(Sustantivo. De equivocación)
Palabra que contiene la mayor cantidad posible de errores ortográficos.
Quienes cometen errores de ortografía, por lo general, no se equivocan en cada ocasión que se presenta: es esperable que en un escrito sólo se cometa un determinado número de errores ortográficos, pero nunca el máximo posible. Quien desea escribir la palabra "sensible", por ejemplo, tiene al menos tres posibilidades primitivas de error ortográfico: "censible", "sencible" o "sensivle". A partir de estas posibilidades puede derivarse una combinación de dos de esas posibilidades: "cencible", "sencivle", etcétera. Sin embargo, es difícil que se den todas las combinaciones de error en una misma palabra ("cencivle") y, menos frecuente aun, en toda una secuencia de palabras.
Hay palabras que no dejan demasiadas posibilidades de error (como "pata", "clamor", "cala", "comer", y un sinfín más) , y si alguien se equivoca en esos casos difícilmente se pueda imputar como una falta de ortografía. Escribir "commer" o "patta" son, sin duda, errores en la escritura, pero no puede decirse que sean errores de la misma clase que cualquier otro error ortográfico
Para que haya una hekibocasion es necesario que una palabra permita que se cometan al menos dos errores en ella. Quienes en lugar de escribir la palabra "así" escriben "haci"; quienes escriben "persive" en vez de "percibe" cometen hekibocasion; pero no puede imputarse de hekibocasion a la escritura de "ematoma" en lugar de "hematoma": como sólo se trata de un único error (aun cuando sea el número máximo de errores ortográficos en esa palabra), no se trata de una hekibocasion.
Por lo general, las hekibocasiones las cometen quienes a propósito quieren escribir un texto con una hiperbólica cantidad de faltas ortográficas. En esos casos, incluso, se cometen faltas allí donde normalmente no se cometerían. "Te invito a mi casa" en esta modalidad podría escribirse: "The himbitto ha mih kházza", agregando letras duplicadas, haches y zetas en lugares donde no las agregarían quienes de verdad cometen errores.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
jueves, 31 de diciembre de 2009
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Metagraña
(Sustantivo. Del griego metá = más allá y kránion = casco, yelmo)
Si la palabra "migraña" proviene del griego hemicrania, la cual metafóricamente alude a un invisible y doloroso casco que comprime la mitad de la cabeza, la metagraña puede definirse como una fuerza que está más allá de la cabeza y que la comprime hasta obliterarla.
En la migraña el casco rodea de manera periférica al cráneo. En la metagraña, en cambio, el casco ocupa todo el universo, y la fuerza de compresión parece infinita.
Cuando alguien padece de metagraña no puede siquiera señalar dónde le duele: parece dolerle una zona que está por fuera y por encima del cráneo, en algún lugar lejano e indefinido. Se trata de un dolor ubicuo que desalienta cualquier posibilidad de localización, aunque, paradójicamente, se puede localizar en la cabeza. Quizás pueda entenderse como si la propia cabeza hubiera cobrado el tamaño de todo el universo (en un proceso de titanestesia), y es esa cabeza titánica la que duele.
Si la palabra "migraña" proviene del griego hemicrania, la cual metafóricamente alude a un invisible y doloroso casco que comprime la mitad de la cabeza, la metagraña puede definirse como una fuerza que está más allá de la cabeza y que la comprime hasta obliterarla.
En la migraña el casco rodea de manera periférica al cráneo. En la metagraña, en cambio, el casco ocupa todo el universo, y la fuerza de compresión parece infinita.
Cuando alguien padece de metagraña no puede siquiera señalar dónde le duele: parece dolerle una zona que está por fuera y por encima del cráneo, en algún lugar lejano e indefinido. Se trata de un dolor ubicuo que desalienta cualquier posibilidad de localización, aunque, paradójicamente, se puede localizar en la cabeza. Quizás pueda entenderse como si la propia cabeza hubiera cobrado el tamaño de todo el universo (en un proceso de titanestesia), y es esa cabeza titánica la que duele.
martes, 29 de diciembre de 2009
Hemitopía
(Sustantivo. Del griego hemi = medio y topos = lugar)
Si la palabra "utopía" significa "lugar que no existe", la hemitopía es, literalmente, un "lugar que existe a medias". En un sentido más figurado, una hemitopía es una historia en la cual los sucesos sólo ocurrieron parcialmente: es el caso en el que se cuenta una "verdad a medias". La hemitopía, en este último sentido, es un mundo posible en el cual algunas cosas son idénticas a las de nuestro mundo, pero otras -la mitad, o una buena parte- son diferentes.
Si la palabra "utopía" significa "lugar que no existe", la hemitopía es, literalmente, un "lugar que existe a medias". En un sentido más figurado, una hemitopía es una historia en la cual los sucesos sólo ocurrieron parcialmente: es el caso en el que se cuenta una "verdad a medias". La hemitopía, en este último sentido, es un mundo posible en el cual algunas cosas son idénticas a las de nuestro mundo, pero otras -la mitad, o una buena parte- son diferentes.
lunes, 28 de diciembre de 2009
Anaprocacia
(Sustantivo femenino. Del griego ána = hacia arriba, arriba pro = adelante, hacia adelante y katá = hacia abajo. Adjetivo: anaprócata)
Imperiosa necesidad de derribar cosas.
El anaprócata ve una provocación en la verticalidad: cualquier objeto que sobresalga en forma enhiesta desafiando el horizonte le insufla el deseo de abatirlo. Una pila de libros, un árbol de navidad, un jenga son clásicos blancos de la anaprocacia.
La anaprocacia se genera, habitualmente, ante la visión no de un único objeto vertical, sino de muchos de ellos en forma de pila, o uno que contiene a otros de manera heterogénea y abigarrada. La anaprocacia se genera por la sensación de equilibrio inestable de los objetos apilados o combinados de manera vacilante y temblorosa.
Existen, desde luego, personas anaprócatas de temperamento. Para estos últimos, cualquier objeto vertical es digno de ser derribado. No importa si está bien firme en el suelo, o si resulta difícil o casi imposible: un poste de luz, un árbol, una montaña, un edificio.
Cuando una persona se enoja, a veces, da rienda suelta a su anaprocacia y derriba todo lo que encuentra a su paso con su furia.
Los niños suelen ser anaprocáticos por excelencia: levantan torres de rasti o de juguetes, y luego sienten un enorme placer en derribarlos.
Imperiosa necesidad de derribar cosas.
El anaprócata ve una provocación en la verticalidad: cualquier objeto que sobresalga en forma enhiesta desafiando el horizonte le insufla el deseo de abatirlo. Una pila de libros, un árbol de navidad, un jenga son clásicos blancos de la anaprocacia.
La anaprocacia se genera, habitualmente, ante la visión no de un único objeto vertical, sino de muchos de ellos en forma de pila, o uno que contiene a otros de manera heterogénea y abigarrada. La anaprocacia se genera por la sensación de equilibrio inestable de los objetos apilados o combinados de manera vacilante y temblorosa.
Existen, desde luego, personas anaprócatas de temperamento. Para estos últimos, cualquier objeto vertical es digno de ser derribado. No importa si está bien firme en el suelo, o si resulta difícil o casi imposible: un poste de luz, un árbol, una montaña, un edificio.
Cuando una persona se enoja, a veces, da rienda suelta a su anaprocacia y derriba todo lo que encuentra a su paso con su furia.
Los niños suelen ser anaprocáticos por excelencia: levantan torres de rasti o de juguetes, y luego sienten un enorme placer en derribarlos.
viernes, 25 de diciembre de 2009
Estílotro, a
(Adjetivo. De la expresión "Quiero esto y lo otro")
Dícese de quien al principio no pone exigencias, pero a último momento hace pedidos caprichosos y casi irrealizables.
Invitamos a un pariente a nuestra casa para cenar. Le preguntamos qué quiere comer y nos dice "con unos fideos está bien, no se compliquen mucho". Una hora antes de la cena nos llama para preguntar si la salsa que preparamos es putanesca o pesto. Le respondemos -con consternación- que sólo le pondremos una salsa de las que vienen en lata, y el molesto invitado retruca: "A mí las salsas en lata me dan alergia. Y los fideos sin salsa no me gustan. Y yo a los fideos los bajo siempre con un syrah bien añejado. De buena marca, ¿eh?". El invitado es un estílotro: parece que hubiera esperado hasta último momento para darnos todos esos detalles que nos hubieran sido de utilidad antes de preparar el encuentro.
Desde luego, los estílotros no sólo se encuentran en situaciones de encuentros culinarios con parientes. Un músico o un actor, cuando paran en un hotel durante sus giras, puede que al principio sólo pidan las sábanas limpias y un desayuno a las diez de la mañana. Pero cuando le traen las sábanas, aclara "yo las quería de raso dorado", y ante el desayuno continental, objeta: "yo desayuno con whisy importado y unas fetas de salame holandés con carne picada macerada al aceite de oliva con orégano"
En los ámbitos académicos y laborales se puede aplicar este término. Es estílotro un profesor que durante la cursada no es exigente y que, incluso, se muestra benévolo y poco rebuscado con sus alumnos. Pero cerca de la finalización del cursado, nos enrostra miles y miles de libros, y nos pide una monografía o un trabajo interminable como requisitos para rendir el examen final. También es estílotro un jefe que nos contrata para atender al público, pero cuando estamos por cerrar una venta nos pide que por favor atendamos el teléfono, que repongamos mercadería y que le llevemos un café irlandés bien cargado a su oficina.
Dícese de quien al principio no pone exigencias, pero a último momento hace pedidos caprichosos y casi irrealizables.
Invitamos a un pariente a nuestra casa para cenar. Le preguntamos qué quiere comer y nos dice "con unos fideos está bien, no se compliquen mucho". Una hora antes de la cena nos llama para preguntar si la salsa que preparamos es putanesca o pesto. Le respondemos -con consternación- que sólo le pondremos una salsa de las que vienen en lata, y el molesto invitado retruca: "A mí las salsas en lata me dan alergia. Y los fideos sin salsa no me gustan. Y yo a los fideos los bajo siempre con un syrah bien añejado. De buena marca, ¿eh?". El invitado es un estílotro: parece que hubiera esperado hasta último momento para darnos todos esos detalles que nos hubieran sido de utilidad antes de preparar el encuentro.
Desde luego, los estílotros no sólo se encuentran en situaciones de encuentros culinarios con parientes. Un músico o un actor, cuando paran en un hotel durante sus giras, puede que al principio sólo pidan las sábanas limpias y un desayuno a las diez de la mañana. Pero cuando le traen las sábanas, aclara "yo las quería de raso dorado", y ante el desayuno continental, objeta: "yo desayuno con whisy importado y unas fetas de salame holandés con carne picada macerada al aceite de oliva con orégano"
En los ámbitos académicos y laborales se puede aplicar este término. Es estílotro un profesor que durante la cursada no es exigente y que, incluso, se muestra benévolo y poco rebuscado con sus alumnos. Pero cerca de la finalización del cursado, nos enrostra miles y miles de libros, y nos pide una monografía o un trabajo interminable como requisitos para rendir el examen final. También es estílotro un jefe que nos contrata para atender al público, pero cuando estamos por cerrar una venta nos pide que por favor atendamos el teléfono, que repongamos mercadería y que le llevemos un café irlandés bien cargado a su oficina.
jueves, 24 de diciembre de 2009
Delograma
(Sustantivo. Del griego délos = claro, evidente y grámma = letra)
Palabra cuya etimología no tiene complejos vericuetos históricos y semánticos.
Muchas de las palabras que tenemos en el idioma español son producto de peripecias históricas y cruzamientos semánticos. De la palabra "bigote", difícilmente podamos rastrear a priori una etimología. Sabemos, sin embargo, que "bigote" proviene de cierta época en alguna región en España, en la cual había muchos soldados alemanes que tenían la costumbre de saludar "Bei Gott" (tal vez traducible como "vaya con Dios") y tocarse el bigote. De esa curiosa historia se deriva el nombre del bigote. Al analizar la etimología encontramos que los bigotes nada tienen que ver con "vaya con Dios", por lo cual ha habido aquí una fusión de hechos históricos que determinaron el uso de la palabra. "Bigote", entonces, no es un delograma: la etimología no tiene adecuación con el significado del término.
Al verano se lo llama, también "canícula". Me asombró descubrir que en latín "canicula" significa "perrita". ¿Qué relación puede haber entre las perritas y el verano? He aquí una palabra que tampoco es un delograma. Hace poco, gracias a este maravilloso diccionario de etimologías, descubrí que en Roma el verano coincidía con la aparición de la constelación del Can Mayor, conocida también como "la canícula".
Probablemente podamos encontrar un término que defina a estas palabras gestadas a partir de una etimología llena de vericuetos: son tafogramas, pues esconden (táfos) su conexión con el hecho que les dio origen.
Los tafogramas tienen una etimología puramente casual, aleatoria y son producto de la larga, compleja y diversa trama de las historias de los pueblos. Son inventos sin inventor; vocablos cuya fuerza semántica surgió muchas veces gracias a la feliz conjunción de algunos malentendidos que jamás fueron aclarados.
En contraste con los tafogramas, tenemos los delogramas: términos en los que se puede rastrear sin problemas la etimología. "Democracia", "Monarquía", "Soliloquio" y cientos de miles más. Son palabras que se conectan con su etimología sin conflictos y de manera transparente.
Palabra cuya etimología no tiene complejos vericuetos históricos y semánticos.
Muchas de las palabras que tenemos en el idioma español son producto de peripecias históricas y cruzamientos semánticos. De la palabra "bigote", difícilmente podamos rastrear a priori una etimología. Sabemos, sin embargo, que "bigote" proviene de cierta época en alguna región en España, en la cual había muchos soldados alemanes que tenían la costumbre de saludar "Bei Gott" (tal vez traducible como "vaya con Dios") y tocarse el bigote. De esa curiosa historia se deriva el nombre del bigote. Al analizar la etimología encontramos que los bigotes nada tienen que ver con "vaya con Dios", por lo cual ha habido aquí una fusión de hechos históricos que determinaron el uso de la palabra. "Bigote", entonces, no es un delograma: la etimología no tiene adecuación con el significado del término.
Al verano se lo llama, también "canícula". Me asombró descubrir que en latín "canicula" significa "perrita". ¿Qué relación puede haber entre las perritas y el verano? He aquí una palabra que tampoco es un delograma. Hace poco, gracias a este maravilloso diccionario de etimologías, descubrí que en Roma el verano coincidía con la aparición de la constelación del Can Mayor, conocida también como "la canícula".
Probablemente podamos encontrar un término que defina a estas palabras gestadas a partir de una etimología llena de vericuetos: son tafogramas, pues esconden (táfos) su conexión con el hecho que les dio origen.
Los tafogramas tienen una etimología puramente casual, aleatoria y son producto de la larga, compleja y diversa trama de las historias de los pueblos. Son inventos sin inventor; vocablos cuya fuerza semántica surgió muchas veces gracias a la feliz conjunción de algunos malentendidos que jamás fueron aclarados.
En contraste con los tafogramas, tenemos los delogramas: términos en los que se puede rastrear sin problemas la etimología. "Democracia", "Monarquía", "Soliloquio" y cientos de miles más. Son palabras que se conectan con su etimología sin conflictos y de manera transparente.
martes, 22 de diciembre de 2009
Prevenéreo
Modo en el que se imaginan las experiencias eróticas cuando jamás se las ha tenido.
