(Del griego kratos = poder y fthónos = envidia)
Envidia o deseo de emular los poderes de los superhéroes.
Todos hemos sufrido cratoftonia cuando deseamos volar o cuando -por alguna circunstancia específica- sentimos una imperiosa necesidad de volvernos invisibles, de tener visión biónica o ser capaces de escuchar a grandes distancias.
El cratoftónico puede desear poderes de superhéroes o de villanos.
El rango de superpoderes deseables se ha extendido debido a la proliferación de videojuegos en los cuales el o los personajes cuentan con habilidades especiales. La cratoftonia puede en parte sublimarse gracias a la casi perfecta emulación que proveen los juegos de video: el deseo se ve cumplido cuando por fin el personaje que somos en el videojuego tiene acceso a ese poder increíble y devastador (En la foto, el príncipe Arthas, del juego Warcraft III).
¿Con qué superhéroe o superpoder suele usted sentir cratoftonia?
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
miércoles, 30 de abril de 2008
martes, 29 de abril de 2008
Enchulenguizar (se)
(Verbo intransitivo. De chulengo: parrilla tambor para hacer asados)
Tener el trasero cada vez más grande.
La enchulenguización es diferente según se trate de hombres o de mujeres, e incluso varía de acuerdo a la edad.
Hay una enchulenguización temprana que puede darse en la preadolescencia. Puede afectar por igual a niños y niñas.
Luego hay otra, después de los veintidos o veintitrés.
Existe una enchulenguización natural de ciertas mujeres, cuyas caderas quedan desproporcionadamente grandes después de su primer parto.
Los hombres, en cambio, si no se han enchulenguizado hasta los treinta o treinta y cinco años, todavía tienen una oportunidad a partir de esa edad. Particularmente, si hacen trabajos sedentarios y si son afectos a las bebidas alcohólicas y a los asados.
Cuando el hombre se enchulenguiza, tiene una gran tendencia a dejar entrever el extremo superior de su trasero por encima del pantalón y por debajo de la camisa. Este fenómeno no ocurre muy seguido entre mujeres.
Tener el trasero cada vez más grande.
La enchulenguización es diferente según se trate de hombres o de mujeres, e incluso varía de acuerdo a la edad.
Hay una enchulenguización temprana que puede darse en la preadolescencia. Puede afectar por igual a niños y niñas.
Luego hay otra, después de los veintidos o veintitrés.
Existe una enchulenguización natural de ciertas mujeres, cuyas caderas quedan desproporcionadamente grandes después de su primer parto.
Los hombres, en cambio, si no se han enchulenguizado hasta los treinta o treinta y cinco años, todavía tienen una oportunidad a partir de esa edad. Particularmente, si hacen trabajos sedentarios y si son afectos a las bebidas alcohólicas y a los asados.
Cuando el hombre se enchulenguiza, tiene una gran tendencia a dejar entrever el extremo superior de su trasero por encima del pantalón y por debajo de la camisa. Este fenómeno no ocurre muy seguido entre mujeres.
lunes, 28 de abril de 2008
Pigra
(Sust. Del latín pigritia: lentitud, desgana.)
1. Lentitud y torpeza para atender a los clientes en un local de ventas.
Cuando en un negocio los empleados encargados de la atención demoran demasiado no sólo mientras atienden a un único cliente, sino también cuando hacen tareas que debieran ser expeditivas -como tipiar los precios en la calculadora, o decir cuál es el valor de un producto-, estamos ante el fenómeno de la pigra. Los empleados con pigra no reparan en que el local puede estar abarrotado de gente; ellos nunca levantan la vista ni apuran su trabajo. Como fenómeno asociado, la pigra suele ir acompañada por una enojosa tendencia a no respetar el orden de llegada de los clientes y, -peor aun- tampoco llamar por número.
También hay pigra en esos megalocales de venta de electrodomésticos en los cuales el cliente se desplaza por las góndolas sin que los empleados se acerquen a atenderlo.
La pigra se asocia con la ineficiencia, pero no siempre es producto de ella: a veces, el empleado pigroso simplemente desconoce cómo debe atenderse un local.
2. Lentitud para realizar un oficio.
También asociado con los oficios, la pigra de esta segunda acepción supone la conjunción de un par de hechos: contratar a alguien para hacer un trabajo en nuestra casa (un plomero, un pintor, un gasista, un techador), y corroborar que esta persona tarda mucho en arreglar algo que tal vez sólo demandaba unos minutos. Supongamos que alguien contrata a un plomero para arreglar un caño roto. El plomero, si está afectado de pigra, llegará mucho más tarde de la hora convenida, hará una revisión superficial y luego se tomará unos cuantos días para volver y comenzar la reparación.
Resulta curioso que este término sólo se aplique a obreros y empleados de comercio, pero que no se extienda también a profesionales, docentes y empresarios: hay un sesgo clasista en la noción de "pigra".
Las personas afectadas de pigra (tanto en su primera como su segunda acepción), suelen ser calladas, de movimientos suaves y nunca o casi nunca explican a qué se debe la incomprensible demora para completar la actividad.
1. Lentitud y torpeza para atender a los clientes en un local de ventas.
Cuando en un negocio los empleados encargados de la atención demoran demasiado no sólo mientras atienden a un único cliente, sino también cuando hacen tareas que debieran ser expeditivas -como tipiar los precios en la calculadora, o decir cuál es el valor de un producto-, estamos ante el fenómeno de la pigra. Los empleados con pigra no reparan en que el local puede estar abarrotado de gente; ellos nunca levantan la vista ni apuran su trabajo. Como fenómeno asociado, la pigra suele ir acompañada por una enojosa tendencia a no respetar el orden de llegada de los clientes y, -peor aun- tampoco llamar por número.
También hay pigra en esos megalocales de venta de electrodomésticos en los cuales el cliente se desplaza por las góndolas sin que los empleados se acerquen a atenderlo.
La pigra se asocia con la ineficiencia, pero no siempre es producto de ella: a veces, el empleado pigroso simplemente desconoce cómo debe atenderse un local.
2. Lentitud para realizar un oficio.
También asociado con los oficios, la pigra de esta segunda acepción supone la conjunción de un par de hechos: contratar a alguien para hacer un trabajo en nuestra casa (un plomero, un pintor, un gasista, un techador), y corroborar que esta persona tarda mucho en arreglar algo que tal vez sólo demandaba unos minutos. Supongamos que alguien contrata a un plomero para arreglar un caño roto. El plomero, si está afectado de pigra, llegará mucho más tarde de la hora convenida, hará una revisión superficial y luego se tomará unos cuantos días para volver y comenzar la reparación.
Resulta curioso que este término sólo se aplique a obreros y empleados de comercio, pero que no se extienda también a profesionales, docentes y empresarios: hay un sesgo clasista en la noción de "pigra".
Las personas afectadas de pigra (tanto en su primera como su segunda acepción), suelen ser calladas, de movimientos suaves y nunca o casi nunca explican a qué se debe la incomprensible demora para completar la actividad.
viernes, 25 de abril de 2008
Cuchiperro,a
(De cujo o cuzco = voz para llamar al perro y perro)
Si la palabra mojigato deriva de mojo (voz para llamar al gato) y gato, y un mojigato es una persona que hace escrúpulo de todo, un cuchiperro tiene connotaciones similares, sólo que referidas al lenguaje:
Persona que cambia los insultos, las imprecaciones y los juramentos por una frase no insultante.
Ejemplos: "la que te pan con queso" (por "la puta que te parió"), "la conferencia de prensa" (por "la concha de tu hermana"), "Qué volumen que sos" (por "qué boludo que sos") Normalmente, este insulto lavado se enuncia de manera afectuosa y acompañado con alguna demostración paralingüística de cariño (guiños, sonrisa, palmada en el hombro). En algunos casos, el cuchiperro marca el momento en el cual aquello que iba a ser un insulto se transforma en una frase inocente: "¡Qué volú --- men que sos", "¡La con --- federación de los estados!" Esta pausa enfatiza el carácter jocoso e inocentón del insulto.
El cuchiperro suele ser una persona traicionera y poco confiable, pues muchas veces tiene incontenibles ganas de proferir una injuria feroz, pero simula ecuanimidad y cariño, y apenas se atreve a soltar una frasecita lavada. Es normal que sufra de tics nerviosos durante estos accesos de furia mal contenida.
El cuchiperro puede ser un mojigato. Un mojigato siempre es un cuchiperro.
Si la palabra mojigato deriva de mojo (voz para llamar al gato) y gato, y un mojigato es una persona que hace escrúpulo de todo, un cuchiperro tiene connotaciones similares, sólo que referidas al lenguaje:
Persona que cambia los insultos, las imprecaciones y los juramentos por una frase no insultante.
