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Dícese de quien expone excusas inverosímiles.
Alguien nos ha dejado plantado con un trabajo o con una cita. Ese alguien -con quien no tenemos la suficiente confianza- construye una penosa excusa para justificar su falta. A pesar de que por el temblor en la voz descubrimos que sus palabras son falsas, la persona se empeña en elaborar una trama complicada, increíble e interminable. No pueden faltar los parientes muertos, los que parecían muertos y no lo estaban; la esposa enferma que se cura milagrosamente, la abducción alienígena, la visión de ángeles, la amnesia puntual o los desfasajes cuántico-espacio-temporo-psíquicos. El tabato no se amedrenta por el tenor de sus excusas ni por los rostros escépticos y sorprendidos de sus oyentes: sabe que una explicación menor y cotidiana ("me olvidé", "no alcancé el colectivo", etc.) podría bastar para zanjar cualquier duda; sin embargo confía en que muchos disparates pueden producir un efecto paradójico: cuando no es necesario mentir tanto, podemos sospechar que algo de lo que se dice es cierto. Este efecto ocurre cuando escuchamos hablar a un ebrio: si bien puede decir muchas incoherencias, a veces es posible tejer una trama más profunda a partir de ciertos hilos de información que se revelan en sus expresiones. La posibilidad de que esa trama más profunda sea coherente y tenga algunos puntos de contacto con ciertos aspectos de lo que creemos verdadero, nos hace que su relato funcione como un todo que, por el absurdo, produce lo verosímil a partir de lo inverosímil.
1 comentario:
Impecable
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