Se considera prevenéreo a un pensamiento de índole erótica cuando se lo concibe antes de cualquier experiencia sexual, incluso masturbatoria. Los niños, cuando conocen en qué consiste el sexo, sólo pueden representarse las experiencias sexuales por analogía y de manera imperfecta. Cualquier intento por imaginar qué se siente tener sexo se convierte en una hipótesis de dudosa confiabilidad.
Los pensamientos prevenéreos también los tienen quienes se han volcado a la castidad de manera completa y total, y quienes no tienen desarrollado su aparato sexual, o lo han perdido (por algún accidente, o una enfermedad) a edad temprana.
Un excursus por la vida mental de un niño intentando imaginar qué es el sexo puede verse en esta entrada de mi otro blog, Monstruos y Berenjenas.
lunes, 21 de diciembre de 2009
Pretrete
(Adjetivo. Del latín pre = antes y traho = arrastrar)
Quien antes de presentarnos una cosa emite juicios de valor para condicionar nuestra opinión acerca de esa cosa.
"Escuchá el chiste que me contaron... Está buenísimo... Es uno de los chistes más graciosos del mundo... No puedo parar de reírme..." nos dice el pretrete. Luego nos cuenta el chiste y resultó que no era tan gracioso. Sin ánimo de discutir, le decimos que en verdad no nos pareció tan bueno, pero él se siente ofendido o sospecha que no lo hemos entendido, o incluso apela a que él no sabe contar chistes. El pretrete pretende arrastrarnos a su opinión (de ahí viene la etimología) sin que medie nuestro juicio, el cual podría ser disidente.
Los pretretes más patéticos son los que emiten juicios positivos acerca de sus propias obras, por lo general estéticas. Un escritor que dijera "Tenés que leer mi novela, está buenísima, no sabés el suspenso que tiene", o un músico que nos anuncia la "sensibilidad increíble" que tiene tal o cual canción y que "nos va a hacer llorar" es no sólo un pretrete, sino también un peligroso ególatra. A veces el pretrete ególatra realiza una falacia de apelación al pueblo: "todos los que leyeron mi novela dijeron que tenía un suspenso bien logrado... Si a vos no te pareció, entonces es problema tuyo". "La mayoría de los que escuchan mis canciones me agradecieron con lágrimas... Si a vos no te emocionan andá a ver a un psicólogo". Con este argumento, el pretrete cree que el dictamen de una supuesta mayoría es válido sin discusiones. El pretrete tiene una ilusoria e ingenua concepción de las experiencias estéticas: reclama para sí una uniformidad de juicio con respecto a su obra, cuando -precisamente- el masivo juicio uniforme es lo que tal vez evidenciaría la poca riqueza y profundidad de su trabajo. Por otra parte, cada vez que un autor pretende crear tal o cual emoción bien definida y determinada, está obrando como un miope: no es posible predecir lo que van a sentir los receptores de la obra, ni cómo va a ser recibida, ni qué reinterpretaciones se harán con ella.
(El chiste que ilustra el post -robado de este sitio- es el mejor del mundo. )
Quien antes de presentarnos una cosa emite juicios de valor para condicionar nuestra opinión acerca de esa cosa.
"Escuchá el chiste que me contaron... Está buenísimo... Es uno de los chistes más graciosos del mundo... No puedo parar de reírme..." nos dice el pretrete. Luego nos cuenta el chiste y resultó que no era tan gracioso. Sin ánimo de discutir, le decimos que en verdad no nos pareció tan bueno, pero él se siente ofendido o sospecha que no lo hemos entendido, o incluso apela a que él no sabe contar chistes. El pretrete pretende arrastrarnos a su opinión (de ahí viene la etimología) sin que medie nuestro juicio, el cual podría ser disidente.
Los pretretes más patéticos son los que emiten juicios positivos acerca de sus propias obras, por lo general estéticas. Un escritor que dijera "Tenés que leer mi novela, está buenísima, no sabés el suspenso que tiene", o un músico que nos anuncia la "sensibilidad increíble" que tiene tal o cual canción y que "nos va a hacer llorar" es no sólo un pretrete, sino también un peligroso ególatra. A veces el pretrete ególatra realiza una falacia de apelación al pueblo: "todos los que leyeron mi novela dijeron que tenía un suspenso bien logrado... Si a vos no te pareció, entonces es problema tuyo". "La mayoría de los que escuchan mis canciones me agradecieron con lágrimas... Si a vos no te emocionan andá a ver a un psicólogo". Con este argumento, el pretrete cree que el dictamen de una supuesta mayoría es válido sin discusiones. El pretrete tiene una ilusoria e ingenua concepción de las experiencias estéticas: reclama para sí una uniformidad de juicio con respecto a su obra, cuando -precisamente- el masivo juicio uniforme es lo que tal vez evidenciaría la poca riqueza y profundidad de su trabajo. Por otra parte, cada vez que un autor pretende crear tal o cual emoción bien definida y determinada, está obrando como un miope: no es posible predecir lo que van a sentir los receptores de la obra, ni cómo va a ser recibida, ni qué reinterpretaciones se harán con ella.
(El chiste que ilustra el post -robado de este sitio- es el mejor del mundo. )
viernes, 18 de diciembre de 2009
Chulafuertes
(Adjetivo. Idiotismo)
Dícese de quien habitualmente se toma las nalgas con las manos.
El clásico gesto de "agarrarse la cabeza", en el chulafuertes se traslada a las zonas lumbares. Sin embargo, un chulafuertes no necesita de un estado de preocupación para tocarse las nalgas. Por reflejo, pone los brazos en jarra pero en lugar de apoyar sus manos en la cintura (la postura clásica), las lleva hacia atrás y más abajo, adoptando una postura incómoda de ver. Desde luego, este caso de chulafuertes es socialmente tolerado. Existe un tipo de chulafuertes que se toca las nalgas con fruición, sin reparar en que puede haber gente que sienta incomodada.
A veces, las personas enchulenguizadas y enrajadas suelen darse cuenta de que, por el prominente tamaño de sus traseros, es probable que el pantalón les haya quedado por debajo de la línea visual aceptable y entonces recurren al manotazo para corroborar si eso es así o no. Se trata de un chulafuertes que se toca para contrarrestar los efectos nocivos del enrajamiento causado por la enchulenguización.
Los chulafuertes suelen ser extrovertidos, desenfadados y altamente prejuiciosos.
Dícese de quien habitualmente se toma las nalgas con las manos.
El clásico gesto de "agarrarse la cabeza", en el chulafuertes se traslada a las zonas lumbares. Sin embargo, un chulafuertes no necesita de un estado de preocupación para tocarse las nalgas. Por reflejo, pone los brazos en jarra pero en lugar de apoyar sus manos en la cintura (la postura clásica), las lleva hacia atrás y más abajo, adoptando una postura incómoda de ver. Desde luego, este caso de chulafuertes es socialmente tolerado. Existe un tipo de chulafuertes que se toca las nalgas con fruición, sin reparar en que puede haber gente que sienta incomodada.
A veces, las personas enchulenguizadas y enrajadas suelen darse cuenta de que, por el prominente tamaño de sus traseros, es probable que el pantalón les haya quedado por debajo de la línea visual aceptable y entonces recurren al manotazo para corroborar si eso es así o no. Se trata de un chulafuertes que se toca para contrarrestar los efectos nocivos del enrajamiento causado por la enchulenguización.
Los chulafuertes suelen ser extrovertidos, desenfadados y altamente prejuiciosos.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Ropipago
(De "rompe, pierde, pincha, paga")
1. Lugar o situación en la que debe abonarse por cualquier daño o desperfecto que ocurriera en un objeto mientras estamos ejecutándolo o mientras esté bajo nuestra responsabilidad.
En los juegos de pelota infantil existe la regla de "rompe, pierde, pincha, paga", cuya correcta lectura debe ser condicional: "si se rompe, se pierde, se pincha, entonces se paga". Esta regla la aplica el dueño de la pelota cuando decide prestarla, y se enuncia en el acto de préstamo. En una enunciación general, la regla se puede reducir a "rompe, paga".
Esta regla básica de prestamista se aplica a un sinfín de situaciones cotidianas. Si alquilamos vajilla para una fiesta, el ropipago suele ser parte de la condición de alquiler. Nótese que de acuerdo al tipo de objeto, el antecedente del condicional variará. En el caso de la vajilla, no se utilizará la condición antecedente "si se pincha", la cual sólo se puede aplicar a los objetos inflables.
Las casitas y los salones de fiestas; y los comercios en general funcionan como ropipagos. Cualquier cosa que se nos caiga de una estantería o cualquier producto que se deteriore por causa de nuestra acción, deberemos abonarla.
Conviene destacar que los ropipagos funcionan de dos maneras diferentes:
- Algunos ropipagos nos fuerzan a pagar cuando "algo sale mal", seamos o no nosotros los que hayan cometido el desperfecto. Es el caso de los salones y casitas de fiestas, por ejemplo. Si desaparece la vajilla, aun cuando no hayamos sido nosotros, sino uno de los invitados quien la robó, nosotros deberemos responder por esa vajilla.
- Otros ropipagos, en cambio, sólo nos hacen responsables de los desperfectos que nosotros mismos hemos cometido, como en el caso de los comercios. Si justo alguien nos roba lo que tenemos dentro del chango de compras, no pueden (no deberían) aplicarnos la regla del ropipago.
Tal como hemos definido a este término, resulta casi redundante. Inventar la palabra "ropipago" para referirse a "rompe, paga" es poca ganancia. El término tiene mayor utilidad si le damos una acepción menos tautológica:
2. Situación o lugar en el que se nos cobra por conceptos arbitrarios o que están al límite de lo que consideraríamos digno de ser cobrado.
Si en un estacionamiento (donde el pago se fracciona cada hora) nos cobran por dos horas cuando en realidad estuvimos una hora y tres segundos, entonces podremos decir con justicia que el estacionamiento es un ropipago. Si en el restaurante nos cobran no sólo por la comida, sino por las degustaciones, los grisines, el pan y el uso del agua del baño, entonces el lugar es un ropipago. Si el que nos presta la pelota, una vez que se la devolvemos, decide que está muy sucia o que ha quedado levemente desinflada y que, por lo tanto, es exigible una pelota nueva, entonces estaremos en la situación del ropipago.
Para todo liminfractor debería existir un ropipago en su segunda acepción.
1. Lugar o situación en la que debe abonarse por cualquier daño o desperfecto que ocurriera en un objeto mientras estamos ejecutándolo o mientras esté bajo nuestra responsabilidad.
En los juegos de pelota infantil existe la regla de "rompe, pierde, pincha, paga", cuya correcta lectura debe ser condicional: "si se rompe, se pierde, se pincha, entonces se paga". Esta regla la aplica el dueño de la pelota cuando decide prestarla, y se enuncia en el acto de préstamo. En una enunciación general, la regla se puede reducir a "rompe, paga".
Esta regla básica de prestamista se aplica a un sinfín de situaciones cotidianas. Si alquilamos vajilla para una fiesta, el ropipago suele ser parte de la condición de alquiler. Nótese que de acuerdo al tipo de objeto, el antecedente del condicional variará. En el caso de la vajilla, no se utilizará la condición antecedente "si se pincha", la cual sólo se puede aplicar a los objetos inflables.
Las casitas y los salones de fiestas; y los comercios en general funcionan como ropipagos. Cualquier cosa que se nos caiga de una estantería o cualquier producto que se deteriore por causa de nuestra acción, deberemos abonarla.
Conviene destacar que los ropipagos funcionan de dos maneras diferentes:
- Algunos ropipagos nos fuerzan a pagar cuando "algo sale mal", seamos o no nosotros los que hayan cometido el desperfecto. Es el caso de los salones y casitas de fiestas, por ejemplo. Si desaparece la vajilla, aun cuando no hayamos sido nosotros, sino uno de los invitados quien la robó, nosotros deberemos responder por esa vajilla.
- Otros ropipagos, en cambio, sólo nos hacen responsables de los desperfectos que nosotros mismos hemos cometido, como en el caso de los comercios. Si justo alguien nos roba lo que tenemos dentro del chango de compras, no pueden (no deberían) aplicarnos la regla del ropipago.
Tal como hemos definido a este término, resulta casi redundante. Inventar la palabra "ropipago" para referirse a "rompe, paga" es poca ganancia. El término tiene mayor utilidad si le damos una acepción menos tautológica:
2. Situación o lugar en el que se nos cobra por conceptos arbitrarios o que están al límite de lo que consideraríamos digno de ser cobrado.
Si en un estacionamiento (donde el pago se fracciona cada hora) nos cobran por dos horas cuando en realidad estuvimos una hora y tres segundos, entonces podremos decir con justicia que el estacionamiento es un ropipago. Si en el restaurante nos cobran no sólo por la comida, sino por las degustaciones, los grisines, el pan y el uso del agua del baño, entonces el lugar es un ropipago. Si el que nos presta la pelota, una vez que se la devolvemos, decide que está muy sucia o que ha quedado levemente desinflada y que, por lo tanto, es exigible una pelota nueva, entonces estaremos en la situación del ropipago.
Para todo liminfractor debería existir un ropipago en su segunda acepción.
martes, 15 de diciembre de 2009
Palimorfosis
(Sustantivo. Del griego pali = de nuevo y morphé = forma)
Proceso de transformación que finaliza dejando al individuo en el mismo estado en que estaba antes de la transformación.
Solemos creer que, después de un periodo de transformación, el individuo ya no es el mismo de antes. Sin embargo, existen procesos de cambio en los cuales el resultado final de ese cambio es, precisamente, el estado anterior al cambio: ese proceso inoperante es la palimorfosis.
En la naturaleza la palimorfosis es un raro suceso. Sería el caso de una larva que, después de volverse crisálida, se convirtiera otra vez en larva. O el niño que, después de la adolescencia, volviera a ser niño.
En los ámbitos de la vida humana, sin embargo, es posible que después de un proceso de cambio, ciertas cosas -las que precisamente debían cambiar- vuelvan al estado anterior al inicio del proceso. Si vamos a la peluquería y, después de muchos peinados, optamos por el mismo que ya traíamos; o si después de cambiarnos muchas veces la ropa nos ponemos los mismos pantalones, camisa y zapatos que teníamos antes de cambiarnos, entonces hemos sido víctimas de una palimorfosis.
En rigor el término debería aplicarse a los casos en que hay un verdadero proceso de transformación, y no simplemente un cambio de ropa o peinado. El término se podría aplicar mejor a una persona que se somete a complicadas cirugías estéticas y después del quirófano sale idéntica a como era antes. O el que, después de una paciente transformación de su espíritu, abandona el alcohol para entregarse al ayuno en un retiro espiritual, luego del cual volverá a su afición por la bebida.
Proceso de transformación que finaliza dejando al individuo en el mismo estado en que estaba antes de la transformación.
Solemos creer que, después de un periodo de transformación, el individuo ya no es el mismo de antes. Sin embargo, existen procesos de cambio en los cuales el resultado final de ese cambio es, precisamente, el estado anterior al cambio: ese proceso inoperante es la palimorfosis.
En la naturaleza la palimorfosis es un raro suceso. Sería el caso de una larva que, después de volverse crisálida, se convirtiera otra vez en larva. O el niño que, después de la adolescencia, volviera a ser niño.