Ejemplos: "la que te pan con queso" (por "la puta que te parió"), "la conferencia de prensa" (por "la concha de tu hermana"), "Qué volumen que sos" (por "qué boludo que sos") Normalmente, este insulto lavado se enuncia de manera afectuosa y acompañado con alguna demostración paralingüística de cariño (guiños, sonrisa, palmada en el hombro). En algunos casos, el cuchiperro marca el momento en el cual aquello que iba a ser un insulto se transforma en una frase inocente: "¡Qué volú --- men que sos", "¡La con --- federación de los estados!" Esta pausa enfatiza el carácter jocoso e inocentón del insulto.
El cuchiperro suele ser una persona traicionera y poco confiable, pues muchas veces tiene incontenibles ganas de proferir una injuria feroz, pero simula ecuanimidad y cariño, y apenas se atreve a soltar una frasecita lavada. Es normal que sufra de tics nerviosos durante estos accesos de furia mal contenida.
El cuchiperro puede ser un mojigato. Un mojigato siempre es un cuchiperro.
jueves, 24 de abril de 2008
Propaláfelo (o Propaláfero)
(Sust. Del lat. propalam = público, manifiesto y fallo = engañar, hacer falacias. Aunque se lo suele pronunciar como "propaláfero", la raíz es la misma, pues el cambio de la "l" por la "r" obedece a razones de eufonía)
Producto de manufactura que ha disminuido su calidad o su cantidad pero cuya presentación disimula eufemísticamente dicho cambio.
Existen productos de góndola de supermercado que han sufrido enormes e inexplicables mutaciones: el jamón cocido ahora es pernil de cerdo cocido. El cacao en polvo es ahora polvo para preparar bebida sabor chocolate. El detergente es lavavajillas. El yogur bebible es bebida láctea; el jugo de naranjas es bebida analcohólica con un porcentaje variable de jugo de naranja. El almendrado no tiene almendras sino maní acaramelado. El queso cuartirolo dejó de existir y ahora es simplemente "cremoso" o "reelaborado". Esta lista está lejos de ser exhaustiva.
Cuando un producto quiere mimetizarse con otro, pero ofreciendo un sucedáneo de características dudosas o claramente inferiores a las de ese otro, estamos ante un propaláfelo.
Es de destacar que la mayoría de los propaláfelos en ningún momento afirman ser lo que no son (por ejemplo: el polvo para preparar jugo en ningún momento dice "jugo en polvo", sino "polvo para preparar bebida con sabor a... ") , pero en el imaginario colectivo van reemplazando poco a poco a aquellos productos originales; hasta el punto en el que esos originales -de los cuales el propaláfero es una copia cada vez más desteñida- se convierten en prohibitivos o lisa y llanamente desaparecen. Por ejemplo, hoy es casi imposible encontrar detergente o jamón cocido, y es normal que en las tiendas ofrezcan lavavajilla (que es detergente diluido en agua) y lo presenten como detergente.
Los propaláfelos generan una distorsión en los productos y ponen a prueba la percepción de los consumidores, pues suelen aparecer propaláfelos de propaláfelos. Un caso ejemplar es el del jamón. Durante la década de los ochenta, en las fiambrerías de Argentina podía encontrarse jamón cocido y crudo. Existía un propaláfelo: la paleta cocida, más barata. Hoy existe el pernil de cerdo y el fiambre para emparedado, además del "jamón cocido" a secas, que no es el mismo "jamón cocido" al que hacíamos referencia en los años ochenta. Si se quiere pedir jamón cocido auténtico, se debe especificar que uno desea "jamón cocido natural". La paleta cocida es, actualmente, un propaláfelo de cierta alcurnia, mientras que el "fiambre para emparedado" o el "jamón cocido a secas" son propaláfelos de ese propaláfelo inicial.
Otro caso puede darse con los "jugos". En los años ochenta, podía encontrarse envases de "jugo de naranja". Hoy, los envases contienen un porcentaje de jugo, lo que los convierten en propaláfelos. Pero aun, de entre esos que tienen porcentaje, existen algunos cuyo porcentaje es de naranjas reales y otros que tienen un porcentaje de jugo concentrado (artificial).
Cuando uno desea un producto auténtico -y no su propaláfelo-, muchas veces puede ayudarle al vendedor si utiliza los adjetivos "natural" o "real": "Déme jugo natural", "Déme almendrado con almendras reales". A veces, eso tampoco es suficiente.
Producto de manufactura que ha disminuido su calidad o su cantidad pero cuya presentación disimula eufemísticamente dicho cambio.
Existen productos de góndola de supermercado que han sufrido enormes e inexplicables mutaciones: el jamón cocido ahora es pernil de cerdo cocido. El cacao en polvo es ahora polvo para preparar bebida sabor chocolate. El detergente es lavavajillas. El yogur bebible es bebida láctea; el jugo de naranjas es bebida analcohólica con un porcentaje variable de jugo de naranja. El almendrado no tiene almendras sino maní acaramelado. El queso cuartirolo dejó de existir y ahora es simplemente "cremoso" o "reelaborado". Esta lista está lejos de ser exhaustiva.
Cuando un producto quiere mimetizarse con otro, pero ofreciendo un sucedáneo de características dudosas o claramente inferiores a las de ese otro, estamos ante un propaláfelo.
Es de destacar que la mayoría de los propaláfelos en ningún momento afirman ser lo que no son (por ejemplo: el polvo para preparar jugo en ningún momento dice "jugo en polvo", sino "polvo para preparar bebida con sabor a... ") , pero en el imaginario colectivo van reemplazando poco a poco a aquellos productos originales; hasta el punto en el que esos originales -de los cuales el propaláfero es una copia cada vez más desteñida- se convierten en prohibitivos o lisa y llanamente desaparecen. Por ejemplo, hoy es casi imposible encontrar detergente o jamón cocido, y es normal que en las tiendas ofrezcan lavavajilla (que es detergente diluido en agua) y lo presenten como detergente.
Los propaláfelos generan una distorsión en los productos y ponen a prueba la percepción de los consumidores, pues suelen aparecer propaláfelos de propaláfelos. Un caso ejemplar es el del jamón. Durante la década de los ochenta, en las fiambrerías de Argentina podía encontrarse jamón cocido y crudo. Existía un propaláfelo: la paleta cocida, más barata. Hoy existe el pernil de cerdo y el fiambre para emparedado, además del "jamón cocido" a secas, que no es el mismo "jamón cocido" al que hacíamos referencia en los años ochenta. Si se quiere pedir jamón cocido auténtico, se debe especificar que uno desea "jamón cocido natural". La paleta cocida es, actualmente, un propaláfelo de cierta alcurnia, mientras que el "fiambre para emparedado" o el "jamón cocido a secas" son propaláfelos de ese propaláfelo inicial.
Otro caso puede darse con los "jugos". En los años ochenta, podía encontrarse envases de "jugo de naranja". Hoy, los envases contienen un porcentaje de jugo, lo que los convierten en propaláfelos. Pero aun, de entre esos que tienen porcentaje, existen algunos cuyo porcentaje es de naranjas reales y otros que tienen un porcentaje de jugo concentrado (artificial).
Cuando uno desea un producto auténtico -y no su propaláfelo-, muchas veces puede ayudarle al vendedor si utiliza los adjetivos "natural" o "real": "Déme jugo natural", "Déme almendrado con almendras reales". A veces, eso tampoco es suficiente.
miércoles, 23 de abril de 2008
Boñiguete
(Adj. No cambia de desinencia según el género: es una mujer boñiguete. De boñiga)
Persona de la cual se descubre que tras ciertos actos aparentemente desinteresados y afectuosos persigue una finalidad perversa, especuladora y egoísta.
Para que alguien sea calificado de boñiguete es menester que, antes de recibir tal calificación, haya sido tenido por una persona amable y bondadosa.
Ejemplos de uso: "Martín parecía un buen tipo pero es un boñiguete: resulta que le pega a su mujer, maltrata a su empleada doméstica, dejó morir a su padre para cobrar la herencia y no se lava los dientes"
Para generar el "efecto boñiguete" basta con que se de un contraste entre una buena acción aparente y dos malas acciones que quedan en evidencia en algún momento: "Sí, mirá vos, el tipo parecía bueno porque ayudaba a su mujer dándole dinero para que ella ponga un negocio. Pero era un boñiguete: resulta que sólo lo hacía porque quería ser mantenido por su mujer, y el dinero se lo había robado a su suegro"
Se suele asociar que los hombres con facciones rudas, corpulentos y que usan anillos y cadenas son boñiguetes, así como las mujeres musculosas, de risa ruidosa, cejas pobladas y voz ronca. Pero esta asociación es sólo un prejuicio.
La mayoría de los seres humanos tienen aspectos de boñiguete. Gran parte de los esfuerzos mentales de los hombres están destinados a ocultar la propia miseria boñiguetística.
Persona de la cual se descubre que tras ciertos actos aparentemente desinteresados y afectuosos persigue una finalidad perversa, especuladora y egoísta.
