(Sust. De catacumba)
Si vecino proviene del latín vicinus, y este último a su vez de vicus que significa barrio, el cocataco es el muerto o muerta que está enterrado en el mismo cementerio en las cercanías de nuestros muertos queridos, o de nosotros mismos si es que estamos muertos.
"vecino" implica vida -el barrio está habitado por personas vivas-, por lo tanto no corresponde llamar así a los muertos aledaños. Cocataco viene a llenar esa impropiedad semántica.
Dos vecinos que nunca se llevaron bien en vida, pueden pasar una tranquila eternidad como cocatacos.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
miércoles, 31 de diciembre de 2008
martes, 30 de diciembre de 2008
Enetuplar
(Verbo. De ene y tuplo: terminación de veces de una cantidad. Sustantivo: enetuplo)
Si redoblar es aumentar el doble o intentar algo por segunda vez con más fuerza, enetuplar consiste en insistir por enésima vez con una fuerza aun mayor que la vez anterior.
Se considera un enetuplo cuando ya se ha perdido la cuenta de cuántas veces se ha intentado algo sin conseguirlo.
Si redoblar es aumentar el doble o intentar algo por segunda vez con más fuerza, enetuplar consiste en insistir por enésima vez con una fuerza aun mayor que la vez anterior.
Se considera un enetuplo cuando ya se ha perdido la cuenta de cuántas veces se ha intentado algo sin conseguirlo.
lunes, 29 de diciembre de 2008
Abaratrar(se)
(Verbo. Del latín barathrum = infierno, abismo, hombre insaciable. Palabra candidata a formar parte del vocabulario de una filosofía existencialista criolla)
Sentir profundamente el hastío de la insaciabilidad.
Los exquisitos laberintos de la lengua latina nos han dejado una palabra cuya amplitud semántica es reveladora: barathrum no sólo se refiere al infierno mismo, sino al hombre que merece ese infierno. La extensión que hacemos en Exonario le agrega un componente semántico de índole introspectiva: el abaratrado es quien se da cuenta de ese merecimiento y, en consecuencia, siente el peso de su continua insatisfacción.
El existencialismo francés ha acuñado dos términos de proximidad semántica con abaratrarse: náusea, para referirse a la sensación de gratuidad y vacío de la vida, y derelicción, para nombrar la autoconciencia de desamparo y responsabilidad. Abaratrarse, sin embargo, tiene evidentes resonancias criollas. Suena a barato y a batata (abatatarse equivale a asustarse, a negarse a actuar cuando llega el momento) Por ello, el abaratramiento es una náusea derelictiva criolla. Desde luego, abaratrarse, a pesar de la proximidad semántica con los dos términos existencialistas, tiene su propio peso de significado. Examinemos el abaratramiento a partir de un ejemplo: la compulsión por el juego. El jugador siente que no desea otra cosa más que jugar. Sin embargo, nunca se llena de juego. Nunca ocurre que diga "basta", como sí pasa con el sexo o los alimentos. Después de muchas horas o días de jugar al póker o a la ruleta sin parar, el jugador puede sentir abaratramiento: la certeza desdichada de que está haciendo lo que más desea, pero eso que más desea jamás lo satisface. Puede ocurrir algo similar con la necesidad de ir de shopping y comprar objetos suntuarios, con la visión de mujeres -u hombres- hermosas -o hermosos- que pasan por la calle, o con la búsqueda del conocimiento. Quien dijo que el saber nos hace desdichados es, sin duda, un abaratrado.
Sentir profundamente el hastío de la insaciabilidad.
Los exquisitos laberintos de la lengua latina nos han dejado una palabra cuya amplitud semántica es reveladora: barathrum no sólo se refiere al infierno mismo, sino al hombre que merece ese infierno. La extensión que hacemos en Exonario le agrega un componente semántico de índole introspectiva: el abaratrado es quien se da cuenta de ese merecimiento y, en consecuencia, siente el peso de su continua insatisfacción.
El existencialismo francés ha acuñado dos términos de proximidad semántica con abaratrarse: náusea, para referirse a la sensación de gratuidad y vacío de la vida, y derelicción, para nombrar la autoconciencia de desamparo y responsabilidad. Abaratrarse, sin embargo, tiene evidentes resonancias criollas. Suena a barato y a batata (abatatarse equivale a asustarse, a negarse a actuar cuando llega el momento) Por ello, el abaratramiento es una náusea derelictiva criolla. Desde luego, abaratrarse, a pesar de la proximidad semántica con los dos términos existencialistas, tiene su propio peso de significado. Examinemos el abaratramiento a partir de un ejemplo: la compulsión por el juego. El jugador siente que no desea otra cosa más que jugar. Sin embargo, nunca se llena de juego. Nunca ocurre que diga "basta", como sí pasa con el sexo o los alimentos. Después de muchas horas o días de jugar al póker o a la ruleta sin parar, el jugador puede sentir abaratramiento: la certeza desdichada de que está haciendo lo que más desea, pero eso que más desea jamás lo satisface. Puede ocurrir algo similar con la necesidad de ir de shopping y comprar objetos suntuarios, con la visión de mujeres -u hombres- hermosas -o hermosos- que pasan por la calle, o con la búsqueda del conocimiento. Quien dijo que el saber nos hace desdichados es, sin duda, un abaratrado.
domingo, 28 de diciembre de 2008
Cleptocálamo
(Término y definición enviados por el lector Julio David Auster)
(Adj. Del griego kléptein = robar y del latín calamus = pluma)
Dícese de la persona que pide prestado un instrumento de escritura, generalmente una birome, y no lo devuelve.
(Adj. Del griego kléptein = robar y del latín calamus = pluma)
Dícese de la persona que pide prestado un instrumento de escritura, generalmente una birome, y no lo devuelve.
sábado, 27 de diciembre de 2008
Cleptóflamo
(Término y definición enviados por el fiel colaborador Julio David Auster)
(del gr. kleptein, robar y del lat. flama, llama):
Dícese de la persona que pide prestado un encendedor y no lo devuelve.
(del gr. kleptein, robar y del lat. flama, llama):
Dícese de la persona que pide prestado un encendedor y no lo devuelve.
viernes, 26 de diciembre de 2008
Antesolo
(Sust. De la expresión latina ante solem = antes de que salga el sol)
Sensación de asco, fastidio o perplejidad que provoca la visión del amanecer después de una noche en vela.
Cuando se ha estado despierto toda la noche haciendo alguna tranquila actividad (leer, estudiar, chatear) a la eufótica luz de una suave lámpara, nos acostumbramos a las sombras y a la quietud nocturna. El amanecer, en esos casos, se presenta como una fuerza masiva, entrometida e incongruente que invade y empaña la mágica intimidad de la madrugada. Lo que era oscuro y suave se vuelve luminoso, incómodo y obsceno. Ese sentimiento de desolación es el antesolo.
El antesolo puede presentarse en muy diferentes circunstancias. Un insomne sufre entre las sombras, pero también odia el amanecer: el alba es su derrota, el símbolo de su irreversible fracaso contra la oscuridad. La noche se le ha escurrido sin pegar un ojo, y las luces que se cuelan por la ventana son horrendos fantasmas que ululan incesantes "hay que levantarse, comienza un nuevo día"
Después de una larga y divertida fiesta nocturna, el amanecer hace fuerza por ponerle punto final. Los límites pueden extenderse, pero la magia de las luces de colores en la oscuridad se ha perdido, y la fiesta está sentenciada.
Pero quizás el antesolo más horroroso es el que nos sorprende sin que nos demos cuenta. Ocurre cuando, de un momento para el otro, caemos en la cuenta de que ya ha amanecido. Miramos por la ventana, incrédulos y desconcertados, como si nos hubiesen robado algo importante sin que lo pudiéramos notar.
Quienes esperan con ansiedad el amanecer (por ejemplo, los que desean escapar del ataque de vampiros u otros monstruos nocturnos) no sienten antesolo, sino alguna otra sensación, más aliviadora y placentera.
Sensación de asco, fastidio o perplejidad que provoca la visión del amanecer después de una noche en vela.
Cuando se ha estado despierto toda la noche haciendo alguna tranquila actividad (leer, estudiar, chatear) a la eufótica luz de una suave lámpara, nos acostumbramos a las sombras y a la quietud nocturna. El amanecer, en esos casos, se presenta como una fuerza masiva, entrometida e incongruente que invade y empaña la mágica intimidad de la madrugada. Lo que era oscuro y suave se vuelve luminoso, incómodo y obsceno. Ese sentimiento de desolación es el antesolo.
El antesolo puede presentarse en muy diferentes circunstancias. Un insomne sufre entre las sombras, pero también odia el amanecer: el alba es su derrota, el símbolo de su irreversible fracaso contra la oscuridad. La noche se le ha escurrido sin pegar un ojo, y las luces que se cuelan por la ventana son horrendos fantasmas que ululan incesantes "hay que levantarse, comienza un nuevo día"
Después de una larga y divertida fiesta nocturna, el amanecer hace fuerza por ponerle punto final. Los límites pueden extenderse, pero la magia de las luces de colores en la oscuridad se ha perdido, y la fiesta está sentenciada.
Pero quizás el antesolo más horroroso es el que nos sorprende sin que nos demos cuenta. Ocurre cuando, de un momento para el otro, caemos en la cuenta de que ya ha amanecido. Miramos por la ventana, incrédulos y desconcertados, como si nos hubiesen robado algo importante sin que lo pudiéramos notar.
Quienes esperan con ansiedad el amanecer (por ejemplo, los que desean escapar del ataque de vampiros u otros monstruos nocturnos) no sienten antesolo, sino alguna otra sensación, más aliviadora y placentera.
jueves, 25 de diciembre de 2008
Encuarentonarse
(De cuarenta)
Sentirse inmune ante ciertas preocupaciones por causa de la edad.
"Encuarentonarse" tiene una resonancia muy fuerte con el término "envalentonarse". El encuarentonado se siente más valiente y menos vulnerable a ciertos comportamientos neuróticos: no le preocupa qué dirán de él su jefe, sus parientes o sus amigos. Tampoco teme dar su desmesurada opinión ante personas poco tolerantes y propensas al golpe. No le preocupa decir que no cuando es no, y tampoco reprime sus gustos. El encuarentonado asume sin tapujos que le atraen las personas de su propio sexo, que odia su profesión y su carrera, que le encanta Arjona más que Beethoven y que, a pesar de lo que siempre quiso opinar sobre sí, es ultraconservador y derechista. Años antes fingía preocupaciones e intereses -y la acción de sostener la mentira era otra preocupación más. Ahora se asume sin tapujos.
Para encuarentonarse no es necesario tener cuarenta años; en verdad, el encuarentonamiento ocurre a una edad mucho mayor, y es un proceso que quizás tiene más que ver con la vejez que con la mediana edad. Pero no se puede desperdiciar el parecido fonético entre "encuarentonarse" y "envalentonarse", semejanza que se perdería con términos como "enochentizarse" o "ensetentizarse", amén de que estas construcciones suenan más a ser partidario de una década del siglo veinte que a una actitud ante la vida.
Sentirse inmune ante ciertas preocupaciones por causa de la edad.
"Encuarentonarse" tiene una resonancia muy fuerte con el término "envalentonarse". El encuarentonado se siente más valiente y menos vulnerable a ciertos comportamientos neuróticos: no le preocupa qué dirán de él su jefe, sus parientes o sus amigos. Tampoco teme dar su desmesurada opinión ante personas poco tolerantes y propensas al golpe. No le preocupa decir que no cuando es no, y tampoco reprime sus gustos. El encuarentonado asume sin tapujos que le atraen las personas de su propio sexo, que odia su profesión y su carrera, que le encanta Arjona más que Beethoven y que, a pesar de lo que siempre quiso opinar sobre sí, es ultraconservador y derechista. Años antes fingía preocupaciones e intereses -y la acción de sostener la mentira era otra preocupación más. Ahora se asume sin tapujos.
Para encuarentonarse no es necesario tener cuarenta años; en verdad, el encuarentonamiento ocurre a una edad mucho mayor, y es un proceso que quizás tiene más que ver con la vejez que con la mediana edad. Pero no se puede desperdiciar el parecido fonético entre "encuarentonarse" y "envalentonarse", semejanza que se perdería con términos como "enochentizarse" o "ensetentizarse", amén de que estas construcciones suenan más a ser partidario de una década del siglo veinte que a una actitud ante la vida.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Enrajarse
(De raja. Sustantivo: enrajamiento)
Dejar entrever el extremo superior del trasero por encima del pantalón y por debajo de la camisa.
Las personas enchulenguizadas tienden a enrajarse. También son proclives al enrajamiento los obreros (en particular aquellos que en su trabajo deben agacharse) y quienes usan pantalón de tiro bajo o remeras cortas.
El enrajamiento puede ser una estudiada fuente de seducción. Pero la mayoría de las veces es un fenómeno involuntario que sólo provoca burlas.
Dejar entrever el extremo superior del trasero por encima del pantalón y por debajo de la camisa.
Las personas enchulenguizadas tienden a enrajarse. También son proclives al enrajamiento los obreros (en particular aquellos que en su trabajo deben agacharse) y quienes usan pantalón de tiro bajo o remeras cortas.
El enrajamiento puede ser una estudiada fuente de seducción. Pero la mayoría de las veces es un fenómeno involuntario que sólo provoca burlas.
martes, 23 de diciembre de 2008
Enjupitarse
(De Júpiter, nombre del quinto planeta del sistema solar. Adjetivo: enjupitado)
No lograr resultados importantes a pesar de haber sido una gran promesa.
Una hermosa mujer que gana todos los concursos de belleza durante su adolescencia y, cuando cumple sus veinte, se dedica a comer hasta volverse hiperobesa. Un joven y talentoso violinista abandona su arte por pereza y a los treinta años apenas recuerda cómo tocar el violín. Un nuevo y brillante contador se presenta en la compañía como la solución a todos los problemas y, apenas dos días después de asumir su puesto, llega tarde, alcoholizado y demuestra que no sabe siquiera hacer un balance. Los protagonistas de estos ejemplos son enjupitados: supuestamente, por cierta falta de voluntad, no logran un codiciado objetivo que parecía fácilmente alcanzable. El enjupitado parece ir contra su propia naturaleza; como si la vocación que lo inflamara no llegara a despertarse del todo, o muriera en su esplendor. A veces una persona se vuelve enjupitada por las expectativas que los demás depositan en ella, y no porque ella misma tenga un talento especial. Es el caso de los padres que piensan que sus hijos son genios en algún rubro cuando en realidad son niños caprichosos y malcriados.
El término "enjupitarse" hace referencia a la característica propia del planeta Júpiter, cuya incandescencia inicial lo podría haber convertido en una estrella, pero por falta de combustión quedó relegado a la categoría de planeta.
No lograr resultados importantes a pesar de haber sido una gran promesa.
Una hermosa mujer que gana todos los concursos de belleza durante su adolescencia y, cuando cumple sus veinte, se dedica a comer hasta volverse hiperobesa. Un joven y talentoso violinista abandona su arte por pereza y a los treinta años apenas recuerda cómo tocar el violín. Un nuevo y brillante contador se presenta en la compañía como la solución a todos los problemas y, apenas dos días después de asumir su puesto, llega tarde, alcoholizado y demuestra que no sabe siquiera hacer un balance. Los protagonistas de estos ejemplos son enjupitados: supuestamente, por cierta falta de voluntad, no logran un codiciado objetivo que parecía fácilmente alcanzable. El enjupitado parece ir contra su propia naturaleza; como si la vocación que lo inflamara no llegara a despertarse del todo, o muriera en su esplendor. A veces una persona se vuelve enjupitada por las expectativas que los demás depositan en ella, y no porque ella misma tenga un talento especial. Es el caso de los padres que piensan que sus hijos son genios en algún rubro cuando en realidad son niños caprichosos y malcriados.
El término "enjupitarse" hace referencia a la característica propia del planeta Júpiter, cuya incandescencia inicial lo podría haber convertido en una estrella, pero por falta de combustión quedó relegado a la categoría de planeta.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Emplanetarse
(Verbo. Del griego planetés = errante)
Caminar haciendo trayectorias inesperadas y arbitrarias.
Un día cualquiera, una persona que era puntillosa y estricta con sus horarios y objetivos en la vida, decide salir a la calle sin rumbo para ya no volver a sus rutinas anteriores. El emplanetado sale de su casa con el firme propósito de ir al trabajo o hacer compras, pero por alguna circunstancia -quizás la intención de dar un paseo- toma por un camino inusual y luego se pierde para siempre en calles que no lo conducen a un lugar determinado. Existen casos sobrecogedores de emplanetamiento: una persona que camina bordeando un río decide abandonar su trayecto y se pierde en medio de un desierto. Otra que bordea una montaña un buen día escala la montaña y ya no vuelve a descender.
Algunas personas creen que el emplanetamiento es producto de un hechizo. En verdad, el emplanetado se comporta de una manera tan repentinamente extraña a su proceder habitual, que su actitud parece producto de una decisión ajena a su voluntad.
Caminar haciendo trayectorias inesperadas y arbitrarias.
Un día cualquiera, una persona que era puntillosa y estricta con sus horarios y objetivos en la vida, decide salir a la calle sin rumbo para ya no volver a sus rutinas anteriores. El emplanetado sale de su casa con el firme propósito de ir al trabajo o hacer compras, pero por alguna circunstancia -quizás la intención de dar un paseo- toma por un camino inusual y luego se pierde para siempre en calles que no lo conducen a un lugar determinado. Existen casos sobrecogedores de emplanetamiento: una persona que camina bordeando un río decide abandonar su trayecto y se pierde en medio de un desierto. Otra que bordea una montaña un buen día escala la montaña y ya no vuelve a descender.
Algunas personas creen que el emplanetamiento es producto de un hechizo. En verdad, el emplanetado se comporta de una manera tan repentinamente extraña a su proceder habitual, que su actitud parece producto de una decisión ajena a su voluntad.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Fagóptero
(Adj. Del griego phágo = comer y -ópter = observador)
Persona que vigila lo que otros comen
Una madre obsesionada por la cantidad y calidad de comidas que ingiere su hijo; una tía abuela solterona que siente un enorme placer en ver cómo sus sobrinos nietos degustan sus abundantes, variadas y empalagosas tortas caseras; un cocinero amateur que está esperando la aprobación de sus amigos por su último experimento culinario o un hombre que goza viendo a su amante comer el plato que él preparó: todos ellos son fagópteros.
El fagóptero es una clase especial de voyeurista. Las diferencias entre uno y otro observador no son tan grandes: la comida y el sexo poseen un ingrediente de enorme seducción. La única diferencia notable entre el fagóptero y el voyeur es que mientras el voyeurista se solaza observando sin participar, el fagóptero espera una reacción por algo que él mismo ha preparado.
El fagóptero puede estar al límite entre lo puramente culinario y lo lúbrico. Algunos fagópteros, cuando ven a alguien probando sus platos, puede murmurar por lo bajo: "Así, así me gusta, cómo te comés la patita de pollo... Sí, cómo te tragás la salsita de roquefort que te preparó papito". Este último tipo de fagóptero se excita conjugando la observación del disfrute de sus comensales con el recuerdo de cómo preparó cada bocado.
jueves, 18 de diciembre de 2008
Parifungio
(Sust. Del latín paries = pared, muro y fungi = hongos)
Dibujo que forman las manchas de humedad en una pared.
La humedad puede tener una variedad de efectos en las construcciones. Uno de ellos es el simple descasacaramiento de la pintura y el revoque. El resultado de ese proceso es un dibujo irregular de contornos bien definidos al cual, como a las nubídeas, se le puede dar una interpretación muy detallada.
Otro proceso no lleva al descascaramiento de la pared, sino a una lenta y progresiva diferenciación de matices sin bordes definidos. Los parifungios formados de este modo son figuras fantasmales cuya presencia a veces ha sido interpretada como el escaso medio de comunicación de un muerto. Abonan notablemente a esta interpretación, sin duda, los parifungios que surgen de manera rápida y espontánea -es decir, sin que se pueda corroborar la presencia de una fuente de humedad- para formar el rostro de un pariente muerto o el mapa del lugar donde quedó guardada la herencia desaparecida.
Dibujo que forman las manchas de humedad en una pared.
La humedad puede tener una variedad de efectos en las construcciones. Uno de ellos es el simple descasacaramiento de la pintura y el revoque. El resultado de ese proceso es un dibujo irregular de contornos bien definidos al cual, como a las nubídeas, se le puede dar una interpretación muy detallada.
Otro proceso no lleva al descascaramiento de la pared, sino a una lenta y progresiva diferenciación de matices sin bordes definidos. Los parifungios formados de este modo son figuras fantasmales cuya presencia a veces ha sido interpretada como el escaso medio de comunicación de un muerto. Abonan notablemente a esta interpretación, sin duda, los parifungios que surgen de manera rápida y espontánea -es decir, sin que se pueda corroborar la presencia de una fuente de humedad- para formar el rostro de un pariente muerto o el mapa del lugar donde quedó guardada la herencia desaparecida.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Incalizar
(Verbo. Del latín in = dentro y calix = vaso, cálice. Sustantivo: incalización)
No terminar el contenido de los vasos.
En las fiestas y reuniones es común que los invitados dejen vasos por la mitad o que se sirvan, sólo beban un trago y luego abandonen la copa. El contenido de los vasos incalizados suele tener un único destino: ser desechado.
Una variante de la incalización -no necesariamente relacionada con los ágapes- consiste en no beber el fondo del líquido de los vasos y copas. Como si ese fondo contuviera algún residuo o borra que podría afectar a quien lo bebe, el partidario de la incalización toma una de dos decisiones: cuando su vaso está a punto de vaciarse, o bien lo llena nuevamente, o bien deja de beber. Su actitud puede entenderse como un "horror al vaso vacío".
No terminar el contenido de los vasos.
En las fiestas y reuniones es común que los invitados dejen vasos por la mitad o que se sirvan, sólo beban un trago y luego abandonen la copa. El contenido de los vasos incalizados suele tener un único destino: ser desechado.
Una variante de la incalización -no necesariamente relacionada con los ágapes- consiste en no beber el fondo del líquido de los vasos y copas. Como si ese fondo contuviera algún residuo o borra que podría afectar a quien lo bebe, el partidario de la incalización toma una de dos decisiones: cuando su vaso está a punto de vaciarse, o bien lo llena nuevamente, o bien deja de beber. Su actitud puede entenderse como un "horror al vaso vacío".
martes, 16 de diciembre de 2008
Ectosomático,a
(Adj. Del griego ecto = por fuera y soma = cuerpo. Sustantivo: ectosomatosis)
Dícese del espíritu que está presente a la vez en varios cuerpos.
El alma de los ectosomáticos es capaz de mover y dar vida a cuerpos de diferentes géneros y especies. Desde un punto de vista metafísico, el ectosomático tiene "demasiado espíritu" para un solo cuerpo, y por ello le es asignado más de uno.
El ectosomático puede controlar, simultáneamente a su propio cuerpo y al cuerpo de otras personas (pueden ser una o dos, o miles). No es necesario que el ectosomático sea consciente del control que tiene sobre esos cuerpos, y puede desconocer individualmente a cada uno de sus avatares. Desde luego, un espíritu humano puede controlar a las millones de hormigas de un hormiguero, o a una manada de ciervos en el Africa, o a una especie de seres viboroides de un planeta en la galaxia de Andrómeda. También -siguiendo el mismo razonamiento- nosotros podemos ser, en verdad, las pálidas manifestaciones de otros seres ectosomáticos. La letra de una canción de Enigma dice: "Recuerda el Chamán cuando dijo: el hombre es el sueño del delfín". Si esto fuera cierto, y si el delfín nos sustentara de vida incluso cuando está despierto, nosotros somos las manifestaciones ectosomáticas del delfín.
Las teorías ectosomáticas han resultado plausibles a muchas religiones y filosofías. Después de todo, ¿es racional pensar que cada uno está encerrado en su propia, íntima e inaccesible individualidad? ¿O más bien compartimos con el resto de los mortales algo que nos hermana mucho más allá que un simple contacto corporal?
La tesis de la ectosomatosis, sin embargo, posee componentes metafísicos sumamente discutibles. La incorroborabilidad no es su mayor debilidad: quizás, lo más flagrantemente inaceptable es la asunción injustificada de que los espíritus pueden tener "grados ontológicos": habrá espíritus cuyo grado ontológico es suficiente para sostener a un único cuerpo, y otros, de grado ontológico superior, podrán sostener a varios. Es este punto, particularmente, el que debe ser argumentado. Por supuesto, para escuchar el argumento, hay que aceptar previamente que existe algo así como el espíritu o el alma.
Dícese del espíritu que está presente a la vez en varios cuerpos.
El alma de los ectosomáticos es capaz de mover y dar vida a cuerpos de diferentes géneros y especies. Desde un punto de vista metafísico, el ectosomático tiene "demasiado espíritu" para un solo cuerpo, y por ello le es asignado más de uno.
El ectosomático puede controlar, simultáneamente a su propio cuerpo y al cuerpo de otras personas (pueden ser una o dos, o miles). No es necesario que el ectosomático sea consciente del control que tiene sobre esos cuerpos, y puede desconocer individualmente a cada uno de sus avatares. Desde luego, un espíritu humano puede controlar a las millones de hormigas de un hormiguero, o a una manada de ciervos en el Africa, o a una especie de seres viboroides de un planeta en la galaxia de Andrómeda. También -siguiendo el mismo razonamiento- nosotros podemos ser, en verdad, las pálidas manifestaciones de otros seres ectosomáticos. La letra de una canción de Enigma dice: "Recuerda el Chamán cuando dijo: el hombre es el sueño del delfín". Si esto fuera cierto, y si el delfín nos sustentara de vida incluso cuando está despierto, nosotros somos las manifestaciones ectosomáticas del delfín.
Las teorías ectosomáticas han resultado plausibles a muchas religiones y filosofías. Después de todo, ¿es racional pensar que cada uno está encerrado en su propia, íntima e inaccesible individualidad? ¿O más bien compartimos con el resto de los mortales algo que nos hermana mucho más allá que un simple contacto corporal?
La tesis de la ectosomatosis, sin embargo, posee componentes metafísicos sumamente discutibles. La incorroborabilidad no es su mayor debilidad: quizás, lo más flagrantemente inaceptable es la asunción injustificada de que los espíritus pueden tener "grados ontológicos": habrá espíritus cuyo grado ontológico es suficiente para sostener a un único cuerpo, y otros, de grado ontológico superior, podrán sostener a varios. Es este punto, particularmente, el que debe ser argumentado. Por supuesto, para escuchar el argumento, hay que aceptar previamente que existe algo así como el espíritu o el alma.
lunes, 15 de diciembre de 2008
Anomachar
(Verbo. Del griego a = partícula negativa; mnéme = memoria y matháno = aprender. Sustantivo: anomacia)
No entender algo que anteriormente se entendía a la perfección.
Uno puede aprender a la perfección las reglas del tute cabrero, las declinaciones del idioma latino, la exacta secuencia de pasos para desarmar un reloj a cuerda o la lista completa de reyes de la dinastía borbónica. Sin embargo, al poco tiempo esos recuerdos comienzan a entrar en un olvido sistemático: llega un día (tal vez no muy lejano) en el que apenas podemos dar una imprecisa pista de aquello que antes sabíamos con tanta claridad. Del tute cabrero, sólo podremos decir que es algo que se juega con naipes y de a tres. De la dinastía borbónica, apenas si seremos capaces de ubicar temporalmente algún suceso que fuera contemporáneo a alguno de sus más famosos reyes -ni por asomo recordaremos sin vacilación el nombre de uno de los reyes.
La anomacia nos debería hacer desconfiar de aquellas personas que nos dicen: "yo sé cómo hacerlo, con todos los detalles" o "yo recuerdo la lista completa". Quizás cree que la recuerda; quizás tiene el espejismo de que todavía conserva esa sucesión de pasos o de nombres en su mente. Suele ser una sorpresa que quien nos dice que tiene esa capacidad realmente demuestre que la tiene.
No entender algo que anteriormente se entendía a la perfección.
Uno puede aprender a la perfección las reglas del tute cabrero, las declinaciones del idioma latino, la exacta secuencia de pasos para desarmar un reloj a cuerda o la lista completa de reyes de la dinastía borbónica. Sin embargo, al poco tiempo esos recuerdos comienzan a entrar en un olvido sistemático: llega un día (tal vez no muy lejano) en el que apenas podemos dar una imprecisa pista de aquello que antes sabíamos con tanta claridad. Del tute cabrero, sólo podremos decir que es algo que se juega con naipes y de a tres. De la dinastía borbónica, apenas si seremos capaces de ubicar temporalmente algún suceso que fuera contemporáneo a alguno de sus más famosos reyes -ni por asomo recordaremos sin vacilación el nombre de uno de los reyes.
La anomacia nos debería hacer desconfiar de aquellas personas que nos dicen: "yo sé cómo hacerlo, con todos los detalles" o "yo recuerdo la lista completa". Quizás cree que la recuerda; quizás tiene el espejismo de que todavía conserva esa sucesión de pasos o de nombres en su mente. Suele ser una sorpresa que quien nos dice que tiene esa capacidad realmente demuestre que la tiene.
jueves, 11 de diciembre de 2008
Calsulecia
(Sust. Del latín calceus = zapato; sub = debajo y lectus = lecho)
Tendencia de los zapatos, sandalias, botas y zapatillas a perderse debajo de la cama.
Por alguna razón, el calzado que queda al pie de la cama suele desaparecer en ese entorno oscuro, hostil e inaccesible. Lo curioso de la calsulecia es que, a pesar de que sospechamos que los zapatos extraviados tienen que estar ahí, no podemos encontrarlos con facilidad: la calsulecia es un caso de circunviación.
Tendencia de los zapatos, sandalias, botas y zapatillas a perderse debajo de la cama.
Por alguna razón, el calzado que queda al pie de la cama suele desaparecer en ese entorno oscuro, hostil e inaccesible. Lo curioso de la calsulecia es que, a pesar de que sospechamos que los zapatos extraviados tienen que estar ahí, no podemos encontrarlos con facilidad: la calsulecia es un caso de circunviación.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Melanémera
(Sust. Del griego mélan = negro y hémera = día)
Día en la superficie de los planetas con atmósfera muy delgada, sin atmósfera y / o muy alejados del sol, en los cuales el cielo se ve de color negro.
Desde la Tierra, podemos reconocer al día no sólo por la presencia del Sol, sino también por el característico color celeste del cielo. Pero en un planeta como Plutón, a pesar de que el Sol pueda estar presente, el cielo se ve negro (pues el Sol está tan alejado que se visualiza como una estrella más), de igual modo a como se ve la noche en la Tierra. En la Luna, a pesar de que el sol se encuentra prácticamente a la misma distancia que la Tierra, se produce el mismo fenómeno de melanémera debido a la delgada atmósfera.
Debe ser sobrecogedor observar al Sol en el cénit, rodeado de un cielo totalmente negro.
Día en la superficie de los planetas con atmósfera muy delgada, sin atmósfera y / o muy alejados del sol, en los cuales el cielo se ve de color negro.
Desde la Tierra, podemos reconocer al día no sólo por la presencia del Sol, sino también por el característico color celeste del cielo. Pero en un planeta como Plutón, a pesar de que el Sol pueda estar presente, el cielo se ve negro (pues el Sol está tan alejado que se visualiza como una estrella más), de igual modo a como se ve la noche en la Tierra. En la Luna, a pesar de que el sol se encuentra prácticamente a la misma distancia que la Tierra, se produce el mismo fenómeno de melanémera debido a la delgada atmósfera.
Debe ser sobrecogedor observar al Sol en el cénit, rodeado de un cielo totalmente negro.
martes, 9 de diciembre de 2008
Vocefalizar
(Verbo. Del portugués "vocé fala" = tú hablas. Sustantivo: vocefalidad. Adjetivo: vocéfalo,a)
Creer que se tiene la capacidad de hablar un idioma desconocido.
El vocéfalo imagina que puede entender y ser entendido por hablantes de idiomas que tienen cierta proximidad fonética con el suyo. En el caso de un hablante cuya lengua original es el español, se incurre en vocefalidad cuando se cree que por el cambio de unas pocas desinencias o acentuaciones se puede hablar portugués o italiano, sin jamás haber escuchado esos idiomas.
Otros casos de vocefalidad se dan con idiomas que no comparten una misma historia y una fonética parecida; se puede ser vocéfalo por el simple hecho de haber estudiado un poco de chino o de alemán y, llegada la circunstancia, creerse capaz de lograr una comunicación satisfactoria. Quizás, gracias al principio de caridad comunicativa, los chinos y los alemanes hagan un gran esfuerzo por entender al vocéfalo y, efectivamente, la comunicación se logre sin problemas. Pero el vocéfalo tiene la errada creencia de que él es sumamente competente en ese idioma, y que su "capacidad de aprender lenguajes" y su "capacidad de sociabilizar" con extranjeros es un don natural.
Creer que se tiene la capacidad de hablar un idioma desconocido.
El vocéfalo imagina que puede entender y ser entendido por hablantes de idiomas que tienen cierta proximidad fonética con el suyo. En el caso de un hablante cuya lengua original es el español, se incurre en vocefalidad cuando se cree que por el cambio de unas pocas desinencias o acentuaciones se puede hablar portugués o italiano, sin jamás haber escuchado esos idiomas.
Otros casos de vocefalidad se dan con idiomas que no comparten una misma historia y una fonética parecida; se puede ser vocéfalo por el simple hecho de haber estudiado un poco de chino o de alemán y, llegada la circunstancia, creerse capaz de lograr una comunicación satisfactoria. Quizás, gracias al principio de caridad comunicativa, los chinos y los alemanes hagan un gran esfuerzo por entender al vocéfalo y, efectivamente, la comunicación se logre sin problemas. Pero el vocéfalo tiene la errada creencia de que él es sumamente competente en ese idioma, y que su "capacidad de aprender lenguajes" y su "capacidad de sociabilizar" con extranjeros es un don natural.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Cacarolo, a
(Adj. De cacareo)
1. Persona que ríe de forma semejante a como cacarean las gallinas.
2. Persona que expresa su sorpresa o su espanto con un prolongado y teatral grito en falsete.
El cacarolo puede ser un mojigato (o un cuchiperro) que se escandaliza por cualquier cosa. Habitualmente, es una señora mayor que, cuando se entera de algo ligeramente disgustante a través de los noticieros, emite un "Aaaaaahhh" de compromiso.
3. Ruido que emite el agua al pasar a través de una canilla, que parece el grito en falsete de una mujer.
El agua, al fluir por las cañerías puede emitir distintos tipos de sonido. A veces, cuando la canilla es vieja y los vástagos están oxidados, el agua hace un ruido parecido al grito asombrado de una mujer mayor.
1. Persona que ríe de forma semejante a como cacarean las gallinas.
2. Persona que expresa su sorpresa o su espanto con un prolongado y teatral grito en falsete.
El cacarolo puede ser un mojigato (o un cuchiperro) que se escandaliza por cualquier cosa. Habitualmente, es una señora mayor que, cuando se entera de algo ligeramente disgustante a través de los noticieros, emite un "Aaaaaahhh" de compromiso.
3. Ruido que emite el agua al pasar a través de una canilla, que parece el grito en falsete de una mujer.
El agua, al fluir por las cañerías puede emitir distintos tipos de sonido. A veces, cuando la canilla es vieja y los vástagos están oxidados, el agua hace un ruido parecido al grito asombrado de una mujer mayor.
sábado, 6 de diciembre de 2008
Isabelinguis
(Palabra enviada por Pablo Conte, Unservidor, como "homenaje del e-lectorado al creador del Exonario")
(Del latín elinguis (enmudecer, perder la palabra o la elocuencia) e Isabella, hija de Jorge Mux.)
Fenómeno por el cual un respetado blogger de admirable prosa pierde la capacidad de decir cosas coherentes, ante el nacimiento de su hija.
Como el término no tiene equivalente, aplica también a otros similares casos ajenos, bajo el nombre de Síndrome de Isabellinguis (nazca varón o con otro nombre).
(Gracias, Unser)
(Del latín elinguis (enmudecer, perder la palabra o la elocuencia) e Isabella, hija de Jorge Mux.)
Fenómeno por el cual un respetado blogger de admirable prosa pierde la capacidad de decir cosas coherentes, ante el nacimiento de su hija.
Como el término no tiene equivalente, aplica también a otros similares casos ajenos, bajo el nombre de Síndrome de Isabellinguis (nazca varón o con otro nombre).
(Gracias, Unser)
viernes, 5 de diciembre de 2008
Desenchangado,a
(Adjetivo. De chango = niño)
Niño que tiene gestos o aspecto de adulto.
El niño desenchangado no tiene el encanto infantil; es como un adulto en un cuerpo pequeño. Su rostro y su actitud expresan ecuanimidad. Su lenguaje es certero, sus palabras exactas y con la mirada provoca temor e incomodidad en la gente.
Niño que tiene gestos o aspecto de adulto.
El niño desenchangado no tiene el encanto infantil; es como un adulto en un cuerpo pequeño. Su rostro y su actitud expresan ecuanimidad. Su lenguaje es certero, sus palabras exactas y con la mirada provoca temor e incomodidad en la gente.
jueves, 4 de diciembre de 2008
Guelogio
(Sust. Del griego geláo = reír y lógos = discurso)
Querer hablar en serio mientras se tiene un acceso de risa.
Quien sufre de un guelogio, debe detenerse muchas veces durante su anuncio para decir: "esto que digo es en serio". Lo cual, por supuesto, le provocará aun más risa.
Etimológicamente, guelogio y ridiloquio significan exactamente lo mismo. Sin embargo, como "guelogio" es palabra de origen griego, y "ridiloquio" es de origen latino, podemos utilizar ambos términos con acepciones diferentes, tal como ocurre con los términos "ética" ("costumbre" en griego) y "moral" ("costumbre", en latín).
Querer hablar en serio mientras se tiene un acceso de risa.
Quien sufre de un guelogio, debe detenerse muchas veces durante su anuncio para decir: "esto que digo es en serio". Lo cual, por supuesto, le provocará aun más risa.
Etimológicamente, guelogio y ridiloquio significan exactamente lo mismo. Sin embargo, como "guelogio" es palabra de origen griego, y "ridiloquio" es de origen latino, podemos utilizar ambos términos con acepciones diferentes, tal como ocurre con los términos "ética" ("costumbre" en griego) y "moral" ("costumbre", en latín).
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Cenitalizar
(Sust. Del árabe assumut, de donde deriva "cénit", y del latín -izare = terminación verbal que significa "dejar en cierto estado")
Poner un objeto o un grupo de objetos de la manera más vertical posible.
Existen objetos como las botellas, los vasos, los jarrones, las lámparas, la CPU de las computadoras, cuya forma habitual de estar puestos es, justamente, de manera cenital (lo más vertical posible). Pero otras cosas, como televisores, impresoras, escáneres, camas y mesas, suelen estar apoyados del lado más extenso. La cenitalización se utiliza, a veces, para aprovechar mejor el espacio y para que las cosas más extensas ocupen menos lugar.
El término "cenitalizar" se aplica con propiedad a aquellos objetos que no suelen estar en forma vertical.
Algunas veces, la cenitalización genera un innecesario equilibrio inestable, pues la verticalidad creada se apoya en un lado sumamente pequeño del objeto, y de ese modo se convierte en una forma de promarginia.
La cenitalización muchas veces implica la pérdida momentánea de la funcionalidad del objeto cenitalizado. Una cama puesta de manera vertical no sirve para dormir.
¿No habría bastado con la palabra "verticalizar" para referirse a este fenómeno? No: la verticalización no presupone la máxima verticalización posible. La cenitalización, sí. Hay objetos que pueden ponerse de manera vertical (es decir: pueden apoyarse en uno de sus lados poco extensos), pero que no pueden cenitalizarse (es decir: apoyarse en el lado menos extenso). Los objetos que tienen alguno de sus lados demasiado pequeños no pueden cenitalizarse.
Poner un objeto o un grupo de objetos de la manera más vertical posible.
Existen objetos como las botellas, los vasos, los jarrones, las lámparas, la CPU de las computadoras, cuya forma habitual de estar puestos es, justamente, de manera cenital (lo más vertical posible). Pero otras cosas, como televisores, impresoras, escáneres, camas y mesas, suelen estar apoyados del lado más extenso. La cenitalización se utiliza, a veces, para aprovechar mejor el espacio y para que las cosas más extensas ocupen menos lugar.
El término "cenitalizar" se aplica con propiedad a aquellos objetos que no suelen estar en forma vertical.
Algunas veces, la cenitalización genera un innecesario equilibrio inestable, pues la verticalidad creada se apoya en un lado sumamente pequeño del objeto, y de ese modo se convierte en una forma de promarginia.
La cenitalización muchas veces implica la pérdida momentánea de la funcionalidad del objeto cenitalizado. Una cama puesta de manera vertical no sirve para dormir.
