(Palabra y definición enviadas por Julio David Auster)
(prefijo pre-, anterior; infijo epentético -st; infijo propio del esperanto -um que indica cosas abstractas):
Dícese de lo relativo al período anterior al nacimiento de una persona; es el antónimo de póstumo.
Todos sabemos que existen escritores visionarios, como Jules Verne, por ejemplo, que fueron capaces de describir, de manera bastante minuciosa, inventos que aparecerían muchísimos años después. Incluso Cyrano de Bergerac (el real) habló de los viajes a la Luna con unos trescientos años de anticipación. Pero también en la pintura existieron artistas con este don. Ellos estaban al acecho de unas facciones de las que se pudiera olfatear que irían a pertenecer, siglos después, a algún personaje famoso. No veían a la persona contemporánea, que debía posar pacientemente y dejar de lado por algunas semanas su vida cotidiana para beneficio del genio de la paleta, el pincel y los óleos, sino al famoso por nacer (algún día, más o menos remoto). Véase si no el retrato que acompaña este artículo. Fue pintado en 1766 por Alan Ramsay (Edimburgo 1713, Dover 1784) y en él se plasma la figura de una persona que tiene un parecido extraordinario con Lionel Messi. Ramsay, evidentemente, tuvo esa intuición genial. Messi nacería 221 años después, en otro país, en otro continente, jugaría al fútbol, que todavía no se había inventado. Él no se dio por vencido y tanto insistió que convenció a un tal Jean-Jacques Rousseau, filosofastro si los hubo, y que no dejaría ninguna huella importante de su existencia, para producir esta obra maestra préstuma.
Término relacionado: precarnación.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
sábado, 31 de octubre de 2009
jueves, 29 de octubre de 2009
Gosnirar
(Del griego geúsein = saborear y oneíros = sueño)
Quedarse paladeando un sueño luego de despertarse.
Cuando nos despertamos con una fracción de recuerdo de un sueño, no queremos que la realidad de vigilia nos invada de manera repentina. Los tenues hilos de una compleja trama onírica requieren de reflexión y esfuerzo para salir a la luz.Queremos unos cuantos minutos de cierta atmósfera onírica, de silencio, de inmovilidad para recordar por qué el payaso salía del carrito con hormigas; por qué había gente famosa comiendo en la cocina de casa (que no era la cocina de casa) y por qué los extraterrestres mataban sólo a los que no salían del hotel. Sólo después de mucho trabajo, de inducciones fracasadas y de tanteos provisorios, aparecen las sucesivas revelaciones: el payaso era mi amigo Roberto que hacía una rutina en la que volaba porque sus hijos querían pochoclo (y por eso el carrito con hormigas); la gente famosa comía pochoclo con hormigas para levantar la autoestima (en una fase anterior del sueño, los famosos no eran famosos; eran amigos de la infancia y un plomero y otro payaso); los extraterrestres estaban en un patio escondidos tras las madreselvas y sólo eran gatos o telarañas, o una especie de gatos de plasma y telaraña y payasos.
El inmenso placer (y la sorpresa) que causa ir descubriendo las disparatadas conexiones causales entre lo que simula ser una única trama onírica (al menos así lo entendemos a través de la ísula); la curiosa mística de bucear en un recuerdo que lucha por escaparse de nosotros es lo que llamamos gosnirar.
A veces de tanto bucear recuperamos (o inventamos) algunas hebras del sueño perdido. Otras veces somos víctimas de la xenometamorfia y recordamos sueños que han soñado otras personas.
Quedarse paladeando un sueño luego de despertarse.
Cuando nos despertamos con una fracción de recuerdo de un sueño, no queremos que la realidad de vigilia nos invada de manera repentina. Los tenues hilos de una compleja trama onírica requieren de reflexión y esfuerzo para salir a la luz.Queremos unos cuantos minutos de cierta atmósfera onírica, de silencio, de inmovilidad para recordar por qué el payaso salía del carrito con hormigas; por qué había gente famosa comiendo en la cocina de casa (que no era la cocina de casa) y por qué los extraterrestres mataban sólo a los que no salían del hotel. Sólo después de mucho trabajo, de inducciones fracasadas y de tanteos provisorios, aparecen las sucesivas revelaciones: el payaso era mi amigo Roberto que hacía una rutina en la que volaba porque sus hijos querían pochoclo (y por eso el carrito con hormigas); la gente famosa comía pochoclo con hormigas para levantar la autoestima (en una fase anterior del sueño, los famosos no eran famosos; eran amigos de la infancia y un plomero y otro payaso); los extraterrestres estaban en un patio escondidos tras las madreselvas y sólo eran gatos o telarañas, o una especie de gatos de plasma y telaraña y payasos.
El inmenso placer (y la sorpresa) que causa ir descubriendo las disparatadas conexiones causales entre lo que simula ser una única trama onírica (al menos así lo entendemos a través de la ísula); la curiosa mística de bucear en un recuerdo que lucha por escaparse de nosotros es lo que llamamos gosnirar.
A veces de tanto bucear recuperamos (o inventamos) algunas hebras del sueño perdido. Otras veces somos víctimas de la xenometamorfia y recordamos sueños que han soñado otras personas.
miércoles, 28 de octubre de 2009
Folograma
(Sustantivo. Del griego faulós = defectuoso y gramma = letra)
Falta de ortografía no considerada como tal y que, por lo tanto, tiende a pasar desapercibida.
Hay errores ortográficos groseros y evidentes: ausencia de H, extrapolación de V por B o de C por S. Otros suelen ser menos impresionantes y a veces hasta tolerables: la perixia y la falta de mayúsculas figuran entre ellos.
Sin embargo hay formas de escribir ciertas palabras que, a pesar de contener algún error, en muchos casos no se considera como tal o tiende a pasar desapercibido. Es el caso de las oraciones interrogativas y exclamativas en los cuales no hay un signo de apertura ("A vos te parece?"); algunos casos de acentuación en palabras graves para resaltar la segunda persona del singular ("Compráte", "Decidíte"); la utilización de comillas innecesarias ("Oferta" $ 4 "el kilo"), la proliferación de puntos suspensivos ("Estuve...todo el día... pensando... en ti"), la enumeración con comas donde debe ir punto y coma, la utilización del signo "+" en lugar del adverbio "más", el cambio de una palabra por otra inexistente ("paupérrimo" por "pobrísimo", "desbrozar" por "debruzar"), o el punto después de un signo de interrogación o exclamación (¿Te parece?. Estoy convencido) o el uso de doble o triple signo de interrogación o exclamación ("¿¿¿A usted le parece lo mismo???").
Todos estos son ejemplos de fologramas.
¿Puede detectar usted algún folograma en este mismo post?
Falta de ortografía no considerada como tal y que, por lo tanto, tiende a pasar desapercibida.
Hay errores ortográficos groseros y evidentes: ausencia de H, extrapolación de V por B o de C por S. Otros suelen ser menos impresionantes y a veces hasta tolerables: la perixia y la falta de mayúsculas figuran entre ellos.
Sin embargo hay formas de escribir ciertas palabras que, a pesar de contener algún error, en muchos casos no se considera como tal o tiende a pasar desapercibido. Es el caso de las oraciones interrogativas y exclamativas en los cuales no hay un signo de apertura ("A vos te parece?"); algunos casos de acentuación en palabras graves para resaltar la segunda persona del singular ("Compráte", "Decidíte"); la utilización de comillas innecesarias ("Oferta" $ 4 "el kilo"), la proliferación de puntos suspensivos ("Estuve...todo el día... pensando... en ti"), la enumeración con comas donde debe ir punto y coma, la utilización del signo "+" en lugar del adverbio "más", el cambio de una palabra por otra inexistente ("paupérrimo" por "pobrísimo", "desbrozar" por "debruzar"), o el punto después de un signo de interrogación o exclamación (¿Te parece?. Estoy convencido) o el uso de doble o triple signo de interrogación o exclamación ("¿¿¿A usted le parece lo mismo???").
Todos estos son ejemplos de fologramas.
¿Puede detectar usted algún folograma en este mismo post?
martes, 27 de octubre de 2009
Entroposemia
(Sustantivo. Del griego entropía = vuelta y sema = signo. Término técnico)
Reducción del espacio semántico a partir de la creación de nuevos conceptos.
La definición no aclara demasiado, de modo que nos veremos en la obligación de explicarla.
Exonario se ha propuesto crear términos para nombrar campos semánticos que todavía no tienen nombre. Con cada concepto nuevo, se reduce el espacio posible para crear nuevos conceptos y, por lo tanto, va habiendo cada vez menos lugares semánticos. Con cada palabra nueva, el universo de posibilidades para crear conceptos se reduce. Un ejemplo sencillo: antes de la creación de la palabra "mesa", usted todavía podía inventar ese concepto. Una vez que fue creado, ya se llenó el espacio para la posibilidad de conceptualizar la noción de mesa. Si suponemos que la cantidad de conceptos posibles es limitada, con cada nuevo concepto que vamos creando queda cada vez menos por crear. La disminución de esa posibilidad creativa es producto de la entroposemia. Si creemos en la entroposemia, algún día no podremos poner nuevos nombres, ni siquiera a las cosas imaginarias.
La entroposemia es una vana especulación: el campo de conceptos posibles que aun no tienen nombre (la orfanosemia) es infinito, y no parece tener sentido decir que el espacio se va reduciendo. El concepto "mesa" sólo es una perspectiva semántica; podríamos buscar otro concepto (otra perspectiva) desde la cual darle nombre a las mesas. Cada situación de la vida humana puede generar diferentes, impredecibles y novedosas conceptualizaciones, y las situaciones son siempre distintas.
No confundir la entroposemia con la angusemia.
Reducción del espacio semántico a partir de la creación de nuevos conceptos.
La definición no aclara demasiado, de modo que nos veremos en la obligación de explicarla.
Exonario se ha propuesto crear términos para nombrar campos semánticos que todavía no tienen nombre. Con cada concepto nuevo, se reduce el espacio posible para crear nuevos conceptos y, por lo tanto, va habiendo cada vez menos lugares semánticos. Con cada palabra nueva, el universo de posibilidades para crear conceptos se reduce. Un ejemplo sencillo: antes de la creación de la palabra "mesa", usted todavía podía inventar ese concepto. Una vez que fue creado, ya se llenó el espacio para la posibilidad de conceptualizar la noción de mesa. Si suponemos que la cantidad de conceptos posibles es limitada, con cada nuevo concepto que vamos creando queda cada vez menos por crear. La disminución de esa posibilidad creativa es producto de la entroposemia. Si creemos en la entroposemia, algún día no podremos poner nuevos nombres, ni siquiera a las cosas imaginarias.
La entroposemia es una vana especulación: el campo de conceptos posibles que aun no tienen nombre (la orfanosemia) es infinito, y no parece tener sentido decir que el espacio se va reduciendo. El concepto "mesa" sólo es una perspectiva semántica; podríamos buscar otro concepto (otra perspectiva) desde la cual darle nombre a las mesas. Cada situación de la vida humana puede generar diferentes, impredecibles y novedosas conceptualizaciones, y las situaciones son siempre distintas.
No confundir la entroposemia con la angusemia.
lunes, 26 de octubre de 2009
Avenor
(Sustantivo. Del latín ad = hacia y venire = venir)
Sensación de futuro.
Las películas en las que se recrean escenarios medievales o antiguos intentan transmitirnos una sensación de exotismo arcaico. En cambio, cuando se nos muestran imágenes de ficción especulativa acerca del futuro, algunas veces se nos intenta provocar una melancólica sensación de sobriedad, frío de metal brillante y atardeceres con un cielo muy azul surcado por tenues y silenciosas naves espaciales. Todo lo que ocurre en ese tiempo parece ligeramente sagrado. Nos da la impresión de que los habitantes de ese tiempo se "sienten en el futuro", como si para ellos mismos ese presente fuera un tiempo más alto, más valioso que el nuestro, el del "pasado". Esa "sensación de futuro" que les atribuimos a las personas del porvenir y que nos invade al pensar en su tiempo y en su mundo, es el avenor.
Si alguna vez ingresamos a un imponente lugar con pisos y paredes de granito brillante, en uno de cuyos rincones se encuentra algún producto tecnológico desconocido y fascinante, también tendremos ese sentimiento. De hecho, el avenor nos invade cuando nos compramos una computadora nueva, o un televisor, o algún aparato raro y soberbio. (O un rompenueces muy brillante o una corbata luminosa: algunas personas no necesitan demasiado para sentirlo) Nos parece que por un instante espiamos en el mundo del porvenir y esa deliciosa sensación de sabernos espías del futuro forma parte del avenor.
Sensación de futuro.
Las películas en las que se recrean escenarios medievales o antiguos intentan transmitirnos una sensación de exotismo arcaico. En cambio, cuando se nos muestran imágenes de ficción especulativa acerca del futuro, algunas veces se nos intenta provocar una melancólica sensación de sobriedad, frío de metal brillante y atardeceres con un cielo muy azul surcado por tenues y silenciosas naves espaciales. Todo lo que ocurre en ese tiempo parece ligeramente sagrado. Nos da la impresión de que los habitantes de ese tiempo se "sienten en el futuro", como si para ellos mismos ese presente fuera un tiempo más alto, más valioso que el nuestro, el del "pasado". Esa "sensación de futuro" que les atribuimos a las personas del porvenir y que nos invade al pensar en su tiempo y en su mundo, es el avenor.
Si alguna vez ingresamos a un imponente lugar con pisos y paredes de granito brillante, en uno de cuyos rincones se encuentra algún producto tecnológico desconocido y fascinante, también tendremos ese sentimiento. De hecho, el avenor nos invade cuando nos compramos una computadora nueva, o un televisor, o algún aparato raro y soberbio. (O un rompenueces muy brillante o una corbata luminosa: algunas personas no necesitan demasiado para sentirlo) Nos parece que por un instante espiamos en el mundo del porvenir y esa deliciosa sensación de sabernos espías del futuro forma parte del avenor.
domingo, 25 de octubre de 2009
Prequiversa
(Sustantivo. Utilízase en plural. Del latín pre = antes; acquiesco = dormir y verto = dar vuelta, girar)
Vueltas que se dan en la cama antes de dormirse.
Un insomne que no se ha levantado de la cama puede decir que pasó la noche "haciendo prequiversas". Si hubiera dado vueltas en la cama estando dormido, el término ya no se aplica.
Las prequiversas son totalmente conscientes. Durante los quince minutos iniciales, cuando uno recién se acuesta, sólo se gira para encontrar la posición más cómoda. Cuando el sueño tarda en llegar y las horas pasan, las prequiversas son inquietas, desesperadas y suelen acompañarse de bufidos y golpes de puño a la almohada.
A veces de tanto hacer prequiversas las sábanas se desacomodan, las frazadas no cubren los pies; se comienza a sentir calor y el suave clima de la cama caliente se convierte en un ecosistema desagradable e infernal del que hay que huir por un rato. El exceso de prequiversas parece generar algún tipo de fricción y fuerza centrífuga que se llevan consigo la poca paciencia que nos queda para aguardar al demorado sueño.
Vueltas que se dan en la cama antes de dormirse.
Un insomne que no se ha levantado de la cama puede decir que pasó la noche "haciendo prequiversas". Si hubiera dado vueltas en la cama estando dormido, el término ya no se aplica.
Las prequiversas son totalmente conscientes. Durante los quince minutos iniciales, cuando uno recién se acuesta, sólo se gira para encontrar la posición más cómoda. Cuando el sueño tarda en llegar y las horas pasan, las prequiversas son inquietas, desesperadas y suelen acompañarse de bufidos y golpes de puño a la almohada.
