(Sustantivo. De concha, término vulgar para referirse a la vagina)
Choque frontal entre vientres de dos o más mujeres.
Un enconchonazo suele ser involuntario, aunque a veces es consensuado por ambas partes y tiene un objetivo puramente lúdico.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
lunes, 31 de enero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
Dénodo
(Sustantivo. Del latín de = sobre, de arriba abajo y nodus = nudo)
Día en el que se resuelven muchas cosas pendientes.
La mayoría de nuestro tiempo vital consiste en una sucesión indecisa de horas en las que se van acumulando obligaciones y necesidades. A veces se nos hace urgente llamar al plomero, arreglar un desperfecto del automóvil, limpiar el baño y leer un complicado artículo sobre genética. Pero por razones banales o anecdóticas, nunca podemos siquiera iniciar esas acciones. Sin embargo, un día nos levantamos temprano, con inusual energía y lucidez, y en unas pocas horas cumplimos con todas las tareas pendientes. Y no sólo eso: nos llaman del banco para comunicarnos que ya nos asignaron ese préstamo por el cual venimos luchando desde hace años, o nos avisan que los análisis dieron bien, o que ese pariente conflictivo por fin se murió. Muchas situaciones que se han mantenido indecisas por años, se resuelven en un dénodo.
Los dénodos no siempre implican el carácter positivo de lo resuelto: quizás las cosas se resuelven ese día, pero para mal. El plomero puede decirnos que los caños están rotos y que costará una fortuna arreglarlos. Los análisis podrían revelar una terrible enfermedad, y el pariente conflictivo que murió, tal vez, no dejó herencia pero sí molestas y costosas directivas para su prolongado y exótico funeral.
Día en el que se resuelven muchas cosas pendientes.
La mayoría de nuestro tiempo vital consiste en una sucesión indecisa de horas en las que se van acumulando obligaciones y necesidades. A veces se nos hace urgente llamar al plomero, arreglar un desperfecto del automóvil, limpiar el baño y leer un complicado artículo sobre genética. Pero por razones banales o anecdóticas, nunca podemos siquiera iniciar esas acciones. Sin embargo, un día nos levantamos temprano, con inusual energía y lucidez, y en unas pocas horas cumplimos con todas las tareas pendientes. Y no sólo eso: nos llaman del banco para comunicarnos que ya nos asignaron ese préstamo por el cual venimos luchando desde hace años, o nos avisan que los análisis dieron bien, o que ese pariente conflictivo por fin se murió. Muchas situaciones que se han mantenido indecisas por años, se resuelven en un dénodo.
Los dénodos no siempre implican el carácter positivo de lo resuelto: quizás las cosas se resuelven ese día, pero para mal. El plomero puede decirnos que los caños están rotos y que costará una fortuna arreglarlos. Los análisis podrían revelar una terrible enfermedad, y el pariente conflictivo que murió, tal vez, no dejó herencia pero sí molestas y costosas directivas para su prolongado y exótico funeral.
miércoles, 26 de enero de 2011
Desmondongar(se)
(Verbo. De mondongo)
Hacer esfuerzo por disimular la panza.
Las mujeres y los hombres se desmondongan de manera diferente. El desmondongado tiene interés en mostrar su torso al desnudo, y hace una visible presión por contener el aire y levantar su caja torácica. La mujer, en cambio, utiliza trusas, fajas o pantalones elastizados que no permiten revelar el tamaño de su vientre.
Este término no se aplica a la mujer embarazada que desea disimular su gravidez.
El cinturón suele ser amigo común de la desmondongada y el desmondongado.
Suele ser más difícil desmondongarse si, además, se está enchulenguizado.
Hacer esfuerzo por disimular la panza.
Las mujeres y los hombres se desmondongan de manera diferente. El desmondongado tiene interés en mostrar su torso al desnudo, y hace una visible presión por contener el aire y levantar su caja torácica. La mujer, en cambio, utiliza trusas, fajas o pantalones elastizados que no permiten revelar el tamaño de su vientre.
Este término no se aplica a la mujer embarazada que desea disimular su gravidez.
El cinturón suele ser amigo común de la desmondongada y el desmondongado.
Suele ser más difícil desmondongarse si, además, se está enchulenguizado.
martes, 25 de enero de 2011
Anastolpio
(Sustantivo. Del griego anastéllo = detener y spáo = romper)
Momento estacionario en la rotura de un objeto o sistema.