Para que alguien sea calificado de boñiguete es menester que, antes de recibir tal calificación, haya sido tenido por una persona amable y bondadosa.
Ejemplos de uso: "Martín parecía un buen tipo pero es un boñiguete: resulta que le pega a su mujer, maltrata a su empleada doméstica, dejó morir a su padre para cobrar la herencia y no se lava los dientes"
Para generar el "efecto boñiguete" basta con que se de un contraste entre una buena acción aparente y dos malas acciones que quedan en evidencia en algún momento: "Sí, mirá vos, el tipo parecía bueno porque ayudaba a su mujer dándole dinero para que ella ponga un negocio. Pero era un boñiguete: resulta que sólo lo hacía porque quería ser mantenido por su mujer, y el dinero se lo había robado a su suegro"
Se suele asociar que los hombres con facciones rudas, corpulentos y que usan anillos y cadenas son boñiguetes, así como las mujeres musculosas, de risa ruidosa, cejas pobladas y voz ronca. Pero esta asociación es sólo un prejuicio.
La mayoría de los seres humanos tienen aspectos de boñiguete. Gran parte de los esfuerzos mentales de los hombres están destinados a ocultar la propia miseria boñiguetística.
martes, 22 de abril de 2008
Arzomimio
(Sust. Del gr. arxaios = primero, inicial y mnéme = recuerdo)
1. Primer pensamiento del día.
En cualquier momento del día podemos preguntarnos: ¿qué fue lo primero que pensé cuando me desperté? Si podemos responder satisfactoriamente a esta pregunta, habremos localizado el arzomimio del día.
El término, sin embargo, refiere con mayor propiedad a esta segunda acepción:
2. Recuerdo más antiguo de la vida.
La persona que es capaz de recordar un suceso ocurrido cuando tenía tres años, pero es incapaz de recordar algo antes de ese suceso, ha descubierto el arzomimio de su vida.
Existen quienes dicen que pueden recordar sucesos mientras estaban en el vientre materno. En estos raros y dudosos casos, o bien debemos colocar el arzomimio en tan temprana etapa, o bien podemos sospechar que hubo alguna confusión -por ejemplo, confundir el recuerdo de las imágenes de un sueño de la primera infancia con un recuerdo intrauterino.
Existe una teoría metafísica que desbarata el concepto de arzomimio: aquella según la cual hemos tenido vidas pasadas y, con algún tipo de técnica especial, podremos recordar quiénes fuimos y qué hemos hecho antes de nacer. En estos casos, podemos limitar el arzomimio al recuerdo más antiguo de la vida actual, pero en rigor habría que extenderlo a la que debió ser nuestra primera vida (supongamos, cuando nuestro alma encarnó por primera vez en un cuerpo), si es que el concepto de "primera vida" tiene algún sentido dentro de esta teoría. Incluso, podríamos remontarnos más allá y suponer que es posible recordar lo que hacía el alma antes de encarnarse en su primera vida.
La teoría de la reencarnación puede tener derivaciones paradójicas para nuestra memoria. Algunos pensadores han supuesto que nuestras reencarnaciones no son sucesivas, sino aleatorias. Es decir, no morimos en un tiempo y reencarnamos enseguida; mas bien nuestro alma se mantiene al margen de toda temporalidad y puede reencarnar, una vez, en un ilota romano de la época de Augusto; luego reencarnar en un empleado bancario del siglo veinte, luego en un matemático babilonio del siglo ocho antes de cristo y luego convertirse en un piloto de transbordadores cuánticos en el siglo veintitrés, para luego volver a encarnar en el mismo ilota romano de cuatro vidas atrás. Si se acepta esta última hipótesis, la noción de arzomimio debe borrarse de nuestro léxico.
1. Primer pensamiento del día.
En cualquier momento del día podemos preguntarnos: ¿qué fue lo primero que pensé cuando me desperté? Si podemos responder satisfactoriamente a esta pregunta, habremos localizado el arzomimio del día.
El término, sin embargo, refiere con mayor propiedad a esta segunda acepción:
2. Recuerdo más antiguo de la vida.
La persona que es capaz de recordar un suceso ocurrido cuando tenía tres años, pero es incapaz de recordar algo antes de ese suceso, ha descubierto el arzomimio de su vida.
Existen quienes dicen que pueden recordar sucesos mientras estaban en el vientre materno. En estos raros y dudosos casos, o bien debemos colocar el arzomimio en tan temprana etapa, o bien podemos sospechar que hubo alguna confusión -por ejemplo, confundir el recuerdo de las imágenes de un sueño de la primera infancia con un recuerdo intrauterino.
Existe una teoría metafísica que desbarata el concepto de arzomimio: aquella según la cual hemos tenido vidas pasadas y, con algún tipo de técnica especial, podremos recordar quiénes fuimos y qué hemos hecho antes de nacer. En estos casos, podemos limitar el arzomimio al recuerdo más antiguo de la vida actual, pero en rigor habría que extenderlo a la que debió ser nuestra primera vida (supongamos, cuando nuestro alma encarnó por primera vez en un cuerpo), si es que el concepto de "primera vida" tiene algún sentido dentro de esta teoría. Incluso, podríamos remontarnos más allá y suponer que es posible recordar lo que hacía el alma antes de encarnarse en su primera vida.
La teoría de la reencarnación puede tener derivaciones paradójicas para nuestra memoria. Algunos pensadores han supuesto que nuestras reencarnaciones no son sucesivas, sino aleatorias. Es decir, no morimos en un tiempo y reencarnamos enseguida; mas bien nuestro alma se mantiene al margen de toda temporalidad y puede reencarnar, una vez, en un ilota romano de la época de Augusto; luego reencarnar en un empleado bancario del siglo veinte, luego en un matemático babilonio del siglo ocho antes de cristo y luego convertirse en un piloto de transbordadores cuánticos en el siglo veintitrés, para luego volver a encarnar en el mismo ilota romano de cuatro vidas atrás. Si se acepta esta última hipótesis, la noción de arzomimio debe borrarse de nuestro léxico.
lunes, 21 de abril de 2008
Peraltriz
(Sustantivo femenino. Del latín per = con insistencia y altrix = madre, nodriza.)
Mujer que exhibe ruidosamente su rol de madre para reclamar supuestos derechos o para dar consejos.
La peraltriz hace valer a los gritos los derechos que le corresponden como madre: prioridad en las colas de los bancos, en las cajas de supermercado, en las guardias médicas. Pero, si bien esos derechos son legítimos, ella cree que -por el solo hecho de llevar un par de niños pequeños en sus brazos- se ha ganado la atención prioritaria de todo el mundo. Cruza la calle con el semáforo en rojo, con el carrito de su bebé y sin mirar a los costados, porque cree que todos se van a dar cuenta de que va con un bebé; pero si un automovilista osa siquiera tocarle bocina, ella es capaz de llamar a los medios para contar la barbaridad de que "un loco casi atropella a mi hijo". Si en una aglomeración, alguien involuntariamente la empuja, ella no dudará en apelar a su único e infalible recurso: gritar con furia "¿no ves que tengo un bebé, animal?".
La peraltriz no está especialmente preocupada por el bienestar de sus hijos; sólo le importa que los demás la reconozcan como madre y, con ello, le puedan otorgar alguna ventaja por encima de los demás. Por eso expone a sus niños a riesgos innecesarios; para poner a prueba el reconocimiento y la solidaridad ajenas. No le importa saber que la insensibilidad que ella encuentra en los demás, en realidad es un espejo de su propia imprudencia. Ella es capaz de llevar a su bebé a la Montaña Rusa; y si el bebé se descompone, gritará que por favor detengan el juego, que todos son unos desalmados y que llamará a la policía. Es importante aclarar que la peraltriz jamás sale a la calle sin alguno de sus hijos pequeños, pues estos le sirven de escudo ante circunstancias que ella pudiera considerar injustas o insolidarias. Las frases favoritas de la peraltriz son: "yo, antes que mujer, soy madre" y "a mí esto me lo tienen que solucionar, yo tengo hijos"
Por alguna razón, la peraltriz considera que, dado que tiene hijos, puede dar consejos y convertirse en autoridad de vida e incluso académica. "Claro, vos porque no sos madre... Si tuvieras hijos lo entenderías". "Sí, podés aprender muchas cosas estudiando, pero te lo digo yo que soy madre: nada te da más experiencia que un hijo". "¿Cómo podés dar clase a niños si no sabés lo que es criar a un chico?"; "Si sos madre, entendés lo que es el sacrificio. Pero si no lo sos, nunca lo sabrás". Es curioso cómo muchas mujeres cuyo único gran acontecimiento en la vida ha sido tener un hijo, a veces se transforman en peraltrices soberbias capaces de dar los más indiscutibles consejos acerca de cómo se debe vivir la vida. Sorprende más, aun, el caso de la mujer de vida disipada y despreocupada que un día queda embarazada sin desearlo y, una vez con su hijo a cuestas, se transforma en una sabia mujer que da consejos inapelables y exige derechos a los gritos.
