(Sustantivo. Del latín in = partícula negativa; compleo = completar y sumptus = coste)
Precio incompleto de un producto.
Nos llama por teléfono la operadora de una empresa vendedora de calzoncillos largos. "El producto viene con un par de pantuflas, y el precio es de dieciséis pesos más iva", nos anuncia. Cuando le preguntamos si existe alguna posibilidad de no pagar IVA, nos dice que no, que el IVA es de veintiuno por ciento y hay que pagarlo en todos los casos. "¿Y por qué no me da el precio con IVA incluido?", preguntamos. "Bueno, con IVA el precio es de diecinueve pesos con treinta y seis centavos", aclara. "¿Ese es el precio final?", inquirimos una vez más. "Sí, es el precio final, pero no el precio final - final. A ese valor hay que añadirle un seis por ciento de impuestos", nos dice. Desconcertados, preguntamos: "¿Y cuánto tengo que abonar cuando llegue a la puerta de mi casa?". "Bueno, si desea que se lo enviemos hasta su casa, hay que agregar veinticinco pesos en concepto de flete, más impuestos", nos advierte. Cada vez que la operadora nos da un valor, a ese valor habrá que adicionarle otros costes ocultos para poder acceder al producto: esos precios parciales son inconsuncios; productos de una mala estrategia de venta destinada a hacernos creer que las cosas cuestan menos de lo que en verdad cuestan.
En los restaurantes, al precio de cada uno de los platos hay que adicionarle el valor del cubierto y, en algunos casos, el servicio de mesa y el sommelier.
Cuando hacemos una reparación hogareña, el plomero nos da un precio que luego se irá agigantando a medida que avance el arreglo de la cañería. Jamás, en una primera instancia, tendremos el precio final de la reparación: sólo habrá precarios y desesperantes inconsuncios. "¿Cuánto me va a costar esto?", preguntamos con ansiedad. "Solamente los caños cuestan mil quinientos pesos", dice el plomero, dándonos a entender que ese es solo el principio del infierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario