(Del lat. exquisitus, y la expresión "sí o sí")
El primer término de la palabra alude a una persona con singular y extraordinario gusto y refinamiento en todas sus preferencias y elecciones. Esta es su virtud más destacable.
Siosi, el segundo término de la palabra, es en cambio su principal defecto: lo convierte en un ser caprichoso; un exigente que no acepta otra alternativa a sus antojos y demandas. Sus condiciones son siempre SINE-QUA-NON y sus requerimientos, de carácter urgente.
El/la exquisíosi es maniático perfeccionista, ningún esfuerzo lo conforma, no permite que nadie haga algo por él, ya que nadie lo hará mejor y tiene nula tolerancia a las frustraciones.
3 comentarios:
Cuando te mandé la palabreja esta te aclaré que como buen esquisíosi, no iba a conformarme fácilmente con la imagen que eligieras para el post y te la iba a criticar duramente, pues me retracto: está buenísima!
Me recuerda a esos personajes apelmazados del ambiente cultural argento.
Un abrazo!
si, una mezcla de laiseca con caparrós.
Yo, por regla general desconfío de los escritores (tambien directores de cine eh?) a los que conozco antes a los personajes de sí mismo que crearon, que a sus obras.
La excepcion era Borges.
Es verdad: buena mezcla entre Caparrós y Laiseca, aunque sólo en la fisonomía.
Con lo de apelmazados o recalcitrantes me refería mas bien a esos émulos de escritores que asisten a presentaciones de libros cargados de ínfulas y retorciéndose el mostacho, criticando a todo x nada, porque si; personas que fruncen la nariz como si todo el tiempo estuvieran oliendo mierda.
Seres desagradábiles de los que todos escapan, porque cuando te agarran te bombardean a los gritos con sus demostraciones de conocimiento, y uno siente vergüenza ajena de estar en tremenda situación, y no queda otra que asentir con la cabeza para que el aburridor se vaya contento con su cuota de razón a atormentar a nuevos contertulios y luego a su casa, donde vive indefectiblemente solo porque si nadie lo tolera 5 minutos, mucho menos alguien lo soportará toda la vida.
El aspirante a exitoso escritor por descubrir se servirá un wiskacho pensando cómo es que nadie se da cuenta de su talento y se apoltronará cómodamente en el sillón frente a la pantalla de Venus donde se proveerá de la ilusión de un poco de carne fresca que venga a remediar tanto vacío. Y se quedará dormido en ese mismo sillón, borracho de vacío, vestido como ayer y antes de ayer, soñando que su vida tiene algún sentido, que aunque sea tardíamente los mercenarios de la cultura reparan en él y la sociedad les recompensa, al fin, tantos años sumido en el anonimato. Entonces se relaja y ronca de placer al sentir que por fin le encuentra el agujero al mate; la gente lo quiere y lo que es mejor: lo admira, él es quien ilumina a las masas -mientras que lo único que ilumina un poco a esas horas es la pantalla de un televisor- que como su dueño, transmite para nadie.
El mostacho en ese momento se siente libre de la mano castradora que lo alisa permanentemente, y feliz por el alivio de tanto manoseo y por las curvas en pantalla plana de las porn-stars, tiene una magnífica erección que se le antoja dalínesca.
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