La peraltriz no siempre es histrópada. De hecho, puede muy bien no importarle los niños. Sin embargo, cada tanto puede soltar un gritito histrópada como este: "¿Alguien por favor quiere pensar en los niños?"
Las mujeres pueden convertirse en peraltrices ya desde el embarazo.
Mujer que exhibe ruidosamente su rol de madre para reclamar supuestos derechos o para dar consejos.
La peraltriz hace valer a los gritos los derechos que le corresponden como madre: prioridad en las colas de los bancos, en las cajas de supermercado, en las guardias médicas. Pero, si bien esos derechos son legítimos, ella cree que -por el solo hecho de llevar un par de niños pequeños en sus brazos- se ha ganado la atención prioritaria de todo el mundo. Cruza la calle con el semáforo en rojo, con el carrito de su bebé y sin mirar a los costados, porque cree que todos se van a dar cuenta de que va con un bebé; pero si un automovilista osa siquiera tocarle bocina, ella es capaz de llamar a los medios para contar la barbaridad de que "un loco casi atropella a mi hijo". Si en una aglomeración, alguien involuntariamente la empuja, ella no dudará en apelar a su único e infalible recurso: gritar con furia "¿no ves que tengo un bebé, animal?".
La peraltriz no está especialmente preocupada por el bienestar de sus hijos; sólo le importa que los demás la reconozcan como madre y, con ello, le puedan otorgar alguna ventaja por encima de los demás. Por eso expone a sus niños a riesgos innecesarios; para poner a prueba el reconocimiento y la solidaridad ajenas. No le importa saber que la insensibilidad que ella encuentra en los demás, en realidad es un espejo de su propia imprudencia. Ella es capaz de llevar a su bebé a la Montaña Rusa; y si el bebé se descompone, gritará que por favor detengan el juego, que todos son unos desalmados y que llamará a la policía. Es importante aclarar que la peraltriz jamás sale a la calle sin alguno de sus hijos pequeños, pues estos le sirven de escudo ante circunstancias que ella pudiera considerar injustas o insolidarias. Las frases favoritas de la peraltriz son: "yo, antes que mujer, soy madre" y "a mí esto me lo tienen que solucionar, yo tengo hijos"
Por alguna razón, la peraltriz considera que, dado que tiene hijos, puede dar consejos y convertirse en autoridad de vida e incluso académica. "Claro, vos porque no sos madre... Si tuvieras hijos lo entenderías". "Sí, podés aprender muchas cosas estudiando, pero te lo digo yo que soy madre: nada te da más experiencia que un hijo". "¿Cómo podés dar clase a niños si no sabés lo que es criar a un chico?"; "Si sos madre, entendés lo que es el sacrificio. Pero si no lo sos, nunca lo sabrás". Es curioso cómo muchas mujeres cuyo único gran acontecimiento en la vida ha sido tener un hijo, a veces se transforman en peraltrices soberbias capaces de dar los más indiscutibles consejos acerca de cómo se debe vivir la vida. Sorprende más, aun, el caso de la mujer de vida disipada y despreocupada que un día queda embarazada sin desearlo y, una vez con su hijo a cuestas, se transforma en una sabia mujer que da consejos inapelables y exige derechos a los gritos.
La peraltriz no siempre es histrópada. De hecho, puede muy bien no importarle los niños. Sin embargo, cada tanto puede soltar un gritito histrópada como este: "¿Alguien por favor quiere pensar en los niños?"
Las mujeres pueden convertirse en peraltrices ya desde el embarazo.
domingo, 20 de abril de 2008
Psitacichascador,a
(Palabra y definición enviadas por Julio David Auster)
(Adj. Del griego psittakós: loro; chascarrillo y terminación -dor, agente. También se la encuentra en la forma "sitacochascador" e incluso "sitacochascor")
Dícese de quien es capaz de contar cuentos de loros con singular pericia.
La presencia de loros como aves de cautiverio está atestiguada desde hace unos tres mil años entre los antiguos asirios; a partir de allí se los encuentra en todas las culturas de Asia y de Europa. Siempre causó asombro su capacidad de reproducir el lenguaje humano; algunos ejemplares logran, además, imitar el timbre de voz de sus dueños o de otras personas con quienes tiene trato frecuente, sin dejar de lado a los locutores de televisión con los que se va familiarizando con el tiempo, confundiendo a los que no los conocen, o no están enterados de su presencia en un hogar.
Avanzando hasta nuestros días, por ejemplo, existen testimonios de un loro que, al escuchar el sonido del teléfono de su casa, advertía a su dueño sobre esa circunstancia imitando a la perfección la voz de la madre de este: "Fulano (no es del caso revelar su nombre, N. del T.), ¡teléfono!"
Pero también debe tenerse en cuenta el hecho de que los loros tienen una gran habilidad para intervenir en las conversaciones humanas aportando datos que no solo son inoportunos en determinadas circunstancias, sino que llegan a abochornar a los presentes. No olvidemos también que las cacatúas, que son parte del mismo orden de los Psittaciformes, agregan a la capacidad de fonación la forma burlona que tienen de moverse: mantienen fijas sus patitas mientras mueven su cuerpo de derecha a izquierda, junto con el movimiento de la cabeza de arriba abajo, lo cual para una persona muy susceptible puede dar la idea de que "este pajarraco me está gastando".
De ahí el surgimiento de toda una categoría de chistes que reflejan esta capacidad de los loros de hacer pasar un mal rato a alguien. Una prestigiosísima enciclopedia internacional recoge en su 11a. edición (de principios del siglo pasado) una colección de chistes de loros que incluyen muestras milenarias, provenientes de las más distintas culturas.
Hay humoristas que se especializan en esta clase de cuentos, porque es necesario poder imitar la propia voz del loro, en toda su animalidad, sin estropearse la garganta, cosa que no está al alcance de cualquiera.
(Adj. Del griego psittakós: loro; chascarrillo y terminación -dor, agente. También se la encuentra en la forma "sitacochascador" e incluso "sitacochascor")
Dícese de quien es capaz de contar cuentos de loros con singular pericia.
La presencia de loros como aves de cautiverio está atestiguada desde hace unos tres mil años entre los antiguos asirios; a partir de allí se los encuentra en todas las culturas de Asia y de Europa. Siempre causó asombro su capacidad de reproducir el lenguaje humano; algunos ejemplares logran, además, imitar el timbre de voz de sus dueños o de otras personas con quienes tiene trato frecuente, sin dejar de lado a los locutores de televisión con los que se va familiarizando con el tiempo, confundiendo a los que no los conocen, o no están enterados de su presencia en un hogar.
Avanzando hasta nuestros días, por ejemplo, existen testimonios de un loro que, al escuchar el sonido del teléfono de su casa, advertía a su dueño sobre esa circunstancia imitando a la perfección la voz de la madre de este: "Fulano (no es del caso revelar su nombre, N. del T.), ¡teléfono!"
Pero también debe tenerse en cuenta el hecho de que los loros tienen una gran habilidad para intervenir en las conversaciones humanas aportando datos que no solo son inoportunos en determinadas circunstancias, sino que llegan a abochornar a los presentes. No olvidemos también que las cacatúas, que son parte del mismo orden de los Psittaciformes, agregan a la capacidad de fonación la forma burlona que tienen de moverse: mantienen fijas sus patitas mientras mueven su cuerpo de derecha a izquierda, junto con el movimiento de la cabeza de arriba abajo, lo cual para una persona muy susceptible puede dar la idea de que "este pajarraco me está gastando".
De ahí el surgimiento de toda una categoría de chistes que reflejan esta capacidad de los loros de hacer pasar un mal rato a alguien. Una prestigiosísima enciclopedia internacional recoge en su 11a. edición (de principios del siglo pasado) una colección de chistes de loros que incluyen muestras milenarias, provenientes de las más distintas culturas.
Hay humoristas que se especializan en esta clase de cuentos, porque es necesario poder imitar la propia voz del loro, en toda su animalidad, sin estropearse la garganta, cosa que no está al alcance de cualquiera.
sábado, 19 de abril de 2008
Peripatóniro,a
(Palabra y definición enviadas por Luciano Sabattini)
(Adj. Del griego peripatéo = pasearse y oneirós = sueño)
Así como el sonámbulo es el hombre que camina mientras duerme, el peripatóniro es el hombre que sueña que camina mientras duerme. Lo que resulta mortificante es la poca diferencia entre ambas categorías: uno se sueña caminando en los mismos lugares en los que lo haría si la caminata se hiciera siendo sonámbulo, con la posibilidad, encima, de tener pesadillas.