A veces de tanto hacer prequiversas las sábanas se desacomodan, las frazadas no cubren los pies; se comienza a sentir calor y el suave clima de la cama caliente se convierte en un ecosistema desagradable e infernal del que hay que huir por un rato. El exceso de prequiversas parece generar algún tipo de fricción y fuerza centrífuga que se llevan consigo la poca paciencia que nos queda para aguardar al demorado sueño.
sábado, 24 de octubre de 2009
Ofimovilidad
(Palabra y definición enviadas por Ignacio Pérez Constanzó)
(Sustantivo. Del latín “officium” (función, tarea, trabajo) y de “movilidad”. De este término se deriva su adjetivo: “Ofimovente”)
Aptitud de una persona que consiste en variar de oficio o trabajo .
Hay ancianos de los que uno sabe que fueron panaderos, pero que nos sorprenden cuando cuentan “en esa época en que era cartero...”. Así, siempre ha habido gente que cambiara de oficio, y así hay casos de personas que han sido submarinistas, plomeros y agrimensores, o filólogos semíticos, despachantes de aduana y enfermeros.
Los motivos por los cuales los ofimoventes cambian de tarea son varias: el ascenso social, la vergüenza, la inhabilitación laboral, la guerra, la ausencia de demanda del oficio anterior, el odio al trabajo anterior, el escapismo a toda una vida anterior o, simplemente, que un trabajo siempre se había considerado temporario, no definitivo. Pero las causas son tan variadas como los ofimoventes, y así se han dado casos de médicos cirujanos que han pasado a ser políticos o planchadores de sombreros, y de reinas de la belleza que han pasado a ser tejedoras o cosechadoras de frambuesas.
Puede utilizarse el término a quien tiene dos trabajos, como a quien es oficinista de correos durante la semana y domador de leones los fines de semana; pero es un uso impropio porque más que ofimoventes, se trata de pluriempleados.
jueves, 22 de octubre de 2009
Hidraquira
(Sustantivo. Del griego hydrós = líquido y kithára = cítara)
Inequívoca sensación de que algo líquido nos ha caído en la ropa.
¿Por medio de qué sentido detectamos la presencia de una gota de helado o de gaseosa resbalando por la remera, o cayendo sobre el pantalón? Ese sutil estremecimiento como de una pequeña cuerda tensándose es la sensación propia de la hidraquira: apenas una vibración en unas pocas texturas que se contactan con nuestro cuerpo. Gracias a ella nos percatamos de una nueva mancha sobre la camisa y nos acusamos de ser tan torpes.
Inequívoca sensación de que algo líquido nos ha caído en la ropa.
¿Por medio de qué sentido detectamos la presencia de una gota de helado o de gaseosa resbalando por la remera, o cayendo sobre el pantalón? Ese sutil estremecimiento como de una pequeña cuerda tensándose es la sensación propia de la hidraquira: apenas una vibración en unas pocas texturas que se contactan con nuestro cuerpo. Gracias a ella nos percatamos de una nueva mancha sobre la camisa y nos acusamos de ser tan torpes.
miércoles, 21 de octubre de 2009
Carcinófemo,a
(Sustantivo. Del griego carcinos = cangrejo y femí = decir. Sustantivo: carcinofemia)
Quien hace advertencia acerca de posibles enfermedades.
Las madres y abuelas practican una suave carcinofemia: "abrigate para que no te agarre tos", "comé bien para que no te pongas débil". Sin embargo, el término tiene todo su peso cuando se advierte de terribles enfermedades para asustar y limitar las acciones de los demás. "Ojo, Juan empezó con un dolorcito de cabeza y cuando fue al médico ya tenía un cáncer incurable". "Si seguís practicando tenis, el brazo derecho te va a quedar inútil". "¿Tu bebé anda jugando con la arena? A mi hija le agarró una infección por la mugre del arenero". "Seguí comiendo carne y te va a dar una úlcera". Según el carcinófemo, debemos llevar una vida temerosa y frugal, evitando sutiles e impensados peligros, los cuales sólo podrían evitarse gracias a su advertencia.
A veces, el carcinófemo apela a un supuesto conocimiento de los médicos que nos van a hacer un tratamiento: "¿Te vas a hacer atender con González? Ese tipo operó a una amiga mía y le dejó una tijera adentro". "Si te operás los huesos de los pies con Javier Caro, olvidate de caminar"; "Si querés ir derecho al cementerio, atendete con Gómez. Yo te advierto nada más"
El carcinófemo sabe de su poder. Una madre quedará inquieta si le dicen que su hijo se puede enfermar. Quien está a punto de operarse sentirá temor si sospecha de la integridad profesional de sus cirujanos. Aun cuando no crea en lo que dice el carcinófemo, la inquietud estará presente. El carcinófemo lo sabe, y ese temor que genera le da aun más poder.
Para que el trabajo del carcinófemo sea completo, es necesario que se eche mano de una historia terrible con una profusión de detalles inquietantes: un pariente cercano, un amigo o él mismo que casi mueren por culpa de pequeñas insonsciencias. El relato debe ir acompañado de diagnósticos médicos insuficientes, descuidos profesionales y peripecias con obras sociales y hospitales. No debe faltar el medicamento mal administrado, las secuelas inesperadas y el lamento infinito del enfermo quien, en su agonía, murmura "por qué no te habré hecho caso".
Términos relacionados: morboncha, inescrupulapismo.
Quien hace advertencia acerca de posibles enfermedades.
Las madres y abuelas practican una suave carcinofemia: "abrigate para que no te agarre tos", "comé bien para que no te pongas débil". Sin embargo, el término tiene todo su peso cuando se advierte de terribles enfermedades para asustar y limitar las acciones de los demás. "Ojo, Juan empezó con un dolorcito de cabeza y cuando fue al médico ya tenía un cáncer incurable". "Si seguís practicando tenis, el brazo derecho te va a quedar inútil". "¿Tu bebé anda jugando con la arena? A mi hija le agarró una infección por la mugre del arenero". "Seguí comiendo carne y te va a dar una úlcera". Según el carcinófemo, debemos llevar una vida temerosa y frugal, evitando sutiles e impensados peligros, los cuales sólo podrían evitarse gracias a su advertencia.
A veces, el carcinófemo apela a un supuesto conocimiento de los médicos que nos van a hacer un tratamiento: "¿Te vas a hacer atender con González? Ese tipo operó a una amiga mía y le dejó una tijera adentro". "Si te operás los huesos de los pies con Javier Caro, olvidate de caminar"; "Si querés ir derecho al cementerio, atendete con Gómez. Yo te advierto nada más"
El carcinófemo sabe de su poder. Una madre quedará inquieta si le dicen que su hijo se puede enfermar. Quien está a punto de operarse sentirá temor si sospecha de la integridad profesional de sus cirujanos. Aun cuando no crea en lo que dice el carcinófemo, la inquietud estará presente. El carcinófemo lo sabe, y ese temor que genera le da aun más poder.
Para que el trabajo del carcinófemo sea completo, es necesario que se eche mano de una historia terrible con una profusión de detalles inquietantes: un pariente cercano, un amigo o él mismo que casi mueren por culpa de pequeñas insonsciencias. El relato debe ir acompañado de diagnósticos médicos insuficientes, descuidos profesionales y peripecias con obras sociales y hospitales. No debe faltar el medicamento mal administrado, las secuelas inesperadas y el lamento infinito del enfermo quien, en su agonía, murmura "por qué no te habré hecho caso".
Términos relacionados: morboncha, inescrupulapismo.
lunes, 19 de octubre de 2009
Decacocho
Alimento que se recicla y se vuelve a cocinar varias veces.
Un tomate puede ser parte de una ensalada. Si queda algo de ese tomate, puede utilizarse -junto con otros tomates- para hacer un tuco.El tuco puede ser parte de una tallarinada. Si sobran tallarines y algo de tuco, es posible hacer una tortilla de tallarines. Los restos de la tortilla pueden mezclarse con brócoli, zapallito, cebolla, berenjena y huevo, y de ese modo hacer un salteado de vegetales. Si a los restos de esa comida se le agregan más vegetales, vinagre, salsa de soja y arroz, tenemos un chop suey. Lo que sobre del chop suey podría procesarse y convertirse en el relleno de un sushi. Las sucesivas transformaciones del alimento inicial y de los agregados conforman un decacocho.