A veces un vaso se empieza a cuartear, un puente comienza a ceder, un riñón funciona mal o una relación cae en desamores y malentendidos . En todos estos casos, el daño parece progresivo, acelerado e indetenible. Sin embargo, existe una meseta en el deterioro: hay un periodo (a veces extenso) en el cual la destrucción parece detenerse y el objeto o sistema sigue operativo, casi por milagro. El vaso, a pesar de las innumerables rajaduras, todavía puede contener líquido sin gotear, y seguirá así durante meses. Los automóviles podrán seguir circulando por encima del puente, a pesar la inminente caída profetizada por ingenieros, los riñones enfermos seguirán filtrando sales por largos años y la pareja continuará conviviendo con eventuales riñas hasta la vejez: en este último caso, quizás, porque es posible soportar toda la vida aquello que no puede soportarse un segundo más.
Tal vez todas las cosas del universo estén pasando por un anastolpio. La completa y perfecta funcionalidad es apenas un mito: la realidad es que todo va camino a la destrucción, y la operatividad de los objetos del mundo es sólo provisional y producto de un delicado (pero efímero) equilibrio de fuerzas que se disputan la ruina definitiva.
Momento estacionario en la rotura de un objeto o sistema.
A veces un vaso se empieza a cuartear, un puente comienza a ceder, un riñón funciona mal o una relación cae en desamores y malentendidos . En todos estos casos, el daño parece progresivo, acelerado e indetenible. Sin embargo, existe una meseta en el deterioro: hay un periodo (a veces extenso) en el cual la destrucción parece detenerse y el objeto o sistema sigue operativo, casi por milagro. El vaso, a pesar de las innumerables rajaduras, todavía puede contener líquido sin gotear, y seguirá así durante meses. Los automóviles podrán seguir circulando por encima del puente, a pesar la inminente caída profetizada por ingenieros, los riñones enfermos seguirán filtrando sales por largos años y la pareja continuará conviviendo con eventuales riñas hasta la vejez: en este último caso, quizás, porque es posible soportar toda la vida aquello que no puede soportarse un segundo más.
Tal vez todas las cosas del universo estén pasando por un anastolpio. La completa y perfecta funcionalidad es apenas un mito: la realidad es que todo va camino a la destrucción, y la operatividad de los objetos del mundo es sólo provisional y producto de un delicado (pero efímero) equilibrio de fuerzas que se disputan la ruina definitiva.
lunes, 24 de enero de 2011
Liparquibio
(Sustantivo. Del griego leípo = dejar; arché = inicio, principio y biblíon = libro)
1. Acción y efecto de abandonar un libro en las primeras páginas.
Podría pensarse que el liparquibio se comete sólo cuando una lectura resulta poco interesante. Sin embargo, este fenómeno ocurre por motivos muy diversos: cuando hay muchos libros y poco tiempo para leerlos, es probable que se hojeen muchos sin la firme decisión de terminarlos o tan siquiera avanzarlos. Otras veces, aunque no nos corra el tiempo y por más cautivantes que resulten los primeros párrafos, simplemente (y sin razón) no seguimos leyendo. Es común que se formen pilas de libros en los escritorios y mesas de luz, y que de esas pilas ya hayamos examinado las primeras carillas de cada ejemplar y que, por lo tanto, podamos sospechar con cuáles de ellos retomaremos la lectura, y con cuáles cometeremos liparquibio.
Por extensión, se denomina así a los libros que quedan amontonados como muertos, huérfanos de lectura y de biblioteca: "Tengo liparquibios hasta en el baño. No sé bien qué hacer con ellos: si guardarlos, regalarlos, quemarlos... o seguir leyéndolos", puede decir un desconcertado bibliófilo: él seguramente valora la lectura e incluso manifiesta interés por esos libros, pero ya sabe que no va a seguir leyéndolos y que sólo estarán ahí ocupando espacio.
2. Cualquier actividad que se abandona en el inicio.
A veces, fulgoritos y atornugados comienzan a practicar yoga, andinismo, inglés o aikido, y abandonan en los primeros intentos. La acumulación de estas actividades abandonadas es el reguero de los liparquibios de nuestra vida. Después de un liparquibio, es normal que queden optoparoncios.
Puede tomarse el término "liparquibio" como un sustantivo colectivo, que se refiere (en singular) a todas las actividades abandonadas: "Ahí están la guitarra, el traje de payaso, los libros de cocina y la escopeta. Todos ellos conforman el liparquibio de mis últimos tres años"
1. Acción y efecto de abandonar un libro en las primeras páginas.
Podría pensarse que el liparquibio se comete sólo cuando una lectura resulta poco interesante. Sin embargo, este fenómeno ocurre por motivos muy diversos: cuando hay muchos libros y poco tiempo para leerlos, es probable que se hojeen muchos sin la firme decisión de terminarlos o tan siquiera avanzarlos. Otras veces, aunque no nos corra el tiempo y por más cautivantes que resulten los primeros párrafos, simplemente (y sin razón) no seguimos leyendo. Es común que se formen pilas de libros en los escritorios y mesas de luz, y que de esas pilas ya hayamos examinado las primeras carillas de cada ejemplar y que, por lo tanto, podamos sospechar con cuáles de ellos retomaremos la lectura, y con cuáles cometeremos liparquibio.
