(Sustantivo femenino. Del griego ána = hacia arriba, arriba pro = adelante, hacia adelante y katá = hacia abajo. Adjetivo: anaprócata)
Imperiosa necesidad de derribar cosas.
El anaprócata ve una provocación en la verticalidad: cualquier objeto que sobresalga en forma enhiesta desafiando el horizonte le insufla el deseo de abatirlo. Una pila de libros, un árbol de navidad, un jenga son clásicos blancos de la anaprocacia.
La anaprocacia se genera, habitualmente, ante la visión no de un único objeto vertical, sino de muchos de ellos en forma de pila, o uno que contiene a otros de manera heterogénea y abigarrada. La anaprocacia se genera por la sensación de equilibrio inestable de los objetos apilados o combinados de manera vacilante y temblorosa.
Existen, desde luego, personas anaprócatas de temperamento. Para estos últimos, cualquier objeto vertical es digno de ser derribado. No importa si está bien firme en el suelo, o si resulta difícil o casi imposible: un poste de luz, un árbol, una montaña, un edificio.
Cuando una persona se enoja, a veces, da rienda suelta a su anaprocacia y derriba todo lo que encuentra a su paso con su furia.
Los niños suelen ser anaprocáticos por excelencia: levantan torres de rasti o de juguetes, y luego sienten un enorme placer en derribarlos.
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