La palabra tiene una similitud etimológica con "bizcocho", que se deriva de "Bis" y "coctus": "cocido dos veces".
Hoy tenemos la certeza de que las tortillas de vegetales y las albóndigas de los restaurantes chinos son peligrosos decacochos, de dudosa higiene y procedencia. Nuestras bisabuelas, en cambio, alimentaban a sus familias numerosas gracias al ingenio para procesar cuidadosamente una y otra vez las mismas sobras hasta volverlas irreconocibles.
En la olla donde se cuece un decacocho pueden haber restos de comida que ha itinerado de sartén en cacerola desde hace quizás uno o dos meses atrás. Parte de lo que uno come en un decacocho tiene orígenes remotos e inciertos.
domingo, 18 de octubre de 2009
Morboncha
(Sustantivo. Del latín morbus = enfermedad)
Sucesión de males que terminan desembocando en la muerte y para los cuales no se da diagnóstico preciso.
A veces alguno de nuestros conocidos comienza a desfilar entre especialistas a medida que su salud se deteriora. Cada médico le da un diagnóstico parcial y para nada alarmante: lo suyo es estrés; usted tiene un problemita en el oído; su estómago secreta un poco más de ácido estomacal; su colon es lento; el dolor de las muñecas se debe a la postura; la hinchazón en los pies es sólo producto del poco ejercicio. Sin embargo, a pesar de estos resultados, los síntomas empeoran o aparecen otros nuevos y al final de todo el proceso el paciente muere de manera repentina. La causa de la muerte es, casi siempre, "paro respiratorio", lo que equivale a decir que "se murió porque dejó de respirar". Sólo en ese instante y de manera retrospectiva los forenses especulan con posibles causas asociadas a los síntomas: "quizás no era sólo estrés; tal vez los mareos no eran causa del problema en el oído; en una de esas no era que el estómago secretaba más ácido, sino que una bacteria estaba influyendo en esa secreción; posiblemente se haya generado una infección en el colon; si las muñecas y los pies dolían, entonces había retención de líquidos y eso a causa de una afección relacionada con la glándula suprarrenal...".
Todo ese proceso de diagnósticos insuficientes y parcelarios, de deterioro y de profundización de los síntomas puede llamarse morboncha.
Conviene aclarar que los médicos con los que se atiende el paciente no son inescrupulapios ni irresponsables: ellos en verdad no encuentran mayor gravedad en la sintomatología que se les presenta.
Coloquialmente, cuando alguien pregunta de qué murió un pariente, puede decir que la causa fue "morboncha", lo que equivale a decir: "murió de un montón de pequeñas cosas que jamás, ni de a una ni todas juntas, podrían haber provocado la muerte"
(Estoy convencido de que esto debe tener algún nombre en bioética, pero no lo pude encontrar)
Sucesión de males que terminan desembocando en la muerte y para los cuales no se da diagnóstico preciso.
A veces alguno de nuestros conocidos comienza a desfilar entre especialistas a medida que su salud se deteriora. Cada médico le da un diagnóstico parcial y para nada alarmante: lo suyo es estrés; usted tiene un problemita en el oído; su estómago secreta un poco más de ácido estomacal; su colon es lento; el dolor de las muñecas se debe a la postura; la hinchazón en los pies es sólo producto del poco ejercicio. Sin embargo, a pesar de estos resultados, los síntomas empeoran o aparecen otros nuevos y al final de todo el proceso el paciente muere de manera repentina. La causa de la muerte es, casi siempre, "paro respiratorio", lo que equivale a decir que "se murió porque dejó de respirar". Sólo en ese instante y de manera retrospectiva los forenses especulan con posibles causas asociadas a los síntomas: "quizás no era sólo estrés; tal vez los mareos no eran causa del problema en el oído; en una de esas no era que el estómago secretaba más ácido, sino que una bacteria estaba influyendo en esa secreción; posiblemente se haya generado una infección en el colon; si las muñecas y los pies dolían, entonces había retención de líquidos y eso a causa de una afección relacionada con la glándula suprarrenal...".
Todo ese proceso de diagnósticos insuficientes y parcelarios, de deterioro y de profundización de los síntomas puede llamarse morboncha.
Conviene aclarar que los médicos con los que se atiende el paciente no son inescrupulapios ni irresponsables: ellos en verdad no encuentran mayor gravedad en la sintomatología que se les presenta.
Coloquialmente, cuando alguien pregunta de qué murió un pariente, puede decir que la causa fue "morboncha", lo que equivale a decir: "murió de un montón de pequeñas cosas que jamás, ni de a una ni todas juntas, podrían haber provocado la muerte"
(Estoy convencido de que esto debe tener algún nombre en bioética, pero no lo pude encontrar)
Discolectivia
(Palabra y definición enviadas por Enzo Valls)
Fenómeno que consiste en esperar siempre el colectivo que tarda más en pasar.
Por ejemplo: si en una determinada esquina de una determinada ciudad paran tres determinados colectivos, cuando una determinada persona espera el colectivo A pasarán primero el B y el C (no necesariamente en ese orden y no necesariamente uno solo de cada uno), pero cuando espera el B, pasarán primero el A y el C, y cuando espera el C pasarán primero el A y el B. El fenómeno es simple solamente en apariencia. Su complejidad queda demostrada si consideramos que en la misma esquina esperan el colectivo otras personas en número altamente variable, las cuales tienen todas la misma percepción y consecuente sensación de tener siempre mala suerte, aunque esperen colectivos diferentes. Se dice que este fenómeno fue estudiado por primera vez por un discípulo de Murphy, quien afirmó que a quienes no les asalta esa sensación cada vez que esperan un colectivo es porque son, a saber: personas sumamente afortunadas, personas excepcionalmente sanas de mente, turistas (sobre todo extraterrestres), famas y/o esperanzas.
sábado, 17 de octubre de 2009
Deboludear
(Palabra y definición enviadas por Elizabeth Auster)
(Verbo. Unión de “devolver” y “boludear”)
Devolver algo a alguien, en tal tiempo y forma que hacen imposible su aprovechamiento.
Una pelota se pasa a otro jugador de un modo que le resulta más ventajoso al rival; un libro vuelve a nosotros cuando ya no hay tiempo de corregir la monografía que estábamos preparando para incluir en ella las citas de dicho libro; un vestido se nos regresa acompañado de gratitud y disculpas, pero con manchas imborrables y el mismo día que pensábamos usarlo: son ejemplos de deboludeos cotidianos.
viernes, 16 de octubre de 2009
Agragraviar
(Verbo. De agravar y agravio)
Aclarar o corregir una expresión ultrajante con otra aun más ultrajante.
Alguien con desparpajo suelta la frase: "Ustedes los negros no tienen la misma inteligencia que los blancos". Cuando un oyente indignado pide una rectificación de esa expresión racista, el orador continúa: "Pido disculpas si ofendí a alguien. Yo sólo quise decir que la mayoría de los científicos y médicos son blancos, pero los negros son buenos deportistas". Ante las reacciones de escándalo, el orador decide poner paños fríos: "Yo sólo dije que los negros son inferiores, pero no fue en el mal sentido. Es una inferioridad para ciertas cosas, nada más. Son casi normales" Antes de que lo linchen, se defiende: "Como representante de una raza superior, les garantizo que si fueran blancos entenderían y estarían de acuerdo conmigo, pero su inferioridad mental los hace reaccionar así". Cuando recibe los primeros golpes suelta: "Lo que yo digo es que con mucho esfuerzo, estudio, dedicación, agachar la cabeza, ustedes los negros podrían llegar a ser casi casi como humanos"
Homero Simpson es un clásico agragraviador: después de haber dicho en una filmación que la vida con su esposa e hijos era un infierno, se defiende ante Marge: "Lo que quise decir es que el matrimonio es como un ataúd y cada hijo es un clavo más que le agregan"
Las miticodas son, sin excepción, agragraviantes.