Por extensión, se denomina así a los libros que quedan amontonados como muertos, huérfanos de lectura y de biblioteca: "Tengo liparquibios hasta en el baño. No sé bien qué hacer con ellos: si guardarlos, regalarlos, quemarlos... o seguir leyéndolos", puede decir un desconcertado bibliófilo: él seguramente valora la lectura e incluso manifiesta interés por esos libros, pero ya sabe que no va a seguir leyéndolos y que sólo estarán ahí ocupando espacio.
2. Cualquier actividad que se abandona en el inicio.
A veces, fulgoritos y atornugados comienzan a practicar yoga, andinismo, inglés o aikido, y abandonan en los primeros intentos. La acumulación de estas actividades abandonadas es el reguero de los liparquibios de nuestra vida. Después de un liparquibio, es normal que queden optoparoncios.
Puede tomarse el término "liparquibio" como un sustantivo colectivo, que se refiere (en singular) a todas las actividades abandonadas: "Ahí están la guitarra, el traje de payaso, los libros de cocina y la escopeta. Todos ellos conforman el liparquibio de mis últimos tres años"
jueves, 20 de enero de 2011
Ignícono
(Sustantivo. Del latín igneus = de fuego y del griego eikónes = imagen)
Imagen hecha con fuego.
Existen dos modos de entender la acepción de "ignícono": una modesta y otra fantástica.
En su acepción modesta, un ignícono es cualquier imagen reconocible que puede visualizarse por un momento en el crepitar inquieto de una llama. Al igual que en las nubídeas, es posible encontrar todo tipo de figuras entre las brasas encendidas: caballos corcoveantes, montañas volátiles, el rostro de un pariente muerto, una serpiente anaranjada. El ignícono es producto de cierta atenta mirada y un libre proceso de asociación imaginaria.
En su acepción más fantástica, un ignícono es una figura que se esculpe en el fuego, como si las llamas fuesen un material moldeable. Una variedad del ignícono es el ignigrama: mensajes cifrados que se transmiten a través del fuego. Nunca sabemos si los incendios intencionales no son más que igníconos o ignigramas en los que alguna logia secreta pretende dejar mensajes mafiosos, benefactores o banales.
Existen ciertas hitorias, de dudosa corroboración y vagamente documentadas, en las que se habla de una figura humana o animal que emerge de una fogata y se eleva por los cielos, o corre por el aire sin volatilizarse. En estos casos ya no hablamos solamente de un ignícono, porque -según estos testimonios- no se trataría de una simple imagen, sino de un ser viviente que emerge del fuego y vive todo lo que le permite su proceso de combustión: se trata de un ignobio.
Imagen hecha con fuego.
Existen dos modos de entender la acepción de "ignícono": una modesta y otra fantástica.
En su acepción modesta, un ignícono es cualquier imagen reconocible que puede visualizarse por un momento en el crepitar inquieto de una llama. Al igual que en las nubídeas, es posible encontrar todo tipo de figuras entre las brasas encendidas: caballos corcoveantes, montañas volátiles, el rostro de un pariente muerto, una serpiente anaranjada. El ignícono es producto de cierta atenta mirada y un libre proceso de asociación imaginaria.
En su acepción más fantástica, un ignícono es una figura que se esculpe en el fuego, como si las llamas fuesen un material moldeable. Una variedad del ignícono es el ignigrama: mensajes cifrados que se transmiten a través del fuego. Nunca sabemos si los incendios intencionales no son más que igníconos o ignigramas en los que alguna logia secreta pretende dejar mensajes mafiosos, benefactores o banales.
Existen ciertas hitorias, de dudosa corroboración y vagamente documentadas, en las que se habla de una figura humana o animal que emerge de una fogata y se eleva por los cielos, o corre por el aire sin volatilizarse. En estos casos ya no hablamos solamente de un ignícono, porque -según estos testimonios- no se trataría de una simple imagen, sino de un ser viviente que emerge del fuego y vive todo lo que le permite su proceso de combustión: se trata de un ignobio.
martes, 18 de enero de 2011
Mágrade
(Sustantivo masculino. Del latín magis = más y grates = gracia)
Agradecimiento desmedido.
Cuando alguien agradece de manera muy efusiva por algo que no merece demasiada atención, ha cometido mágrade. Ceder el asiento a una anciana, o pagarle con monedas al kiosquero son actos de calculada cortesía social. Ante ellos, en el mejor de los casos sólo recibiremos un breve "gracias" y quizás una sonrisa amable. Sin embargo, no esperaríamos que el ciego al que ayudamos a cruzar nos llame todos los días para recordar la fugaz gentileza, o que la dama a la que abrimos la puerta nos envíe tarjetas de felicitación y un regalo todos los meses: allí se estaría pasando del agradecimiento socialmente aceptable al mágrade.
