jueves, 28 de octubre de 2010

Duelo

En este blog no me dedido a hacer análisis sobre política, y hoy tampoco será así.
Para eso están mis compañeros virtuales, que lo hacen de manera excelente, irreprochable y muy necesaria: Grupo de expertos en todo, Los Huevos y las Ideas, Pensando la Argentina, Almita, Bolazos de los medios, Orlando Barone y muchísimos otros que no puedo nombrar. A todos ellos les agradezco la celeridad, la agudeza y la fuerza con la que escribieron e hicieron que no nos sintiéramos tan solos.

Estamos de duelo.
Hasta el lunes.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Necesitoso

(Adjetivo. De necesidad)

1. Dícese de quien exhibe una necesidad que no tiene ante quienes sí tienen esa necesidad.
2. Dícese de quien se queja por un mal que es insignificante en comparación con el mal de quienes lo escuchan quejarse.

Sólo pueden ser necesitosos quienes tienen cierto poder. El jefe necesitoso se queja ante su secretaria, diciéndole que no le alcanza el sueldo, que le vendrían bien tres o cuatro mil pesos más. La empleada cobra cinco veces menos que el jefe, pero siente cierto remordimiento y puede que acceda a prestarle parte de su aguinaldo. El profesor le dice a su auxiliar: "No puedo dar la clase del martes yo solo; me vendría bien que alguien me dé una mano". El auxiliar -quien da todas las clases del resto de la semana- se siente en la obligación de ayudar a su superior, y seguramente terminará dando también la clase del martes. El hombre saludable necesitoso se queja de un dolor de cabeza frente a alguien que está sufriendo un ataque cardíaco.
El necesitoso actúa de manera inconsciente y no por maldad; no se da cuenta de que sus lamentos resultan obscenos e irritantes ante el más pobre, el menos poderoso o el dolorido. Lo curioso es que muchas veces obtiene lo que se propone. Un magnate necesitoso que se quejara por lo caro que está todo, podría lograr que la gente pobre dijera con cierta genuina congoja: "pobre hombre, la plata no le alcanza para nada"

martes, 26 de octubre de 2010

Nefelimoto

(Sustantivo. Del griego neféle = nube y del latín motus = movimiento)

Fenómeno meteorológico en el que las nubes del cielo se mueven con rapidez y de manera errática e impredecible. 

En un nefelimoto, el cielo parece sobrecargado de formaciones nubosas, y las nubes cambian de forma, se alejan, se separan, se vuelven a unir; ascienden hasta desaparecer o descienden a gran velocidad hasta el suelo para transformarse en una momentánea niebla. El espectáculo es sobrecogedor y terrorífico: si ocurre de noche, se disimula gracias a la oscuridad, aunque si se mira hacia arriba en un lugar despejado se podrán ver matices rojizos y grisáceos que se retuercen y desarman con violencia. En cambio, durante el día, el rápido contraste de luces, colores, sombras y furiosos espasmos celestiales produce una inquietante sensación de apocalipsis.
Una curiosidad: las nubes se mueven hacia muchas direcciones, como si el viento fuese un poliolo que sopla a la vez desde todos los puntos cardinales, incluso desde arriba o desde abajo.

viernes, 22 de octubre de 2010

Anfiatiquia

(Sustantivo. Del griego ánphi = doble; a = no y tychia = suerte, azar)

Conjunción de dos desgracias de sentido contrario.

Tener un incendio en el barco mientras se está hundiendo en medio del mar; ser picado por una víbora y morir por la alergia provocada por el antídoto; escapar de los golpes de una patota y ser recibido con golpes por la policía;  todos estos son ejemplos de anfiatiquia.  En rigor, no hay dos desgracias, sino tres: las dos iniciales, mas la infeliz e irónica coocurrencia de ambas.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pletopapiria

(Sustantivo. Del griego pletháino = aumentar, incrementarse y papyros = papiro)

Multiplicación innecesaria de la cantidad de papeles. 

