jueves, 31 de diciembre de 2009

Hekibocasion

(Sustantivo. De equivocación)


Palabra que contiene la mayor cantidad posible de errores ortográficos.

Quienes cometen errores de ortografía, por lo general, no se equivocan en cada ocasión que se presenta: es esperable que en un escrito sólo se cometa un determinado número de errores ortográficos, pero nunca el máximo posible. Quien desea escribir la palabra "sensible", por ejemplo, tiene al menos tres posibilidades primitivas de error ortográfico: "censible", "sencible" o "sensivle". A partir de estas posibilidades puede derivarse una combinación de dos de esas posibilidades: "cencible", "sencivle", etcétera. Sin embargo, es difícil que se den todas las combinaciones de error en una misma palabra ("cencivle") y, menos frecuente aun, en toda una secuencia de palabras.
Hay palabras que no dejan demasiadas posibilidades de error (como "pata", "clamor", "cala", "comer", y un sinfín más) , y si alguien se equivoca en esos casos difícilmente se pueda imputar como una falta de ortografía. Escribir "commer" o "patta" son, sin duda, errores en la escritura, pero no puede decirse que sean errores de la misma clase que cualquier otro error ortográfico
Para que haya una hekibocasion es necesario que una palabra permita que se cometan al menos dos errores en ella. Quienes en lugar de escribir la palabra "así" escriben "haci"; quienes escriben "persive" en vez de "percibe" cometen hekibocasion; pero no puede imputarse de hekibocasion a la escritura de "ematoma" en lugar de "hematoma": como sólo se trata de un único error (aun cuando sea el número máximo de errores ortográficos en esa palabra), no se trata de una hekibocasion. 

Por lo general, las hekibocasiones las cometen quienes a propósito quieren escribir un texto con una hiperbólica cantidad de faltas ortográficas. En esos casos, incluso, se cometen faltas allí donde normalmente no se cometerían. "Te invito a mi casa" en esta modalidad podría escribirse: "The himbitto ha mih kházza", agregando letras duplicadas, haches y zetas en lugares donde no las agregarían quienes de verdad cometen errores.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Metagraña


(Sustantivo. Del griego metá = más allá y kránion = casco, yelmo)

Si la palabra "migraña" proviene del griego hemicrania, la cual metafóricamente alude a un invisible y doloroso casco que comprime la mitad de la cabeza, la metagraña puede definirse como una fuerza que está más allá de la cabeza y que la comprime hasta obliterarla
En la migraña el casco rodea de manera periférica al cráneo. En la metagraña, en cambio, el casco ocupa todo el universo, y la fuerza de compresión parece infinita. 
Cuando alguien padece de metagraña no puede siquiera señalar dónde le duele: parece dolerle una zona que está por fuera y por encima del cráneo, en algún lugar lejano e indefinido. Se trata de un dolor ubicuo que desalienta cualquier posibilidad de localización, aunque, paradójicamente, se puede localizar en la cabeza. Quizás pueda entenderse como si la propia cabeza hubiera cobrado el tamaño de todo el universo (en un proceso de titanestesia), y es esa cabeza titánica la que duele.

martes, 29 de diciembre de 2009

Hemitopía


(Sustantivo. Del griego hemi = medio y topos = lugar)

Si la palabra "utopía" significa "lugar que no existe", la hemitopía es, literalmente, un "lugar que existe a medias". En  un sentido más figurado, una hemitopía es una historia en la cual los sucesos sólo ocurrieron parcialmente: es el caso en el que se cuenta una "verdad a medias". La hemitopía, en este último sentido, es un mundo posible en el cual algunas cosas son idénticas a las de nuestro mundo, pero otras -la mitad, o una buena parte- son diferentes.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Anaprocacia


(Sustantivo femenino. Del griego ána = hacia arriba, arriba pro = adelante, hacia adelante y katá = hacia abajo. Adjetivo: anaprócata

Imperiosa necesidad de derribar cosas. 

El anaprócata ve una provocación en la verticalidad: cualquier objeto que sobresalga en forma enhiesta desafiando el horizonte le insufla el deseo de abatirlo. Una pila de libros, un árbol de navidad, un jenga son clásicos blancos de la anaprocacia.
La anaprocacia se genera, habitualmente, ante la visión no de un único objeto vertical, sino de muchos de ellos en forma de pila, o uno que contiene a otros de manera heterogénea y abigarrada. La anaprocacia se genera por la sensación de equilibrio inestable de los objetos apilados o combinados de manera vacilante y temblorosa. 
Existen, desde luego, personas anaprócatas de temperamento. Para estos últimos, cualquier objeto vertical es digno de ser derribado. No importa si está bien firme en el suelo, o si resulta difícil o casi imposible: un poste de luz, un árbol, una montaña, un edificio.

