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Rogar por que algo no ocurra o alguien no se presente.
Si ha habido un accidente automovilístico en la esquina y rogamos por que el muerto no sea un conocido nuestro, si cuando anuncian las notas del examen y nos adelantan: "uno de ustedes desaprobó" imploramos por que el desaprobado no sea uno mismo, o si cuando tocan timbre deseamos que tras la puerta no esté el cobrador de impuestos o el pariente cargoso: en todos estos casos estamos disvocando una situación o una persona.
A veces se cree que el solo hecho de no pensar en situaciones negativas sirve como disvocación o, al menos, como un atenuante de la invocación. Pensar en la muerte de un ser querido puede provocarle la muerte; por eso conviene desbaratar cualquier intento involuntario de la imaginación por crear la imagen de aquello que se desea evitar.
Nuestra vida gira en torno de las disvocaciones, más que las invocaciones. Sin duda, deseamos que nos ocurran determinadas cosas con las cuales nos sentiremos inmensamente felices. Pero, por sobre todo, deseamos que ciertas otras cosas -muchas más, y muy malas- no ocurran. Un dios que se limitara a escuchar las disvocaciones sería mucho más piadoso que uno cuya divina voluntad sólo le lleva a cumplir con quienes le ruegan por algo más.