Cualquier mágrade suena falso, teatral y enfermizo, y si somos víctimas de él sentiremos rechazo y lástima por quien nos lo proporciona.
La contracara del mágrade es el mensulto.
Agradecimiento desmedido.
Cuando alguien agradece de manera muy efusiva por algo que no merece demasiada atención, ha cometido mágrade. Ceder el asiento a una anciana, o pagarle con monedas al kiosquero son actos de calculada cortesía social. Ante ellos, en el mejor de los casos sólo recibiremos un breve "gracias" y quizás una sonrisa amable. Sin embargo, no esperaríamos que el ciego al que ayudamos a cruzar nos llame todos los días para recordar la fugaz gentileza, o que la dama a la que abrimos la puerta nos envíe tarjetas de felicitación y un regalo todos los meses: allí se estaría pasando del agradecimiento socialmente aceptable al mágrade.
Cualquier mágrade suena falso, teatral y enfermizo, y si somos víctimas de él sentiremos rechazo y lástima por quien nos lo proporciona.
La contracara del mágrade es el mensulto.
lunes, 17 de enero de 2011
Xeroglótico
(Adjetivo. Del griego xéros = seco y glóssa = lengua)
Quien hace largos discursos sin pausa.
El xeroglótico no respira ni hace pausas en su insuflada disertación, y tampoco (como lo indica su etimología) se toma tiempo para tragar saliva y lubricar su garganta. Después de un parlamento interminable queda agitado, ronco y jadeante. Sin embargo, rara vez el cansancio lo amedrenta: ni bien recupera el aliento se zambulle en una nueva catarata discursiva de final impredecible. Quienes lo escuchan se sienten vapuleados por la falta de pausas, e incómodos por la voz cada vez más jadeante, arenosa y quebradiza. Las palabras del xeroglótico se vuelven más difíciles de escuchar a medida que disminuye la lubricación de las cuerdas vocales, porque el oyente ya no escucha el discurso, sino el esfuerzo desafinado de una garganta cuya voz suena doliente y rasposa como un motor sin aceite.
Quien hace largos discursos sin pausa.
El xeroglótico no respira ni hace pausas en su insuflada disertación, y tampoco (como lo indica su etimología) se toma tiempo para tragar saliva y lubricar su garganta. Después de un parlamento interminable queda agitado, ronco y jadeante. Sin embargo, rara vez el cansancio lo amedrenta: ni bien recupera el aliento se zambulle en una nueva catarata discursiva de final impredecible. Quienes lo escuchan se sienten vapuleados por la falta de pausas, e incómodos por la voz cada vez más jadeante, arenosa y quebradiza. Las palabras del xeroglótico se vuelven más difíciles de escuchar a medida que disminuye la lubricación de las cuerdas vocales, porque el oyente ya no escucha el discurso, sino el esfuerzo desafinado de una garganta cuya voz suena doliente y rasposa como un motor sin aceite.
viernes, 14 de enero de 2011
Prodichero
(Adjetivo. Del latín pro = en favor de y dictum = sentencia, expresión, dicho)
Quien dice frases banales, crípticas o ambiguas y propone que se piense algo profundo a partir de ellas.
De vez en cuando alguna persona que se autoconsidera sabia nos dice una seguidilla de palabras con poca sustancia y atinencia, y remata su alocución con un "te lo dejo para que lo pienses", o "pensalo con el corazón", o "fijate bien en lo que digo". Es frecuente que esa sucesión de palabras sea nada más que un truco retórico de poco vuelo, cuya exégesis requiere apenas de un microsegundo y cuya profundidad apenas rebasa la interpretación literal. El prodichero, sin embargo, enuncia sus refrancitos con tono solemne y con la convicción de que por sus labios fluye la sabiduría. Mediante sus palabras pretende calar en el espíritu de su paciente víctima y, de ese modo, provocarle algún tipo de honda conversión moral.
Ejemplos: "No te mates, Martín, mejor tomá mate... Pensalo".
"No estamos solos... sólo estamos... Te tiro esto para que lo pienses"
"Para que reflexiones: el matrimonio no tiene ida, tiene vueltas"
A veces se puede llamar prodichero a quien dice frases morales sin la coda que invita al pensamiento o la reflexión. En estos casos, entonces, no es necesario que diga "pensalo" o "reflexioná sobre esto". Sin embargo, la ausencia de esta coda quita patetismo al prodichero, y lo convierte en un simple cripticista. En este último sentido, los prodicheros más famosos de Argentina son José Narosky y el rabino Bergmann.
Quien dice frases banales, crípticas o ambiguas y propone que se piense algo profundo a partir de ellas.
