(Sustantivo. Del griego daimón = hijo de dios y kinetón = movimiento)
Movimiento espontáneo de un objeto inanimado.
Las bolsas y papeles arrugados son el paradigma de los demócinos. Cuando comprimimos un papel hasta convertirlo en una pelota, muchas veces escuchamos un leve sonido de pliegues que se abren y se separan lenta pero ostensiblemente, como si la bola hubiese cobrado vida.
El término puede referirse con más precisión a los raros casos (que a lo largo de la historia han sido mal o imperfectamente documentados) en los que un objeto cualquiera se pone a hacer movimientos impredecibles e inesperados. Una piedra que se eleva por el aire y hace volteretas como si volara; un automóvil que arranca solo y avanza unos kilómetros por la autopista, sin conductor, o una montaña que cambia de lugar de un momento para el otro. Los demócinos no son objetos poseídos por un demonio (tal como parece sugerirlo el nombre); en realidad se mueven por alguna inesperada e ínsita fuerza interior o por un repentino cobrar vida seguido de una no menos repentina muerte.
No son demócinos aquellos objetos que naturalmente tienen movimiento (como el viento, los planetas o el fuego). Tampoco es demócino un objeto que cae por la simple fuerza de gravedad.
Término relacionado: psicrótico.
4 comentarios:
Me encantan las palabras olvidadas, casi muertas, las que tienen un sonido a antiguo, las que nadie pronuncia. Y, por supuesto, me encanta este blog que las revive.
Me encantan las palabras olvidadas, casi muertas, las que tienen un sonido a antiguo, las que nadie pronuncia. Y, por supuesto, me encanta este blog que las revive.
Truchimana: este blog trata de inventar palabras, no de revivir muertas. Aunque a veces para inventar hay que revivir voces de idiomas que ya nadie habla.
Un saludo.
Hermoso
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