La frase conocida como navaja de Ockam dice que los entes no deben multiplicarse, a menos que haya una necesidad para ello. La burocracia ha generado un universo creciente de papeles con el solo objetivo de validar sus ejecuciones, y cada documento valida a otro, y a su vez es validado por otro en una cadena transfinita o circular. Para acreditar la propia identidad se necesita de una libreta (hecha de papeles) para la cual deberá obtenerse una serie de papeles sellados, fotocopias de esos papeles y autenticaciones de las fotocopias, rubricadas y nuevamente fotocopiadas, cuya veracidad conste en otros papeles para que los papeles anteriores no necesiten de más papeles para ser legalizados, en cuyo caso se requerirán duplicados de todos los papeles anteriores más los debidos papeles en los que conste por qué se pide un duplicado, más una reduplicación de papeles sellados y autorizados para asentar (en otros papeles) la causa de la duplicación de los papeles.   

martes, 19 de octubre de 2010

Afragantar(se)

(Verbo transitivo. De fragancia y atragantarse)

1. Ponerse perfume en exceso. 
2. Perfumar algo o perfumarse para tapar un mal olor. 
3. Tener un fuerte olor exquisito a la par con otro fuertemente nauseabundo.

Las personas que suelen alejarse de quienes expiden un hedor espantoso, también se apartan de quien se ha echado una considerable dosis de desodorante o loción. En parte, porque una fuerte fragancia es empalagosa y, en parte también porque tanta necesidad de oler bien parece ocultar algo que huele muy mal, ya sea en sentido literal o figurado.
Por la misma razón, nunca conviene comprar en una carnicería o fiambrería en la que se pueda sentir con fuerza el aroma de un desodorante de ambientes lavanda o un desinfectante de pino, sobre todo si por debajo de esa esencia omnipresente nuestra nariz adivina una indefinida y soterrada pestilencia.

lunes, 18 de octubre de 2010

Diyunomio

(Sustantivo. Del latín dis = separación;  junctio = unión  y nomen = nombre. Adjetivo: dijunómico)

Relación entre objetos que no merece llevar un nombre.

Cada idioma presupone una ontología. Los nombres construyen un objeto, y ese objeto no es más que un conjunto de relaciones reunidas bajo un concepto. Llamamos "mesa" a cierta relación entre las patas y una base; "taza" a otra relación entre un bol y un asa. Solemos poner un único nombre a una serie de relaciones que tiende a tener cierta continuidad en el tiempo y cierta relevancia: ponemos nombre a las relaciones entre cuatro patas y una tabla (y las llamamos "mesa"), pero no a las relaciones entre cuatro patas, una tabla, el piso en el que se apoyan y el florero que tiene encima.

¿Merece tener un nombre la relación que existe entre un libro, la biblioteca, la pared y los adornos de la estantería? ¿Necesitamos bautizar a la escoba-junto-a-la-pared-del-lavadero? ¿O el vapor de una olla hirviendo, la olla, los vidrios empañados y el olor a  humedad caliente que destila? ¿Le daríamos una sola palabra a la conjunción de un dolor de cabeza, una nube, la salida de un ómnibus, mortadela y jardín de infantes? Se trata de relaciones tan fortuitas que probablemente nunca se nos ocurriría pensarlas como si fuesen un único todo.
Todas aquellas situaciones para las cuales no se nos ocurriría poner un nombre, por irrelevante o por inútil, son dijunómicas. Sin embargo, lo que es importante para una cultura puede no serlo para otra: para un occidental, un barco es barco independientemente del lugar donde navegue. Para ciertos idiomas de oriente, el concepto de barco incluye el mar.  Para otros, sólo es barco la parte inferior (la que toma contacto con el agua), mientras que el resto lleva otro nombre.


Los nombres "perongo" y "toglemon" son evidentes diyunomios.
¿Todo término inventado se convierte en diyunomio? ¿Diría usted que todas las palabras de este blog lo son?

viernes, 15 de octubre de 2010

Megaloteratodinolojecatogramaprófera

(Adjetivo y sustantivo. Del griego megálos = enorme; terátos = monstruo; deinós = terrible; lógos = palabra; hecatón = cien; gramma = letra; a = no y proféro = pronunciar. Aproximadamente: "Enorme, terrible y monstruosa palabra de cien letras que no puede pronunciarse") 


1. Palabra que es más larga que su definición.

2. Palabra sumamente rebuscada que se refiere a un hecho u objeto que resulta más fácil de reconocer por una descripción que por su nombre. 

"Ciclopentanoperhidrofenantremo" es un término de la biología para referirse al ciclo del agua. "Esternoncleidomastoideo" es el nombre de un músculo del cuello. "Pentaquismiroexaquisquiliotetraacosioexapentagonal" es, aunque parezca un invento, el nombre de una figura geométrica de ochenta y cuatro lados. Estas tres palabras son ejemplos de megaloteratodinolojecatogramaproferas: casi nadie (excepto los especialistas) conoce lo que significa, pero es fácil entender a qué se están refiriendo cuando se indica mediante una descripción: "Es tal y tal cosa de tal lugar". 

No es casual que la propia palabra caiga dentro de su propia definición: la palabra "Megaloteratodinolojecatogramaprófera" es megaloteratodinolojecatogramaprófera en sus dos acepciones. Es posible que estas palabras interminables desalienten a quienes desean aprenderlas y pronunciarlas, y terminen provocando Hipopotomonstrosesquipedaliofobia, que es precisamente el miedo a las palabras largas.

La palabra "homofotocolobolobofobócrono", ¿es megaloteratodinolojecatogramaprófera en alguna de sus dos acepciones?

miércoles, 13 de octubre de 2010

Lipolexia

(Sustantivo. Del griego leípo = ceder, abandonar y lógos = razonamiento, discurso)

Momento de un discurso en el que se pierde el hilo racional.

A veces, promotores de medicinas new age, anunciadores de la segunda venida de Cristo, piscóticos que creen ser perseguidos por demonios, profetas de apocalipsis anunciados en símbolos inextricables al pie de una pirámide o exégetas de las maléficas intenciones de políticos, pensadores y científicos, revisten su discurso con un halo de racionalidad para presentar sus dudosas hipótesis como si fueran verosímiles y aceptables. Pero en algún momento dan poco sutiles saltos al vacío, sacando conclusiones de la nada y cambiando el tono neutro por uno agresivo y enloquecido. En ese punto en el que la racionalidad se permuta por inextricables maldiciones, admoniciones o presagios, se ha desatado la lipolexia.
En los programas de televisión, ciertos invitados (supuestamente expertos en algo, probablemente de tinte ligeramente humanístico) aprovechan los minutos de aire y la buena predisposición de un conductor, para presentar su ciencia, sus estudios, las teorías que han frecuentado y los diplomas que han obtenido. Si los dejan seguir hablando, puede que comenten con poco detalle qué están haciendo actualmente, cómo llevan a cabo sus experimentos, con qué renombradas revistas internacionales trabajan, qué libros han publicado, cuántas becas han obtenido. Si les dan más minutos de aire, puede que alguno se atreva a confesar que la ciencia no sirve para nada y que lo mejor es el estudio del poder de las piedras y el agua, y tal vez pida un vaso de agua para mostrar que se pueden captar "malas ondas" con sólo sumergir una piedra en ella. Otro podrá confesar que sólo cree en el poder sanador de los espíritus; el de más allá se declara devoto de María y el siguiente no dejará pasar la oportunidad para asegurar que los niños índigo vendrán a salvar el mundo, o que hay un demonio violador que acecha detrás de los roperos, o que el cáncer no es una enfermedad sino un extraterrestre, o que las personas están siendo controladas a distancia por habitantes de Neptuno, o que el queso tiene sentimientos, o que las cañerías son sistemáticamente envenenadas por políticos corruptos que quitan el veneno un segundo antes de que abramos las canillas. Nadie sabe cómo se ha llegado a ese punto de la charla, pero en algún momento el discurso abrió el juego a opiniones absolutamente delirantes, inoportunas, insólitas y penitéticas. Ese momento es el de la lipolexia

martes, 12 de octubre de 2010

Ergonófago


(Adjetivo. Del griego ergon = trabajo y fágos = comer. Sustantivo: ergonofagia)


Objeto o sistema que posee un problema mínimo, puntual y acotado que sin embargo se resiste a ser resuelto.

