ese ser que actúa de modo diferente a mí, es de algún modo yo mismo. Para decirlo en términos del filósofo Saul Kripke: en ese mundo posible debe haberse seleccionado rígidamente mi identidad (es decir, hay alguien que sea yo en ese mundo), pero con propiedades diferentes (e incluso en cierto sentido opuestas).
Si usted odia el helado de limón, ama el asado, vota por partidos de izquierda y le encantan los gatos, su anticúmeno ama el helado de limón, odia el asado, vota por partidos de derecha y no tolera a los gatos. La lista de preferencias, rechazos y objetivos en la vida de nuestro anticúmeno debe ser exhaustivamente contraria -no basta con dar estos pocos ejemplos. Sin embargo, salta a la vista que debe haber muchos mundos posibles en los que convivan una enorme variedad de anticúminos. Veamos por qué: si usted el veinte de abril de dos mil once durmió mirando hacia el oeste, uno de sus anticúminos dormirá mirando hacia el este. Otro de los anticúminos habrá dado vuelta la cama para dormir hacia la dirección opuesta. Otro se habrá quedado despierto toda la noche. Otro se habrá suicidado antes de acostarse. La lista de "cosas opuestas" que podrían hacer nuestros anticúminos es casi infinita. Pero quizás convendría restringir la noción de anticúmino a aquellos seres de esos mundos posibles que toman decisiones poco familiares para nosotros y que revelan una profunda diferencia de personalidad.  Dormir mirando hacia un lado o hacia otro no parece muy relevante en ese caso. Pero elegir una carrera (o no), casarse (o permanecer soltero), opinar de modo favorable al gobierno (o muy en contra), tener una creencia religiosa (u oponerse a ella), odiar a los homosexuales (o luchar por sus derechos), tener amigos (o haberse peleado con ellos), disfrutar de la vida (o renegar de ella), reírse mucho (o vivir quejándose) son aspectos que parecen mucho más interesantes a la hora de decidir cuáles son nuestros verdaderos anticúmenos.
Mi anticúmeno más característico odia el diálogo político, tiene profundas convicciones religiosas, aborrece los videojuegos, ama los deportes, se ha casado por iglesia hace algunos años, tiene muchos hijos, es vegetariano, trabaja en una empresa privada, no tiene Facebook, lee libros de autoayuda, no terminó la escuela secundaria, y jamás en la vida hubiese hecho Exonario.

martes, 2 de octubre de 2012

Éxogo

(Sustantivo. Del griego exo = fuera y egó = yo)

Dispositivo con el cual puede enviarse al propio yo a un lugar diferente, sin trasladar el cuerpo. 

¿Cuánto tiempo faltará para que se invente un éxogo?
Imagine que usted está en su casa aburrido y desea hacer un viaje excitante por lugares desconocidos y lejanos. Quizás, en poco tiempo, se invente una especie de cámara viajera que pueda mostrarnos, en vivo y en directo, un viaje través del mundo o incluso del espacio. Pero la cámara viajera no es un éxogo: para que lo sea, es necesario que toda la conciencia esté viajando con la cámara, y que nuestro yo perciba los sucesos de esos lugares lejanos in situ. En otras palabras: no sería la representación virtual de un lugar lejano, sino la representación real de los sucesos de ese lugar lejano mediante una especie de yo virtual inserto en el dispositivo.
Las personas postradas, enfermas o muy ancianas, que no pueden siquiera salir de su casa tendrían la posibilidad de desprender el yo de su dolorido cuerpo y situarlo en el éxogo para disfrutar de un viaje placentero. Los éxogos, además, podrían utilizarse para explorar espacios remotos sin comprometer el cuerpo de los investigadores. Los cosmonautas contemplarían la superficie de los planetas situando su yo en el éxogo espacial y dejando su cuerpo en la Tierra.

Existe, desde luego, un pequeño problema, y es que todavía no se ha hallado ningún método para desacoplar el yo de una persona y trasladarlo a la mente virtual de un dispositivo. Es posible, también, que buscar un método así sea producto de algún error conceptual en lo que se refiere a la interacción entre la mente y el cuerpo. Es posible, también, que el propio yo sea una ficción.