¿No habría bastado con la palabra "verticalizar" para referirse a este fenómeno? No: la verticalización no presupone la máxima verticalización posible. La cenitalización, sí. Hay objetos que pueden ponerse de manera vertical (es decir: pueden apoyarse en uno de sus lados poco extensos), pero que no pueden cenitalizarse (es decir: apoyarse en el lado menos extenso). Los objetos que tienen alguno de sus lados demasiado pequeños no pueden cenitalizarse.
martes, 2 de diciembre de 2008
Promarginia
(Sust. Del latín pro= partícula que indica impulso o movimiento hacia adelante y margen = margen, límite. Adjetivo: promargínico)
Tendencia a dejar objetos en los bordes de algo.
Los afectados de promarginia pueden tener una gran superficie donde apoyar objetos, pero -quizás por descuido- los dejan mas bien en los bordes y extremos, poniendo siempre en peligro la integridad de las cosas.
A veces, la promarginia se realiza intencionadamente, solo para molestar a otras personas, o para hacer pruebas de equilibrio. ¿Qué tan al borde puede quedar un vaso o un jarrón de cristal? ¿Cuál es el límite físico después del cual una cosa, inevitablemente, se cae?
Un objeto muy al borde es visualmente molesto, pues sentimos y presentimos la inminencia de su caída. ¿Cuánto podemos aguantar -psicológicamente- viendo a los anteojos en el filo de la mesada? ¿Qué tan preparados estamos para soportar ver a nuestro hijo recién nacido con medio cuerpo afuera de la cama?
Al igual que la morifendia y la moricasia , la promarginia es una mala costumbre que puede atentar contra la paciencia de quienes nos rodean.
Una variante de la promarginia es la tendencia a dejar cosas en un cierto equilibrio inestable, independientemente de si están o no al borde de algo. Los objetos en equilibrio inestable sufren de una promarginia intrínseca, pues continuamente están a punto de romper ese equilibrio, y esa es una manera de estar al borde.
Tendencia a dejar objetos en los bordes de algo.
Los afectados de promarginia pueden tener una gran superficie donde apoyar objetos, pero -quizás por descuido- los dejan mas bien en los bordes y extremos, poniendo siempre en peligro la integridad de las cosas.
A veces, la promarginia se realiza intencionadamente, solo para molestar a otras personas, o para hacer pruebas de equilibrio. ¿Qué tan al borde puede quedar un vaso o un jarrón de cristal? ¿Cuál es el límite físico después del cual una cosa, inevitablemente, se cae?
Un objeto muy al borde es visualmente molesto, pues sentimos y presentimos la inminencia de su caída. ¿Cuánto podemos aguantar -psicológicamente- viendo a los anteojos en el filo de la mesada? ¿Qué tan preparados estamos para soportar ver a nuestro hijo recién nacido con medio cuerpo afuera de la cama?
Al igual que la morifendia y la moricasia , la promarginia es una mala costumbre que puede atentar contra la paciencia de quienes nos rodean.
Una variante de la promarginia es la tendencia a dejar cosas en un cierto equilibrio inestable, independientemente de si están o no al borde de algo. Los objetos en equilibrio inestable sufren de una promarginia intrínseca, pues continuamente están a punto de romper ese equilibrio, y esa es una manera de estar al borde.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Parifar
(Verbo. Del latín par = igual y for = hablar. Sustantivo: parifacia [par, fatum])
Decir algo en el mismo instante en el que otra persona está hablando.
Para que se esté parifando, es necesario que las dos personas hablen al unísono y las emisiones tengan la misma duración, de modo que se logre el efecto de que ninguna de las dos pueda escuchar ningún fragmento de lo que dijo el otro.
La parifacia es perfecta cuando no sólo no pueden oírse, sino que ninguno de los dos se dio cuenta de que el otro estaba hablando. Estos casos ocurren cuando los parifantes hablan sin mirarse. Puede ocurrir que una cajera de supermercado nos dé el ticket de compra mirando el vuelto y diciendo "su ticket" en el mismo instante en que le decimos "hasta luego". Luego nos retiramos, y la cajera pensará que somos maleducados por no haberla saludado.
La parifacia es una de las mayores fuentes de malentendidos, y puede provocar que la gente se ofenda sin motivo. "Yo le hice una pregunta, pero no me contestó"; "Lo saludé y se hizo el sota". En verdad hubo respuesta y hubo saludo, pero seguramente fue tapado por otra emisión y no pudimos oírla.
Conviene aclarar que la parifacia sólo se da en el contexto de dos emisiones propiamente humanas. Si la emisión de una persona no se oye por algún ruido (un automóvil que pasa, un serrucho), necesitaremos de otro nombre para referirnos a ello.
Decir algo en el mismo instante en el que otra persona está hablando.
Para que se esté parifando, es necesario que las dos personas hablen al unísono y las emisiones tengan la misma duración, de modo que se logre el efecto de que ninguna de las dos pueda escuchar ningún fragmento de lo que dijo el otro.
La parifacia es perfecta cuando no sólo no pueden oírse, sino que ninguno de los dos se dio cuenta de que el otro estaba hablando. Estos casos ocurren cuando los parifantes hablan sin mirarse. Puede ocurrir que una cajera de supermercado nos dé el ticket de compra mirando el vuelto y diciendo "su ticket" en el mismo instante en que le decimos "hasta luego". Luego nos retiramos, y la cajera pensará que somos maleducados por no haberla saludado.
La parifacia es una de las mayores fuentes de malentendidos, y puede provocar que la gente se ofenda sin motivo. "Yo le hice una pregunta, pero no me contestó"; "Lo saludé y se hizo el sota". En verdad hubo respuesta y hubo saludo, pero seguramente fue tapado por otra emisión y no pudimos oírla.
Conviene aclarar que la parifacia sólo se da en el contexto de dos emisiones propiamente humanas. Si la emisión de una persona no se oye por algún ruido (un automóvil que pasa, un serrucho), necesitaremos de otro nombre para referirnos a ello.
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