(Adj. Del griego peripatéo = pasearse y oneirós = sueño)
Así como el sonámbulo es el hombre que camina mientras duerme, el peripatóniro es el hombre que sueña que camina mientras duerme. Lo que resulta mortificante es la poca diferencia entre ambas categorías: uno se sueña caminando en los mismos lugares en los que lo haría si la caminata se hiciera siendo sonámbulo, con la posibilidad, encima, de tener pesadillas.
viernes, 18 de abril de 2008
Úrula
(Sust. Del latín urina = orina y -ula = terminación de diminutivo)
Pequeña mancha de orina en los calzoncillos y bombachas.
La úrula es producto de pequeñas y no percibidas incontinencias de esfínter, o por los goteos de orina que quedan después de la micción.
Sólo se llama "úrula" a la mancha que aparece en ropa íntima, pijamas y sábanas. Si se trata de ropa de fajina o de etiqueta, o incluso si la mancha es considerable, ya no recibe este nombre.
Pequeña mancha de orina en los calzoncillos y bombachas.
La úrula es producto de pequeñas y no percibidas incontinencias de esfínter, o por los goteos de orina que quedan después de la micción.
Sólo se llama "úrula" a la mancha que aparece en ropa íntima, pijamas y sábanas. Si se trata de ropa de fajina o de etiqueta, o incluso si la mancha es considerable, ya no recibe este nombre.
jueves, 17 de abril de 2008
Alicabolia
(Sust. Del lat. aliquod = algo y aboleo= desaparecer. Literalmente, "algo ha desaparecido")
Inequívoca impresión de que falta algo que siempre estuvo.
Los hombres tenemos una especie de "percepción globalizadora", que opera reconociendo la disposición relativa de objetos con los que nos encontramos habitualmente. Por ejemplo, podemos llegar a nuestra casa y reconocer como familiar el conjunto formado por el grifo de la cocina, los cubiertos recién lavados, los azulejos de fondo y las tazas de café colocadas sobre la mesada. Pero si un día alguien, en nuestra ausencia, quita las tazas, probablemente nuestra inmediata reacción sea la de una desconcertada extrañeza: percibimos -como si tuviéramos un sentido especial para ello- que falta algo, aunque todavía no podemos reconocer qué. Esa extraña impresión de que "falta algo", es la alicabolia.
La alicabolia se da porque la ausencia de un objeto en un paisaje provoca un profundo desajuste entre lo que estamos percibiendo ( el paisaje sin el objeto) y la imagen previa que nos habíamos formado de ello. Una vez reconocido el objeto faltante, la alicabolia disminuye hasta que la nueva imagen del paisaje pasa a reemplazar a la antigua.
(Sospecho que esta palabra, así como entró en Exonario, deberá irse de él: me figuro que la psicología de la percepción ya debe haber acuñado un término para referirse a este fenómeno. Por eso, espero la cálida confirmación de los lectores)
Inequívoca impresión de que falta algo que siempre estuvo.
Los hombres tenemos una especie de "percepción globalizadora", que opera reconociendo la disposición relativa de objetos con los que nos encontramos habitualmente. Por ejemplo, podemos llegar a nuestra casa y reconocer como familiar el conjunto formado por el grifo de la cocina, los cubiertos recién lavados, los azulejos de fondo y las tazas de café colocadas sobre la mesada. Pero si un día alguien, en nuestra ausencia, quita las tazas, probablemente nuestra inmediata reacción sea la de una desconcertada extrañeza: percibimos -como si tuviéramos un sentido especial para ello- que falta algo, aunque todavía no podemos reconocer qué. Esa extraña impresión de que "falta algo", es la alicabolia.
La alicabolia se da porque la ausencia de un objeto en un paisaje provoca un profundo desajuste entre lo que estamos percibiendo ( el paisaje sin el objeto) y la imagen previa que nos habíamos formado de ello. Una vez reconocido el objeto faltante, la alicabolia disminuye hasta que la nueva imagen del paisaje pasa a reemplazar a la antigua.
(Sospecho que esta palabra, así como entró en Exonario, deberá irse de él: me figuro que la psicología de la percepción ya debe haber acuñado un término para referirse a este fenómeno. Por eso, espero la cálida confirmación de los lectores)
miércoles, 16 de abril de 2008
Atelúmilo
(Sust. Del latín ater = negro, oscuro, amenazador; lumen =luz y -ulum = desinencia latina de diminutivo)
Crepúsculo en el cual, a pesar de que el cielo está nublado y oscuro, el sol se deja ver en el horizonte mortecino y por un momento ilumina con un naranja espectral las zonas altas y edificios.
Los atelúmilos son momentos mágicos de la tarde o del amanecer, pues nada en la oscuridad del cielo hacen presagiar ese extraño baño de luz onírica. De hecho, da la impresión de que se está asistiendo a un espectáculo de otro planeta.
Crepúsculo en el cual, a pesar de que el cielo está nublado y oscuro, el sol se deja ver en el horizonte mortecino y por un momento ilumina con un naranja espectral las zonas altas y edificios.
Los atelúmilos son momentos mágicos de la tarde o del amanecer, pues nada en la oscuridad del cielo hacen presagiar ese extraño baño de luz onírica. De hecho, da la impresión de que se está asistiendo a un espectáculo de otro planeta.
martes, 15 de abril de 2008
Audicular
(Verbo. Del latín audeo = atreverse, osar y culo. Sustantivo: audiculio)
Exhibir el trasero desnudo en señal de provocación, fanfarronería y alegría.
El audiculio es una costumbre típicamente masculina y se asocia en gran medida con los encuentros deportivos futbolísticos, aunque no es exclusivo de este rubro. Al finalizar un partido de fútbol, es normal que algunos integrantes de la hinchada del equipo ganador se bajen los pantalones y entre cánticos difamantes muestren su trasero, para provocar a la hinchada contraria.
Resulta contradictorio que sea el trasero y no los genitales los que se exhiben, dado que el audiculio expresa la superioridad territorial de un hombre frente a otros y, simbólicamente, el falo sirve mejor a estos propósitos que el trasero.
Si quienes exhiben su culo no son los que comparten la alegría de la victoria, sino los integrantes de la hinchada perdedora, este acto de ningún modo puede llamarse audiculio, sino patetismo, y la exhibición debe entenderse como acto de sometimiento y entrega servil.
Exhibir el trasero desnudo en señal de provocación, fanfarronería y alegría.
El audiculio es una costumbre típicamente masculina y se asocia en gran medida con los encuentros deportivos futbolísticos, aunque no es exclusivo de este rubro. Al finalizar un partido de fútbol, es normal que algunos integrantes de la hinchada del equipo ganador se bajen los pantalones y entre cánticos difamantes muestren su trasero, para provocar a la hinchada contraria.
Resulta contradictorio que sea el trasero y no los genitales los que se exhiben, dado que el audiculio expresa la superioridad territorial de un hombre frente a otros y, simbólicamente, el falo sirve mejor a estos propósitos que el trasero.
Si quienes exhiben su culo no son los que comparten la alegría de la victoria, sino los integrantes de la hinchada perdedora, este acto de ningún modo puede llamarse audiculio, sino patetismo, y la exhibición debe entenderse como acto de sometimiento y entrega servil.
lunes, 14 de abril de 2008
Obloturpista
(Adj. del latín oblare = pagar y turpitudo = fealdad)
Persona que paga una fortuna para tener ciertas experiencias que podrían conseguirse gratis y que, incluso, son indeseables.
El obloturpista va a restaurantes de lujo para comer polenta o lechuga, y de postre: naranja. Paga excursiones para visitar los basurales de su ciudad. Revienta la tarjeta para irse de vacaciones a un pueblito horrible, aburrido, árido y frío, y se hospeda -previo abonar en dólares- en una tapera llena de arañas y sin calefacción. Puede acceder gratuitamente a los favores sexuales de una mujer hermosa, pero prefiere pagarle a la prostituta más fea de la ciudad. Puede ver el partido de fútbol en su casa, por los canales abiertos; pero se siente más vivo si lo va a ver a un bar donde debe pagar una altísima consumición.
Podría pensarse que el obloturpista es un excéntrico millonario que cada tanto decide "vivir la vida rústicamente". Pero no es así: el obloturpista a veces vive en una tapera y ahorra para irse de vacaciones a una tapera. Usa pantalones rotosos que compró en una feria de usados, pero gasta un dineral para comprar otro par de pantalones aun más rotosos en una feria de diseñadores. Tiene un Renault Gordini descuajeringado modelo 71, pero se entusiasma y se embarga para comprar un fiat 600 más destatartalado modelo 62.
Persona que paga una fortuna para tener ciertas experiencias que podrían conseguirse gratis y que, incluso, son indeseables.
El obloturpista va a restaurantes de lujo para comer polenta o lechuga, y de postre: naranja. Paga excursiones para visitar los basurales de su ciudad. Revienta la tarjeta para irse de vacaciones a un pueblito horrible, aburrido, árido y frío, y se hospeda -previo abonar en dólares- en una tapera llena de arañas y sin calefacción. Puede acceder gratuitamente a los favores sexuales de una mujer hermosa, pero prefiere pagarle a la prostituta más fea de la ciudad. Puede ver el partido de fútbol en su casa, por los canales abiertos; pero se siente más vivo si lo va a ver a un bar donde debe pagar una altísima consumición.