Aclarar o corregir una expresión ultrajante con otra aun más ultrajante.
Alguien con desparpajo suelta la frase: "Ustedes los negros no tienen la misma inteligencia que los blancos". Cuando un oyente indignado pide una rectificación de esa expresión racista, el orador continúa: "Pido disculpas si ofendí a alguien. Yo sólo quise decir que la mayoría de los científicos y médicos son blancos, pero los negros son buenos deportistas". Ante las reacciones de escándalo, el orador decide poner paños fríos: "Yo sólo dije que los negros son inferiores, pero no fue en el mal sentido. Es una inferioridad para ciertas cosas, nada más. Son casi normales" Antes de que lo linchen, se defiende: "Como representante de una raza superior, les garantizo que si fueran blancos entenderían y estarían de acuerdo conmigo, pero su inferioridad mental los hace reaccionar así". Cuando recibe los primeros golpes suelta: "Lo que yo digo es que con mucho esfuerzo, estudio, dedicación, agachar la cabeza, ustedes los negros podrían llegar a ser casi casi como humanos"
Homero Simpson es un clásico agragraviador: después de haber dicho en una filmación que la vida con su esposa e hijos era un infierno, se defiende ante Marge: "Lo que quise decir es que el matrimonio es como un ataúd y cada hijo es un clavo más que le agregan"
Las miticodas son, sin excepción, agragraviantes.
jueves, 15 de octubre de 2009
Microdélico,a
(Adjetivo. Del griego mikrós = pequeño y délomai = manifestarse)
Quien tiene militancia en cuestiones mínimas e insignificantes.
Este término se aplica a (y tiene su origen en) dos comerciantes de mi barrio.
Uno de ellos es vendedor de diarios. En su puesto de venta tiene colgado un cartel que aproximadamente dice: "No vendo diarios de la Capital. Los diarios de Buenos Aires son pura mierda". Lo curioso es que, excepto por un único periódico local, toda la prensa gráfica que llega a mi ciudad es de la Capital Federal: si no vende lo que viene de afuera, su oferta se ve severamente limitada. El vendedor microdélico entabla una lucha solitaria, silenciosa y desigual con poderosas empresas gráficas que jamás se enteran de (ni les importa) que un oscuro diariero del interior considere que sus productos son una mierda.
Otro es un almacenero. Su lucha no sólo es pequeña e invisible, sino también contradictoria. No vende cerveza porque no le interesa "que la gente ande en pedo por ahi". Sin embargo vende vodka, whisky y licores. Esta contradicción aparenta tener un justificativo: "la gente no toma bebidas blancas ni licor por la calle". Sin embargo, también vende vino en caja y no tiene reparos en expender a menores.
Todos tenemos alguna microdelia en nuestra vida. No compramos ropa de determinadas marcas, no leemos libros de Bucay, no caminamos por calles que llevan nombre de conquistadores, no escuchamos programas de TV en los que aparezca Guido Suller, no llenamos formularios que tengan letra chica, no estudiamos la obra de científicos evolucionistas, no publicamos palabras con el sufijo "-filia" en Exonario. Pensamos que esa firme, cotidiana e invisible militancia de a poco va corroyendo las entrañas de un enemigo difuso y volátil, y creemos que con ello nos ganamos un modestísimo cielo.
Quien tiene militancia en cuestiones mínimas e insignificantes.
Este término se aplica a (y tiene su origen en) dos comerciantes de mi barrio.
Uno de ellos es vendedor de diarios. En su puesto de venta tiene colgado un cartel que aproximadamente dice: "No vendo diarios de la Capital. Los diarios de Buenos Aires son pura mierda". Lo curioso es que, excepto por un único periódico local, toda la prensa gráfica que llega a mi ciudad es de la Capital Federal: si no vende lo que viene de afuera, su oferta se ve severamente limitada. El vendedor microdélico entabla una lucha solitaria, silenciosa y desigual con poderosas empresas gráficas que jamás se enteran de (ni les importa) que un oscuro diariero del interior considere que sus productos son una mierda.
Otro es un almacenero. Su lucha no sólo es pequeña e invisible, sino también contradictoria. No vende cerveza porque no le interesa "que la gente ande en pedo por ahi". Sin embargo vende vodka, whisky y licores. Esta contradicción aparenta tener un justificativo: "la gente no toma bebidas blancas ni licor por la calle". Sin embargo, también vende vino en caja y no tiene reparos en expender a menores.
Todos tenemos alguna microdelia en nuestra vida. No compramos ropa de determinadas marcas, no leemos libros de Bucay, no caminamos por calles que llevan nombre de conquistadores, no escuchamos programas de TV en los que aparezca Guido Suller, no llenamos formularios que tengan letra chica, no estudiamos la obra de científicos evolucionistas, no publicamos palabras con el sufijo "-filia" en Exonario. Pensamos que esa firme, cotidiana e invisible militancia de a poco va corroyendo las entrañas de un enemigo difuso y volátil, y creemos que con ello nos ganamos un modestísimo cielo.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Fopádira
(Sustantivo. Del provenzal feupo = tejido de seda de algodón y del latín dirae = malos presagios)
Sensación de inquietud y ligera repulsión que provocan los muñecos.
Los muñecos tienen algo abominable.
Un osito de peluche es suave y esponjoso, pero imita un poco la contextura de alguien gordo, sobreprotector y ligeramente psicópata.
Un títere tiene vida y gracia sobre los dedos del titiritero. Fuera de él, es un despojo deshuesado y exánime, más repugnante que una cucaracha a medio aplastar.
Las marionetas, los monigotes, los peluches y los payasitos necesitan de un contexto para volverse adorables. Fuera de ese contexto, provocan un ligero temblor y cierto deseo de no mirarlos. Mirarlos mucho hace que se muevan, y no queremos que a la frágil estantería de nuestra cordura se le salgan algunos clavos.
Los muñecos son inocentes en la cuna del bebé, mientras el bebé duerme o juega. Son perversos cuando el niño no está en la cuna y ellos todavía miran el cielo raso desafiantes y sin parpadear. Aun más perversos se vuelven cuando siguen allí inmóviles con su mirada descarriada una vez que el niño ha muerto por una enfermedad repentina y misteriosa. Diabólicos hasta lo inverosímil son, si aparecen en otras partes de la casa, si desaparecen o si hablan imitando la voz del niño muerto.
La golemización provoca una reptilesca fopádira.
Sensación de inquietud y ligera repulsión que provocan los muñecos.
Los muñecos tienen algo abominable.
Un osito de peluche es suave y esponjoso, pero imita un poco la contextura de alguien gordo, sobreprotector y ligeramente psicópata.
Un títere tiene vida y gracia sobre los dedos del titiritero. Fuera de él, es un despojo deshuesado y exánime, más repugnante que una cucaracha a medio aplastar.
Las marionetas, los monigotes, los peluches y los payasitos necesitan de un contexto para volverse adorables. Fuera de ese contexto, provocan un ligero temblor y cierto deseo de no mirarlos. Mirarlos mucho hace que se muevan, y no queremos que a la frágil estantería de nuestra cordura se le salgan algunos clavos.
Los muñecos son inocentes en la cuna del bebé, mientras el bebé duerme o juega. Son perversos cuando el niño no está en la cuna y ellos todavía miran el cielo raso desafiantes y sin parpadear. Aun más perversos se vuelven cuando siguen allí inmóviles con su mirada descarriada una vez que el niño ha muerto por una enfermedad repentina y misteriosa. Diabólicos hasta lo inverosímil son, si aparecen en otras partes de la casa, si desaparecen o si hablan imitando la voz del niño muerto.
La golemización provoca una reptilesca fopádira.
martes, 13 de octubre de 2009
Fuesia
(Sustantivo. De fuese, se fue)
Desconcierto y malhumor que produce atender la puerta y descubrir que quien tocaba timbre ya se ha ido.