Cuando una persona se enoja, a veces, da rienda suelta a su anaprocacia y derriba todo lo que encuentra a su paso con su furia.
Los niños suelen ser anaprocáticos por excelencia: levantan torres de rasti o de juguetes, y luego sienten un enorme placer en derribarlos.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Estílotro, a


(Adjetivo. De la expresión "Quiero esto y lo otro")

Dícese de quien al principio no pone exigencias, pero a último momento hace pedidos caprichosos y casi irrealizables.

Invitamos a un pariente a nuestra casa para cenar. Le preguntamos qué quiere comer y nos dice "con unos fideos está bien, no se compliquen mucho". Una hora antes de la cena nos llama para preguntar si la salsa que preparamos es putanesca o pesto. Le respondemos -con consternación- que sólo le pondremos una salsa de las que vienen en lata, y el molesto invitado retruca: "A mí las salsas en lata me dan alergia. Y los fideos sin salsa no me gustan. Y yo a los fideos los bajo siempre con un syrah bien añejado. De buena marca, ¿eh?". El invitado es un estílotro: parece que hubiera esperado hasta último momento para darnos todos esos detalles que nos hubieran sido de utilidad antes de preparar el encuentro.

Desde luego, los estílotros no sólo se encuentran en situaciones de encuentros culinarios con parientes. Un músico o un actor, cuando paran en un hotel durante sus giras, puede que al principio sólo pidan las sábanas limpias y un desayuno a las diez de la mañana. Pero cuando le traen las sábanas, aclara "yo las quería de raso dorado", y ante el desayuno continental, objeta: "yo desayuno con whisy importado y unas fetas de salame holandés con carne picada macerada al aceite de oliva con orégano"

En los ámbitos académicos y laborales se puede aplicar este término. Es estílotro un profesor que durante la cursada no es exigente y que, incluso, se muestra benévolo y poco rebuscado con sus alumnos. Pero cerca de la finalización del cursado, nos enrostra miles y miles de libros, y nos pide una monografía o un trabajo interminable como requisitos para rendir el examen final. También es estílotro un jefe que nos contrata para atender al público, pero cuando estamos por cerrar una venta nos pide que por favor atendamos el teléfono, que repongamos mercadería y que le llevemos un café irlandés bien cargado a su oficina.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Delograma


(Sustantivo. Del griego délos = claro, evidente y grámma = letra)

Palabra cuya etimología no tiene complejos vericuetos históricos y semánticos.


Muchas de las palabras que tenemos en el idioma español son producto de peripecias históricas y cruzamientos semánticos. De la palabra "bigote", difícilmente podamos rastrear a priori una etimología. Sabemos, sin embargo, que "bigote" proviene de cierta época en alguna región en España, en la cual había muchos soldados alemanes que tenían la costumbre de saludar "Bei Gott" (tal vez traducible como "vaya con Dios") y tocarse el bigote. De esa curiosa historia se deriva el nombre del bigote. Al analizar la etimología encontramos que los bigotes nada tienen que ver con "vaya con Dios", por lo cual ha habido aquí una fusión de hechos históricos que determinaron el uso de la palabra. "Bigote", entonces, no es un delograma: la etimología no tiene adecuación con el significado del término.

Al verano se lo llama, también "canícula". Me asombró descubrir que en latín "canicula" significa "perrita". ¿Qué relación puede haber entre las perritas y el verano? He aquí una palabra que tampoco es un delograma. Hace poco, gracias a este maravilloso diccionario de etimologías, descubrí que en Roma el verano coincidía con la aparición de la constelación del Can Mayor, conocida también como "la canícula".
Probablemente podamos encontrar un término que defina a estas palabras gestadas a partir de una etimología llena de vericuetos: son tafogramas, pues esconden (táfos) su conexión con el hecho que les dio origen.
Los tafogramas tienen una etimología puramente casual, aleatoria y son producto de la larga, compleja y diversa trama de las  historias de los pueblos. Son inventos sin inventor; vocablos cuya fuerza semántica surgió muchas veces gracias a la feliz conjunción de algunos malentendidos que jamás fueron aclarados. 

En contraste con los tafogramas, tenemos los delogramas: términos en los que se puede rastrear sin problemas la etimología. "Democracia", "Monarquía", "Soliloquio" y cientos de miles más. Son palabras que se conectan con su etimología sin conflictos y de manera transparente.

martes, 22 de diciembre de 2009

Prevenéreo



(Adjetivo. Del latín pre = antes y venus = deleite o acto sexual. Dícese de los pensamientos: es un pensamiento prevenéreo)

Modo en el que se imaginan las experiencias eróticas cuando jamás se las ha tenido.


Se considera prevenéreo a un pensamiento de índole erótica cuando se lo concibe antes de cualquier experiencia sexual, incluso masturbatoria. Los niños, cuando conocen en qué consiste el sexo, sólo pueden representarse las experiencias sexuales por analogía y de manera imperfecta. Cualquier intento por imaginar qué se siente tener sexo se convierte en una hipótesis de dudosa confiabilidad.

Los pensamientos prevenéreos también los tienen quienes se han volcado a la castidad de manera completa y total, y quienes no tienen desarrollado su aparato sexual, o lo han perdido (por algún accidente, o una enfermedad) a edad temprana.

Un excursus por la vida mental de un niño intentando imaginar qué es el sexo puede verse en esta entrada de mi otro blog, Monstruos y Berenjenas.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Pretrete


(Adjetivo. Del latín pre = antes y traho = arrastrar)

Quien antes de presentarnos una cosa emite juicios de valor para condicionar nuestra opinión acerca de esa cosa.

 "Escuchá el chiste que me contaron... Está buenísimo... Es uno de los chistes más graciosos del mundo... No puedo parar de reírme..." nos dice el pretrete. Luego nos cuenta el chiste y resultó que no era tan gracioso. Sin ánimo de discutir, le decimos que en verdad no nos pareció tan bueno, pero él se siente ofendido o sospecha que no lo hemos entendido, o incluso apela a que él no sabe contar chistes. El pretrete pretende arrastrarnos a su opinión (de ahí viene la etimología) sin que medie nuestro juicio, el cual podría ser disidente.

Los pretretes más patéticos son los que emiten juicios positivos acerca de sus propias obras, por lo general estéticas. Un escritor que dijera "Tenés que leer mi novela, está buenísima, no sabés el suspenso que tiene", o un músico que nos anuncia la "sensibilidad increíble" que tiene tal o cual canción y que "nos va a hacer llorar" es no sólo un pretrete, sino también un peligroso ególatra. A veces el pretrete ególatra realiza una falacia de apelación al pueblo: "todos los que leyeron mi novela dijeron que tenía un suspenso bien logrado... Si a vos no te pareció, entonces es problema tuyo". "La mayoría de los que escuchan mis canciones me agradecieron con lágrimas... Si a vos no te emocionan andá a ver a un psicólogo". Con este argumento, el pretrete cree que el dictamen de una supuesta mayoría es válido sin discusiones. El pretrete tiene una ilusoria e ingenua concepción de las experiencias estéticas: reclama para sí una uniformidad de juicio con respecto a su obra, cuando -precisamente- el masivo juicio uniforme es lo que tal vez evidenciaría la poca riqueza y profundidad de su trabajo. Por otra parte, cada vez que un autor pretende crear tal o cual emoción bien definida y determinada, está obrando como un miope: no es posible predecir lo que van a sentir los receptores de la obra, ni cómo va a ser recibida, ni qué reinterpretaciones se harán con ella.

(El chiste que ilustra el post -robado de este sitio- es el mejor del mundo. )
 

viernes, 18 de diciembre de 2009

Chulafuertes


(Adjetivo. Idiotismo)

Dícese de quien habitualmente se toma las nalgas con las manos.

El clásico gesto de "agarrarse la cabeza", en el chulafuertes se traslada a las zonas lumbares. Sin embargo, un chulafuertes no necesita de un estado de preocupación para tocarse las nalgas. Por reflejo, pone los brazos en jarra pero en lugar de apoyar sus manos en la cintura (la postura clásica), las lleva hacia atrás y más abajo, adoptando una postura incómoda de ver. Desde luego, este caso de chulafuertes es socialmente tolerado. Existe un tipo de chulafuertes que se toca las nalgas con fruición, sin reparar en que puede haber gente que sienta incomodada.
A veces, las personas enchulenguizadas y enrajadas suelen darse cuenta de que, por el prominente tamaño de sus traseros, es probable que el pantalón les haya quedado por debajo de la línea visual aceptable y entonces recurren al manotazo para corroborar si eso es así o no. Se trata de un chulafuertes que se toca para contrarrestar los efectos nocivos del enrajamiento causado por la enchulenguización.