Podría pensarse que el obloturpista es un excéntrico millonario que cada tanto decide "vivir la vida rústicamente". Pero no es así: el obloturpista a veces vive en una tapera y ahorra para irse de vacaciones a una tapera. Usa pantalones rotosos que compró en una feria de usados, pero gasta un dineral para comprar otro par de pantalones aun más rotosos en una feria de diseñadores. Tiene un Renault Gordini descuajeringado modelo 71, pero se entusiasma y se embarga para comprar un fiat 600 más destatartalado modelo 62.
domingo, 13 de abril de 2008
Aleosilbido
(Término y definición enviados por Julio David Auster)
(sust. m., del latín alea 'dado' y sibilare = silbar):
Silbido con contenido aleatorio
El aleosilbador, cuando comienza a producir su aleosilbido, no tiene conciencia de lo que va a silbar y, a medida que transcurre el tiempo, va reconociendo la melodía. Es un fenómeno frecuente en personas que conocen muchísima música; cuando se inspiran para silbar, acude a su memoria una melodía de su vasto repertorio a la que no siempre les resulta fácil identificar por su nombre. Téngase en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre cuando se escucha una reproducción por un medio mecánico, en este caso no se cuenta más que con el silbido propio y, por lo tanto, no hay ningún tipo de información acerca de la instrumentación: un violín suena igual que una quena, un contrabajo igual que un piano.
(sust. m., del latín alea 'dado' y sibilare = silbar):
Silbido con contenido aleatorio
El aleosilbador, cuando comienza a producir su aleosilbido, no tiene conciencia de lo que va a silbar y, a medida que transcurre el tiempo, va reconociendo la melodía. Es un fenómeno frecuente en personas que conocen muchísima música; cuando se inspiran para silbar, acude a su memoria una melodía de su vasto repertorio a la que no siempre les resulta fácil identificar por su nombre. Téngase en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre cuando se escucha una reproducción por un medio mecánico, en este caso no se cuenta más que con el silbido propio y, por lo tanto, no hay ningún tipo de información acerca de la instrumentación: un violín suena igual que una quena, un contrabajo igual que un piano.
sábado, 12 de abril de 2008
Aromoyector
(Palabra y definición enviadas por Julio David Auster)
(sust. m., del latín aroma y iacio = arrojar, proyectar):
Dispositivo capaz de difundir aromas del mismo modo que un proyector es capaz de proyectar una película sobre una pantalla.
Cuando vamos al cine podemos apreciar personajes y paisajes, podemos oir los diálogos, los ruidos y la música; el último invento permite que podamos apreciar también los aromas. En estéreo, por supuesto. Si a la izquierda de la pantalla vemos a una hermosa señorita perfumada con Chanel Nº 5; en el centro vemos un grupo de adolescentes comiendo hamburguesas y a la derecha a un zapatero remendón, con sus manos embadurnadas de pomada y fumando un toscano, con solo girar nuestra cabeza, dirigiéndola a cada fuente odorífera, podremos apreciar ahora los olores correspondientes. El sistema es tan eficaz, que los estudios de Hollywood exigen ahora que los actores vayan a filmar bien bañaditos (o no, según sea el caso), para que no haya contradicciones entre el guion y el resultado en la sala de proyección.
(sust. m., del latín aroma y iacio = arrojar, proyectar):
Dispositivo capaz de difundir aromas del mismo modo que un proyector es capaz de proyectar una película sobre una pantalla.
Cuando vamos al cine podemos apreciar personajes y paisajes, podemos oir los diálogos, los ruidos y la música; el último invento permite que podamos apreciar también los aromas. En estéreo, por supuesto. Si a la izquierda de la pantalla vemos a una hermosa señorita perfumada con Chanel Nº 5; en el centro vemos un grupo de adolescentes comiendo hamburguesas y a la derecha a un zapatero remendón, con sus manos embadurnadas de pomada y fumando un toscano, con solo girar nuestra cabeza, dirigiéndola a cada fuente odorífera, podremos apreciar ahora los olores correspondientes. El sistema es tan eficaz, que los estudios de Hollywood exigen ahora que los actores vayan a filmar bien bañaditos (o no, según sea el caso), para que no haya contradicciones entre el guion y el resultado en la sala de proyección.
viernes, 11 de abril de 2008
Catastráfico
(Sust. De catastrófico y tráfico)
Palabra elocuente, de significado casi autodefinido. El catastráfico es, en su primera y más popular acepción, el tráfico de automóviles en ciudades o rutas cuyos conductores manejan de forma imprudente y suicida.
En su segunda acepción, más específica, el catastráfico es el índice de impactos que se dan entre muchos objetos que viajan en trayectorias erráticas o impredecibles. Este índice se mide calculando la cantidad de impactos en función de la cantidad de objetos, su masa, su velocidad y su trayectoria. Por ejemplo, dado un acelerador de partículas, el grado de colisión de ciertas partículas con otras, a determinada temperatura y velocidad, es su catastráfico. El catastráfico del sistema solar resultaría de medir los impactos que han tenido los planetas entre sí, y estos a su vez con meteoros y meteoritos.
Palabra elocuente, de significado casi autodefinido. El catastráfico es, en su primera y más popular acepción, el tráfico de automóviles en ciudades o rutas cuyos conductores manejan de forma imprudente y suicida.
En su segunda acepción, más específica, el catastráfico es el índice de impactos que se dan entre muchos objetos que viajan en trayectorias erráticas o impredecibles. Este índice se mide calculando la cantidad de impactos en función de la cantidad de objetos, su masa, su velocidad y su trayectoria. Por ejemplo, dado un acelerador de partículas, el grado de colisión de ciertas partículas con otras, a determinada temperatura y velocidad, es su catastráfico. El catastráfico del sistema solar resultaría de medir los impactos que han tenido los planetas entre sí, y estos a su vez con meteoros y meteoritos.
jueves, 10 de abril de 2008
Aminónimo,a
(Adj. Del latín ab = separación; minus = pequeño y nomen = nombre)
Nombre cuyo diminutivo es forzado y suena mal.
Existen nombres propios de personas, ciudades y países que se prestan para los diminutivos cariñosos: Fernandito, Carolinita, Jorgito, Argentinita, Chilecito o Riojita. Pero otros nombres -como Soledad, Hipólito, Lía- no tienen convencionalmente un diminutivo y, si se les trata de colocar uno, es necesario forzar a la palabra: Soledadcita, Hipolitito, Liíta.
Los nombres aminónimos por excelencia son los extranjeros: Sharon, Ingrid, Rawson, Chubut, Ushuaia.
Como se verá, el aminónimo no carece de diminutivo; llegado el caso siempre puede encontrarse la forma de armarlo; la diferencia es que dicho diminutivo queda tan artificial que su aplicación no suena como una muestra de cariño hacia la persona o lugar que se diminutiviza, sino como una ironía. Además, muchas palabras aminónimas sólo pueden convertirse en diminutivas si se les agrega alguna letra suplementaria o si se fuerza la forma de la palabra. "Carlos", por ejemplo, se suele diminutivizar como "Carlitos", pero lo correcto -si es que es posible- debiera ser "Carlosito", pues el sufijo que indica diminutivo debe ir al final de la palabra, y no en el medio. "Carmen" tiene como diminutivo "Carmencita", pero esa "c" en el medio está de más: debiera ser "Carmenita". Todos estos casos, para los cuales se hace necesario agregar alguna letra o forzar a la palabra para lograr el diminutivo, son aminónimos.
Nombre cuyo diminutivo es forzado y suena mal.
Existen nombres propios de personas, ciudades y países que se prestan para los diminutivos cariñosos: Fernandito, Carolinita, Jorgito, Argentinita, Chilecito o Riojita. Pero otros nombres -como Soledad, Hipólito, Lía- no tienen convencionalmente un diminutivo y, si se les trata de colocar uno, es necesario forzar a la palabra: Soledadcita, Hipolitito, Liíta.
Los nombres aminónimos por excelencia son los extranjeros: Sharon, Ingrid, Rawson, Chubut, Ushuaia.
Como se verá, el aminónimo no carece de diminutivo; llegado el caso siempre puede encontrarse la forma de armarlo; la diferencia es que dicho diminutivo queda tan artificial que su aplicación no suena como una muestra de cariño hacia la persona o lugar que se diminutiviza, sino como una ironía. Además, muchas palabras aminónimas sólo pueden convertirse en diminutivas si se les agrega alguna letra suplementaria o si se fuerza la forma de la palabra. "Carlos", por ejemplo, se suele diminutivizar como "Carlitos", pero lo correcto -si es que es posible- debiera ser "Carlosito", pues el sufijo que indica diminutivo debe ir al final de la palabra, y no en el medio. "Carmen" tiene como diminutivo "Carmencita", pero esa "c" en el medio está de más: debiera ser "Carmenita". Todos estos casos, para los cuales se hace necesario agregar alguna letra o forzar a la palabra para lograr el diminutivo, son aminónimos.
miércoles, 9 de abril de 2008
Arcómato, a
(Adj. Del griego arxaios = antiguo y hematos = sangre)
Antepasado anterior al tatarabuelo.