En los ámbitos de la vida humana, sin embargo, es posible que después de un proceso de cambio, ciertas cosas -las que precisamente debían cambiar- vuelvan al estado anterior al inicio del proceso. Si vamos a la peluquería y, después de muchos peinados, optamos por el mismo que ya traíamos; o si después de cambiarnos muchas veces la ropa nos ponemos los mismos pantalones, camisa y zapatos que teníamos antes de cambiarnos, entonces hemos sido víctimas de una palimorfosis.
En rigor el término debería aplicarse a los casos en que hay un verdadero proceso de transformación, y no simplemente un cambio de ropa o peinado. El término se podría aplicar mejor a una persona que se somete a complicadas cirugías estéticas y después del quirófano sale idéntica a como era antes. O el que, después de una paciente transformación de su espíritu, abandona el alcohol para entregarse al ayuno en un retiro espiritual, luego del cual volverá a su afición por la bebida.
lunes, 14 de diciembre de 2009
Semprifecto, a
(Adjetivo. Del latín semper = siempre y conficio = terminar)
Dícese de la persona que nos dice que un proceso se está finalizando cuando no es verdad.
Pedimos unas empanadas por teléfono. Pasan dos horas, y las empanadas no llegan. Volvemos a llamar y el vendedor nos dice que "ya están saliendo". Pasa una hora más. Enfurecidos, vamos al teléfono y nos vuelven a decir que "ya salen". El vendedor es un semprifecto: sólo da una respuesta de compromiso. Quizás no sabe qué pasó con las empanadas; tal vez no tenga la menor idea de por qué no llegan a nuestro domicilio. Pero él, ante esa ignorancia, se limita a asegurarnos que todo marcha bien y sólo nos pide un poco de paciencia.
Cuando se trata de pedir empanadas, uno puede simplemente negarse a recibir un pedido que se demoró tres horas. Sin embargo, los semprifectos están en todos los rubros, desde los oficios hasta la burocracia. Si hace diez años iniciamos un juicio laboral, nuestro abogado pretenderá darnos un consuelo: "ya sale", "ya sale el jucio", "ya se pone fecha". El plomero, después de tres días de trabajo en nuestro baño, puede decir que "ya termina", aunque siga viniendo por dos semanas más y deje la mitad de los caños rotos. Los semprifectos nos dejan siempre con la duda acerca de qué demonios está pasando en todo ese tiempo en que se demoran. Nunca hay una explicación ni rendición de cuentas. La cosa, simplemente, se demoró más de la cuenta y punto.
A veces encontramos que la cosa parece estar finalizada. Sin embargo, el semprifecto nos advierte que eso no es cierto: su trabajo todavía necesita "retoques". Esos "retoques" pueden llevar décadas, y a veces no son simples terminaciones: suelen ser partes esenciales del proceso que se disimulan bien. El caso es que, por culpa de esos "retoques" que no se atendieron, muchas veces el proceso vuelve hacia atrás o queda en un punto muerto. Nuestro expediente de juicio se pierde en un mar de expedientes, y nuestros caños se vuelven a romper al poco tiempo, convirtiendo a nuestro baño en un mar.
El semprifecto, para ser tal, necesariamente debe perjudicar a un tercero. No es el caso del egreta, quien, a pesar de que no termina sus carreras, quizás sólo se perjudique a sí mismo.
Un grave problema que tienen los semprifectos es que, dado el apuro que a veces tienen para concluir algo que ya se demoró demasiado, terminan chanchaneando todo el proceso.
Dícese de la persona que nos dice que un proceso se está finalizando cuando no es verdad.
Pedimos unas empanadas por teléfono. Pasan dos horas, y las empanadas no llegan. Volvemos a llamar y el vendedor nos dice que "ya están saliendo". Pasa una hora más. Enfurecidos, vamos al teléfono y nos vuelven a decir que "ya salen". El vendedor es un semprifecto: sólo da una respuesta de compromiso. Quizás no sabe qué pasó con las empanadas; tal vez no tenga la menor idea de por qué no llegan a nuestro domicilio. Pero él, ante esa ignorancia, se limita a asegurarnos que todo marcha bien y sólo nos pide un poco de paciencia.
Cuando se trata de pedir empanadas, uno puede simplemente negarse a recibir un pedido que se demoró tres horas. Sin embargo, los semprifectos están en todos los rubros, desde los oficios hasta la burocracia. Si hace diez años iniciamos un juicio laboral, nuestro abogado pretenderá darnos un consuelo: "ya sale", "ya sale el jucio", "ya se pone fecha". El plomero, después de tres días de trabajo en nuestro baño, puede decir que "ya termina", aunque siga viniendo por dos semanas más y deje la mitad de los caños rotos. Los semprifectos nos dejan siempre con la duda acerca de qué demonios está pasando en todo ese tiempo en que se demoran. Nunca hay una explicación ni rendición de cuentas. La cosa, simplemente, se demoró más de la cuenta y punto.
A veces encontramos que la cosa parece estar finalizada. Sin embargo, el semprifecto nos advierte que eso no es cierto: su trabajo todavía necesita "retoques". Esos "retoques" pueden llevar décadas, y a veces no son simples terminaciones: suelen ser partes esenciales del proceso que se disimulan bien. El caso es que, por culpa de esos "retoques" que no se atendieron, muchas veces el proceso vuelve hacia atrás o queda en un punto muerto. Nuestro expediente de juicio se pierde en un mar de expedientes, y nuestros caños se vuelven a romper al poco tiempo, convirtiendo a nuestro baño en un mar.
El semprifecto, para ser tal, necesariamente debe perjudicar a un tercero. No es el caso del egreta, quien, a pesar de que no termina sus carreras, quizás sólo se perjudique a sí mismo.
Un grave problema que tienen los semprifectos es que, dado el apuro que a veces tienen para concluir algo que ya se demoró demasiado, terminan chanchaneando todo el proceso.
viernes, 11 de diciembre de 2009
Moripendia
(Sustantivo. Del latín mos = costumbre y pendere = colgar, pender. Adjetivo: moripéndico,a)
Mala costumbre de dejar cosas colgando de manera incómoda, pendular y tambaleante.
El moripéndico acumula ropa en el perchero y jamás la guarda en el placard hasta que las camperas y sobretodos se desmoronan sobre el piso. En la cocina de su casa, tiene utensilios que cuelgan de la pared, algunos de los cuales cuelgan bolsas llenas de fideos o de otros utensilios. En las toballeras y agarraderas del baño deja bolsas con cepillos para dientes, algodón o toallas femeninas. Cada manija, gancho o penestal de la casa es una excusa para enganchar algo y dejarlo allí como si fuera su lugar definitivo. Así, cualquier parte saliente de una pared se convierte en un curioso colocio vertical.
Mientras el ekekista se cuelga cosas -preferentemente bolsas- de su propio cuerpo, el moripéndico las cuelga en el ambiente que lo rodea. Aunque en verdad, ambos términos comparten un gran campo semántico.
No confundir con morifendia.
Mala costumbre de dejar cosas colgando de manera incómoda, pendular y tambaleante.
El moripéndico acumula ropa en el perchero y jamás la guarda en el placard hasta que las camperas y sobretodos se desmoronan sobre el piso. En la cocina de su casa, tiene utensilios que cuelgan de la pared, algunos de los cuales cuelgan bolsas llenas de fideos o de otros utensilios. En las toballeras y agarraderas del baño deja bolsas con cepillos para dientes, algodón o toallas femeninas. Cada manija, gancho o penestal de la casa es una excusa para enganchar algo y dejarlo allí como si fuera su lugar definitivo. Así, cualquier parte saliente de una pared se convierte en un curioso colocio vertical.
Mientras el ekekista se cuelga cosas -preferentemente bolsas- de su propio cuerpo, el moripéndico las cuelga en el ambiente que lo rodea. Aunque en verdad, ambos términos comparten un gran campo semántico.
No confundir con morifendia.
jueves, 10 de diciembre de 2009
Buataflora
(Adjetivo. De buata = panza, estómago y Flora = nombre propio. No cambia de desinencia por género: es un buataflora; es una buataflora)
Así como el gataflora nunca sabe lo que quiere, el buataflora es aquel que tiene gustos culinarios contradictorios y exhibe una conducta alimentaria caprichosa.
El buataflora manifiesta su deseo urgente de comer helado de vainilla. Cuando le sirven el helado se siente hastiado y asqueado después de unas pocas cucharadas, y de inmediato declara su repugnancia por el helado. Se sirve agua y bebe con fruición, pero al instante hace un rictus de asco y dice que el agua tiene gusto a cloro o que le encuentra un sabor horrible, a pesar de que se tomó casi dos litros sin respirar.
El buataflora es antojadizo. Va por la calle y de pronto tiene inmensos deseos de comer mariscos. Como no encuentra marisquerías cerca, se frustra y maldice por un momento. Luego cambia de ambición: ahora quiere comer chocolates. Compra una enorme barra de chocolate con leche y se la zampa. Cuando termina de comerla, se lamenta de no haber conseguido mariscos, y se queja de que el chocolate le va a caer mal. Al instante ve una publicidad de chocolate blanco y sale corriendo a comprar un nuevo chocolate -blanco- y lo devora. Momentos después volverá a quejarse.
Si en un restaurante el buataflora pide ravioles en lugar de pollo, se imagina que el pollo hubiera estado mejor que las pastas. Si pide pollo en lugar de pastas, fantasea con que los ravioles hubieran sido mucho más apetecibles. En todo caso, sólo come dos o tres bocados y, entre resoplidos, revela que la comida (pollo o pastas) le ha caído como una piedra, y que tal vez ahora le vendría bien una ensaladita.
Así como el gataflora nunca sabe lo que quiere, el buataflora es aquel que tiene gustos culinarios contradictorios y exhibe una conducta alimentaria caprichosa.
El buataflora manifiesta su deseo urgente de comer helado de vainilla. Cuando le sirven el helado se siente hastiado y asqueado después de unas pocas cucharadas, y de inmediato declara su repugnancia por el helado. Se sirve agua y bebe con fruición, pero al instante hace un rictus de asco y dice que el agua tiene gusto a cloro o que le encuentra un sabor horrible, a pesar de que se tomó casi dos litros sin respirar.
El buataflora es antojadizo. Va por la calle y de pronto tiene inmensos deseos de comer mariscos. Como no encuentra marisquerías cerca, se frustra y maldice por un momento. Luego cambia de ambición: ahora quiere comer chocolates. Compra una enorme barra de chocolate con leche y se la zampa. Cuando termina de comerla, se lamenta de no haber conseguido mariscos, y se queja de que el chocolate le va a caer mal. Al instante ve una publicidad de chocolate blanco y sale corriendo a comprar un nuevo chocolate -blanco- y lo devora. Momentos después volverá a quejarse.
Si en un restaurante el buataflora pide ravioles en lugar de pollo, se imagina que el pollo hubiera estado mejor que las pastas. Si pide pollo en lugar de pastas, fantasea con que los ravioles hubieran sido mucho más apetecibles. En todo caso, sólo come dos o tres bocados y, entre resoplidos, revela que la comida (pollo o pastas) le ha caído como una piedra, y que tal vez ahora le vendría bien una ensaladita.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Bisoliña
(Sustantivo. Del latín bi = dos y solis = sol)
1. Semejanza que poseen los días feriados con un domingo.
2. Sentimiento de confusión derivado de creer que un determinado día feriado es domingo.
Los días, habitualmente, tienen una forma. Un martes es parecido a un jueves, pero ninguno de ellos es igual a un domingo o un sábado. Sin embargo, a veces, los días hábiles se disfrazan de otros; con una camaleónica apariencia de fin de semana nos inducen a relajar costumbres y a desvirtuar nuestra percepción del paso de los días.
Cuando un feriado cae martes, miércoles o jueves, la ciudad adquiere el mismo aspecto que el que suele tener cuando es domingo: los negocios están cerrados y hay pocos autos en la calle. Las rutinas de la gente, además, se modifican: muchos duermen hasta muy tarde, apagan el teléfono celular, o se levantan para cortar el césped y preparar un asado. Uno puede caer en la trampa y "sentirse como en domingo", sin reparar en que el día anterior no fue sábado y en que el día siguiente no será lunes. El domingo se ha vuelto a colar en mitad de la semana, dejando a la ciudad mortecina y a nuestra voluntad despistada.
Sin embargo, en algún momento del día alguien enciende el televisor y, en vez de esas películas de dinosaurios de los fin de semana, están dando el informativo como cualquier día laboral. Entonces nos damos cuenta de que hemos sufrido bisoliña: fuimos atrapados por la melancólica y oportunista tranquilidad de un falso domingo.
El término se deriva de "dies solis" (día del sol), tal como llamaban al domingo en la Roma de los primeros siglos. "Bisoliña" puede traducirse con cierta liberalidad como "domingo doble", en alusión a una semana que tiene un día feriado que parece domingo y que, por lo tanto, tiene dos domingos.
Palabras relacionadas: Hemeromorfia, Huicar.
1. Semejanza que poseen los días feriados con un domingo.
2. Sentimiento de confusión derivado de creer que un determinado día feriado es domingo.
Los días, habitualmente, tienen una forma. Un martes es parecido a un jueves, pero ninguno de ellos es igual a un domingo o un sábado. Sin embargo, a veces, los días hábiles se disfrazan de otros; con una camaleónica apariencia de fin de semana nos inducen a relajar costumbres y a desvirtuar nuestra percepción del paso de los días.
Cuando un feriado cae martes, miércoles o jueves, la ciudad adquiere el mismo aspecto que el que suele tener cuando es domingo: los negocios están cerrados y hay pocos autos en la calle. Las rutinas de la gente, además, se modifican: muchos duermen hasta muy tarde, apagan el teléfono celular, o se levantan para cortar el césped y preparar un asado. Uno puede caer en la trampa y "sentirse como en domingo", sin reparar en que el día anterior no fue sábado y en que el día siguiente no será lunes. El domingo se ha vuelto a colar en mitad de la semana, dejando a la ciudad mortecina y a nuestra voluntad despistada.
Sin embargo, en algún momento del día alguien enciende el televisor y, en vez de esas películas de dinosaurios de los fin de semana, están dando el informativo como cualquier día laboral. Entonces nos damos cuenta de que hemos sufrido bisoliña: fuimos atrapados por la melancólica y oportunista tranquilidad de un falso domingo.
El término se deriva de "dies solis" (día del sol), tal como llamaban al domingo en la Roma de los primeros siglos. "Bisoliña" puede traducirse con cierta liberalidad como "domingo doble", en alusión a una semana que tiene un día feriado que parece domingo y que, por lo tanto, tiene dos domingos.
Palabras relacionadas: Hemeromorfia, Huicar.
martes, 8 de diciembre de 2009
Cupifrucción
(Sustantivo. Del latín cupido = pasión, deseo y fruor = disfrutar)
Afición a medio camino entre la pasión y la adicción.
Existen ciertos hobbies, pasatiempos y trabajos de los cuales se dice que quien los practica muy asiduamente es un apasionado. Este es el caso de los hinchas de fútbol, de los seguidores de una serie televisiva, de quienes hacen arreglos en el hogar y de los científicos o artistas que trabajan hasta la extenuación y sin pausa. Sin embargo, aun cuando se se las ejerza durante menor cantidad de tiempo, hay otras actividades a las que de inmediato se las califica de "adicción" si se vuelven frecuentes: el juego, la computadora, la televisión indiscriminada, los mensajes de texto por celular, el habla por teléfono, el chat. También, por supuesto, las drogas, el cigarrillo y el alcohol.