Quienes viven en un pasillo al fondo conocen esta experiencia: escuchan el timbre furioso dos o tres veces; se ponen apurados una remera o un pantalón para salir, recorren decenas de metros hasta la entrada principal y cuando abren la puerta se quedan perplejos mirando hacia ambas direcciones de la vereda. El que nos buscaba ya no está; se ha resignado a que no lo atendiéramos y se ha ido. Quizás traía una buena noticia o un urgente pedido de auxilio; tal vez era un pariente de otro país que venía a dejarnos su herencia millonaria o un amigo que buscaba un desesperado consuelo para evitar su suicidio inminente. Ahora no está: nos deja con la imaginación de los múltiples escenarios por los cuales nuestra vida se podría haber desarrollado; nos hace pensar en los rostros de los posibles visitantes y nos hace creer que, de verdad, algo bueno nos estaba esperando y lo perdimos por no ser rápidos para abrir la puerta.
La fuesia puede ser extraña e inaudita: a veces sólo tardamos unos segundos en atender la puerta, pero el impaciente visitante ya se ha marchado.
Este término se aplica también al teléfono: cuando alcanzamos a atender, quien nos había llamado colgó. Sin embargo, si queda registrado el número, el desconcierto disminuye mucho y en rigor ya no puede llamarse fuesia.
Desconcierto y malhumor que produce atender la puerta y descubrir que quien tocaba timbre ya se ha ido.
Quienes viven en un pasillo al fondo conocen esta experiencia: escuchan el timbre furioso dos o tres veces; se ponen apurados una remera o un pantalón para salir, recorren decenas de metros hasta la entrada principal y cuando abren la puerta se quedan perplejos mirando hacia ambas direcciones de la vereda. El que nos buscaba ya no está; se ha resignado a que no lo atendiéramos y se ha ido. Quizás traía una buena noticia o un urgente pedido de auxilio; tal vez era un pariente de otro país que venía a dejarnos su herencia millonaria o un amigo que buscaba un desesperado consuelo para evitar su suicidio inminente. Ahora no está: nos deja con la imaginación de los múltiples escenarios por los cuales nuestra vida se podría haber desarrollado; nos hace pensar en los rostros de los posibles visitantes y nos hace creer que, de verdad, algo bueno nos estaba esperando y lo perdimos por no ser rápidos para abrir la puerta.
La fuesia puede ser extraña e inaudita: a veces sólo tardamos unos segundos en atender la puerta, pero el impaciente visitante ya se ha marchado.
Este término se aplica también al teléfono: cuando alcanzamos a atender, quien nos había llamado colgó. Sin embargo, si queda registrado el número, el desconcierto disminuye mucho y en rigor ya no puede llamarse fuesia.
lunes, 12 de octubre de 2009
Ochichurra
(Sustantivo. Posiblemente del griego augá = huevo y churra = coloquial para pene)
Cerbatana ancha con la que se lanzan huevos podridos.
Las ochichurras son especializados lanzadores de proyectil que tienen gran utilidad para las expresiones de descontento ante una exhibición masiva (teatro, fútbol o evento político) y facilitan la tarea de arrojar elementos contundentes a grandes distancias. Algunos modelos son plegables y fáciles de ocultar: pueden llevarse de incógnito bajo la faja del frac o dentro del calzoncillo. Se pueden utilizar para arrojar huevos, frutas, vísceras y pequeños animales.
Cerbatana ancha con la que se lanzan huevos podridos.
Las ochichurras son especializados lanzadores de proyectil que tienen gran utilidad para las expresiones de descontento ante una exhibición masiva (teatro, fútbol o evento político) y facilitan la tarea de arrojar elementos contundentes a grandes distancias. Algunos modelos son plegables y fáciles de ocultar: pueden llevarse de incógnito bajo la faja del frac o dentro del calzoncillo. Se pueden utilizar para arrojar huevos, frutas, vísceras y pequeños animales.
domingo, 11 de octubre de 2009
Apoquinalgia
(Palabra y definición enviadas por Antonio Martínez)
(Sustantivo derivado del castellano apoquinar: pagar algo de mala gana, y del griego algos: dolor)
(Sustantivo derivado del castellano apoquinar: pagar algo de mala gana, y del griego algos: dolor)
Dolor intenso que produce por lo general al ruin o tacaño un gasto económico a su entender excesivo.
Para el apoquinálgico grave cualquier mínimo quebranto de moneda produce este intenso dolor.
La apoquinalgia puede ser sólo psícológica o en los pacientes más afectados de tipo psicosomático, ocasionando incluso náuseas, destemplanza o fiebre ligera.
Puede también ocasionar desmayos y privaciones si el apoquinálgico es víctima de robo, timo o alzamiento de bienes por la autoridad competente.
sábado, 10 de octubre de 2009
Turbinillo
(Palabra y definición enviadas por F. Falomir desde España)
(Adjetivo, del latín Turbo)
Dícese del niño que desarrolla gran actividad, pareciendo que está en varios sitios a la vez.
Estos chiquillos, apoyados en su gran fuerza motriz, describen hipérboles y tangentes sin parar,
y ocupan por mera probabilidad estadística todos los lugares de la estancia donde se encuentran, con lo cual acaban por arrollar los objetos valiosos que se encuentran a su alcance.
(Adjetivo, del latín Turbo)
Dícese del niño que desarrolla gran actividad, pareciendo que está en varios sitios a la vez.
Estos chiquillos, apoyados en su gran fuerza motriz, describen hipérboles y tangentes sin parar,
y ocupan por mera probabilidad estadística todos los lugares de la estancia donde se encuentran, con lo cual acaban por arrollar los objetos valiosos que se encuentran a su alcance.
jueves, 8 de octubre de 2009
Sispectivo,a
(Adjetivo. Del latín sinister = izquierdo y spicio = mirar)
Dícese de quien debe recibir las noticias de primera mano y ser invitado especialmente para que no se ofenda.
Es común que en acontecimientos importantes (mudarse a una nueva casa, tener un hijo, acceder a un nuevo trabajo) no todos los conocidos se enteren de manera directa. Pues bien, hay algunos que jamás se acercarán a felicitar a quien inicia su nueva vida si no se les da el privilegio de la noticia directa y de primera mano. "¡Pero cómo no me llamaste a mí primero! ¡El carnicero lo sabía antes que yo!", nos reprocha acaloradamente el sispectivo. Incluso, cuando se entera de la novedad, pone condiciones que deben ser cumplidas sin discusión: "Cuando me invites un asadito, voy a ver la nueva casa". "Ahora que te dieron el trabajo, podés invitar una ronda de vermouth con los amigos". El sispectivo cree que su presencia merece la más completa pleitesía. Si no la obtiene, se ofende.
El término "sispectivo" nace de la acción de "mirar hacia la izquierda" ante una ofensa. El ofendido no nos mira directamente a la cara; sin agachar la cabeza esquiva, desafiante, nuestra vista. La palabra tiene una gran afinidad con "despectivo". El despectivo (del latín de y spicio) es el que nos observa "desde arriba". El sispectivo, entonces, es el que nos observa "desde la izquierda".
Dícese de quien debe recibir las noticias de primera mano y ser invitado especialmente para que no se ofenda.
Es común que en acontecimientos importantes (mudarse a una nueva casa, tener un hijo, acceder a un nuevo trabajo) no todos los conocidos se enteren de manera directa. Pues bien, hay algunos que jamás se acercarán a felicitar a quien inicia su nueva vida si no se les da el privilegio de la noticia directa y de primera mano. "¡Pero cómo no me llamaste a mí primero! ¡El carnicero lo sabía antes que yo!", nos reprocha acaloradamente el sispectivo. Incluso, cuando se entera de la novedad, pone condiciones que deben ser cumplidas sin discusión: "Cuando me invites un asadito, voy a ver la nueva casa". "Ahora que te dieron el trabajo, podés invitar una ronda de vermouth con los amigos". El sispectivo cree que su presencia merece la más completa pleitesía. Si no la obtiene, se ofende.