Esta palabra viene a llenar un vacío léxico que causa numerosos problemas de enunciación: si queremos hablar de un antepasado remontándonos siete u ocho generaciones atrás, debemos decir "tataratataratataratatarabuelo", lo cual es engorroso y exige un conteo de cada uno de los "tátara" para conocer la filiación exacta. Si queremos sustituir la serie de los "tátara" por la expresión "antepasado", no queda claro si se trata de un pariente indirecto o directo. Además, la palabra "antepasado" es demasiado vaga, como cuando decimos "los griegos son nuestros antepasados", con lo cual no queremos decir que haya un lazo de sangre entre nosotros y los griegos.
Por otra parte, cuando decimos "pariente lejano" no estamos diciendo lejano en el tiempo, sino en la filiación sanguínea.
Con esta palabra, en cambio, establecemos con precisión que se trata de un pariente, que tiene nuestra sangre y que ha sido el generador de uno de los deltas genéticos que desembocaron en nuestra persona. La palabra, sin embargo, no especifica cuánto debemos remontar en nuestros antepasados tal como lo hacen los sucesivos "tatara". Sin embargo, la sucesión de "tatara", en vez de aclarar la filiación generacional, muchas veces es fuente de confusiones. Por otra parte, cuando hablamos de "tataratataratatara..." por lo general no necesitamos de una precisión absoluta, y solemos encadenar los "tatara..." arbitrariamente, por mera diversión o con ironía más que con una intención informativa: "Este imbécil dice que es pariente directo de Galileo, pero apenas es su tataratataratataratataratataratataratatarasobrino segundo"
¿Tiene usted algún arcómato ilustre?
Antepasado anterior al tatarabuelo.
Esta palabra viene a llenar un vacío léxico que causa numerosos problemas de enunciación: si queremos hablar de un antepasado remontándonos siete u ocho generaciones atrás, debemos decir "tataratataratataratatarabuelo", lo cual es engorroso y exige un conteo de cada uno de los "tátara" para conocer la filiación exacta. Si queremos sustituir la serie de los "tátara" por la expresión "antepasado", no queda claro si se trata de un pariente indirecto o directo. Además, la palabra "antepasado" es demasiado vaga, como cuando decimos "los griegos son nuestros antepasados", con lo cual no queremos decir que haya un lazo de sangre entre nosotros y los griegos.
Por otra parte, cuando decimos "pariente lejano" no estamos diciendo lejano en el tiempo, sino en la filiación sanguínea.
Con esta palabra, en cambio, establecemos con precisión que se trata de un pariente, que tiene nuestra sangre y que ha sido el generador de uno de los deltas genéticos que desembocaron en nuestra persona. La palabra, sin embargo, no especifica cuánto debemos remontar en nuestros antepasados tal como lo hacen los sucesivos "tatara". Sin embargo, la sucesión de "tatara", en vez de aclarar la filiación generacional, muchas veces es fuente de confusiones. Por otra parte, cuando hablamos de "tataratataratatara..." por lo general no necesitamos de una precisión absoluta, y solemos encadenar los "tatara..." arbitrariamente, por mera diversión o con ironía más que con una intención informativa: "Este imbécil dice que es pariente directo de Galileo, pero apenas es su tataratataratataratataratataratataratatarasobrino segundo"
¿Tiene usted algún arcómato ilustre?
martes, 8 de abril de 2008
Perinodia
(Sust. del latín per- = prefijo que significa repetición e inodia = enfado)
Enojo motivado por el enojo ajeno.
A veces, el solo hecho de ver a otra persona enojada nos provoca un enfado con esa persona: aun desconociendo los motivos de esa manifestación de cólera, nos sentimos irritados y dirigimos nuestra ira hacia el airado. La cólera irrita al perinódico más que el motivo de esa cólera.
Si no aparece alguien con la suficiente ecuanimidad para entender al colérico sin contagiarse, la perinodia puede propagarse indefinidamente.
En aquellas poblaciones en las cuales las personas salen a la calle con expresión adusta y se irritan mutuamente ante el inevitable roce con los demás; en esos lugares tenemos una sociedad enferma de perinodia.
La perinodia es injustificada, paralizante y destructiva. Los perinódicos hacen oídos sordos a las razones de nuestros enojos, y nos instan -coléricamente- a abandonar nuestra cólera.
Enojo motivado por el enojo ajeno.
A veces, el solo hecho de ver a otra persona enojada nos provoca un enfado con esa persona: aun desconociendo los motivos de esa manifestación de cólera, nos sentimos irritados y dirigimos nuestra ira hacia el airado. La cólera irrita al perinódico más que el motivo de esa cólera.
Si no aparece alguien con la suficiente ecuanimidad para entender al colérico sin contagiarse, la perinodia puede propagarse indefinidamente.
En aquellas poblaciones en las cuales las personas salen a la calle con expresión adusta y se irritan mutuamente ante el inevitable roce con los demás; en esos lugares tenemos una sociedad enferma de perinodia.
La perinodia es injustificada, paralizante y destructiva. Los perinódicos hacen oídos sordos a las razones de nuestros enojos, y nos instan -coléricamente- a abandonar nuestra cólera.
lunes, 7 de abril de 2008
Luditariado
(Del latín ludus = juego y terminación -ariado que indica una clase de pertenencia social. La "t" sólo está para sostener la eufonía y para mantener la similitud con otras palabras de la misma índole como proletariado y erotariado)
Franja social que desprecia todo tipo de participación política, social, familiar y laboral por el hecho de que resta tiempo para el entretenimiento.
Los integrantes del luditariado calculan al milímetro los segundos de su vida de acuerdo a un único patrón: poder disponer anchamente de tiempo para jugar a videojuegos, leer blogs, mirar programas de televisión o ir a la cancha.
El luditario rechaza ofertas laborales o becas universitarias si éstas le implican cierta dificultad para organizar su vida lúdica.
Los integrantes del luditariado viven en un especial estado de hedonismo. Pueden ser frugales, moderados y timoratos en cualquier aspecto de su vida, excepto en aquellos ámbitos lúdicos a los que se han entregado con pasión.
domingo, 6 de abril de 2008
Empilación
(Palabra y definición enviadas por Julio David Auster)
(sust. f.; de en y pelo, por parasíntesis):
Acción y efecto de agregarse pelos justamente en los lugares de donde la mayoría de los mortales se los quitan (cejas, axilas y una buena cantidad de etcéteras).
Ejemplo de uso: Salma Hayek, la actriz que representó en una película el papel de Frida Kahlo, tuvo que someterse a varias sesiones de empilación de sus cejas.
(sust. f.; de en y pelo, por parasíntesis):
Acción y efecto de agregarse pelos justamente en los lugares de donde la mayoría de los mortales se los quitan (cejas, axilas y una buena cantidad de etcéteras).
Ejemplo de uso: Salma Hayek, la actriz que representó en una película el papel de Frida Kahlo, tuvo que someterse a varias sesiones de empilación de sus cejas.
sábado, 5 de abril de 2008
Esferohabiente
El señor Julio David Auster, un muy creativo colaborador de este blog, nos envía esta palabra y su correspondiente definición. Nos cuenta que la palabra nació a causa de su "preocupación por mejorar el modo de hablar de los jóvenes argentinos"
(sust. y adj. m. y f.; de esfera y habiente, que posee objetos esféricos.)
1. Dícese de la persona que procede de manera infantil, irracional; Aplícase también a cosas extremadamente simples, que no encierran ninguna dificultad //
2. Expresión culta, paralela a una expresión vulgar que empieza con b, que a lo largo de los años fue perdiendo su carga semántica ofensiva, hasta volverse una muletilla que los jóvenes, particularmente, no dejan de repetir asiduamente. Úsase muchísimo como vocativo universal para ambos sexos.
Ejemplos de uso:
acepción 1: Este muchacho es bastante esferohabiente, nunca se sabe qué torpeza es capaz de cometer. Este ejercicio de ecuaciones diferenciales es realmente esferohabiente una vez que uno conoce bien el tema.
acepción 2: "¡Hola, esferohabiente! ¿Por qué no contestaste mis mensajes de texto, esferohabiente?" "Ay, esferohabiente... ¡Todo mal, se me descompuso la máquina de depilar, esferohabiente!"
(Señor Auster: yo me sentiría más insultado si me dicen "esferohabiente" que si utilizaran otra palabra de similares connotaciones. Pero bueno, yo soy bastante zagunfio)
(sust. y adj. m. y f.; de esfera y habiente, que posee objetos esféricos.)