¿Cuál es la línea que separa un hábito apasionado de una adicción? Muchas veces la frontera es apenas un prejuicio. Un hincha de fútbol puede sufrir síndrome de abstinencia si no va el domingo a la cancha, y puede estar deprimido durante dos semanas si su equipo va al descenso. Pero a pesar de estos inequívocos indicios de adicción, se dice que su amor por el club es muy grande. En cambio, si una persona decide fumar un cigarrillo por semana, o juega al póker una vez al mes, o hacer el amor con una nueva mujer cada día, se suele decir que esa periódica necesidad es lisa y llanamente una adicción. Rara vez decimos que alguien es adicto a la cancha y a las matemáticas, o apasionado del cigarrillo, del póker y del sexo poligámico.
Se podría pensar que el adicto no disfruta de su adicción, y el apasionado sí lo hace. Pero esta frontera no es crucial ni concluyente: la pasión es, muchas veces, dolorosa. La adicción, cuando puede ejercerse a las anchas y sin culpa, es verdaderamente apasionante. Ocurre muchas veces que la pasión es adictiva (se ejerce sin control y con dolor, pero se la desea), y la adicción genera un apasionante placer.
De la adicción se sabe que es incontrolable. ¿Es controlable, en cambio, una pasión?
La pasión -se supone- exalta el espíritu y deja al desnudo un costado dramático y a veces trágico de la vida. ¿No sirve al mismo propósito, acaso, una adicción?
La adicción no puede abandonarse. ¿Puede, en cambio, dejarse de lado una pasión?
No hay voluntad en la pasión. ¿La hay, acaso, en la adicción?
La adicción destruye la vida. La pasión también.
La ausencia de pasiones y de adicciones también.
Cuando no podemos decidir si en el fondo hay o no hay adicción, y cuando no sabemos si esa necesidad periódica es de verdad una pasión irrefrenable, podemos decir que se tiene cupifrucción.
¿Es Exonario fruto de la cupifrucción? ¿O sólo es una pasión inútil? ¿O es una leve adicción? ¿O es apenas una afición anodina e inofensiva?
¿Se puede ser adicto a las cupifrucciones? ¿O quien padece de cupifrucción es un apasionado?
Afición a medio camino entre la pasión y la adicción.
Existen ciertos hobbies, pasatiempos y trabajos de los cuales se dice que quien los practica muy asiduamente es un apasionado. Este es el caso de los hinchas de fútbol, de los seguidores de una serie televisiva, de quienes hacen arreglos en el hogar y de los científicos o artistas que trabajan hasta la extenuación y sin pausa. Sin embargo, aun cuando se se las ejerza durante menor cantidad de tiempo, hay otras actividades a las que de inmediato se las califica de "adicción" si se vuelven frecuentes: el juego, la computadora, la televisión indiscriminada, los mensajes de texto por celular, el habla por teléfono, el chat. También, por supuesto, las drogas, el cigarrillo y el alcohol.
¿Cuál es la línea que separa un hábito apasionado de una adicción? Muchas veces la frontera es apenas un prejuicio. Un hincha de fútbol puede sufrir síndrome de abstinencia si no va el domingo a la cancha, y puede estar deprimido durante dos semanas si su equipo va al descenso. Pero a pesar de estos inequívocos indicios de adicción, se dice que su amor por el club es muy grande. En cambio, si una persona decide fumar un cigarrillo por semana, o juega al póker una vez al mes, o hacer el amor con una nueva mujer cada día, se suele decir que esa periódica necesidad es lisa y llanamente una adicción. Rara vez decimos que alguien es adicto a la cancha y a las matemáticas, o apasionado del cigarrillo, del póker y del sexo poligámico.
Se podría pensar que el adicto no disfruta de su adicción, y el apasionado sí lo hace. Pero esta frontera no es crucial ni concluyente: la pasión es, muchas veces, dolorosa. La adicción, cuando puede ejercerse a las anchas y sin culpa, es verdaderamente apasionante. Ocurre muchas veces que la pasión es adictiva (se ejerce sin control y con dolor, pero se la desea), y la adicción genera un apasionante placer.
De la adicción se sabe que es incontrolable. ¿Es controlable, en cambio, una pasión?
La pasión -se supone- exalta el espíritu y deja al desnudo un costado dramático y a veces trágico de la vida. ¿No sirve al mismo propósito, acaso, una adicción?
La adicción no puede abandonarse. ¿Puede, en cambio, dejarse de lado una pasión?
No hay voluntad en la pasión. ¿La hay, acaso, en la adicción?
La adicción destruye la vida. La pasión también.
La ausencia de pasiones y de adicciones también.
Cuando no podemos decidir si en el fondo hay o no hay adicción, y cuando no sabemos si esa necesidad periódica es de verdad una pasión irrefrenable, podemos decir que se tiene cupifrucción.
¿Es Exonario fruto de la cupifrucción? ¿O sólo es una pasión inútil? ¿O es una leve adicción? ¿O es apenas una afición anodina e inofensiva?
¿Se puede ser adicto a las cupifrucciones? ¿O quien padece de cupifrucción es un apasionado?
lunes, 7 de diciembre de 2009
Notriplo
(Sustantivo. De "no hay triple")
Problema técnico de último momento, imprevisible y casi siempre solucionable.
No importa qué tan precavidos hayamos sido para preparar un evento: siempre habrá una falla técnica que servirá para desbaratar cualquier previsión. Si llevamos la computadora para conectar a un proyector, el cual a su vez deberá proyectar una secuencia de power point en una pantalla gigante; si a su vez tenemos el recaudo de llevar repuestos para todo (una segunda computadora, otro proyector), seguramente no podremos conectarlos porque algún cable dejó de funcionar, los adaptadores no son los correctos, la presentación de power point estaba en la secuencia equivocada; o la llave térmica comienza a saltar repetidas veces por algún misterioso motivo.
Si alguien debe hablar por un micrófono, es casi seguro que al principio no se le escucha; el amplificador al cual el micrófono está conectado no enciende o, aun si encendiera, no transmite el sonido del micrófono; o los parlantes hacen un ruido sordo y continuo, o -una vez más- la llave térmica comienza a saltar miles de veces.
Los notriplos acechan en la preparación de cualquier evento. Siempre es mejor ser espontáneo que obsesivamente detallista: no hay manera de preverlo todo. Sin embargo, a veces con remiendos inestables y después de una desesperante corrida, el problema se soluciona de manera parcial, y el evento se desarrolla con tranquilidad, aunque no en condiciones óptimas. Quizás la proyección del power point se vea oscura, o muy chiquita. Quizás la voz del micrófono se oiga, aunque con ruido de fondo y con breves cortes.
Muchas veces se puede sortear la dificultad del notriplo gracias a la cinta adhesiva, los cables pelados (que se conectan directamente a la fuente), los alambres, e incluso los golpes y las patadas. De hecho, los notriplos surgen en contextos en los cuales resulta imposible hacer un examen minucioso del problema: hay que actuar rápido, sin darle importancia a la estética o a la moderación. El acto de aplicar un puntapié a un micrófono o a una notebook puede cumplir el doble propósito de hacer funcionar al aparato y, además, descargar la tensión. Si el aparato no funciona de todos modos, al menos nos habremos vengado de él a los golpes.
La expresión "notriplo" surge (probablemente) del hecho de no poder conectar un aparato electrónico por falta de un adaptador triple.
Un ejemplo de notriplo puede verse en esta entrada.
Problema técnico de último momento, imprevisible y casi siempre solucionable.
No importa qué tan precavidos hayamos sido para preparar un evento: siempre habrá una falla técnica que servirá para desbaratar cualquier previsión. Si llevamos la computadora para conectar a un proyector, el cual a su vez deberá proyectar una secuencia de power point en una pantalla gigante; si a su vez tenemos el recaudo de llevar repuestos para todo (una segunda computadora, otro proyector), seguramente no podremos conectarlos porque algún cable dejó de funcionar, los adaptadores no son los correctos, la presentación de power point estaba en la secuencia equivocada; o la llave térmica comienza a saltar repetidas veces por algún misterioso motivo.
Si alguien debe hablar por un micrófono, es casi seguro que al principio no se le escucha; el amplificador al cual el micrófono está conectado no enciende o, aun si encendiera, no transmite el sonido del micrófono; o los parlantes hacen un ruido sordo y continuo, o -una vez más- la llave térmica comienza a saltar miles de veces.
Los notriplos acechan en la preparación de cualquier evento. Siempre es mejor ser espontáneo que obsesivamente detallista: no hay manera de preverlo todo. Sin embargo, a veces con remiendos inestables y después de una desesperante corrida, el problema se soluciona de manera parcial, y el evento se desarrolla con tranquilidad, aunque no en condiciones óptimas. Quizás la proyección del power point se vea oscura, o muy chiquita. Quizás la voz del micrófono se oiga, aunque con ruido de fondo y con breves cortes.
Muchas veces se puede sortear la dificultad del notriplo gracias a la cinta adhesiva, los cables pelados (que se conectan directamente a la fuente), los alambres, e incluso los golpes y las patadas. De hecho, los notriplos surgen en contextos en los cuales resulta imposible hacer un examen minucioso del problema: hay que actuar rápido, sin darle importancia a la estética o a la moderación. El acto de aplicar un puntapié a un micrófono o a una notebook puede cumplir el doble propósito de hacer funcionar al aparato y, además, descargar la tensión. Si el aparato no funciona de todos modos, al menos nos habremos vengado de él a los golpes.
La expresión "notriplo" surge (probablemente) del hecho de no poder conectar un aparato electrónico por falta de un adaptador triple.
Un ejemplo de notriplo puede verse en esta entrada.
sábado, 5 de diciembre de 2009
Estentóbaro
(Palabra y definición enviadas por Wolfgang)
(adj., de Estentor, guerrero griego nombrado en la "Ilíada" de Homero, cuya voz equiparaba la de cincuenta hombres juntos, con el sufijo gr. baro, pesado):
Dícese de la persona de voz excesivamente potente y de carácter exuberante, que irrumpe con comentarios inoportunos, volviéndose francamente pesada.
Un profesor está dando clase y trata de ser claro, de llegar a sus alumnos con los mejores argumentos que encuentra a mano. Claro que, el infaltable estentóbaro (no siempre masculino, pero casi), no deja pasar la ocasión de romper el clima cuasi religioso que se produce a veces, con un comentario que no tiene nada que ver y que sustrae completamente al alumnado del contexto didáctico: "Si sigue lloviendo así, hoy vamos a salir nadando de acá" o "¿Para ustedes quién gana el concurso de baile?"
(adj., de Estentor, guerrero griego nombrado en la "Ilíada" de Homero, cuya voz equiparaba la de cincuenta hombres juntos, con el sufijo gr. baro, pesado):
Dícese de la persona de voz excesivamente potente y de carácter exuberante, que irrumpe con comentarios inoportunos, volviéndose francamente pesada.
Un profesor está dando clase y trata de ser claro, de llegar a sus alumnos con los mejores argumentos que encuentra a mano. Claro que, el infaltable estentóbaro (no siempre masculino, pero casi), no deja pasar la ocasión de romper el clima cuasi religioso que se produce a veces, con un comentario que no tiene nada que ver y que sustrae completamente al alumnado del contexto didáctico: "Si sigue lloviendo así, hoy vamos a salir nadando de acá" o "¿Para ustedes quién gana el concurso de baile?"
viernes, 4 de diciembre de 2009
Preclamar
(Verbo intransitivo. Del latín pre = antes y clamo = gritar. Sustantivo: preclamor)
Gritar prematuramente ante la inminencia de un hecho que finalmente no ocurre.
Le han quitado la espoleta a una granada y gritamos, porque va a explotar en cualquier momento. Sin embargo pasan los minutos, las horas y los días, y la explosión nunca llega: era una granada de juguete. Hemos gritado en vano y nos sentimos ligeramente estúpidos: preclamamos creyendo que era nuestro extrecanor, pero sólo se trató de una falsa alarma.
Si alguien camina por el borde de un precipicio; si parece tropezarse y si finalmente no se cae, quizás hayamos emitido algún preclamor. Los gritos de asombro ante un espectáculo de acrobacia suelen ser preclamores: anticipan una terrible caída o un golpe fatal. De hecho, en todo espectáculo en el que haya peligro los preclamores son parte del efecto deseado.
No sólo se preclama ante hechos violentos y que pueden involucrar la muerte. Si en la elección de la reina una candidata grita de emoción antes de que se diga quién es la ganadora, y si luego no es ella la elegida, habrá preclamado.
Gritar prematuramente ante la inminencia de un hecho que finalmente no ocurre.
Le han quitado la espoleta a una granada y gritamos, porque va a explotar en cualquier momento. Sin embargo pasan los minutos, las horas y los días, y la explosión nunca llega: era una granada de juguete. Hemos gritado en vano y nos sentimos ligeramente estúpidos: preclamamos creyendo que era nuestro extrecanor, pero sólo se trató de una falsa alarma.
Si alguien camina por el borde de un precipicio; si parece tropezarse y si finalmente no se cae, quizás hayamos emitido algún preclamor. Los gritos de asombro ante un espectáculo de acrobacia suelen ser preclamores: anticipan una terrible caída o un golpe fatal. De hecho, en todo espectáculo en el que haya peligro los preclamores son parte del efecto deseado.
No sólo se preclama ante hechos violentos y que pueden involucrar la muerte. Si en la elección de la reina una candidata grita de emoción antes de que se diga quién es la ganadora, y si luego no es ella la elegida, habrá preclamado.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Biogeomorfo,a
(Adjetivo. Del griego bios = vida; gea = tierra y morphé = forma)
Aplícase a seres extraterrestres: que tiene la apariencia de algún ser vivo de la Tierra.
No sólo es muy improbable que un extraterrestre se parezca a un ser humano. Tampoco es de esperar que tenga algún rasgo de alguna de las múltiples formas de vida de la Tierra.
Si solamente en nuestro planeta hay una diversidad de especies cuya morfología es casi imposible de imaginar, ¿por qué un extraterrestre, quien no comparte nuestro tronco evolutivo ni (presumiblemente) nuestra composición química, debiera parecerse aunque sea un poco a cualquier ser vivo conocido?
Sin embargo, si un extraterrestre tuviera algún parecido ya no con los seres humanos, sino con cualquier otro ser vivo -desde una bacteria hasta un pez abisal-, diremos que es biogeomorfo.
A veces se aplica este término de una manera más restringida. Quizás -se admite- un extraterrestre se pudiera parecer a algún ser vivo, pero sólo diremos que es biogeomorfo si se parece en muchos aspectos a alguna de las especies superiores con las que los humanos tenemos más familiaridad. Por ejemplo, será biogeomorfo si se parece a un caballo, y no lo será si semeja un Saccopharynx lavenbergi o un Mertensia ovum, raros animales marinos.
(En la foto, un pulpo dumbo o grimpoteuthis. ¿Qué tan parecida a este pulpo será alguna de las inimaginables criaturas extraterrestres que pudieran estar visitando nuestro planeta ahora mismo?)
Aplícase a seres extraterrestres: que tiene la apariencia de algún ser vivo de la Tierra.
No sólo es muy improbable que un extraterrestre se parezca a un ser humano. Tampoco es de esperar que tenga algún rasgo de alguna de las múltiples formas de vida de la Tierra.
