(Sust. Del lat. propalam = público, manifiesto y fallo = engañar, hacer falacias. Aunque se lo suele pronunciar como "propaláfero", la raíz es la misma, pues el cambio de la "l" por la "r" obedece a razones de eufonía)
Producto de manufactura que ha disminuido su calidad o su cantidad pero cuya presentación disimula eufemísticamente dicho cambio.
Existen productos de góndola de supermercado que han sufrido enormes e inexplicables mutaciones: el jamón cocido ahora es pernil de cerdo cocido. El cacao en polvo es ahora polvo para preparar bebida sabor chocolate. El detergente es lavavajillas. El yogur bebible es bebida láctea; el jugo de naranjas es bebida analcohólica con un porcentaje variable de jugo de naranja. El almendrado no tiene almendras sino maní acaramelado. El queso cuartirolo dejó de existir y ahora es simplemente "cremoso" o "reelaborado". Esta lista está lejos de ser exhaustiva.
Cuando un producto quiere mimetizarse con otro, pero ofreciendo un sucedáneo de características dudosas o claramente inferiores a las de ese otro, estamos ante un propaláfelo.
Es de destacar que la mayoría de los propaláfelos en ningún momento afirman ser lo que no son (por ejemplo: el polvo para preparar jugo en ningún momento dice "jugo en polvo", sino "polvo para preparar bebida con sabor a... ") , pero en el imaginario colectivo van reemplazando poco a poco a aquellos productos originales; hasta el punto en el que esos originales -de los cuales el propaláfero es una copia cada vez más desteñida- se convierten en prohibitivos o lisa y llanamente desaparecen. Por ejemplo, hoy es casi imposible encontrar detergente o jamón cocido, y es normal que en las tiendas ofrezcan lavavajilla (que es detergente diluido en agua) y lo presenten como detergente.
Los propaláfelos generan una distorsión en los productos y ponen a prueba la percepción de los consumidores, pues suelen aparecer propaláfelos de propaláfelos. Un caso ejemplar es el del jamón. Durante la década de los ochenta, en las fiambrerías de Argentina podía encontrarse jamón cocido y crudo. Existía un propaláfelo: la paleta cocida, más barata. Hoy existe el pernil de cerdo y el fiambre para emparedado, además del "jamón cocido" a secas, que no es el mismo "jamón cocido" al que hacíamos referencia en los años ochenta. Si se quiere pedir jamón cocido auténtico, se debe especificar que uno desea "jamón cocido natural". La paleta cocida es, actualmente, un propaláfelo de cierta alcurnia, mientras que el "fiambre para emparedado" o el "jamón cocido a secas" son propaláfelos de ese propaláfelo inicial.
Otro caso puede darse con los "jugos". En los años ochenta, podía encontrarse envases de "jugo de naranja". Hoy, los envases contienen un porcentaje de jugo, lo que los convierten en propaláfelos. Pero aun, de entre esos que tienen porcentaje, existen algunos cuyo porcentaje es de naranjas reales y otros que tienen un porcentaje de jugo concentrado (artificial).
Cuando uno desea un producto auténtico -y no su propaláfelo-, muchas veces puede ayudarle al vendedor si utiliza los adjetivos "natural" o "real": "Déme jugo natural", "Déme almendrado con almendras reales". A veces, eso tampoco es suficiente.
3 comentarios:
Mi fiambrero (otro, no Morgan) se ríe cuando le pido 100 grs. de jamón cocido para hacerme un sanguchito por un lado, y 200 grs, del "simulacro rosado de alimento" para un relleno de sorrentinos, por otro.
El que sabe, sabe.
Si el vendedor nació ya en los 80', es posible que no tenga memoria de la existencia de productos reales o naturales. El mercado de los alimentos orgánicos, como usted menciona, es tan prohibitivo, que es mejor para la salud mental ignorarlo, o habrá que aceptar que todo lo que estamos consumiendo son propaláfelos de 1era o de 2da generación.
anduve usando el término y, efectivamente, sale mejor con R:
"propaláfero"
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