El término "sispectivo" nace de la acción de "mirar hacia la izquierda" ante una ofensa. El ofendido no nos mira directamente a la cara; sin agachar la cabeza esquiva, desafiante, nuestra vista. La palabra tiene una gran afinidad con "despectivo". El despectivo (del latín de y spicio) es el que nos observa "desde arriba". El sispectivo, entonces, es el que nos observa "desde la izquierda".
miércoles, 7 de octubre de 2009
Equicopcio
(Verbo. Del latín aequus = igual y coopto = elegir)
Situación en la que se debe elegir entre falsas opciones.
En la góndola del supermercado se ofrecen dos clases de yerba mate, una de marca A y otra de marca B. Supuestamente, podemos optar entre ambas yerbas. Podemos deliberar acerca de las virtudes y cualidades de una marca sobre otra, pero habremos caído en la trampa del equicopcio si en realidad los envases de ambas marcas tienen el mismo tipo de yerba.
Los supermercados ofrecen otros equicopcios. Supongamos que se exhiben dos productos: un producto A a un precio razonable y otro producto B, de la misma calidad y cantidad, a un precio exorbitante. La elección se verá forzada al producto A, y sólo compraremos el B por descuido. No hay verdaderas alternativas cuando una es patentemente mejor.
La computación nos suministra un ejemplo perfecto: frecuentemente, el sistema operativo nos pide tomar ciertas decisiones: "¿Desea imprimir el trabajo o guardarlo en un archivo?". Elegimos "Imprimir el trabajo". Inmediatamente aprece un cartel que dice: "La impresora no está disponible. ¿Desea imprimir el trabajo o guardarlo en un archivo?" Nótese que en los ejemplos anteriores -las compras en el supermercado- podríamos escoger al azar alguna de las alternativas. En este caso, hay que escoger la (única) opción correcta para que el sistema pueda realizar alguna operación.
Quizás toda nuestra vida es producto de equicopcios y vivimos creyendo que hemos tomado decisiones difíciles y acertadas, cuando en realidad sólo elegimos la única opción disponible.
El equicopcio es el resultado contrario al que ocurre cuando se extramala.
Situación en la que se debe elegir entre falsas opciones.
En la góndola del supermercado se ofrecen dos clases de yerba mate, una de marca A y otra de marca B. Supuestamente, podemos optar entre ambas yerbas. Podemos deliberar acerca de las virtudes y cualidades de una marca sobre otra, pero habremos caído en la trampa del equicopcio si en realidad los envases de ambas marcas tienen el mismo tipo de yerba.
Los supermercados ofrecen otros equicopcios. Supongamos que se exhiben dos productos: un producto A a un precio razonable y otro producto B, de la misma calidad y cantidad, a un precio exorbitante. La elección se verá forzada al producto A, y sólo compraremos el B por descuido. No hay verdaderas alternativas cuando una es patentemente mejor.
La computación nos suministra un ejemplo perfecto: frecuentemente, el sistema operativo nos pide tomar ciertas decisiones: "¿Desea imprimir el trabajo o guardarlo en un archivo?". Elegimos "Imprimir el trabajo". Inmediatamente aprece un cartel que dice: "La impresora no está disponible. ¿Desea imprimir el trabajo o guardarlo en un archivo?" Nótese que en los ejemplos anteriores -las compras en el supermercado- podríamos escoger al azar alguna de las alternativas. En este caso, hay que escoger la (única) opción correcta para que el sistema pueda realizar alguna operación.
Quizás toda nuestra vida es producto de equicopcios y vivimos creyendo que hemos tomado decisiones difíciles y acertadas, cuando en realidad sólo elegimos la única opción disponible.
El equicopcio es el resultado contrario al que ocurre cuando se extramala.
martes, 6 de octubre de 2009
Síncoro,a
(Adjetivo. Del griego sym = con y jórion = lugar, zona. Literalmente "que comparte la misma zona")
Desconocido con el que nos cruzamos muy seguido en nuestras actividades cotidianas.
Sin ser un vecino, ni un compañero de trabajo o estudio, el síncoro se cruza con nosotros de manera sistemática ya sea en el supermercado, en el ómnibus, en el consultorio del dentista, en la iglesia o en la cola para pagar el teléfono. Los breves y precarios encuentros no alcanzan para cruzar la barrera del silencio: nunca dialogamos con nuestros síncoros ni nos saludamos; apenas alcanzamos a esbozar una ligera sonrisa (nunca un saludo) de reconocimiento.
Los síncoros son recíprocos si ambos reconocen que se encuentran muy seguido. A veces, por supuesto, esto no ocurre: mi síncoro no se da cuenta de la cantidad de veces que se ha cruzado conmigo, y por lo tanto, para él, yo no soy su síncoro.
Existen casos sorprendentes de síncoros que se encuentran no ya en su vida cotidiana, sino en lugares muy alejados, exóticos e improbables. Si dos personas desconocidas, en el lapso de dos semanas se encuentran en la cima del Himalaya, en un tren a Kuala Lumpur, en una gruta en una playa desolada de Brasil, en un restaurante en Praga, en la estación de trenes de un pueblito en Siberia y luego en un OVNI después de ser abducidos por extraterrestres, diríamos que son síncoros, aunque nos gustaría aplicar un término que sirva para revelar lo asombroso de esos encuentros.
Desconocido con el que nos cruzamos muy seguido en nuestras actividades cotidianas.
Sin ser un vecino, ni un compañero de trabajo o estudio, el síncoro se cruza con nosotros de manera sistemática ya sea en el supermercado, en el ómnibus, en el consultorio del dentista, en la iglesia o en la cola para pagar el teléfono. Los breves y precarios encuentros no alcanzan para cruzar la barrera del silencio: nunca dialogamos con nuestros síncoros ni nos saludamos; apenas alcanzamos a esbozar una ligera sonrisa (nunca un saludo) de reconocimiento.
Los síncoros son recíprocos si ambos reconocen que se encuentran muy seguido. A veces, por supuesto, esto no ocurre: mi síncoro no se da cuenta de la cantidad de veces que se ha cruzado conmigo, y por lo tanto, para él, yo no soy su síncoro.
Existen casos sorprendentes de síncoros que se encuentran no ya en su vida cotidiana, sino en lugares muy alejados, exóticos e improbables. Si dos personas desconocidas, en el lapso de dos semanas se encuentran en la cima del Himalaya, en un tren a Kuala Lumpur, en una gruta en una playa desolada de Brasil, en un restaurante en Praga, en la estación de trenes de un pueblito en Siberia y luego en un OVNI después de ser abducidos por extraterrestres, diríamos que son síncoros, aunque nos gustaría aplicar un término que sirva para revelar lo asombroso de esos encuentros.
lunes, 5 de octubre de 2009
Formiciar (se)
(Verbo. Del latín formica = hormiga)
Palparse frenéticamente para encontrar un celular o una billetera.
Ante la melodía estridente y repentina del celular, una persona comienza a palparse. Esa actividad no dura más de cinco segundos, pero en ese lapso ha recorrido cada uno de los bolsillos de su ropa, su portafolios, su bolso o su cartera. La persona se ha formiciado.
Este término no se aplica cuando la palpación se hace pausadamente y con tranquilidad: sólo puede usarse cuando la operación se hace de manera desesperada y en unos pocos segundos. Por eso, cuando buscamos la billetera, sólo nos formiciamos si sospechamos que alguien nos la ha robado o si no la encontramos en el bolsillo esperado: en ese caso, buscamos enloquecidos en cada pequeño vericueto del pantalón o de la campera ante la mirada impaciente de la cajera del supermercado que espera nuestro dinero.
El término se deriva de "hormiga" y hace alusión al acto de darse palmadas en el cuerpo para matar a las hormigas que se han subido en él (algo que ocurre cuando uno se sienta sobre un hormiguero), y también puede aplicarse a este caso.
Palparse frenéticamente para encontrar un celular o una billetera.