Si solamente en nuestro planeta hay una diversidad de especies cuya morfología es casi imposible de imaginar, ¿por qué un extraterrestre, quien no comparte nuestro tronco evolutivo ni (presumiblemente) nuestra composición química, debiera parecerse aunque sea un poco a cualquier ser vivo conocido?
Sin embargo, si un extraterrestre tuviera algún parecido ya no con los seres humanos, sino con cualquier otro ser vivo -desde una bacteria hasta un pez abisal-, diremos que es biogeomorfo.
A veces se aplica este término de una manera más restringida. Quizás -se admite- un extraterrestre se pudiera parecer a algún ser vivo, pero sólo diremos que es biogeomorfo si se parece en muchos aspectos a alguna de las especies superiores con las que los humanos tenemos más familiaridad. Por ejemplo, será biogeomorfo si se parece a un caballo, y no lo será si semeja un Saccopharynx lavenbergi o un Mertensia ovum, raros animales marinos.
(En la foto, un pulpo dumbo o grimpoteuthis. ¿Qué tan parecida a este pulpo será alguna de las inimaginables criaturas extraterrestres que pudieran estar visitando nuestro planeta ahora mismo?)
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Estistremia
(Sustantivo. Del latín aestas = verano y extremus = final, último)
Sensación de relajación, alegría y nostalgia que provoca la inminente finalización del año.
Durante el mes de diciembre aparecen los primeros indicios de la la pausa veraniega: las clases finalizan, los programas de televisión se despiden hasta el año siguiente; las vidrieras se pueblan de ofertas para vacaciones y adornos navideños; el calor inunda las calles, la gente se acuesta más tarde y sale a sentarse en la vereda hasta la madrugada. Algunas obligaciones pueden postergarse; las promesas se dejan "para después del verano" y se programan encuentros con amigos y parientes que volvieron a pasar las fiestas con su familia. Muchas de las rutinas cotidianas se ven alteradas, y a veces se llega a sentir un poco de nostalgia por el año que pasó.
Ese delicado, breve y silencioso despliegue de emociones que se activa durante los primeros días de diciembre, específicamente en los países del hemisferio sur (en los que hace calor para esa época) es la estitremia.
Si esta sensación se prolonga durante un largo periodo que va más allá del mes de diciembre, y si se le quita el componente de nostalgia, ya debemos hablar del navidar.
Sensación de relajación, alegría y nostalgia que provoca la inminente finalización del año.
Durante el mes de diciembre aparecen los primeros indicios de la la pausa veraniega: las clases finalizan, los programas de televisión se despiden hasta el año siguiente; las vidrieras se pueblan de ofertas para vacaciones y adornos navideños; el calor inunda las calles, la gente se acuesta más tarde y sale a sentarse en la vereda hasta la madrugada. Algunas obligaciones pueden postergarse; las promesas se dejan "para después del verano" y se programan encuentros con amigos y parientes que volvieron a pasar las fiestas con su familia. Muchas de las rutinas cotidianas se ven alteradas, y a veces se llega a sentir un poco de nostalgia por el año que pasó.
Ese delicado, breve y silencioso despliegue de emociones que se activa durante los primeros días de diciembre, específicamente en los países del hemisferio sur (en los que hace calor para esa época) es la estitremia.
Si esta sensación se prolonga durante un largo periodo que va más allá del mes de diciembre, y si se le quita el componente de nostalgia, ya debemos hablar del navidar.
martes, 1 de diciembre de 2009
Chairolar(se)
(De chaira)
Capacidad que poseen los objetos blandos, alargados y finos, de enroscarse sobre otro objeto alargado si se lo impacta con fuerza.
Los látigos, las sogas, las toallas y prendas mojadas se chairolan si se las utiliza dar un golpe seco sobre algo alargado y fino: se aferran como una enredadera, enroscándose en un segundo, y a veces es difícil de desenredar.
Cuando una sábana se enrosca en el cordel por acción del viento, se chairola.
La parte que queda enroscada se denomina chairola o chairolita.
Capacidad que poseen los objetos blandos, alargados y finos, de enroscarse sobre otro objeto alargado si se lo impacta con fuerza.
Los látigos, las sogas, las toallas y prendas mojadas se chairolan si se las utiliza dar un golpe seco sobre algo alargado y fino: se aferran como una enredadera, enroscándose en un segundo, y a veces es difícil de desenredar.
Cuando una sábana se enrosca en el cordel por acción del viento, se chairola.
La parte que queda enroscada se denomina chairola o chairolita.
viernes, 27 de noviembre de 2009
Retroscitar
(Verbo. Del latín retro = hacia atrás y suscitare = despertar. Sustantivo: retroscitación. Adjetivo: retroscitado,a)
Resucitar en el pasado.
¿Por qué uno debería resucitar en un tiempo después al de la muerte? Quizás es posible resucitar en un tiempo anterior a la propia vida. Tal vez uno pueda resucitar, incluso, en el mismo instante en que nació.
La retrocitación sería una manera extrema de viajar en el tiempo. Pero sin duda plantea ciertas paradojas.
Si yo resucito con el mismo cuerpo y en el mismo día en que nací, ¿he resucitado realmente? ¿O mi cuerpo tiene dos almas, ambas las cuales son... yo mismo?
Si resucito en el pasado y realizo algunas proezas, ¿no sería concebible que antes de resucitar (es decir, cuando viví en el futuro) pudiera haber leído algún libro en donde se relataran mis propias hazañas?
Desde luego, es posible que las resurrecciones se den en universos paralelos y que, por lo tanto, yo no tenga noticia de mis yo-mismos resurrectos que andan por ahí reviviendo vidas que no he vivido.
Quizás Jesús resucitó en el pasado, o en algún futuro muy lejano.
Un retroscitado de mí mismo no es un nosumo.
Resucitar en el pasado.
¿Por qué uno debería resucitar en un tiempo después al de la muerte? Quizás es posible resucitar en un tiempo anterior a la propia vida. Tal vez uno pueda resucitar, incluso, en el mismo instante en que nació.
La retrocitación sería una manera extrema de viajar en el tiempo. Pero sin duda plantea ciertas paradojas.
Si yo resucito con el mismo cuerpo y en el mismo día en que nací, ¿he resucitado realmente? ¿O mi cuerpo tiene dos almas, ambas las cuales son... yo mismo?
Si resucito en el pasado y realizo algunas proezas, ¿no sería concebible que antes de resucitar (es decir, cuando viví en el futuro) pudiera haber leído algún libro en donde se relataran mis propias hazañas?
Desde luego, es posible que las resurrecciones se den en universos paralelos y que, por lo tanto, yo no tenga noticia de mis yo-mismos resurrectos que andan por ahí reviviendo vidas que no he vivido.
Quizás Jesús resucitó en el pasado, o en algún futuro muy lejano.
Un retroscitado de mí mismo no es un nosumo.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Odontonigar
(Verbo. Del griego odoús = diente, dentadura y anoígo = abrir. Sustantivo: odontonoiga)
Abrir o destapar algo utilizando los dientes.
Los odontólogos recomiendan no odontonigar, pero muchas veces tenemos las dos manos ocupadas y la boca puede sernos de mucha ayuda para desenroscar, destapar o tironear de algo.
Algunas personas hacen gala de su odontonoiga: confiesan que son capaces de abrir botellas, sacar corchos o desenroscar bulones oxidados con la sola fuerza de sus mandíbulas apretadas.
El término se utiliza, por extensión, para referirse a cualquier acción de apertura o destapamiento de algo de una manera insólita, utilizando sólo el cuerpo como herramienta. Se odontoniga si se es capaz de destapar una botella con la cuenca del ojo, o desenroscar un bulón con la axila, o quitar el seguro de una granada con sólo mirarlo fijamente.
Abrir o destapar algo utilizando los dientes.
Los odontólogos recomiendan no odontonigar, pero muchas veces tenemos las dos manos ocupadas y la boca puede sernos de mucha ayuda para desenroscar, destapar o tironear de algo.
Algunas personas hacen gala de su odontonoiga: confiesan que son capaces de abrir botellas, sacar corchos o desenroscar bulones oxidados con la sola fuerza de sus mandíbulas apretadas.
El término se utiliza, por extensión, para referirse a cualquier acción de apertura o destapamiento de algo de una manera insólita, utilizando sólo el cuerpo como herramienta. Se odontoniga si se es capaz de destapar una botella con la cuenca del ojo, o desenroscar un bulón con la axila, o quitar el seguro de una granada con sólo mirarlo fijamente.
martes, 24 de noviembre de 2009
Hebomorfia
(Sustantivo. Del griego Hebe = diosa de la juventud y morphé = forma. Adjetivo: hebomórfico,a)
Apariencia de juventud.
La mayoría de las personas jóvenes tienen hebomorfia: no sólo son jóvenes, sino que también lo parecen en sus actitudes, sus rasgos, sus expresiones y su vestimenta. Existen, desde luego, muchas personas que aun siendo jóvenes no tienen esa apariencia. Si existen niños desenchangados, también pueden existir jóvenes sin hebomorfia.
La hebomorfia se asocia con una vida despreocupada, ingenua, sin ataduras, sin grandes decisiones ni tragedias.
Existen dos variantes fundamentales de la hebomorfia: la partenomorfia (del griego parthenos = doncella) y la efebomorfia (del griego ephebós = mancebo). La primera variante (la partenomorfia) se aplica a las mujeres que, a pesar del paso de los años, aparentan ser mucho menores. La efebofilia se aplica a los hombres. A veces el pelo largo, la ropa ceñida, cierta firmeza de busto y de trasero pueden dar la errónea impresión de que una persona es muy joven cuando en verdad no lo es.
La verdadera edad de los hebomórficos muchas veces se delata en las expresiones faciales. El cuerpo puede engañar a nuestra vista, pero la dureza de facciones que da al rostro el paso de los años es casi imposible de disimular. Por eso, a veces, perseguimos una figura hebomórfica mientras está de espaldas, pero nos sentimos defraudados y hasta estafados cuando vemos de frente a quien creíamos era una doncella virginal (o un joven musculoso) y descubrimos su avanzada edad. Algunas partes del cuerpo de una partenomórfica / un efebomórfico dicen "veinte años", pero el rostro no se calla su "más de cuarenta y cinco, tres hijos, dos divorcios, un enfisema, seis conversiones religiosas y ocho votaciones a partidos políticos de ultraderecha"
viernes, 20 de noviembre de 2009
EXONARIO CUMPLE AÑOS
Señoras y señores, tengo el agrado de comunicar que este blog, pasito a paso, ha cumplido sus TRES AÑOS.
Exonario se ha mantenido con el mismo ritmo y entusiasmo que al principio: casi a razón de una palabra por día hábil.
Ha sobrevivido a su hermano mayor, Monstruos y Berenjenas, quien después de un par de resurrecciones cayó en un largo letargo (del que pronto se despertará)
Se mantiene cabeza a cabeza con Questasbuscando, el blog que comparto con mi (¿desaparecido?) amigo The Bug.
Exonario ha superado mis expectativas en cuanto a éxito y productividad.
- Todavía tengo "en espera" más de doscientas palabras, y cada día se me ocurren algunas nuevas.
- Gracias a una nota en diario Crítica, me hicieron una cantidad incontable de otras notas (radiales, televisivas, en medios gráficos), tal como lo anuncié en este post y en este.
- Las notas trascendieron las fronteras argentinas, y muchos diarios digitales mejicanos, españoles, venezolanos y peruanos reprodujeron algunas de las entrevistas.
- Parece que Petinatto leyó algunas palabras de este blog en su programa de radio.
- He recibido algunas propuestas de publicación parcial, y algún atisbo de propuesta de publicación en una editorial importante (Hasta ahora, esto último no ha avanzado un milíimetro, pero no pierdo las esperanzas)
Curiosidad: En algunas entrevistas me hicieron las siguientes preguntas / observaciones absurdas o desconcertantes:
- ¿Es verdad que tuviste problemas con la Real Academia Española?
- ¿Así que la Real Academia Española no quiso aceptarte tus palabras?
- ¿Le tenés que pedir permiso a la Real Academia Española para hacer tu blog?
- ¿Estás inventando un idioma paralelo?
- ¿Por qué estaría obligado yo a usar tus palabras?
- Pero al final... ¡Las palabras de tu blog son inventadas!
- Estas palabras que inventás, ¿las copiás de algún lado?
- ¿Qué palabra de las que inventaste se usaba antes de que la inventaras?
- ¿Hay alguna definición que todavía no se te haya ocurrido?
- Mirá, te tiro una palabrita, agregala al Exonario: "Boluforro" (o "Putiguacho", o similares combinaciones de insultos)
Y la infaltable:
- Tenés mucho tiempo libre, ¿no?
Otras curiosidades:
* El lector Julio David Auster ha sido el más entusiasta, frecuente y prolífico colaborador de este blog.
* Gracias a la difusión de este blog, una persona se comunicó conmigo para dejar el enlace a un proyecto parecido a Exonario. Les dejo el link. El blog es "cómo rompe las palabras". Hay definiciones fabulosas e insuperables (Increíble la de "la forma en la que nos imaginamos la casa de otro antes de conocerla.").
* Exonario ya lleva publicadas novecientas palabras.
* A pesar de las sensatas recomendaciones, el formato de la plantilla de este blog nunca ha sido cambiado.
* Tengo en lista de espera algunas palabras que me resisto a publicar porque quisiera reservarlas para una edición impresa de Exonario. Algunas de esas palabras fueron inventadas el mismo día en que inauguré Exonario, es decir, hace exactamente tres años. Palabras como coprocinético, eumecanocosmia, lexozoísmo, usolexia, genitrio, todavía no han aparecido en Exonario. Sus definiciones (que no voy a revelar ahora) me parecen buenas, y por eso las dejo añejar hasta que aparezca alguna propuesta que exceda el marco de este blog. ¿Una ambición sin sentido? Sin duda. Pero ya bastante poco sentido tiene inventar palabritas.
MUCHAS GRACIAS A TODOS USTEDES.
Sin lectores y sin comentarios este blog no existe.
¡Salud!
En esta foto pueden ver una parte de los papelitos en los que anoto palabras y / o definiciones. También, hay algunas ideas para Monstruos y Berenjenas. Cada papelito está escrito en los bordes, en el anverso, en el reverso. Entre ellos hay un cuaderno, la mayoría de cuyas páginas contienen palabras o definiciones:
Exonario se ha mantenido con el mismo ritmo y entusiasmo que al principio: casi a razón de una palabra por día hábil.
Ha sobrevivido a su hermano mayor, Monstruos y Berenjenas, quien después de un par de resurrecciones cayó en un largo letargo (del que pronto se despertará)
Se mantiene cabeza a cabeza con Questasbuscando, el blog que comparto con mi (¿desaparecido?) amigo The Bug.
Exonario ha superado mis expectativas en cuanto a éxito y productividad.
- Todavía tengo "en espera" más de doscientas palabras, y cada día se me ocurren algunas nuevas.
- Gracias a una nota en diario Crítica, me hicieron una cantidad incontable de otras notas (radiales, televisivas, en medios gráficos), tal como lo anuncié en este post y en este.
- Las notas trascendieron las fronteras argentinas, y muchos diarios digitales mejicanos, españoles, venezolanos y peruanos reprodujeron algunas de las entrevistas.
- Parece que Petinatto leyó algunas palabras de este blog en su programa de radio.