Los chulafuertes suelen ser extrovertidos, desenfadados y altamente prejuiciosos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Ropipago


(De "rompe, pierde, pincha, paga")

1. Lugar o situación en la que debe abonarse por cualquier daño o desperfecto que ocurriera en un objeto mientras estamos ejecutándolo o mientras esté bajo nuestra responsabilidad. 

En los juegos de pelota infantil existe la regla de "rompe, pierde, pincha, paga", cuya correcta lectura debe ser condicional: "si se rompe, se pierde, se pincha, entonces se paga". Esta regla la aplica el dueño de la pelota cuando decide prestarla, y se enuncia en el acto de préstamo. En una enunciación general, la regla se puede reducir a "rompe, paga".

Esta regla básica de prestamista se aplica a un sinfín de situaciones cotidianas. Si alquilamos vajilla para una fiesta, el ropipago suele ser parte de la condición de alquiler. Nótese que de acuerdo al tipo de objeto, el antecedente del condicional variará. En el caso de la vajilla, no se utilizará la condición antecedente "si se pincha", la cual sólo se puede aplicar a los objetos inflables.

Las casitas y los salones de fiestas; y los comercios en general funcionan como ropipagos. Cualquier cosa que se nos caiga de una estantería o cualquier producto que se deteriore por causa de nuestra acción, deberemos abonarla.

Conviene destacar que los ropipagos funcionan de dos maneras diferentes:
- Algunos ropipagos nos fuerzan a pagar cuando "algo sale mal", seamos o no nosotros los que hayan cometido el desperfecto. Es el caso de los salones y casitas de fiestas, por ejemplo. Si desaparece la vajilla, aun cuando no hayamos sido nosotros, sino uno de los invitados quien la robó, nosotros deberemos responder por esa vajilla.
- Otros ropipagos, en cambio, sólo nos hacen responsables de los desperfectos que nosotros mismos hemos cometido, como en el caso de los comercios. Si justo alguien nos roba lo que tenemos dentro del chango de compras, no pueden (no deberían) aplicarnos la regla del ropipago.

Tal como hemos definido a este término, resulta casi redundante. Inventar la palabra "ropipago" para referirse a "rompe, paga" es poca ganancia. El término tiene mayor utilidad si le damos una acepción menos tautológica:

2. Situación o lugar en el que se nos cobra por conceptos arbitrarios o que están al límite de lo que consideraríamos digno de ser cobrado.

Si en un estacionamiento (donde el pago se fracciona cada hora) nos cobran por dos horas cuando en realidad estuvimos una hora y tres segundos, entonces podremos decir con justicia que el estacionamiento es un ropipago. Si en el restaurante nos cobran no sólo por la comida, sino por las degustaciones, los grisines, el pan y el uso del agua del baño, entonces el lugar es un ropipago. Si el que nos presta la pelota, una vez que se la devolvemos, decide que está muy sucia o que ha quedado levemente desinflada y que, por lo tanto, es exigible una pelota nueva, entonces estaremos en la situación del ropipago.

Para todo liminfractor debería existir un ropipago en su segunda acepción.

martes, 15 de diciembre de 2009

Palimorfosis


(Sustantivo. Del griego pali = de nuevo y morphé = forma)

Proceso de transformación que finaliza dejando al individuo en el mismo estado en que estaba antes de la transformación.

Solemos creer que, después de un periodo de transformación, el individuo ya no es el mismo de antes. Sin embargo, existen procesos de cambio en los cuales el resultado final de ese cambio es, precisamente, el estado anterior al cambio: ese proceso inoperante es la palimorfosis.
En la naturaleza la palimorfosis es un raro suceso. Sería el caso de una larva que, después de volverse crisálida, se convirtiera otra vez en larva. O el niño que, después de la adolescencia, volviera a ser niño.
En los ámbitos de la vida humana, sin embargo, es posible que después de un proceso de cambio, ciertas cosas -las que precisamente debían cambiar- vuelvan al estado anterior al inicio del proceso. Si vamos a la peluquería y, después de muchos peinados, optamos por el mismo que ya traíamos; o si después de cambiarnos muchas veces la ropa nos ponemos los mismos pantalones, camisa y zapatos que teníamos antes de cambiarnos, entonces hemos sido víctimas de una palimorfosis.

En rigor el término debería aplicarse a los casos en que hay un verdadero proceso de transformación, y no simplemente un cambio de ropa o peinado. El término se podría aplicar mejor a una persona que se somete a complicadas cirugías estéticas y después del quirófano sale idéntica a como era antes. O el que, después de una paciente transformación de su espíritu, abandona el alcohol para entregarse al ayuno en un retiro espiritual, luego del cual volverá a su afición por la bebida.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Semprifecto, a


(Adjetivo. Del latín semper = siempre y conficio = terminar)

Dícese de la persona que nos dice que un proceso se está finalizando cuando no es verdad.

