
Apurar de manera desprolija el tramo final de algún proceso largo y tedioso.
Ejemplos: acomodar con delicadeza las sillas, las mesas y los manteles de un enorme salón, excepto las que están en un rincón al fondo, que se alinearán a desgano y atropelladamente. Tejer durante meses un pulóver y terminar mal el último puño en diez minutos. Recuperarse pacientemente de una operación que nos prescribe dos meses de reposo, y cuando se cumplen un mes y veintinueve días, salir corriendo y hacer todo lo prohibido.
El chanchaneo, como puede observarse, provoca el riesgo de que todo lo que se ha hecho con paciencia y delicadeza, se malogre por el apuro de último momento.
También se utiliza en la acepción (que nos envía Diego Perdomo) de dar un corte elegante a algo que, de no hacerlo, podría devenir en una situación incómoda.
Ejemplo: retirarse de una fiesta antes de que empiecen a hablar mal de uno; acabar con una relación amorosa que terminará perjudicándonos; abandonar las drogas y el juego cuando la adicción amenaza con dejarnos sin amigos.