- He recibido algunas propuestas de publicación parcial, y algún atisbo de propuesta de publicación en una editorial importante (Hasta ahora, esto último no ha avanzado un milíimetro, pero no pierdo las esperanzas)
Curiosidad: En algunas entrevistas me hicieron las siguientes preguntas / observaciones absurdas o desconcertantes:
- ¿Es verdad que tuviste problemas con la Real Academia Española?
- ¿Así que la Real Academia Española no quiso aceptarte tus palabras?
- ¿Le tenés que pedir permiso a la Real Academia Española para hacer tu blog?
- ¿Estás inventando un idioma paralelo?
- ¿Por qué estaría obligado yo a usar tus palabras?
- Pero al final... ¡Las palabras de tu blog son inventadas!
- Estas palabras que inventás, ¿las copiás de algún lado?
- ¿Qué palabra de las que inventaste se usaba antes de que la inventaras?
- ¿Hay alguna definición que todavía no se te haya ocurrido?
- Mirá, te tiro una palabrita, agregala al Exonario: "Boluforro" (o "Putiguacho", o similares combinaciones de insultos)
Y la infaltable:
- Tenés mucho tiempo libre, ¿no?
Otras curiosidades:
* El lector Julio David Auster ha sido el más entusiasta, frecuente y prolífico colaborador de este blog.
* Gracias a la difusión de este blog, una persona se comunicó conmigo para dejar el enlace a un proyecto parecido a Exonario. Les dejo el link. El blog es "cómo rompe las palabras". Hay definiciones fabulosas e insuperables (Increíble la de "la forma en la que nos imaginamos la casa de otro antes de conocerla.").
* Exonario ya lleva publicadas novecientas palabras.
* A pesar de las sensatas recomendaciones, el formato de la plantilla de este blog nunca ha sido cambiado.
* Tengo en lista de espera algunas palabras que me resisto a publicar porque quisiera reservarlas para una edición impresa de Exonario. Algunas de esas palabras fueron inventadas el mismo día en que inauguré Exonario, es decir, hace exactamente tres años. Palabras como coprocinético, eumecanocosmia, lexozoísmo, usolexia, genitrio, todavía no han aparecido en Exonario. Sus definiciones (que no voy a revelar ahora) me parecen buenas, y por eso las dejo añejar hasta que aparezca alguna propuesta que exceda el marco de este blog. ¿Una ambición sin sentido? Sin duda. Pero ya bastante poco sentido tiene inventar palabritas.
MUCHAS GRACIAS A TODOS USTEDES.
Sin lectores y sin comentarios este blog no existe.
¡Salud!
En esta foto pueden ver una parte de los papelitos en los que anoto palabras y / o definiciones. También, hay algunas ideas para Monstruos y Berenjenas. Cada papelito está escrito en los bordes, en el anverso, en el reverso. Entre ellos hay un cuaderno, la mayoría de cuyas páginas contienen palabras o definiciones:
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Micróteo
(Sustantivo. Del griego mycrós = pequeño y theós = divino)
Dios de tamaño mínimo.
El micróteo es micropotente y su existencia es localizable en el espacio. Su tamaño es casi matemáticamente mínimo: es tan pequeño como para que no le quepa algo dentro de sí, pero tan grande como para no confundirse con un punto sin dimensiones. El micróteo es poderoso: tiene control absoluto sobre las partículas que lo rodean, aunque su alcance no va más allá de lo que está inmediatamente a su alrededor. De hecho, todo nuestro universo es obra de un micróteo: él hizo estallar en un big bang ese minúsculo e inconcebible átomo primigenio que luego se convirtió en el cosmos.
La hipótesis de un micróteo (o de varios micróteos) puede explicar mejor algunas inconsistencias de las clásicas teorías sobre lo divino. Si Dios es omnipotente, y si es todo acto, ¿por qué no actúa de todas las maneras posibles? En otras palabras, si Dios todo lo puede, ¿por qué no todo lo hace? La omnipotencia en conjunción con la actuación pura implican que cualquier cosa concebible debería existir efectivamente. Dicho en otras palabras, ¿por qué no hay milagros continuos? Un dios omnipotente debería estar actuando en el mundo, produciendo cambios visibles.
Si aceptamos la hipótesis del micróteo podremos decir: los milagros ocurren. El micróteo está actuando continuamente, pero su acción es local. Interviene provocando reacciones químicas gracias al movimiento de unas pocas partículas. O devuelve a una estrella parte de los fotones que fueron expulsadas por ella: así, actúa revirtiendo la entropía, aunque de manera parcial e imperceptible.
Por supuesto, también esta tesis tiene objeciones. Si un micróteo hizo estallar el Big Bang, ¿por qué no crea nuevos universos a cada segundo, a partir de cualquier partícula de materia? La respuesta posible a este razonamiento es que efectivamente, el micróteo crea universos, sólo que éstos se desenvuelven en una espacialidad transversal, perpendicular a la nuestra. Además, es de esperar que esos universos creados en las rasgaduras del nuestro, no tengan las propiedades físicas habituales, de modo que es muy posible que ni siquiera podamos percibirlos. Finalmente, existe una asombrosa teoría según la cual los universos creados a cada instante por el micróteo son implosivos, no explosivos. Los cuantos de materia estallarían hacia adentro, y en esa inconcebible interioridad (de tamaño negativo) se desarrollarían universos cuyas leyes físicas ni siquiera pueden conjeturarse.
Dios de tamaño mínimo.
El micróteo es micropotente y su existencia es localizable en el espacio. Su tamaño es casi matemáticamente mínimo: es tan pequeño como para que no le quepa algo dentro de sí, pero tan grande como para no confundirse con un punto sin dimensiones. El micróteo es poderoso: tiene control absoluto sobre las partículas que lo rodean, aunque su alcance no va más allá de lo que está inmediatamente a su alrededor. De hecho, todo nuestro universo es obra de un micróteo: él hizo estallar en un big bang ese minúsculo e inconcebible átomo primigenio que luego se convirtió en el cosmos.
La hipótesis de un micróteo (o de varios micróteos) puede explicar mejor algunas inconsistencias de las clásicas teorías sobre lo divino. Si Dios es omnipotente, y si es todo acto, ¿por qué no actúa de todas las maneras posibles? En otras palabras, si Dios todo lo puede, ¿por qué no todo lo hace? La omnipotencia en conjunción con la actuación pura implican que cualquier cosa concebible debería existir efectivamente. Dicho en otras palabras, ¿por qué no hay milagros continuos? Un dios omnipotente debería estar actuando en el mundo, produciendo cambios visibles.
Si aceptamos la hipótesis del micróteo podremos decir: los milagros ocurren. El micróteo está actuando continuamente, pero su acción es local. Interviene provocando reacciones químicas gracias al movimiento de unas pocas partículas. O devuelve a una estrella parte de los fotones que fueron expulsadas por ella: así, actúa revirtiendo la entropía, aunque de manera parcial e imperceptible.
Por supuesto, también esta tesis tiene objeciones. Si un micróteo hizo estallar el Big Bang, ¿por qué no crea nuevos universos a cada segundo, a partir de cualquier partícula de materia? La respuesta posible a este razonamiento es que efectivamente, el micróteo crea universos, sólo que éstos se desenvuelven en una espacialidad transversal, perpendicular a la nuestra. Además, es de esperar que esos universos creados en las rasgaduras del nuestro, no tengan las propiedades físicas habituales, de modo que es muy posible que ni siquiera podamos percibirlos. Finalmente, existe una asombrosa teoría según la cual los universos creados a cada instante por el micróteo son implosivos, no explosivos. Los cuantos de materia estallarían hacia adentro, y en esa inconcebible interioridad (de tamaño negativo) se desarrollarían universos cuyas leyes físicas ni siquiera pueden conjeturarse.
martes, 17 de noviembre de 2009
Emblandescer
(Del latín blanditia = caricia y scindo = cortar. Sustantivo: emblandescencia )
Dar una caricia excesivamente bruta o a contrapelo.
Las personas mayores ( y los niños pequeños) suelen acariciar a los niños sin tener en cuenta la línea del vorticipio ni el orden del peinado del cabello. Si bien en estos casos queda clara la intención de prodigar una demostración de afecto, la ejecución del acto es torpe y a veces tiene consecuencias dolorosas. El término también se aplica a los animales: se los puede acariciar suavemente, o emblandescer.
No siempre la emblandescencia se realiza para demostrar afecto. A veces la caricia bruta es una señal de impaciencia, de hastío o de falta de amor. Una mujer le puede reprochar a su marido: "Hace tiempo que no me acariciás; todo lo que recibo de vos son emblandescencias". El marido puede retrucar: "Te emblandezco para no darte sancachazos en la cabeza, fiambra".
Nunca celebraríamos, desde luego, que dos personas utilizaran las palabras de Exonario para demostrar su desamor.
Dar una caricia excesivamente bruta o a contrapelo.
Las personas mayores ( y los niños pequeños) suelen acariciar a los niños sin tener en cuenta la línea del vorticipio ni el orden del peinado del cabello. Si bien en estos casos queda clara la intención de prodigar una demostración de afecto, la ejecución del acto es torpe y a veces tiene consecuencias dolorosas. El término también se aplica a los animales: se los puede acariciar suavemente, o emblandescer.
No siempre la emblandescencia se realiza para demostrar afecto. A veces la caricia bruta es una señal de impaciencia, de hastío o de falta de amor. Una mujer le puede reprochar a su marido: "Hace tiempo que no me acariciás; todo lo que recibo de vos son emblandescencias". El marido puede retrucar: "Te emblandezco para no darte sancachazos en la cabeza, fiambra".
Nunca celebraríamos, desde luego, que dos personas utilizaran las palabras de Exonario para demostrar su desamor.
lunes, 16 de noviembre de 2009
Teripete
(Adjetivo. Del latín te = pronombre acusativo de segunda persona del singular y eripio = salvar)
Dícese de quien da soluciones que no funcionan.
El teripete nos consigue una cita con un médico. Supuestamente ya está todo arreglado: sólo hay que llamar al doctor para acordar el día y el horario. "Yo ya le hablé, vos quedate tranquilo, él te va a atender en esta semana". Cuando nosotros llamamos por teléfono, la secretaria insiste en que no hay turnos de aquí a tres meses. Pedimos hablar con el doctor, invocamos el nombre de nuestro amigo, pero no hay caso. A pesar de que agradecimos infinitamente a nuestro amigo teripete, la solución a nuestro problema nunca se concretó.
"Te conseguí trabajo". "Al final, conseguí la beca que tanto querías". "Mirá, en este link podés bajarte la película que hace tiempo no podías encontrar". El teripete nos hace esos anuncios grandilocuentes cuyas consecuencias podrían solucionarnos la vida o alegrarnos un poco. Sin embargo, cuando queremos concretar lo que nos fue anunciado, el puesto de trabajo ya fue ocupado por otra persona, la beca al final no era una beca porque había que pagarla, y el link para la película estaba equivocado.
Conviene destacar que el teripete trata de solucionar problemas que no son "de su rubro". En otras palabras, si nuestro amigo es almacenero, cirujano, docente o cantante, nos suele conseguir soluciones para problemas que no tienen nada que ver con su ámbito habitual de trabajo, influencias y de contactos.
A veces tenemos la oportunidad de señalarle sus errores. Sin embargo, él apela a nuestra inoperancia: "yo te había dejado todo arreglado... ¿Seguro que hiciste bien lo que yo te dije?"
El teripete va por la vida cosechando elogios y agradecimientos, y quizás esté convencido de que le ha dado una mano genuina a quienes lo rodean. Habría que desconfiar, sin embargo, de quien se nos aparece ocasionalmente con soluciones para problemas por los que venimos luchando durante mucho tiempo. Si durante años uno busca un trabajo o una casa para alquilar, es sospechoso que un pariente o un amigo nos dé la solución de un día para el otro sin esfuerzo y casi con despreocupación.
El teripete nos hace sentir doblemente humillados y frustrados. La primera humillación la recibimos cuando le agradecemos prematuramente. La segunda, cuando invocamos su nombre como llave de nuestra solución, pero quienes nos escuchan dicen no conocerlo o no saber de qué les hablamos. La frustración también es doble: la que ya traíamos, sumada a la congoja de saber que, después de una breve esperanza, otro de nuestros proyectos sigue sin cumplirse.
Es ingenuidad creer que el teripete siempre se equivoca o simplemente es un distraído. A veces hay mucha maldad en sus desaprensivos anuncios de solución. Los dobletes de humillación y frustración que vienen como consecuencia de la indolente acción del teripete, muchas veces son efectos deseados y calculados por él.
Hay puntos de contacto entre el chinchulero y el teripete. El primero, sin embargo, se limita a chismes sin relevancia y todo lo que logra es una discutible ventaja argumentativa. El segundo va por el mundo esgrimiendo algo más que un chisme: sus palabras pueden arruinarle la vida a quien van dirigidas.
Dícese de quien da soluciones que no funcionan.
El teripete nos consigue una cita con un médico. Supuestamente ya está todo arreglado: sólo hay que llamar al doctor para acordar el día y el horario. "Yo ya le hablé, vos quedate tranquilo, él te va a atender en esta semana". Cuando nosotros llamamos por teléfono, la secretaria insiste en que no hay turnos de aquí a tres meses. Pedimos hablar con el doctor, invocamos el nombre de nuestro amigo, pero no hay caso. A pesar de que agradecimos infinitamente a nuestro amigo teripete, la solución a nuestro problema nunca se concretó.
"Te conseguí trabajo". "Al final, conseguí la beca que tanto querías". "Mirá, en este link podés bajarte la película que hace tiempo no podías encontrar". El teripete nos hace esos anuncios grandilocuentes cuyas consecuencias podrían solucionarnos la vida o alegrarnos un poco. Sin embargo, cuando queremos concretar lo que nos fue anunciado, el puesto de trabajo ya fue ocupado por otra persona, la beca al final no era una beca porque había que pagarla, y el link para la película estaba equivocado.
Conviene destacar que el teripete trata de solucionar problemas que no son "de su rubro". En otras palabras, si nuestro amigo es almacenero, cirujano, docente o cantante, nos suele conseguir soluciones para problemas que no tienen nada que ver con su ámbito habitual de trabajo, influencias y de contactos.
A veces tenemos la oportunidad de señalarle sus errores. Sin embargo, él apela a nuestra inoperancia: "yo te había dejado todo arreglado... ¿Seguro que hiciste bien lo que yo te dije?"
El teripete va por la vida cosechando elogios y agradecimientos, y quizás esté convencido de que le ha dado una mano genuina a quienes lo rodean. Habría que desconfiar, sin embargo, de quien se nos aparece ocasionalmente con soluciones para problemas por los que venimos luchando durante mucho tiempo. Si durante años uno busca un trabajo o una casa para alquilar, es sospechoso que un pariente o un amigo nos dé la solución de un día para el otro sin esfuerzo y casi con despreocupación.
El teripete nos hace sentir doblemente humillados y frustrados. La primera humillación la recibimos cuando le agradecemos prematuramente. La segunda, cuando invocamos su nombre como llave de nuestra solución, pero quienes nos escuchan dicen no conocerlo o no saber de qué les hablamos. La frustración también es doble: la que ya traíamos, sumada a la congoja de saber que, después de una breve esperanza, otro de nuestros proyectos sigue sin cumplirse.
Es ingenuidad creer que el teripete siempre se equivoca o simplemente es un distraído. A veces hay mucha maldad en sus desaprensivos anuncios de solución. Los dobletes de humillación y frustración que vienen como consecuencia de la indolente acción del teripete, muchas veces son efectos deseados y calculados por él.