1. Dícese de la persona que procede de manera infantil, irracional; Aplícase también a cosas extremadamente simples, que no encierran ninguna dificultad //
2. Expresión culta, paralela a una expresión vulgar que empieza con b, que a lo largo de los años fue perdiendo su carga semántica ofensiva, hasta volverse una muletilla que los jóvenes, particularmente, no dejan de repetir asiduamente. Úsase muchísimo como vocativo universal para ambos sexos.
Ejemplos de uso:
acepción 1: Este muchacho es bastante esferohabiente, nunca se sabe qué torpeza es capaz de cometer. Este ejercicio de ecuaciones diferenciales es realmente esferohabiente una vez que uno conoce bien el tema.
acepción 2: "¡Hola, esferohabiente! ¿Por qué no contestaste mis mensajes de texto, esferohabiente?" "Ay, esferohabiente... ¡Todo mal, se me descompuso la máquina de depilar, esferohabiente!"
(Señor Auster: yo me sentiría más insultado si me dicen "esferohabiente" que si utilizaran otra palabra de similares connotaciones. Pero bueno, yo soy bastante zagunfio)
viernes, 4 de abril de 2008
Atichanasia
(Sust. Del gr. autos = mismo, tyché = azar, casualidad y tánathos = muerte)
Suicidio que se inflige una persona sin desearlo, en una situación confusa y absurda.
Sufriremos la atichanasia si nos clavamos involuntariamente en el abdomen el cuchillo con el cual estamos picando el perejil; si tomamos veneno confundiéndolo con azúcar impalpable, si se nos cae una aguja en la cama y durante la noche, mientras dormimos, se nos clava en la médula, si nos ahorcamos tratando de hacer el nudo de la corbata o si nos quebramos el cuello mientras exhibimos con orgullo nuestra habilidad para hacer la vuelta carnero.
Cada tanto escuchamos de personas que son víctimas de la atichanasia y entonces nos damos cuenta de que la línea entre la vida y la muerte no sólo es frágil, sino arbitraria e incluso ridícula. La atichanasia sorprende, sin embargo, por la curiosa habilidad que puede tener el ser humano para atentar groseramente contra su propia vida.
Suicidio que se inflige una persona sin desearlo, en una situación confusa y absurda.
Sufriremos la atichanasia si nos clavamos involuntariamente en el abdomen el cuchillo con el cual estamos picando el perejil; si tomamos veneno confundiéndolo con azúcar impalpable, si se nos cae una aguja en la cama y durante la noche, mientras dormimos, se nos clava en la médula, si nos ahorcamos tratando de hacer el nudo de la corbata o si nos quebramos el cuello mientras exhibimos con orgullo nuestra habilidad para hacer la vuelta carnero.
Cada tanto escuchamos de personas que son víctimas de la atichanasia y entonces nos damos cuenta de que la línea entre la vida y la muerte no sólo es frágil, sino arbitraria e incluso ridícula. La atichanasia sorprende, sin embargo, por la curiosa habilidad que puede tener el ser humano para atentar groseramente contra su propia vida.
jueves, 3 de abril de 2008
Mogoligarquía
(Sustantivo. De mogólico y oligarquía)
El nombre es elocuente y casi no necesita de definición: la mogoligarquía consiste en el gobierno de unos pocos, cuyas decisiones son erráticas, sin sentido y atentan incluso contra sí mismos.
Los mogoligarcas tienen escaso poder de razonamiento y sufren de una paralizante dificultad para ejercer el poder de mando, para escuchar y para resolver problemas.
Es muy común, sin embargo, que un grupo de gobernantes se comporte como mogoligarca -es decir, que aparente tomar decisiones sin sentido y que se muestre inútil para resolver los problemas de sus gobernados- y que, sin embargo, esa estupidez sea una pantalla para esconder manejos discrecionales y corruptelas que favorecen a sus miembros.
El nombre es elocuente y casi no necesita de definición: la mogoligarquía consiste en el gobierno de unos pocos, cuyas decisiones son erráticas, sin sentido y atentan incluso contra sí mismos.
Los mogoligarcas tienen escaso poder de razonamiento y sufren de una paralizante dificultad para ejercer el poder de mando, para escuchar y para resolver problemas.
Es muy común, sin embargo, que un grupo de gobernantes se comporte como mogoligarca -es decir, que aparente tomar decisiones sin sentido y que se muestre inútil para resolver los problemas de sus gobernados- y que, sin embargo, esa estupidez sea una pantalla para esconder manejos discrecionales y corruptelas que favorecen a sus miembros.
miércoles, 2 de abril de 2008
Anágoro, a
(Adj. Del gr. ana = hacia arriba, hacia atrás y agoreúo = hablar)
Persona que es capaz de invertir con exactitud el orden de una serie de palabras, de signos, de sucesos o de objetos.
El anágoro puede dar un largo discurso "hablando para atrás", es decir: comenzando por el final, dando vuelta palabra por palabra y terminando por el principio. Es común que tenga una memoria sorprendente: el anágoro es capaz de recordar una serie numérica de cincuenta cifras, y puede recitarla desde atrás hacia adelante.
Esta habilidad no sólo se da "de atrás hacia adelante", sino también "de arriba hacia abajo". El anágoro puede leer mensajes dando vuelta no sólo el orden discursivo, sino también poniendo "patas arriba" una única palabra. El dibujo que ilustra esta entrada es un desafío sencillo para un anágoro.
En los ciertos casos, el anágoro "habla para atrás" por alguna patología neurológica y es incapaz de hablar normalmente. Pero en los casos no patológicos, el anágoro es un habilidoso que puede ganar mucho dinero en concursos televisivos que exijan esta especial capacidad para invertir el orden de una serie, o trabajando como fenómeno en alguna kermese de barrio bajo las órdenes de un dudoso y tirano mentalista.
Persona que es capaz de invertir con exactitud el orden de una serie de palabras, de signos, de sucesos o de objetos.
El anágoro puede dar un largo discurso "hablando para atrás", es decir: comenzando por el final, dando vuelta palabra por palabra y terminando por el principio. Es común que tenga una memoria sorprendente: el anágoro es capaz de recordar una serie numérica de cincuenta cifras, y puede recitarla desde atrás hacia adelante.
Esta habilidad no sólo se da "de atrás hacia adelante", sino también "de arriba hacia abajo". El anágoro puede leer mensajes dando vuelta no sólo el orden discursivo, sino también poniendo "patas arriba" una única palabra. El dibujo que ilustra esta entrada es un desafío sencillo para un anágoro.
En los ciertos casos, el anágoro "habla para atrás" por alguna patología neurológica y es incapaz de hablar normalmente. Pero en los casos no patológicos, el anágoro es un habilidoso que puede ganar mucho dinero en concursos televisivos que exijan esta especial capacidad para invertir el orden de una serie, o trabajando como fenómeno en alguna kermese de barrio bajo las órdenes de un dudoso y tirano mentalista.
martes, 1 de abril de 2008
Catabulia
(Sust. Del griego kata- = por lo bajo, debajo y boulé = voluntad)
Repentino y notable desgano por hacer las cosas que se suelen hacer por placer y con entusiasmo.
La catabulia no debe confundirse con la depresión o alguna otra grave patología, aunque prolongadas y continuas manifestaciones de este fenómeno podrían revelar una patología de base. Se produce cuando, por algún motivo que no puede identificarse, no se le encuentra sentido a alguna actividad que, incluso un par de minutos atrás, se hubiera realizado con ganas y alegría. En los casos normales, la catabulia es momentánea y puede deberse a factores como estrés o cansancio.
Es curiosa la polaridad de la psiquis humana: a veces se tiene la sensación de que uno podría hacer toda la vida una determinada actividad, y un día, porque sí, descubre que ya no quiere hacerla. Comer chocolates, ir al cine o bañarse pueden haber sido interesantes opciones durante toda la vida, hasta que un día simplemente ya no quedan ganas de hacerlas.
Repentino y notable desgano por hacer las cosas que se suelen hacer por placer y con entusiasmo.
La catabulia no debe confundirse con la depresión o alguna otra grave patología, aunque prolongadas y continuas manifestaciones de este fenómeno podrían revelar una patología de base. Se produce cuando, por algún motivo que no puede identificarse, no se le encuentra sentido a alguna actividad que, incluso un par de minutos atrás, se hubiera realizado con ganas y alegría. En los casos normales, la catabulia es momentánea y puede deberse a factores como estrés o cansancio.
Es curiosa la polaridad de la psiquis humana: a veces se tiene la sensación de que uno podría hacer toda la vida una determinada actividad, y un día, porque sí, descubre que ya no quiere hacerla. Comer chocolates, ir al cine o bañarse pueden haber sido interesantes opciones durante toda la vida, hasta que un día simplemente ya no quedan ganas de hacerlas.
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