(De banal y analogía)
Analogía o metáfora disfuncional, rebuscada o innecesaria.
En una explicación o discurso se utilizan analogías para expresar la similtud de un proceso con otro. Por ejemplo, se puede explicar la órbita de los electrones alrededor de un núcleo de protones y neutrones utilizando la analogía de los planetas que giran alrededor de una estrella. La analogía debe ser familiar y directa, para que, a través de ella, pueda captarse el proceso que se quiso explicar en un principio. En el caso del ejemplo, es necesario que quienes reciban la explicación ya conozcan de antemano cómo es un sistema planetario.
Por el contrario, en una banalogía, se utiliza una analogía que no cumple funciones explicativas o que, si las cumple, las hace de una manera sumamente confundente. A veces, no se tiene en cuenta que la analogía misma precisa de muchas explicaciones ("A los distintos sucesos de la vida hay que entenderlos como el despliegue de una continua tensión entre el solipsismo y el realismo") A veces, la analogía es tan banal o simple que no capta la esencia del proceso que se quiere explicar ("La Teoría de la Relatividad es como un tren que va rápido en el que se juega ping pong"). Otras veces, la analogía falla porque mediante ella se trata de explicar un proceso sumamente sencillo y, por lo tanto, se vuelve innecesaria.
Una banalogía famosa la hizo Homero Simpson en un capítulo en el cual intenta explicar cómo es un matrimonio: "Un matrimonio es como comer una naranja. Primero hay que sacar la piel, luego los gajos y finalmente escupir las semillas" (En el mismo capítulo, otro personaje explica en qué consiste comer una naranja: "Comer una naranja es como un buen matrimonio". El abuelo Simpsons, entendiendo el dicho como una banalogía, le dice: "ya cómete la maldita naranja")
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