De vez en cuando alguna persona que se autoconsidera sabia nos dice una seguidilla de palabras con poca sustancia y atinencia, y remata su alocución con un "te lo dejo para que lo pienses", o "pensalo con el corazón", o "fijate bien en lo que digo". Es frecuente que esa sucesión de palabras sea nada más que un truco retórico de poco vuelo, cuya exégesis requiere apenas de un microsegundo y cuya profundidad apenas rebasa la interpretación literal. El prodichero, sin embargo, enuncia sus refrancitos con tono solemne y con la convicción de que por sus labios fluye la sabiduría. Mediante sus palabras pretende calar en el espíritu de su paciente víctima y, de ese modo, provocarle algún tipo de honda conversión moral.
Ejemplos: "No te mates, Martín, mejor tomá mate... Pensalo".
"No estamos solos... sólo estamos... Te tiro esto para que lo pienses"
"Para que reflexiones: el matrimonio no tiene ida, tiene vueltas"
A veces se puede llamar prodichero a quien dice frases morales sin la coda que invita al pensamiento o la reflexión. En estos casos, entonces, no es necesario que diga "pensalo" o "reflexioná sobre esto". Sin embargo, la ausencia de esta coda quita patetismo al prodichero, y lo convierte en un simple cripticista. En este último sentido, los prodicheros más famosos de Argentina son José Narosky y el rabino Bergmann.
jueves, 13 de enero de 2011
Conjetonear
(Verbo intransitivo. De conjeturar y jetonear, argentinismo por "hablar de más")
Hacer conjeturas aventuradas, infundadas y maliciosas en voz alta.
A veces las personas mantienen sus prejuicios en silencio, o los susurran en charlas de vecinos sin que alguien se pueda sentir visiblemente ofendido. Pero cada tanto alguien conjetonea: levanta la voz, grita sin motivo y pide explicaciones por algo que sólo está en su imaginación. Si un vecino usa pelo largo y trabaja de noche, el prejuicioso conjetura que vende droga. Si, además, le grita "por culpa tuya mi hijo es drogadicto", está conjetoneando.
Si la vecina ha tenido una hija siendo muy joven y no se le conoce pareja, el conjetoneador le gritará "puta, seguro que a tu hijo te lo mantiene el cafiolo".
Quien conjetonea suele ser paraxénico: todo a su alrededor es sospechoso. El problema es que, para el conjetoneador, sus prejuicios no son sólo sospechas infundadas; él está convencido de que ha sacado las conclusiones correctas y por eso no tiene reparos en gritarlas a viva voz.
Hacer conjeturas aventuradas, infundadas y maliciosas en voz alta.
A veces las personas mantienen sus prejuicios en silencio, o los susurran en charlas de vecinos sin que alguien se pueda sentir visiblemente ofendido. Pero cada tanto alguien conjetonea: levanta la voz, grita sin motivo y pide explicaciones por algo que sólo está en su imaginación. Si un vecino usa pelo largo y trabaja de noche, el prejuicioso conjetura que vende droga. Si, además, le grita "por culpa tuya mi hijo es drogadicto", está conjetoneando.
Si la vecina ha tenido una hija siendo muy joven y no se le conoce pareja, el conjetoneador le gritará "puta, seguro que a tu hijo te lo mantiene el cafiolo".
Quien conjetonea suele ser paraxénico: todo a su alrededor es sospechoso. El problema es que, para el conjetoneador, sus prejuicios no son sólo sospechas infundadas; él está convencido de que ha sacado las conclusiones correctas y por eso no tiene reparos en gritarlas a viva voz.
miércoles, 12 de enero de 2011
Nombrinar
(Verbo transitivo. De nombrar y nominar. Sustantivo: nombrinización)
Introducir una palabra que tiene una mínima variante con respecto a la palabra original, que no figura en los diccionarios y que pretende expresar un leve y casi irrelevante matiz de significado en una determinada jerga.
El verbo "invertir" tiene sus nombrinizaciones: "inversionar", "inversionalizar", "inversiar", y un sinfín acorde con la imaginación de quienes utilizan el lenguaje de los financistas. Si se nos explican los significados de esos verbos casi idénticos, los legos no advertiremos diferencias entre ellos. Quizás el especialista nos diga: "se dice 'invertir' cuando se habla de dinero en efectivo; 'inversionar' cuando hablamos de oro, 'inversionalizar' si nos referimos a productos agrícolas, e 'inversiar' si se trata de propiedades". Entonces nos enteramos de que esa proliferación de verbos no es más que una patraña ideada para identificar a quienes pertenecen al ámbito financiero (o 'financista', o 'financiador', o 'financizador') y quienes no; el que pertenece al círculo de los financieros reconocerá a sus colegas gracias al uso y abuso de esos términos. A veces el supuesto especialista inventa la modalidad verbal sólo para darse un aire pomposo: al médico no le gusta "sanar" enfermos; él prefiere "sanizar" o "sanitizar", y al vendedor no le basta con comerciar: él desea comercializar sus productos. En cada profesión y oficio se toma una palabra, se la nombrina y luego se la utiliza a troche y moche para mostrar que se es parte de un círculo de especialistas.