Pedimos unas empanadas por teléfono. Pasan dos horas, y las empanadas no llegan. Volvemos a llamar y el vendedor nos dice que "ya están saliendo". Pasa una hora más. Enfurecidos, vamos al teléfono y nos vuelven a decir que "ya salen". El vendedor es un semprifecto: sólo da una respuesta de compromiso. Quizás no sabe qué pasó con las empanadas; tal vez no tenga la menor idea de por qué no llegan a nuestro domicilio. Pero él, ante esa ignorancia, se limita a asegurarnos que todo marcha bien y sólo nos pide un poco de paciencia.

Cuando se trata de pedir empanadas, uno puede simplemente negarse a recibir un pedido que se demoró tres horas. Sin embargo, los semprifectos están en todos los rubros, desde los oficios hasta la burocracia. Si hace diez años iniciamos un juicio laboral, nuestro abogado pretenderá darnos un consuelo: "ya sale", "ya sale el jucio", "ya se pone fecha". El plomero, después de tres días de trabajo en nuestro baño, puede decir que "ya termina", aunque siga viniendo por dos semanas más y deje la mitad de los caños rotos. Los semprifectos nos dejan siempre con la duda acerca de qué demonios está pasando en todo ese tiempo en que se demoran. Nunca hay una explicación ni rendición de cuentas. La cosa, simplemente, se demoró más de la cuenta y punto.

A veces encontramos que la cosa parece estar finalizada. Sin embargo, el semprifecto nos advierte que eso no es cierto: su trabajo todavía necesita "retoques". Esos "retoques" pueden llevar décadas, y a veces no son simples terminaciones: suelen ser partes esenciales del proceso que se disimulan bien. El caso es que, por culpa de esos "retoques" que no se atendieron, muchas veces el proceso vuelve hacia atrás o queda en un punto muerto. Nuestro expediente de juicio se pierde en un mar de expedientes, y nuestros caños se vuelven a romper al poco tiempo, convirtiendo a nuestro baño en un mar.

El semprifecto, para ser tal, necesariamente debe perjudicar a un tercero. No es el caso del egreta, quien, a pesar de que no termina sus carreras, quizás sólo se perjudique a sí mismo.

Un grave problema que tienen los semprifectos es que, dado el apuro que a veces tienen para concluir algo que ya se demoró demasiado, terminan chanchaneando todo el proceso.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Moripendia


(Sustantivo. Del latín mos = costumbre y pendere = colgar, pender. Adjetivo: moripéndico,a)

Mala costumbre de dejar cosas colgando de manera incómoda, pendular y tambaleante. 

El moripéndico acumula ropa en el perchero y jamás la guarda en el placard hasta que las camperas y sobretodos se desmoronan sobre el piso. En la cocina de su casa, tiene utensilios que cuelgan de la pared, algunos de los cuales cuelgan bolsas llenas de fideos o de otros utensilios. En las toballeras y agarraderas del baño deja bolsas con cepillos para dientes, algodón o toallas femeninas. Cada manija, gancho o penestal de la casa es una excusa para enganchar algo y dejarlo allí como si fuera su lugar definitivo. Así, cualquier parte saliente de una pared se convierte en un curioso colocio vertical.

Mientras el ekekista se cuelga cosas -preferentemente bolsas- de su propio cuerpo, el moripéndico las cuelga en el ambiente que lo rodea. Aunque en verdad, ambos términos comparten un gran campo semántico.

No confundir con morifendia.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Buataflora


(Adjetivo. De buata = panza, estómago y Flora = nombre propio. No cambia de desinencia por género: es un buataflora; es una buataflora)

Así como el gataflora nunca sabe lo que quiere, el buataflora es aquel que tiene gustos culinarios contradictorios y exhibe una conducta alimentaria caprichosa.

El buataflora manifiesta su deseo urgente de comer helado de vainilla. Cuando le sirven el helado se siente hastiado y asqueado después de unas pocas cucharadas, y de inmediato declara su repugnancia por el helado. Se sirve agua y bebe con fruición, pero al instante hace un rictus de asco y dice que el agua tiene gusto a cloro o que le encuentra un sabor horrible, a pesar de que se tomó casi dos litros sin respirar.