Hay puntos de contacto entre el chinchulero y el teripete. El primero, sin embargo, se limita a chismes sin relevancia y todo lo que logra es una discutible ventaja argumentativa. El segundo va por el mundo esgrimiendo algo más que un chisme: sus palabras pueden arruinarle la vida a quien van dirigidas.
viernes, 13 de noviembre de 2009
Chinchulero,a
(Adjetivo. Posiblemente del latín cimex = chinche, de donde se deriva "chisme")
Dícese de quien tiene la noticia supuestamente correcta acerca de un chisme.
El chinchulero esgrime datos precisos con arrogancia y suficiencia: él tiene la posta. "Fabián Gianola es puto, eso es así". "La presidenta quiere renunciar desde hace rato". "A Julio Bocca lo echaron del Colón por ir a bailar borracho". A pesar de que se le esgrimen argumentos para atenuar o poner en duda esas afirmaciones, el chinchulero los desestima: él obtiene su conocimiento por una supuesta fuente a la que no tenemos acceso. Con pretensión de ser infalible, el chinchulero desprecia opiniones que lo contradicen y, si hace falta, incluye más precisiones para hacernos ver que su posición es la única que adoptaría alguien que sabe. Juega con el grado de indeterminación que suelen tener todos los chismes: en última instancia, es imposible corroborar datos en cualquier tema del que sólo hay rumores. En la falta de corroboración está la fuerza del chinchulero: a menos que le muestren pruebas "de primera mano", y no simples contraargumentos, el chinchulero puede defender su posición alegando la superioridad de la fuente.
Desde luego, jamás revela cuáles son sus fuentes: ahí perdería toda su fuerza, porque su noticia se convertiría en una simple opinión más.
Dícese de quien tiene la noticia supuestamente correcta acerca de un chisme.
El chinchulero esgrime datos precisos con arrogancia y suficiencia: él tiene la posta. "Fabián Gianola es puto, eso es así". "La presidenta quiere renunciar desde hace rato". "A Julio Bocca lo echaron del Colón por ir a bailar borracho". A pesar de que se le esgrimen argumentos para atenuar o poner en duda esas afirmaciones, el chinchulero los desestima: él obtiene su conocimiento por una supuesta fuente a la que no tenemos acceso. Con pretensión de ser infalible, el chinchulero desprecia opiniones que lo contradicen y, si hace falta, incluye más precisiones para hacernos ver que su posición es la única que adoptaría alguien que sabe. Juega con el grado de indeterminación que suelen tener todos los chismes: en última instancia, es imposible corroborar datos en cualquier tema del que sólo hay rumores. En la falta de corroboración está la fuerza del chinchulero: a menos que le muestren pruebas "de primera mano", y no simples contraargumentos, el chinchulero puede defender su posición alegando la superioridad de la fuente.
Desde luego, jamás revela cuáles son sus fuentes: ahí perdería toda su fuerza, porque su noticia se convertiría en una simple opinión más.
jueves, 12 de noviembre de 2009
Hermenefélico, a
(Adjetivo. Del griego hermenías = interpretación y neféle = nube)
Persona que interpreta con precisión los enunciados vagos.
Al hermenefélico le dicen "alcanzame eso ahí", y él entiende a la perfección "alcanzame la cuchara de la izquierda, la que está junto a la cuarta taza de porcelana y luego ponelo en el extremo superior de una de las estanterías, orientada con dirección al oeste". El problema es que quizás no le pedían eso: quizás la persona que le dio la orden inespecífica no se refería a esa cuchara ni a esa estantería, sino al frasco de pastillas para la presión.
El hermenefélico nunca pide indicaciones claras y rigurosas, porque cree que entiende con claridad. Todo lo que su interlocutor omite, él lo infiere y lo da por entendido. El hermenefélico pregunta: "¿Te compraste el auto?". Un interlocutor vago responde: "Uy, mirá... Pfff", haciendo un gesto entre enfadado y feliz. El hermenefélico infiere: "Se compró el auto, pero lo consiguió un poco más caro de lo que le habían dicho al principio pero por suerte le bonificaron el seguro por un año. Cuando salió de la concesionario chocó y ahora tiene que pagar dos mil quinientos pesos para hacerle la trompa nueva, porque el seguro todavía no lo estaba cubriendo"
La hermenefelia puede ser una gran virtud cuando el interlocutor no sólo es impreciso para comunicarse, sino cuando ni siquiera sabe lo que quiso decir. Un hermenefélico es alguien que "pasa en limpio" los borradores de gruñidos y gestos inarticulados. Sin embargo, muchas veces sólo se encarga de hacer interpretaciones malévolas a partir de palabras o gestos poco significativos. Si alguien levanta una ceja involuntariamente, él a partir de eso interpreta toda una escena compleja llena de peripecias, desengaños, lágrimas reprimidas y maldiciones.
Existe otra acepción de este término:
1. Persona que encuentra formas muy sofisticadas en las nubes.
Las nubídeas muy complejas pueden ser vistas en el cielo por un hermenefélico: "Mirá, esa nube se parece a los pliegues de la cortina del baño de tu casa". "Esa otra nube es igual a la mancha de humedad que tenías en la cocina antes de que pintaras".
(Los nombres de las constelaciones debieron ser puestos por hermenefélicos de las estrellas. Quizás necesitemos una palabra nueva, porque "nefele" significa "nube". "Hermenastérico" [hermenías, áster] parece más adecuada, pero podemos seguir usando "hermenefélico" por metonimia)
Persona que interpreta con precisión los enunciados vagos.
Al hermenefélico le dicen "alcanzame eso ahí", y él entiende a la perfección "alcanzame la cuchara de la izquierda, la que está junto a la cuarta taza de porcelana y luego ponelo en el extremo superior de una de las estanterías, orientada con dirección al oeste". El problema es que quizás no le pedían eso: quizás la persona que le dio la orden inespecífica no se refería a esa cuchara ni a esa estantería, sino al frasco de pastillas para la presión.
El hermenefélico nunca pide indicaciones claras y rigurosas, porque cree que entiende con claridad. Todo lo que su interlocutor omite, él lo infiere y lo da por entendido. El hermenefélico pregunta: "¿Te compraste el auto?". Un interlocutor vago responde: "Uy, mirá... Pfff", haciendo un gesto entre enfadado y feliz. El hermenefélico infiere: "Se compró el auto, pero lo consiguió un poco más caro de lo que le habían dicho al principio pero por suerte le bonificaron el seguro por un año. Cuando salió de la concesionario chocó y ahora tiene que pagar dos mil quinientos pesos para hacerle la trompa nueva, porque el seguro todavía no lo estaba cubriendo"
La hermenefelia puede ser una gran virtud cuando el interlocutor no sólo es impreciso para comunicarse, sino cuando ni siquiera sabe lo que quiso decir. Un hermenefélico es alguien que "pasa en limpio" los borradores de gruñidos y gestos inarticulados. Sin embargo, muchas veces sólo se encarga de hacer interpretaciones malévolas a partir de palabras o gestos poco significativos. Si alguien levanta una ceja involuntariamente, él a partir de eso interpreta toda una escena compleja llena de peripecias, desengaños, lágrimas reprimidas y maldiciones.
Existe otra acepción de este término:
1. Persona que encuentra formas muy sofisticadas en las nubes.
Las nubídeas muy complejas pueden ser vistas en el cielo por un hermenefélico: "Mirá, esa nube se parece a los pliegues de la cortina del baño de tu casa". "Esa otra nube es igual a la mancha de humedad que tenías en la cocina antes de que pintaras".
(Los nombres de las constelaciones debieron ser puestos por hermenefélicos de las estrellas. Quizás necesitemos una palabra nueva, porque "nefele" significa "nube". "Hermenastérico" [hermenías, áster] parece más adecuada, pero podemos seguir usando "hermenefélico" por metonimia)
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Dolfablo
(Sustantivo masculino. Del griego adelphós = hermano y blémma = mirada)
Mirada de reconocimiento a otra persona que ocupa el mismo espacio físico.
En los encuentros casuales por la calle, en la cola del supermercado o en una sala de espera, está permitido que dos personas se miren durante una fracción de segundo sin que esa mirada sea considerada impertinente o libidinosa. Ese rápido y fugaz encuentro con el otro es el dolfablo.
El dolfablo es casi inconsciente. De hecho, es difícil recordar el rostro de aquel desconocido que vimos cruzarse delante de nosotros por la calle hace diez minutos. Sin embargo, ambos levantamos la mirada y nos vimos a los ojos.
Si la vista del otro se detiene por más de un segundo en alguna parte de nuestro cuerpo, ya nos sentiremos incómodos. La mirada del otro no busca reconocernos; ahora busca algo más. Quizás regodearse en nuestros defectos, excitar alguna fantasía o simplemente entablar un diálogo.
A veces las mujeres no reconocen el dolfablo; creen que las están mirando con lujuria y actúan tapándose el escote o bajándose la pollera. Ese es el caso de las pataqueras.
Mirada de reconocimiento a otra persona que ocupa el mismo espacio físico.
En los encuentros casuales por la calle, en la cola del supermercado o en una sala de espera, está permitido que dos personas se miren durante una fracción de segundo sin que esa mirada sea considerada impertinente o libidinosa. Ese rápido y fugaz encuentro con el otro es el dolfablo.
El dolfablo es casi inconsciente. De hecho, es difícil recordar el rostro de aquel desconocido que vimos cruzarse delante de nosotros por la calle hace diez minutos. Sin embargo, ambos levantamos la mirada y nos vimos a los ojos.
Si la vista del otro se detiene por más de un segundo en alguna parte de nuestro cuerpo, ya nos sentiremos incómodos. La mirada del otro no busca reconocernos; ahora busca algo más. Quizás regodearse en nuestros defectos, excitar alguna fantasía o simplemente entablar un diálogo.
A veces las mujeres no reconocen el dolfablo; creen que las están mirando con lujuria y actúan tapándose el escote o bajándose la pollera. Ese es el caso de las pataqueras.
lunes, 9 de noviembre de 2009
Peniplasta
(Sustantivo. Del griego peína = hambre y plasté = modelado)
Necesidad de aplastar o reventar objetos.
Mientras caminamos aparece en la vereda, justo delante de nuestro paso, un envase de jugo tetra brick vacío. En ese momento descubrimos una necesidad física de aplastar la caja hasta que haga un sonido seco. Si ignoramos el obstáculo y seguimos de largo, sentiremos que nuestro pie se quedó con las ganas de algo: la sensación tensa, deliciosa y definitiva de haber destruido algo con una minúscula explosión. Cuando eludimos nuestro objeto de peniplasta nos queda la sospecha de que por fin teníamos una misión en el universo, pero nos negamos a cumplirla.
La peniplasta se siente también cuando se desea aplastar granos, globos o bolsitas de polietileno con burbujas. Quizás se convierta en una perversión cuando el objeto de la peniplasta es una persona, una nación o una raza. "Los voy a aplastar como a una cucaracha" es una frase que denota peniplasta perversa: no sólo porque, por lo general, se dirige a personas sino también porque el propio placer por reventar cucarachas es de por sí perverso.
Si todo explotara, la vida en nuestro mundo sería aun más peligrosa. Sin embargo, según la ley de Ruckert, nada es lo suficientemente pequeño como para no poder explotar violentamente. Quienes sienten peniplasta desearían que las cosas se comportaran como si estuvieran a punto de explotar, y ellos sólo le darían el empujecito necesario para que la naturaleza marche correctamente.
Necesidad de aplastar o reventar objetos.
Mientras caminamos aparece en la vereda, justo delante de nuestro paso, un envase de jugo tetra brick vacío. En ese momento descubrimos una necesidad física de aplastar la caja hasta que haga un sonido seco. Si ignoramos el obstáculo y seguimos de largo, sentiremos que nuestro pie se quedó con las ganas de algo: la sensación tensa, deliciosa y definitiva de haber destruido algo con una minúscula explosión. Cuando eludimos nuestro objeto de peniplasta nos queda la sospecha de que por fin teníamos una misión en el universo, pero nos negamos a cumplirla.
La peniplasta se siente también cuando se desea aplastar granos, globos o bolsitas de polietileno con burbujas. Quizás se convierta en una perversión cuando el objeto de la peniplasta es una persona, una nación o una raza. "Los voy a aplastar como a una cucaracha" es una frase que denota peniplasta perversa: no sólo porque, por lo general, se dirige a personas sino también porque el propio placer por reventar cucarachas es de por sí perverso.
Si todo explotara, la vida en nuestro mundo sería aun más peligrosa. Sin embargo, según la ley de Ruckert, nada es lo suficientemente pequeño como para no poder explotar violentamente. Quienes sienten peniplasta desearían que las cosas se comportaran como si estuvieran a punto de explotar, y ellos sólo le darían el empujecito necesario para que la naturaleza marche correctamente.
domingo, 8 de noviembre de 2009
Refurtar
(Palabra y definición enviadas por Francisco Falomir)
Verbo. Del catalán "Furtar" (Robar)
Regalar un objeto personal a alguien, diciendo “De verdad, quédatelo, a mi no me hace ninguna falta ya” y al cabo de un tiempo arrepentirse y pedir que lo devuelvan apoyándose en la antigua propiedad.
Robas doblemente, porque robas el regalo realizado y el objeto en sí mismo.
sábado, 7 de noviembre de 2009
Escalopar / Escalopear
(Término y definición enviados por Wolfgang)
Escalopar (v. tr. de escalope con terminación verbal de 1ª conj.): celebrar que una persona ha terminado su carrera universitaria al rendir con éxito su última materia, arrojándole harina y huevos, en ordenada secuencia (harina primero, que permite que los huevos se puedan fijar sobre su superficie humana). También existe la forma:
Escalopear (v. tr., forma frecuentativa de escalopar): lo mismo que escalopar salvo que no se respeta la secuencia precisa harina-huevos, dado que muchas veces los amigos del neograduado no llegan al festejo todos al mismo tiempo, por lo que el amable ritual se repite una y otra vez.
viernes, 6 de noviembre de 2009
Noposia
(Sustantivo. Del latín non = no y possideo = poseer)
Sensación de que falta algo que en realidad se tiene.
Esta curiosa sensación se puede explicitar mejor con un ejemplo. Usted hace un conteo de los artefactos que tiene en su casa: televisor, computadora, impresora, heladera... Sabe que tiene todo eso, pero siente que en realidad no tiene heladera. "Si tuviera una heladera, podría guardar allí la comida". Uno fantasea con lo que haría si no careciera de ese artefacto.Sin embargo, tiene heladera y de hecho guarda allí la comida.
A veces soñamos durante mucho tiempo con algún artefacto. Pongamos por caso, un televisor LCD de cuarenta pulgadas. Una vez que lo tenemos, el sueño de tenerlo no se desvanece: sentimos la misma ansiedad por "comprarse un televisor LCD" que teníamos antes de comprarlo. Incluso nos ilusionamos con lo maravillosa que sería nuestra vida si tuviéramos el televisor LCD.
Esta misma sensación puede acaecernos con cuestiones simbólicas e institucionales: "Cómo quisiera tener el título de abogado", dice un abogado con noposia. "Mi sueño es algún día entrar a trabajar en la televisión", dice un famoso conductor televisivo.
La noposia es una sensación cercana al abaratramiento: las metas no se cumplen nunca aun siendo cumplidas. Una vez que estamos en la cima de la montaña, todavía queremos escalar esa misma montaña con la ilusión de llegar a la cima.