El verbo "nombrinar" es producto de una nombrinización: se ha introducido ese término en Exonario, modificando levemente las palabras "nombrar" y "nominar", y se ha nombrado con ella una acción casi irrelevante y difícil de diferenciar.
Podríamos llamar "nombrinizar" al acto de nombrinar en Exonario, con lo cual estaríamos nombrinando al cuadrado.
Introducir una palabra que tiene una mínima variante con respecto a la palabra original, que no figura en los diccionarios y que pretende expresar un leve y casi irrelevante matiz de significado en una determinada jerga.
El verbo "invertir" tiene sus nombrinizaciones: "inversionar", "inversionalizar", "inversiar", y un sinfín acorde con la imaginación de quienes utilizan el lenguaje de los financistas. Si se nos explican los significados de esos verbos casi idénticos, los legos no advertiremos diferencias entre ellos. Quizás el especialista nos diga: "se dice 'invertir' cuando se habla de dinero en efectivo; 'inversionar' cuando hablamos de oro, 'inversionalizar' si nos referimos a productos agrícolas, e 'inversiar' si se trata de propiedades". Entonces nos enteramos de que esa proliferación de verbos no es más que una patraña ideada para identificar a quienes pertenecen al ámbito financiero (o 'financista', o 'financiador', o 'financizador') y quienes no; el que pertenece al círculo de los financieros reconocerá a sus colegas gracias al uso y abuso de esos términos. A veces el supuesto especialista inventa la modalidad verbal sólo para darse un aire pomposo: al médico no le gusta "sanar" enfermos; él prefiere "sanizar" o "sanitizar", y al vendedor no le basta con comerciar: él desea comercializar sus productos. En cada profesión y oficio se toma una palabra, se la nombrina y luego se la utiliza a troche y moche para mostrar que se es parte de un círculo de especialistas.
El verbo "nombrinar" es producto de una nombrinización: se ha introducido ese término en Exonario, modificando levemente las palabras "nombrar" y "nominar", y se ha nombrado con ella una acción casi irrelevante y difícil de diferenciar.
Podríamos llamar "nombrinizar" al acto de nombrinar en Exonario, con lo cual estaríamos nombrinando al cuadrado.
martes, 11 de enero de 2011
Porrar
(Verbo transitivo. De la escritura en mayúscula del verbo "BORRAR", a la cual se le ha quitado el bucle inferior a la letra "B". Adjetivo: porrado)
Borrar partes de letras en los carteles para cambiar los mensajes.
Un mensaje puede ser desbaratado con sólo cercenar una pierna en la letra "R", o quitando la virgulilla a la "Ñ". Así, un CRUCE DE RUTAS se transforma en un CRUCE DE PUTAS, y el deseo de FELIZ AÑO NUEVO se convierte en el procaz augurio de un buen cambio de trasero.
Los grafitti y carteles viales suelen ser blancos del porrado anónimo. El porrado es la manera más económica y efectiva de subvertir el contenido de un mensaje: no se requiere pintura ni caligrafía; sólo una idea (por lo general, con sentido chusco) y algún material que sirva para borrar una mínima rayita de pintura.
(En este sitio pueden verse algunos ejemplos de los nombres de las partes de las letras.)
Borrar partes de letras en los carteles para cambiar los mensajes.
Un mensaje puede ser desbaratado con sólo cercenar una pierna en la letra "R", o quitando la virgulilla a la "Ñ". Así, un CRUCE DE RUTAS se transforma en un CRUCE DE PUTAS, y el deseo de FELIZ AÑO NUEVO se convierte en el procaz augurio de un buen cambio de trasero.
Los grafitti y carteles viales suelen ser blancos del porrado anónimo. El porrado es la manera más económica y efectiva de subvertir el contenido de un mensaje: no se requiere pintura ni caligrafía; sólo una idea (por lo general, con sentido chusco) y algún material que sirva para borrar una mínima rayita de pintura.
(En este sitio pueden verse algunos ejemplos de los nombres de las partes de las letras.)
viernes, 7 de enero de 2011
Gugaritmo
(Sustantivo. De googol, término inglés para designar a un uno seguido de cien ceros y del griego arithmóo = contar)
Modo de cortar las cifras largas para enunciarlas.
Si nuestro número de teléfono es una cifra de siete caracteres, no la leemos "cuatro millones setecientos treinte y siete mil seiscientos treinta y dos". Es probable que cortemos las cifras de a tres, de a dos o de a una, y digamos algo como "cuarenta y siete, treinta y siete ciento treinta y dos". Cuando no se enuncia la cifra como un número completo, sino como una composición sucesiva (y no aditiva*) de pequeñas cifras, se está haciendo un gugaritmo.