Un objeto no se convierte en ergonófago por pereza o negligencia: a veces algo no se arregla aun cuando se ejecutan con cuidado e insistencia todos los pasos necesarios para que eso se arregle. El término hace referencia a la sistemática terquedad de un mismo objeto o sistema problemático. Si el objeto se resiste sólo una o dos veces, o si varios objetos del mismo tipo se vuelven refractarios a las soluciones aportadas, ya no se aplica.

Tomemos algunos ejemplos de ergonofagia:

El reloj no funciona. Le cambiamos la pila, y sigue sin funcionar. Le cambiamos el  motor, y aun no funciona. Cambiamos las agujas, una vez más el motor, otra vez las pilas, y tampoco. Aun cuando en rigor ya es otro reloj (pues hemos sustituido todos sus componentes funcionales), la solución no se hace presente. 

Algo similar ocurre con ciertas goteras. No importa cuánto trabajo se realice ni qué tan garantido sea el método: la gotera nunca se soluciona. O, si lo hace, es de manera parcial y tentativa: basta una lluvia torrentosa para que la gotera vuelva a aparecer, o elija otro lugar del techo donde manifestarse.

La ergonofagia es muy común en artefactos hogareños que requieren reparaciones de plomeros o gasistas: calefones, estufas, cañerías y grifos que, sistemáticamente, tienen problemas para cuya solución los expertos han dado garantías y explicaciones exhaustivas. Es muy común que, cuando reprochamos a los plomeros o gasistas por el trabajo mal hecho, ellos se muestren asombrados por el persistente desperfecto y digan: "nunca me pasó eso con un calefón", o "jamás vi que un caño siguiera perdiendo aun después de haberlo cambiado", o incluso: "usted debe haber metido mano para que pase esto".

Este curioso fenómeno pone de manifiesto las insólitas limitaciones del conocimiento y la acción humanas: lo que funciona en todos los casos puede no funcionar en este caso concreto, aun cuando no hubiera una razón adicional para ello. Puede ser que los tratamientos antipulgas funcionen con todos los perros del mundo, exceptuando sistemáticamente a nuestro perro.
Ante la ergonofagia se pueden sospechar dos cosas: o bien está interfiriendo algún factor que ni nosotros ni los expertos han tenido en cuenta, o bien el objeto recalcitrante ha sido víctima de un maleficio.

lunes, 11 de octubre de 2010

Perontismo

(Sustantivo. Utilízase también "peroantismo". De 'pero antes')

Situación en la cual jamás se puede comenzar con una actividad porque es necesario hacer un conjunto indefinido de otras actividades antes de la deseada. 

Si uno desea acomodar los libros de la estantería, tal vez descubra que las patas de la estantería están flojas y que cualquier movimiento puede desestabilizarla. Entonces se propone arreglar las patas, pero no encuentra el martillo, o no hay clavos. Uno sale a comprar clavos, pero la ferretería del barrio no abre los sábados a la tarde. Por eso, se propone caminar hacia el centro, donde tal vez haya algo abierto. Comienza a caminar, pero le duelen mucho los pies: los zapatos le aprietan. Vuelve a su casa a cambiarse los zapatos por unas cómodas zapatillas. Sin embargo, las zapatillas están recién lavadas, colgadas en el tendal, todavía húmedas. Así, la sencilla actividad inicial se convierte en un maremagnum de preparativos sinuosos que se multiplican hasta desalentar.
Casi cualquier actividad tiene un índice de peroantismo. Si armamos nuestro curriculum, debemos poner todos los cursos que hemos hecho. Pero en ese instante descubrimos que el curso de Clown a distancia no nos entregó el certificado y que el Centro de Taquígrafos nunca nos acreditó nuestra publicación en su revista. Entonces el curriculum debe esperar hasta que tengamos los datos. Llamamos al Centro de Taquígrafos, pero han cambiado el teléfono y la academia de Clown cerró por vacaciones. Cocinar, estudiar, leer, dormir e incluso morirse pueden ser actividades infectadas de peroantismo.