El buataflora es antojadizo. Va por la calle y de pronto tiene inmensos deseos de comer mariscos. Como no encuentra marisquerías cerca, se frustra y maldice por un momento. Luego cambia de ambición: ahora quiere comer chocolates. Compra una enorme barra de chocolate con leche y se la zampa. Cuando termina de comerla, se lamenta de no haber conseguido mariscos, y se queja de que el chocolate le va a caer mal. Al instante ve una publicidad de chocolate blanco y sale corriendo a comprar un nuevo chocolate -blanco- y lo devora. Momentos después volverá a quejarse. 

Si en un restaurante el buataflora pide ravioles en lugar de pollo, se imagina que el pollo hubiera estado mejor que las pastas. Si pide pollo en lugar de pastas, fantasea con que los ravioles hubieran sido mucho más apetecibles. En todo caso, sólo come dos o tres bocados y, entre resoplidos, revela que la comida (pollo o pastas) le ha caído como una piedra, y que tal vez ahora le vendría bien una ensaladita.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Bisoliña

(Sustantivo. Del latín bi = dos y solis = sol)

1. Semejanza que poseen los días feriados con un domingo.

2. Sentimiento de confusión derivado de creer que un determinado día feriado es domingo. 

Los días, habitualmente, tienen una forma. Un martes es parecido a un jueves, pero ninguno de ellos es igual a un domingo o un sábado. Sin embargo, a veces, los días hábiles se disfrazan de otros; con una camaleónica apariencia de fin de semana nos inducen a relajar costumbres y a desvirtuar nuestra percepción del paso de los días.

Cuando un feriado cae martes, miércoles o jueves, la ciudad adquiere el mismo aspecto que el que suele tener cuando es domingo: los negocios están cerrados y hay pocos autos en la calle. Las rutinas de la gente, además, se modifican: muchos duermen hasta muy tarde, apagan el teléfono celular, o se levantan para cortar el césped y preparar un asado. Uno puede caer en la trampa y "sentirse como en domingo", sin reparar en que el día anterior no fue sábado y en que el día siguiente no será lunes. El domingo se ha vuelto a colar en mitad de la semana, dejando a la ciudad mortecina y a nuestra voluntad despistada.
Sin embargo, en algún momento del día alguien enciende el televisor y, en vez de esas películas de dinosaurios de los fin de semana, están dando el informativo como cualquier día laboral. Entonces nos damos cuenta de que hemos sufrido bisoliña: fuimos atrapados por la melancólica y oportunista tranquilidad de un falso domingo.

El término se deriva de "dies solis" (día del sol), tal como llamaban al domingo en la Roma de los primeros siglos. "Bisoliña" puede traducirse con cierta liberalidad como "domingo doble", en alusión a una semana que tiene un día feriado que parece domingo y que, por lo tanto, tiene dos domingos.

Palabras relacionadas: Hemeromorfia, Huicar.

martes, 8 de diciembre de 2009

Cupifrucción


(Sustantivo. Del latín cupido = pasión, deseo y fruor = disfrutar) 

Afición a medio camino entre la pasión y la adicción.

Existen ciertos hobbies, pasatiempos y trabajos de los cuales se dice que quien los practica muy asiduamente es un apasionado. Este es el caso de los hinchas de fútbol, de los seguidores de una serie televisiva, de quienes hacen arreglos en el hogar y de los científicos o artistas que trabajan hasta la extenuación y sin pausa. Sin embargo, aun cuando se se las ejerza durante menor cantidad de tiempo, hay otras actividades a las que de inmediato se las califica de "adicción" si se vuelven frecuentes: el juego, la computadora, la televisión indiscriminada, los mensajes de texto por celular, el habla por teléfono, el chat. También, por supuesto, las drogas, el cigarrillo y el alcohol. 
¿Cuál es la línea que separa un hábito apasionado de una adicción? Muchas veces la frontera es apenas un prejuicio. Un hincha de fútbol puede sufrir síndrome de abstinencia si no va el domingo a la cancha, y puede estar deprimido durante dos semanas si su equipo va al descenso. Pero a pesar de estos inequívocos indicios de adicción, se dice que su amor por el club es muy grande. En cambio, si una persona decide fumar un cigarrillo por semana, o juega al póker una vez al mes, o hacer el amor con una nueva mujer cada día, se suele decir que esa periódica necesidad es lisa y llanamente una adicción. Rara vez decimos que alguien es adicto a la cancha y a las matemáticas, o apasionado del cigarrillo, del póker y del sexo poligámico.
Se podría pensar que el adicto no disfruta de su adicción, y el apasionado sí lo hace. Pero esta frontera no es crucial ni concluyente: la pasión es, muchas veces, dolorosa. La adicción, cuando puede ejercerse a las anchas y sin culpa, es verdaderamente apasionante. Ocurre muchas veces que la pasión es adictiva (se ejerce sin control y con dolor, pero se la desea), y la adicción genera un apasionante placer.
De la adicción se sabe que es incontrolable. ¿Es controlable, en cambio, una pasión?
La pasión -se supone- exalta el espíritu y deja al desnudo un costado dramático y a veces trágico de la vida. ¿No sirve al mismo propósito, acaso, una adicción?
La adicción no puede abandonarse. ¿Puede, en cambio, dejarse de lado una pasión?
No hay voluntad en la pasión. ¿La hay, acaso, en la adicción?
La adicción destruye la vida. La pasión también.
La ausencia de pasiones y de adicciones también.

Cuando no podemos decidir si en el fondo hay o no hay adicción, y cuando no sabemos si esa necesidad periódica es de verdad una pasión irrefrenable, podemos decir que se tiene cupifrucción.

¿Es Exonario fruto de la cupifrucción? ¿O sólo es una pasión inútil? ¿O es una leve adicción? ¿O es apenas una afición anodina e inofensiva?

¿Se puede ser adicto a las cupifrucciones? ¿O quien padece de cupifrucción es un apasionado?

lunes, 7 de diciembre de 2009

Notriplo


(Sustantivo. De "no hay triple")

Problema técnico de último momento, imprevisible y casi siempre solucionable.

No importa qué tan precavidos hayamos sido para preparar un evento: siempre habrá una falla técnica que servirá para desbaratar cualquier previsión. Si llevamos la computadora para conectar a un proyector, el cual a su vez deberá proyectar una secuencia de power point en una pantalla gigante; si a su vez tenemos el recaudo de llevar repuestos para todo (una segunda computadora, otro proyector), seguramente no podremos conectarlos porque algún cable dejó de funcionar, los adaptadores no son los correctos, la presentación de power point estaba en la secuencia equivocada; o la llave térmica comienza a saltar repetidas veces por algún misterioso motivo.

Si alguien debe hablar por un micrófono, es casi seguro que al principio no se le escucha; el amplificador al cual el micrófono está conectado no enciende o, aun si encendiera, no transmite el sonido del micrófono; o los parlantes hacen un ruido sordo y continuo, o -una vez más- la llave térmica comienza a saltar miles de veces.

Los notriplos acechan en la preparación de cualquier evento. Siempre es mejor ser espontáneo que obsesivamente detallista: no hay manera de preverlo todo. Sin embargo, a veces con remiendos inestables y después de una desesperante corrida, el problema se soluciona de manera parcial, y el evento se desarrolla con tranquilidad, aunque no en condiciones óptimas. Quizás la proyección del power point se vea oscura, o muy chiquita. Quizás la voz del micrófono se oiga, aunque con ruido de fondo y con breves cortes.

Muchas veces se puede sortear la dificultad del notriplo gracias a la cinta adhesiva, los cables pelados (que se conectan directamente a la fuente), los alambres, e incluso los golpes y las patadas. De hecho, los notriplos surgen en contextos en los cuales resulta imposible hacer un examen minucioso del problema: hay que actuar rápido, sin darle importancia a la estética o a la moderación. El acto de aplicar un puntapié a un micrófono o a una notebook puede cumplir el doble propósito de hacer funcionar al aparato y, además, descargar la tensión. Si el aparato no funciona de todos modos, al menos nos habremos vengado de él a los golpes.
 
La expresión "notriplo" surge (probablemente) del hecho de no poder conectar un aparato electrónico por falta de un adaptador triple.

Un ejemplo de notriplo puede verse en esta entrada

sábado, 5 de diciembre de 2009

Estentóbaro


(Palabra y definición enviadas por Wolfgang)

(adj., de Estentor, guerrero griego nombrado en la "Ilíada" de Homero, cuya voz equiparaba la de cincuenta hombres juntos, con el sufijo gr. baro, pesado):

Dícese de la persona de voz excesivamente potente y de carácter exuberante, que irrumpe con comentarios inoportunos, volviéndose francamente pesada.

Un profesor está dando clase y trata de ser claro, de llegar a sus alumnos con los mejores argumentos que encuentra a mano. Claro que, el infaltable estentóbaro (no siempre masculino, pero casi), no deja pasar la ocasión de romper el clima cuasi religioso que se produce a veces, con un comentario que no tiene nada que ver y que sustrae completamente al alumnado del contexto didáctico: "Si sigue lloviendo así, hoy vamos a salir nadando de acá" o "¿Para ustedes quién gana el concurso de baile?"

viernes, 4 de diciembre de 2009

Preclamar


(Verbo intransitivo. Del latín pre = antes y clamo = gritar. Sustantivo: preclamor

Gritar prematuramente ante la inminencia de un hecho que finalmente no ocurre.