Los gugaritmos tienden a ser regulares: por lo general, cortamos las cifras de la misma manera cada vez que las enunciamos. Cuando el número es demasiado largo, el gugaritmo nos ofrece una rítmica menmotécnica. De hecho, muchas personas recuerdan su gugaritmo cortando de a dos cifras, pero son incapaces de recordar cifra por cifra.
¿Tiene usted algún gugaritmo?
*No aditiva significa que cuando decimos "cuarenta y siete, treinta y seis, ciento treinta y dos", no pretendemos que se interprete como una suma: "cuarenta y siete más treinta y seis más ciento treinta y dos", sino como una pura sucesión nominal.
Modo de cortar las cifras largas para enunciarlas.
Si nuestro número de teléfono es una cifra de siete caracteres, no la leemos "cuatro millones setecientos treinte y siete mil seiscientos treinta y dos". Es probable que cortemos las cifras de a tres, de a dos o de a una, y digamos algo como "cuarenta y siete, treinta y siete ciento treinta y dos". Cuando no se enuncia la cifra como un número completo, sino como una composición sucesiva (y no aditiva*) de pequeñas cifras, se está haciendo un gugaritmo.
Los gugaritmos tienden a ser regulares: por lo general, cortamos las cifras de la misma manera cada vez que las enunciamos. Cuando el número es demasiado largo, el gugaritmo nos ofrece una rítmica menmotécnica. De hecho, muchas personas recuerdan su gugaritmo cortando de a dos cifras, pero son incapaces de recordar cifra por cifra.
¿Tiene usted algún gugaritmo?
*No aditiva significa que cuando decimos "cuarenta y siete, treinta y seis, ciento treinta y dos", no pretendemos que se interprete como una suma: "cuarenta y siete más treinta y seis más ciento treinta y dos", sino como una pura sucesión nominal.
jueves, 6 de enero de 2011
Entomecótico
(Adjetivo. Del griego enthómos = insecto y échos = sonido)
Dícese de lo que hace ruido como de insecto.
En el medio del silencio pueden escucharse en la ventana los insistentes golpecitos de la mosca, las pisadas sutiles y apuradas de la cucaracha sobre el piso de madera o el bicho bolita cayéndose de la pared que estaba intentando escalar. Los entomecóticos hacen levísimos ruiditos de "tic": como un crepitar espasmódico y casi inaudible.
El término sólo se aplica a los insectos que poseen un esqueleto externo y que, por lo tanto, producen el característico "tic" al chocar contra una superficie sólida. Los gusanos, por ello, no son entomecóticos. Los caracoles tienen un caparazaón entomomecótico, pero ellos mismos no lo son.
Un insecto tikiñeado es entomecótico.
Cuando una persona se enferma, se suele decir que tiene "voz de enfermo" o "voz de bicho". En ese caso, la persona se ha vuelto entomofónica (Del griego enthómos y phoné = voz)
Un entomófono es un instrumento de sonido hecho con insectos.
Dícese de lo que hace ruido como de insecto.
En el medio del silencio pueden escucharse en la ventana los insistentes golpecitos de la mosca, las pisadas sutiles y apuradas de la cucaracha sobre el piso de madera o el bicho bolita cayéndose de la pared que estaba intentando escalar. Los entomecóticos hacen levísimos ruiditos de "tic": como un crepitar espasmódico y casi inaudible.
El término sólo se aplica a los insectos que poseen un esqueleto externo y que, por lo tanto, producen el característico "tic" al chocar contra una superficie sólida. Los gusanos, por ello, no son entomecóticos. Los caracoles tienen un caparazaón entomomecótico, pero ellos mismos no lo son.
Un insecto tikiñeado es entomecótico.
Cuando una persona se enferma, se suele decir que tiene "voz de enfermo" o "voz de bicho". En ese caso, la persona se ha vuelto entomofónica (Del griego enthómos y phoné = voz)
Un entomófono es un instrumento de sonido hecho con insectos.
miércoles, 5 de enero de 2011
Salchino
(Adjetivo y sustantivo. De la expresión "vamos al chino", apócope de "vamos al supermercado chino". Verbo: salchinar)
Experiencia de compra en un supermercado chino.