Cuando un político dice que no están dadas las condiciones para poner en vigencia un derecho constitucional, está excusándose con un falso agrumento perontista.

viernes, 8 de octubre de 2010

Estroboloquio

(Sustantivo. Del griego stróbos = giro y logos = discurso. Adjetivo: estrobolóquico)

Discurso o cadena de discursos que vuelven continuamente al punto inicial.

Deseamos que una narración sea fluida y que, luego de una breve introducción y un nudo apasionante, llegue el desenlace esperado. Pero el narrador se detiene en mitad del nudo y vuelve a la introducción para resaltar los detalles, o para repasarlos, o porque sencillamente no tiene interés en proseguir. "Tengo un cantero con flores en el jardín de adelante. Esta mañana vi que una parte de la tierra estaba removida, como si alguien hubiera venido por la noche a enterrar algo. Comencé a sospechar que habían dejado un cadáver. Empecé a escarbar con las manos, y descubrí un arcón gigante. Estaba a punto de abrirlo. ¿Les conté de qué color eran las flores? Porque en el cantero tenía pensamientos, prímulas, petunias... En fin, al escarbar encontré un arcón y me disponía a abrirlo. Me di cuenta de que necesitaba una llave o una herramienta. Yo dejo las herramientas entre las flores. Las flores del jardín estaban hermosas, en especial la prímula, radiante con la luz del sol y una pequeña gota de rocío. Encontré una llave inglesa que no iba a servirme. Por eso pensé en el martillo, que estaba entre las flores. Tengo unas rosas, y las rosas eran mucho más rosas esa mañana. No se imaginan lo rosas que eran las rosas, porque de verdad, si hay un nombre bien puesto, es el de las rosas del cantero de mi jardín." La narración, detenida una y otra vez en los insignificantes detalles de las flores, corre el riesgo de perderse entre esos minúsculos meandros, y avanza a cuentagotas.

A veces, las discusiones son estrobolóquicas: uno de los contendientes desea volver una y otra vez al mismo punto inicial, para forzar a su rival a revisar las consecuencias y premisas que derivó, o para mostrar que sus conclusiones no se atienen al punto de partida. "Estábamos discutiendo sobre la influencia de los monopolios mediáticos, no sobre lo malo que es este gobierno", dice una y otra vez un estrobolóquico polemista a su contrincante para que no olvide cuál es el punto de partida de la discusión.

jueves, 7 de octubre de 2010

Empedazar

(Verbo intransitivo. De pedazo)
 
1. Armar algo con remiendos. 

No es equivalente a "remendar": cuando algo se remienda, se le ponen parches. Cuando se empedaza, se arma sólo con remiendos.

2. Dar a alguien algo por partes, en lugar de darlo completo en una sola operación.

Cuando uno compra en cuotas, paga por partes y le entregan un producto completo. Cuando se empedaza, en cambio, se paga por algo completo y se lo va a entregando por partes.

Empedazar, en este sentido, es una forma de estafar: A Carlitos lo empedazaron: compró un auto y le entregaron el chasis la semana pasada y las ruedas esta semana. De todos modos, no llega a ser una estafa consumada y completa, porque, aunque sea por partes y después de mucho tiempo, el producto se entrega en su totalidad.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Idobio

(Sustantivo. Del griego idéa = esencia, entidad abstracta y bios = vida)