El término también podría derivarse de "non possum" (Literalmente: "no puedo"), y podría significar la sensación de que no se puede hacer aquello que efectivamente se está haciendo. "No puedo jugar al tenis", dice un tenista con noposia mientras gana importantes torneos. No debe confundirse con la nona: quien sufre noposia no siente que la próxima vez será incapaz de realizar algo, o que ya no está a la altura de realizaciones anteriores. El nopósico siente que no está ejecutando aquello que está ejecutando.
Sensación de que falta algo que en realidad se tiene.
Esta curiosa sensación se puede explicitar mejor con un ejemplo. Usted hace un conteo de los artefactos que tiene en su casa: televisor, computadora, impresora, heladera... Sabe que tiene todo eso, pero siente que en realidad no tiene heladera. "Si tuviera una heladera, podría guardar allí la comida". Uno fantasea con lo que haría si no careciera de ese artefacto.Sin embargo, tiene heladera y de hecho guarda allí la comida.
A veces soñamos durante mucho tiempo con algún artefacto. Pongamos por caso, un televisor LCD de cuarenta pulgadas. Una vez que lo tenemos, el sueño de tenerlo no se desvanece: sentimos la misma ansiedad por "comprarse un televisor LCD" que teníamos antes de comprarlo. Incluso nos ilusionamos con lo maravillosa que sería nuestra vida si tuviéramos el televisor LCD.
Esta misma sensación puede acaecernos con cuestiones simbólicas e institucionales: "Cómo quisiera tener el título de abogado", dice un abogado con noposia. "Mi sueño es algún día entrar a trabajar en la televisión", dice un famoso conductor televisivo.
La noposia es una sensación cercana al abaratramiento: las metas no se cumplen nunca aun siendo cumplidas. Una vez que estamos en la cima de la montaña, todavía queremos escalar esa misma montaña con la ilusión de llegar a la cima.
El término también podría derivarse de "non possum" (Literalmente: "no puedo"), y podría significar la sensación de que no se puede hacer aquello que efectivamente se está haciendo. "No puedo jugar al tenis", dice un tenista con noposia mientras gana importantes torneos. No debe confundirse con la nona: quien sufre noposia no siente que la próxima vez será incapaz de realizar algo, o que ya no está a la altura de realizaciones anteriores. El nopósico siente que no está ejecutando aquello que está ejecutando.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Titanestesia
(Sustantivo. Del griego titas = titán y aisthesis = sensación)
(Palabra y definición hechas en colaboración con Juan Ignacio Guarino)
Sensación de que alguna parte del cuerpo se ha vuelto gigante.
Esta extraña impresión sólo la han tenido algunas personas en muy contadas ocasiones. Estas personas refieren que están con los ojos cerrados, quizás acostados en la cama, y tienen la certeza de que su mano derecha o una pierna se han vuelto enormes, colosales. De hecho, las dimensiones del miembro agigantado no entrarían en la habitación. Al abrir los ojos, la persona confirma que su mano o su pierna tienen el mismo tamaño de siempre, pero la sensación de agigantamiento sigue allí.
A veces la titanestesia se proyecta más allá del propio cuerpo a ciertos objetos, y tenemos la sensación de que la mesa de luz, la cama o la habitación se han vuelto de tamaño inmenso.
La titanestesia suele ocurrir cuando se está acostado y después de algunas horas de sueño. Es una sensación tan idiosincrática que resulta difícil de comprender y de comunicar.
(Palabra y definición hechas en colaboración con Juan Ignacio Guarino)
Sensación de que alguna parte del cuerpo se ha vuelto gigante.
Esta extraña impresión sólo la han tenido algunas personas en muy contadas ocasiones. Estas personas refieren que están con los ojos cerrados, quizás acostados en la cama, y tienen la certeza de que su mano derecha o una pierna se han vuelto enormes, colosales. De hecho, las dimensiones del miembro agigantado no entrarían en la habitación. Al abrir los ojos, la persona confirma que su mano o su pierna tienen el mismo tamaño de siempre, pero la sensación de agigantamiento sigue allí.
A veces la titanestesia se proyecta más allá del propio cuerpo a ciertos objetos, y tenemos la sensación de que la mesa de luz, la cama o la habitación se han vuelto de tamaño inmenso.
La titanestesia suele ocurrir cuando se está acostado y después de algunas horas de sueño. Es una sensación tan idiosincrática que resulta difícil de comprender y de comunicar.
lunes, 2 de noviembre de 2009
Engripeta
(Adjetivo. No cambia de desinencia en el masculino. De gripe)
Dícese de la persona que continuamente tiene algún malestar.
Al engripeta lo invitamos a cenar o al cine, pero siempre responde: "estoy descompuesto", "me duele la cabeza", "tengo gripe" o "se me inflamó (alguna parte del cuerpo)". Sus malestares son menores y quienes lo escuchamos podemos pensar que son fingidos. Sin embargo, no se trata de hipocondría: el engripeta de verdad se siente mal, y sospecha (a veces con razón) que una reunión en algún lugar podría potenciar sus síntomas y hacerlo sentir aun peor. A veces se equivoca.
En el trabajo ya conocen sus "mañas", y jamás cuentan con él. "No, no me pidas que lleve eso. No sabés cómo tengo la espalda". "Uy, me quedaría hasta la noche, pero ando con un resfrío y mirá, no sé si tengo fiebre". Continuamente tiene malestares vagos que jamás confluyen en una enfermedad seria y declarada.
El engripeta tiene graves problemas cuando debe comunicar qué le pasa exactamente. Sabe que se marea si viaja en ómnibus; que le duele el estómago cuando toma bebidas muy frías, que la comida con grasa le hace mal, que el frío le da dolor de garganta. Quienes lo rodean sospechan de tantos cuidados y muchas veces le hacen sádicas bromas para "curarlo". Lo dejan desnudo en medio de la nieve; le dan de comer un sandwich de grasa o de hielo; lo suben a la calesita y la hacen girar a gran velocidad. Desde luego, el engripeta se siente mucho peor y a veces hay que pedir una ambulancia.
Es un error creer que el engripeta se inventa su malestar. A un nivel inconsciente, quizás, pueda haber algo que le "haga creer" en un malestar que en verdad "no tiene". Pero esta explicación es bastante espúrea: si me duele la cabeza por una razón "inconsciente", no por eso es mentira que me duele la cabeza.
Dícese de la persona que continuamente tiene algún malestar.
Al engripeta lo invitamos a cenar o al cine, pero siempre responde: "estoy descompuesto", "me duele la cabeza", "tengo gripe" o "se me inflamó (alguna parte del cuerpo)". Sus malestares son menores y quienes lo escuchamos podemos pensar que son fingidos. Sin embargo, no se trata de hipocondría: el engripeta de verdad se siente mal, y sospecha (a veces con razón) que una reunión en algún lugar podría potenciar sus síntomas y hacerlo sentir aun peor. A veces se equivoca.
En el trabajo ya conocen sus "mañas", y jamás cuentan con él. "No, no me pidas que lleve eso. No sabés cómo tengo la espalda". "Uy, me quedaría hasta la noche, pero ando con un resfrío y mirá, no sé si tengo fiebre". Continuamente tiene malestares vagos que jamás confluyen en una enfermedad seria y declarada.
El engripeta tiene graves problemas cuando debe comunicar qué le pasa exactamente. Sabe que se marea si viaja en ómnibus; que le duele el estómago cuando toma bebidas muy frías, que la comida con grasa le hace mal, que el frío le da dolor de garganta. Quienes lo rodean sospechan de tantos cuidados y muchas veces le hacen sádicas bromas para "curarlo". Lo dejan desnudo en medio de la nieve; le dan de comer un sandwich de grasa o de hielo; lo suben a la calesita y la hacen girar a gran velocidad. Desde luego, el engripeta se siente mucho peor y a veces hay que pedir una ambulancia.
Es un error creer que el engripeta se inventa su malestar. A un nivel inconsciente, quizás, pueda haber algo que le "haga creer" en un malestar que en verdad "no tiene". Pero esta explicación es bastante espúrea: si me duele la cabeza por una razón "inconsciente", no por eso es mentira que me duele la cabeza.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Permicto,a
(Adjetivo. Del latín per = con insistencia y amictum = cubierto, envuelto. Sustantivo: permicia)
Dícese del producto de manufactura que trae una cantidad excesiva de envoltorios.
Muchos de los alimentos que compramos en un supermercado son permictos. Las cajas de té son de cartón, pero vienen cubiertas con una película de polietileno. Adentro, los saquitos están ensobrados, y cada sobre de papel trae otra envoltura de polietileno. La carne viene trozada y envasada en una bandeja de plástico cubierta con papel film. Nosotros la ponemos dentro de una bolsa (para evitar que chorree líquido) y luego, a la salida del supermercado, ponemos ese conjunto de envoltorios dentro de otra bolsa, haciendo una grotesca mamushka de embalajes. Una conocida marca de huevos de chocolate trae una cajita; dentro de la cajita, una delgada lámina metálica cubre al huevo de chocolate. Dentro del chocolate hay un juguete.
Hay comerciantes que fomentan la permicia. Si compramos un regalo, a toda la cadena de envoltorios ellos le agregan su propia bolsa de papel madera con membrete y moño, y luego una bolsa grande de polietileno.
Por lo general, la permicia aumenta cuando el fraccionamiento del producto es cada vez menor. El azúcar por kilo no suele tener permicia; la caja que contiene un kilo de sobrecitos de azúcar sí.
Un bombón de chocolate, envuelto en chocolate y puesto en una cajita de chocolate, ¿es un producto permicto?
Dícese del producto de manufactura que trae una cantidad excesiva de envoltorios.
Muchos de los alimentos que compramos en un supermercado son permictos. Las cajas de té son de cartón, pero vienen cubiertas con una película de polietileno. Adentro, los saquitos están ensobrados, y cada sobre de papel trae otra envoltura de polietileno. La carne viene trozada y envasada en una bandeja de plástico cubierta con papel film. Nosotros la ponemos dentro de una bolsa (para evitar que chorree líquido) y luego, a la salida del supermercado, ponemos ese conjunto de envoltorios dentro de otra bolsa, haciendo una grotesca mamushka de embalajes. Una conocida marca de huevos de chocolate trae una cajita; dentro de la cajita, una delgada lámina metálica cubre al huevo de chocolate. Dentro del chocolate hay un juguete.
Hay comerciantes que fomentan la permicia. Si compramos un regalo, a toda la cadena de envoltorios ellos le agregan su propia bolsa de papel madera con membrete y moño, y luego una bolsa grande de polietileno.
Por lo general, la permicia aumenta cuando el fraccionamiento del producto es cada vez menor. El azúcar por kilo no suele tener permicia; la caja que contiene un kilo de sobrecitos de azúcar sí.
Un bombón de chocolate, envuelto en chocolate y puesto en una cajita de chocolate, ¿es un producto permicto?
Quejacer
(Palabra y definición enviadas por Elizabeth Auster)
(s. m. derivado de queja y de quehacer)
Ocupación, negocio o tarea de realización tan obligatoria e ineludible como molesta y/o pesada, por lo que dicha realización va siempre acompañada por gimoteos, protestas y groserías.
Independientemente de nuestro género, clase u ocupación, todos tenemos algunas obligaciones cotidianas que no nos gustan y difícilmente podamos delegar en alguien más. Debido a estas características, cuando ya no podemos eludirlas, nos avocamos a ellas quejándonos por todo el período que dure nuestra actividad.
Los quejaceres pueden ser esforzados (mover un mueble pesado para limpiar debajo de él), aburridísimos (clasificar y archivar las facturas de servicios), o asquerosos (recolectar y desechar las deposiciones de nuestras mascotas).
Independientemente de nuestro género, clase u ocupación, todos tenemos algunas obligaciones cotidianas que no nos gustan y difícilmente podamos delegar en alguien más. Debido a estas características, cuando ya no podemos eludirlas, nos avocamos a ellas quejándonos por todo el período que dure nuestra actividad.
Los quejaceres pueden ser esforzados (mover un mueble pesado para limpiar debajo de él), aburridísimos (clasificar y archivar las facturas de servicios), o asquerosos (recolectar y desechar las deposiciones de nuestras mascotas).
sábado, 31 de octubre de 2009
Préstumo
(Palabra y definición enviadas por Julio David Auster)
(prefijo pre-, anterior; infijo epentético -st; infijo propio del esperanto -um que indica cosas abstractas):
Dícese de lo relativo al período anterior al nacimiento de una persona; es el antónimo de póstumo.
Todos sabemos que existen escritores visionarios, como Jules Verne, por ejemplo, que fueron capaces de describir, de manera bastante minuciosa, inventos que aparecerían muchísimos años después. Incluso Cyrano de Bergerac (el real) habló de los viajes a la Luna con unos trescientos años de anticipación. Pero también en la pintura existieron artistas con este don. Ellos estaban al acecho de unas facciones de las que se pudiera olfatear que irían a pertenecer, siglos después, a algún personaje famoso. No veían a la persona contemporánea, que debía posar pacientemente y dejar de lado por algunas semanas su vida cotidiana para beneficio del genio de la paleta, el pincel y los óleos, sino al famoso por nacer (algún día, más o menos remoto). Véase si no el retrato que acompaña este artículo. Fue pintado en 1766 por Alan Ramsay (Edimburgo 1713, Dover 1784) y en él se plasma la figura de una persona que tiene un parecido extraordinario con Lionel Messi. Ramsay, evidentemente, tuvo esa intuición genial. Messi nacería 221 años después, en otro país, en otro continente, jugaría al fútbol, que todavía no se había inventado. Él no se dio por vencido y tanto insistió que convenció a un tal Jean-Jacques Rousseau, filosofastro si los hubo, y que no dejaría ninguna huella importante de su existencia, para producir esta obra maestra préstuma.
Término relacionado: precarnación.
(prefijo pre-, anterior; infijo epentético -st; infijo propio del esperanto -um que indica cosas abstractas):
Dícese de lo relativo al período anterior al nacimiento de una persona; es el antónimo de póstumo.
Todos sabemos que existen escritores visionarios, como Jules Verne, por ejemplo, que fueron capaces de describir, de manera bastante minuciosa, inventos que aparecerían muchísimos años después. Incluso Cyrano de Bergerac (el real) habló de los viajes a la Luna con unos trescientos años de anticipación. Pero también en la pintura existieron artistas con este don. Ellos estaban al acecho de unas facciones de las que se pudiera olfatear que irían a pertenecer, siglos después, a algún personaje famoso. No veían a la persona contemporánea, que debía posar pacientemente y dejar de lado por algunas semanas su vida cotidiana para beneficio del genio de la paleta, el pincel y los óleos, sino al famoso por nacer (algún día, más o menos remoto). Véase si no el retrato que acompaña este artículo. Fue pintado en 1766 por Alan Ramsay (Edimburgo 1713, Dover 1784) y en él se plasma la figura de una persona que tiene un parecido extraordinario con Lionel Messi. Ramsay, evidentemente, tuvo esa intuición genial. Messi nacería 221 años después, en otro país, en otro continente, jugaría al fútbol, que todavía no se había inventado. Él no se dio por vencido y tanto insistió que convenció a un tal Jean-Jacques Rousseau, filosofastro si los hubo, y que no dejaría ninguna huella importante de su existencia, para producir esta obra maestra préstuma.
Término relacionado: precarnación.
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