Como adjetivo, la palabra suele modificar al sustantivo "experiencia": "tuve una experiencia salchina"
No es lo mismo recorrer las góndolas de Carrefour y Disco que pasear por los infinitos vericuetos de un supermercado atendido por orientales. Caminar cerca de una góndola enfriadora en un supermercado chino equivale a recordar el mito de las heladeras apagadas durante la noche y la carne de rata. Además de la dudosa refrigeración de sus productos, el supermercado chino posee una disposición topográfica particular: poco espacio entre góndolas, productos heterogéneos perdidos en un rincón, un local de ventas laberíntico e iluminado sólo con fluorescentes escasamente dispuestos. La experiencia se asocia a cierto olor a pescado y arroz hervido, aun cuando esas asociaciones son inferencias y no sensaciones. Desde luego, la experiencia salchina está cimentada sobre prejuicios: aunque estuviéramos en un supermercado chino cuyas heladeras funcionaran a la perfección,cuyas luces encandilaran o cuya mercadería no incluyera una góndola de productos chinos, también podríamos tener una experiencia salchina.
No es necesario estar en una tienda atendida por orientales para tener la experiencia salchina. Nos puede ocurrir en un sinnúmero de situaciones. "Ayer fui al taller mecánico a arreglar el auto, y había olor a pescado frito, poca luz y música oriental. Tuve una experiencia salchina"
Experiencia de compra en un supermercado chino.
Como adjetivo, la palabra suele modificar al sustantivo "experiencia": "tuve una experiencia salchina"
No es lo mismo recorrer las góndolas de Carrefour y Disco que pasear por los infinitos vericuetos de un supermercado atendido por orientales. Caminar cerca de una góndola enfriadora en un supermercado chino equivale a recordar el mito de las heladeras apagadas durante la noche y la carne de rata. Además de la dudosa refrigeración de sus productos, el supermercado chino posee una disposición topográfica particular: poco espacio entre góndolas, productos heterogéneos perdidos en un rincón, un local de ventas laberíntico e iluminado sólo con fluorescentes escasamente dispuestos. La experiencia se asocia a cierto olor a pescado y arroz hervido, aun cuando esas asociaciones son inferencias y no sensaciones. Desde luego, la experiencia salchina está cimentada sobre prejuicios: aunque estuviéramos en un supermercado chino cuyas heladeras funcionaran a la perfección,cuyas luces encandilaran o cuya mercadería no incluyera una góndola de productos chinos, también podríamos tener una experiencia salchina.
No es necesario estar en una tienda atendida por orientales para tener la experiencia salchina. Nos puede ocurrir en un sinnúmero de situaciones. "Ayer fui al taller mecánico a arreglar el auto, y había olor a pescado frito, poca luz y música oriental. Tuve una experiencia salchina"
lunes, 3 de enero de 2011
Empoquetamiento
(Sustantivo. de poco y empaquetar)
1. Excesivo embalaje para una pequeña cantidad de algo.
Algunos productos de góndola están empoquetados. Ejemplos de ello son las bolsas de papas fritas que sólo están llenas hasta la mitad y los huevos de pascua cuyo envoltorio excede en tamaño al del mismo huevo.
Tomando el verbo "empaquetar" en su sentido figurado (mentir, contar una historia falsa para "envolver" al interlocutor), puede existir una segunda acepción:
2. Mentira apurada y mal urdida que funciona.
A veces tenemos la necesidad de elaborar una mentira urgente, y no se nos ocurre algo bien armado o inteligente. Si suena el teléfono y el jefe nos pide que por favor hoy, domingo, vayamos a ayudarlo a matar las cucarachas de la oficina, es conveniente que tengamos a mano una buena excusa. A veces, sin embargo, decimos algo muy tonto y casi sin sentido, y de todos modos nos creen. "No puedo ir. Hoy mi mujer se despertó hablando para atrás, así que yo tengo que atender el teléfono". El jefe cuelga, pide disculpas por su intromisión y manda augurios de salud para nuestra esposa. Felices, podemos disfrutar del domingo en paz gracias al empoquetamiento.
1. Excesivo embalaje para una pequeña cantidad de algo.
Algunos productos de góndola están empoquetados. Ejemplos de ello son las bolsas de papas fritas que sólo están llenas hasta la mitad y los huevos de pascua cuyo envoltorio excede en tamaño al del mismo huevo.
Tomando el verbo "empaquetar" en su sentido figurado (mentir, contar una historia falsa para "envolver" al interlocutor), puede existir una segunda acepción:
2. Mentira apurada y mal urdida que funciona.
A veces tenemos la necesidad de elaborar una mentira urgente, y no se nos ocurre algo bien armado o inteligente. Si suena el teléfono y el jefe nos pide que por favor hoy, domingo, vayamos a ayudarlo a matar las cucarachas de la oficina, es conveniente que tengamos a mano una buena excusa. A veces, sin embargo, decimos algo muy tonto y casi sin sentido, y de todos modos nos creen. "No puedo ir. Hoy mi mujer se despertó hablando para atrás, así que yo tengo que atender el teléfono". El jefe cuelga, pide disculpas por su intromisión y manda augurios de salud para nuestra esposa. Felices, podemos disfrutar del domingo en paz gracias al empoquetamiento.
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