Ser que vive en mundos virtuales

Se ha especulado con que una máquina o incluso la propia internet pudiera cobrar vida. Sin embargo, poco se ha dicho de la posibilidad de que dentro de los mundos virtuales se pueda generar algún tipo de entidad viviente. Así como la materia se ha organizado en sistemas biológicos; así como esos sistemas biológicos evolucionaron hasta alcanzar un sistema nervioso que les permitiera representaciones virtuales, y así como esos mismos seres crearon máquinas virtuales independientes, no es imposible imaginar que el próximo paso será el de la creación y proliferación de idobios: entidades vivientes cuyo ecosistema está formados por el montaje virtual de algunos videos de youtube, o cuentas de Facebook, o blogs. Un posible (y totalmente imaginario) proceso evolutivo podría darse a partir de los videojuegos: un personaje de algún conocido juego podría cobrar vida y escapar del cerrado escenario lúdico para instalarse en la plantilla de un periódico virtual muy visitado (si quiere hacerse famoso) o en la foto del fotolog de una persona que murió hace tiempo (si desea llevar una solitaria vida virtual)
Si los idobios se hicieran realidad, no será extraño que alguien diga: "Lara Croft y el príncipe Arthas pasan sus días en un lugar virtual que está a medias entre mi blog y mi correo electrónico".
Quizás un remanente energético provocado por los circuitos interconectados de todas las computadoras que actualmente están en red, pudiera generar de manera espontánea una red virtual viviente.

Cuando aquí se dice "viviente", no se está suponiendo que, por ello, deba ser pensante. En ese caso, es difícil determinar si los comportamientos de ciertos sistemas de simulación no son ya idénticos a los comportamientos de algunos sistemas vivientes. Desde luego, habrá que refinar el término "vivo" para saber qué se está diciendo exactamente cuando se dice que un sistema formado por las operaciones binarias de una máquina digital de estados discretos da lugar a un ser viviente. Un virus computacional es un sistema autorreplicante cuya actividad se agota en esa replicación virtual, y por lo tanto no lo llamamos "viviente". Sin embargo, también es difícil aplicar ese término a los virus reales. Por lo tanto, quizás, si surgiera alguna especie de "célula" virtual, u "órgano" virtual, quizás allí sí podríamos calificarlo de viviente, con las transferencias semánticas que sean necesarias para el caso.

martes, 5 de octubre de 2010

Paranoema

(Sustantivo. Del griego para = junto a y noema = manifestación de algo a la conciencia. El paranoema es el producto de la paranóesis)

Conocimiento, reflexión o pensamiento que se tiene en paralelo con otra actividad de conciencia. 

Hay ciertas actividades de conciencia que suelen darse (al menos desde el punto de vista subjetivo) en sucesión, pero no en paralelo. Sin embargo, los casos de paranoema son claros y abundantes. Si usted es un matemático y está sumamente concentrado en la demostración de un teorema, es de esperar que su conciencia inmediata esté absorta en el trabajo. Pero es posible que, mientras está pensando en una solución para el teorema, se le viene a la mente un descubrimiento de otra naturaleza: acaba de sacar la conclusión de que la camisa amarilla, que usted había dado por perdida, en realidad está debajo de una pila de ropa vieja en el canasto del galpón. Usted estaba pensando en el teorema y en ningún momento trajo a la conciencia las nociones de perdido, camisa, amarilla, galpón, canasto. Inexplicablemente algunos recursos de su conciencia estaban trabajando en paralelo para encontrar una explicación al acertijo de la camisa desaparecida.

Es posible que tengamos múltiples paranoesis: incontables procesos de pensamiento paralelo que se desarrollan a espaldas de nuestra conciencia. Es un misterio, en ese caso, la razón por la cual sólo somos conscientes a través de uno de esos múltiples canales.

viernes, 1 de octubre de 2010

Dugreimo

(Sustantivo. De disxréstos = difícil y geúma = almuerzo, comida)

Plato culinario que sólo puede comerse después de intrincadas maniobras con los cubiertos o con las manos.

A veces el almuerzo consiste en una dócil polenta o un benevolente guiso que se dejan domeñar con un tenedor o una cuchara. Pero cuando hay un trozo de carne con mucho hueso y grasa, ranchos de pollo, langostinos sin pelar y batatas cocidas en el horno con su cáscara, no podremos comer con sólo un tenedor y ligeros cortes de cuchillo: es necesario, a veces, hacer complicados trabajos de separación para encontrar alguna parte comible y aprovechable. El dugreimo nos deja exhaustos; nos pasamos el almuerzo dándole vueltas a un hueso, comiendo miserables lonjitas de carne dura y mezquina extraída después de hábiles y tortuosas artimañas. Después de esta operación quedamos fatigados y con ganas de hacer una prolongada siesta, porque la comida nos ha saciado por cansancio.