Le han quitado la espoleta a una granada y gritamos, porque va a explotar en cualquier momento. Sin embargo pasan los minutos, las horas y los días, y la explosión nunca llega: era una granada de juguete. Hemos gritado en vano y nos sentimos ligeramente estúpidos: preclamamos creyendo que era nuestro extrecanor, pero sólo se trató de una falsa alarma.

Si alguien camina por el borde de un precipicio; si parece tropezarse y si finalmente no se cae, quizás hayamos emitido algún preclamor. Los gritos de asombro ante un espectáculo de acrobacia suelen ser preclamores: anticipan una terrible caída o un golpe fatal. De hecho, en todo espectáculo en el que haya peligro los preclamores son parte del efecto deseado.  

No sólo se preclama ante hechos violentos y que pueden involucrar la muerte. Si en la elección de la reina una candidata grita de emoción antes de que se diga quién es la ganadora, y si luego no es ella la elegida, habrá preclamado.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Biogeomorfo,a

(Adjetivo. Del griego bios = vida; gea = tierra y morphé = forma)

Aplícase a seres extraterrestres: que tiene la apariencia de algún ser vivo de la Tierra.

No sólo es muy improbable que un extraterrestre se parezca a un ser humano. Tampoco es de esperar que tenga algún rasgo de alguna de las múltiples formas de vida de la Tierra.
Si solamente en nuestro planeta hay una diversidad de especies cuya morfología es casi imposible de imaginar, ¿por qué un extraterrestre, quien no comparte nuestro tronco evolutivo ni (presumiblemente) nuestra composición química, debiera parecerse aunque sea un poco a cualquier ser vivo conocido?
Sin embargo, si un extraterrestre tuviera algún parecido ya no con los seres humanos, sino con cualquier otro ser vivo -desde una bacteria hasta un pez abisal-, diremos que es biogeomorfo.

A veces se aplica este término de una manera más restringida. Quizás -se admite- un extraterrestre se pudiera parecer a algún ser vivo, pero sólo diremos que es biogeomorfo si se parece en muchos aspectos a alguna de las especies superiores con las que los humanos tenemos más familiaridad. Por ejemplo, será biogeomorfo si se parece a un caballo, y no lo será si semeja un Saccopharynx lavenbergi o un Mertensia ovum, raros animales marinos.

(En la foto, un pulpo dumbo o grimpoteuthis. ¿Qué tan parecida a este pulpo será alguna de las inimaginables criaturas extraterrestres que pudieran estar visitando nuestro planeta ahora mismo?)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Estistremia


(Sustantivo. Del latín aestas = verano y extremus = final, último)

Sensación de relajación, alegría y nostalgia que provoca la inminente finalización del año.

Durante el mes de diciembre aparecen los primeros indicios de la la pausa veraniega: las clases finalizan, los programas de televisión se despiden hasta el año siguiente; las vidrieras se pueblan de ofertas para vacaciones y adornos navideños; el calor inunda las calles, la gente se acuesta más tarde y sale a sentarse en la vereda hasta la madrugada. Algunas obligaciones pueden postergarse; las promesas se dejan "para después del verano" y se programan encuentros con amigos y parientes que volvieron a pasar las fiestas con su familia. Muchas de las rutinas cotidianas se ven alteradas, y a veces se llega a sentir un poco de nostalgia por el año que pasó.
Ese delicado, breve y silencioso despliegue de emociones que se activa durante los primeros días de diciembre, específicamente en los países del hemisferio sur (en los que hace calor para esa época) es la estitremia.
Si esta sensación se prolonga durante un largo periodo que va más allá del mes de diciembre, y si se le quita el componente de nostalgia, ya debemos hablar del navidar.

martes, 1 de diciembre de 2009

Chairolar(se)


(De chaira)

Capacidad que poseen los objetos blandos, alargados y finos, de enroscarse sobre otro objeto alargado si se lo impacta con fuerza.

Los látigos, las sogas, las toallas y prendas mojadas se chairolan si se las utiliza dar un golpe seco sobre algo alargado y fino: se aferran como una enredadera, enroscándose en un segundo, y a veces es difícil de desenredar.

Cuando una sábana se enrosca en el cordel por acción del viento, se chairola. 

La parte que queda enroscada se denomina chairola o chairolita.