Ante la melodía estridente y repentina del celular, una persona comienza a palparse. Esa actividad no dura más de cinco segundos, pero en ese lapso ha recorrido cada uno de los bolsillos de su ropa, su portafolios, su bolso o su cartera. La persona se ha formiciado.
Este término no se aplica cuando la palpación se hace pausadamente y con tranquilidad: sólo puede usarse cuando la operación se hace de manera desesperada y en unos pocos segundos. Por eso, cuando buscamos la billetera, sólo nos formiciamos si sospechamos que alguien nos la ha robado o si no la encontramos en el bolsillo esperado: en ese caso, buscamos enloquecidos en cada pequeño vericueto del pantalón o de la campera ante la mirada impaciente de la cajera del supermercado que espera nuestro dinero.
El término se deriva de "hormiga" y hace alusión al acto de darse palmadas en el cuerpo para matar a las hormigas que se han subido en él (algo que ocurre cuando uno se sienta sobre un hormiguero), y también puede aplicarse a este caso.
viernes, 2 de octubre de 2009
Cataleco,a
(Adjetivo. De catálogo)
Quien en sus conversaciones tiene tendencia a dar una profusión de datos o instrucciones precisas y puntillosas.
Con el cataleco no se puede tener una conversación distendida y amable. Si le preguntamos "¿Qué vas a hacer hoy?", él nos contará con lujo de detalles cada uno de los eventos que tiene planeado para ese día, discriminados por hora y actividad. "A las once u once y cuarto voy a caminar al parque unos cuarenta y cinco minutos, a las doce o doce y diez me compro una ensalada de frutas, me la como en diez minutos, luego descanso frente al arroyo otros cinco minutos, salgo a caminar una hora más, vuelvo a casa, a la una y media me tiro a dormir una siestita; cuarenta y cinco minutos después me doy un baño de no más de diez minutos y después voy a recorrer las vidrieras para comprarme un traje para la fiesta de casamiento de Juan y Angélica, y un par de zapatos para ir a cenar esta noche con mi novia"
Cuando un jefe es cataleco suele ser complicado cumplir sus órdenes. Sus instrucciones siempre tienen una gran cantidad de datos que sería imposible recordar si no se anotan. Sin embargo, él cree que con sólo dar las directivas de manera oral, podemos cumplir con su pedido: "Cuando llegue a su computadora, abra el archivo XDEX, luego vaya a la pestaña "Configuración avanzada", tilde la casilla "Siempre preguntar" y luego, cuando se habilite el menú a partir del tilde, ponga en el segundo casillero el número de IP de la computadora del servidor que es 192.164.1.11, o también puede ser 192.164.1.10; luego le aparecerá automáticamente el valor de las puertas de enlace que no deben ser diferentes entre sí. Después acepte, vaya a "Cargar configuración" y copie los valores que estaban en la parte de abajo de la pestaña anterior, los que aparecen en la pestaña "IP Externo"; péguelos en el casillero de control y le aparecerá una pregunta, apriete "sí" y se abrirá un nuevo menú en el que se le pedirá la clave de registro que es TOPACIO23. Cuando introduce esta clave le va a aparecer un mensaje de error, usted acepte y le va a dar lugar a poner una nueva clave. En ese caso, ponga CALIGULITA y se abrirá la otra barra del menú -la que estaba bloqueada-. Ahí ponga el tilde a la casilla "siempre preguntar" y luego, cuando se habilite el menú a partir del tilde, ponga en el tercer casillero el segundo número de IP de la primera computadora que está conectada en red. Bueno, bueno, ¡A laburar, vamos!"
Quien en sus conversaciones tiene tendencia a dar una profusión de datos o instrucciones precisas y puntillosas.
Con el cataleco no se puede tener una conversación distendida y amable. Si le preguntamos "¿Qué vas a hacer hoy?", él nos contará con lujo de detalles cada uno de los eventos que tiene planeado para ese día, discriminados por hora y actividad. "A las once u once y cuarto voy a caminar al parque unos cuarenta y cinco minutos, a las doce o doce y diez me compro una ensalada de frutas, me la como en diez minutos, luego descanso frente al arroyo otros cinco minutos, salgo a caminar una hora más, vuelvo a casa, a la una y media me tiro a dormir una siestita; cuarenta y cinco minutos después me doy un baño de no más de diez minutos y después voy a recorrer las vidrieras para comprarme un traje para la fiesta de casamiento de Juan y Angélica, y un par de zapatos para ir a cenar esta noche con mi novia"
Cuando un jefe es cataleco suele ser complicado cumplir sus órdenes. Sus instrucciones siempre tienen una gran cantidad de datos que sería imposible recordar si no se anotan. Sin embargo, él cree que con sólo dar las directivas de manera oral, podemos cumplir con su pedido: "Cuando llegue a su computadora, abra el archivo XDEX, luego vaya a la pestaña "Configuración avanzada", tilde la casilla "Siempre preguntar" y luego, cuando se habilite el menú a partir del tilde, ponga en el segundo casillero el número de IP de la computadora del servidor que es 192.164.1.11, o también puede ser 192.164.1.10; luego le aparecerá automáticamente el valor de las puertas de enlace que no deben ser diferentes entre sí. Después acepte, vaya a "Cargar configuración" y copie los valores que estaban en la parte de abajo de la pestaña anterior, los que aparecen en la pestaña "IP Externo"; péguelos en el casillero de control y le aparecerá una pregunta, apriete "sí" y se abrirá un nuevo menú en el que se le pedirá la clave de registro que es TOPACIO23. Cuando introduce esta clave le va a aparecer un mensaje de error, usted acepte y le va a dar lugar a poner una nueva clave. En ese caso, ponga CALIGULITA y se abrirá la otra barra del menú -la que estaba bloqueada-. Ahí ponga el tilde a la casilla "siempre preguntar" y luego, cuando se habilite el menú a partir del tilde, ponga en el tercer casillero el segundo número de IP de la primera computadora que está conectada en red. Bueno, bueno, ¡A laburar, vamos!"
jueves, 1 de octubre de 2009
Poscordia
(Sustantivo. Del latín post = posterior y cor = corazón)
Tendencia a recordar algo cuando ya no sirve o cuando es difícil de ejecutar.
Podemos estar durante horas visitando blogs, viendo videos y dejando comentarios. Pero en el preciso instante en el que pulsamos el botón "apagar" de la computadora, recordamos que debíamos imprimir un trabajo o terminar una planilla. Basta con que Windows se esté cerrando para que el recuerdo de las obligaciones se active de inmediato. Seguramente, si no cerrábamos la computadora, jamás habríamos recordado las tareas pendientes.
Este fenómeno puede extenderse a una multitud de ámbitos. Nuestro jefe nos hace una pregunta y no sabemos qué contestar. Cuando ya se ha alejado furioso por nuestra inoperancia, recordamos la respuesta. También, solemos recordar que había algo importante para decir cuando nuestro interlocutor ya se subió al ómnibus o al avión, o nos damos cuenta de que debíamos pasar por el supermercado recién cuando ya hemos guardado el auto en el garage.
Tendencia a recordar algo cuando ya no sirve o cuando es difícil de ejecutar.
Podemos estar durante horas visitando blogs, viendo videos y dejando comentarios. Pero en el preciso instante en el que pulsamos el botón "apagar" de la computadora, recordamos que debíamos imprimir un trabajo o terminar una planilla. Basta con que Windows se esté cerrando para que el recuerdo de las obligaciones se active de inmediato. Seguramente, si no cerrábamos la computadora, jamás habríamos recordado las tareas pendientes.
Este fenómeno puede extenderse a una multitud de ámbitos. Nuestro jefe nos hace una pregunta y no sabemos qué contestar. Cuando ya se ha alejado furioso por nuestra inoperancia, recordamos la respuesta. También, solemos recordar que había algo importante para decir cuando nuestro interlocutor ya se subió al ómnibus o al avión, o nos damos cuenta de que debíamos pasar por el supermercado recién cuando ya hemos guardado el auto en el garage.
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